En esta ocasión no voy a demorarme mucho en los prolegómenos de este viaje, pues lo decidimos casi de improviso por motivos un tanto peculiares: huir del calor de este verano en España, Madrid, en nuestro caso, al menos durante unos días. No teníamos nada planificado para viajar juntos hasta finales de agosto y era tarde para encontrar algo a un precio razonable, así que consulté las rutas culturales para personas mayores de la Comunidad de Madrid, de las que he hecho varias últimamente, pues por diversos motivos utilizar el coche de alquiler se me está complicando bastante. Vi las Repúblicas Bálticas y recordé que unos amigos nos habían comentado que les gustó el recorrido; además, se supone que por allí no hace tanto calor y los precios de estas rutas no son más altos en agosto. Decidido, pues. Nos apuntamos para la primera salida después de mi regreso de Islandia, es decir, el tres de agosto.
Los programas para un mismo destino difieren según las agencias, así que, asumiendo las limitaciones de un viaje organizado, pues hay cambiar el chip sí o sí, me fijo mucho en que los itinerarios estén bien diseñados –algo sumamente importante, que no siempre sucede- y que haya bastante tiempo libre, precisamente lo contrario de lo que buscan muchas personas en estos circuitos, que prefieren dejarse llevar. Es una opción que respeto, claro está, pero a mí me gusta bregar por cuenta propia cuanto más, mejor, evitando en lo posible visitas opcionales innecesarias y caras. Así que procuro informarme bien primero y, tras consultar los correspondientes hilos del foro, elegí un recorrido básico, pero que incluía lo imprescindible que se puede ver en solo ocho días: Vilnius, el castillo de Trakai, la Colina de las Cruces, el Palacio de Rundale, Riga, el Parque Nacional de Gauja con los castillos de Sigulda y Turaida, Parnu y Tallín; además de una excursión en ferry a Helsinki. En total, unos 900 kilómetros por carretera, con el siguiente perfil en Google Maps.
Por motivos laborales, hace años tuve que aprenderme las capitales de la mayor parte de los países del mundo, y confieso que tardé mucho en casar correctamente Vilnius, Riga y Tallin con Lituania, Letonia y Estonia, tres países que tendemos a confundir. Sin embargo, aunque mantienen estrechos lazos culturales e históricos, no son tan similares entre sí como nos imaginábamos, unas diferencias que alcanzamos a entender en el curso de nuestra visita, puestas muy de manifiesto por los diferentes guías locales.
Por lo demás, los preparativos no fueron muy arduos al tratarse de tres Estados miembros de la Unión Europea, en los que se utiliza el euro como moneda y donde las tarifas de telefonía y datos son las mismas que aquí. Así que sin problemas de cambio ni de roaming. Naturalmente, los españoles podemos viajar a los tres países tanto con el DNI como con el pasaporte y se puede utilizar la tarjeta sanitaria europea en caso de enfermedad o accidente. De todas formas, conviene contratar un seguro adicional por si acaso, ya que las condiciones de atención difieren según los países y pueden producirse costosos copagos. En fin, esto a gusto de cada cual.
En cuanto a la seguridad, hay gente que tiene cierta aprensión respecto a emprender un viaje a estos países por la guerra entre Rusia y Ucrania. Nosotros, en ese momento concreto, no vacilamos, ya que son países miembros de la OTAN y resulta impensable que los rusos intenten acciones directas contra ellos. Efectivamente, una vez allí, ningún problema. Sin embargo, algunos detalles nos llamaron la atención. Los contaré en las conclusiones.