Buen desayuno servido en el sótano del hotel. Como el check-out era a las 10 y nosotros teníamos un transfer (también de Tienda León) a las 2 de la tarde para ir hasta el otro aeropuerto a fin de volar a El Calafate, recogimos el equipaje y lo dejamos en recepción.
Ya he referido que ayer domingo fue jornada electoral y estaba todo cerrado. Pues ocurre que hoy lunes también es festivo, ya que se celebra el «Día de la Soberanía Nacional» (se conmemora la victoria sobre los ejércitos anglo-franceses de la batalla de «Vuelta de Obligado» en 1845), lo que trastocaría bastante el plan de visitas que llevábamos. ¡También es casualidad!
No obstante nos lanzamos a la calle (con un sol espléndido y a unos 30ºC) y caminando, llegamos a la amplísima Avenida 9 de Julio (dicen que la más ancha del mundo), donde vimos altos y soberbios edificios (incluido el que tiene dos murales con la efigie de la sempiterna Eva Perón), varios monumentos y el obelisco de la Plaza de la República.
[align=center]LETRAS Y OBELISCO - BUENOS AIRES
Ya he referido que ayer domingo fue jornada electoral y estaba todo cerrado. Pues ocurre que hoy lunes también es festivo, ya que se celebra el «Día de la Soberanía Nacional» (se conmemora la victoria sobre los ejércitos anglo-franceses de la batalla de «Vuelta de Obligado» en 1845), lo que trastocaría bastante el plan de visitas que llevábamos. ¡También es casualidad!
No obstante nos lanzamos a la calle (con un sol espléndido y a unos 30ºC) y caminando, llegamos a la amplísima Avenida 9 de Julio (dicen que la más ancha del mundo), donde vimos altos y soberbios edificios (incluido el que tiene dos murales con la efigie de la sempiterna Eva Perón), varios monumentos y el obelisco de la Plaza de la República.

Aprovechando el paso por la Plaza Lavalle, hicimos una visita guiada al fastuoso Teatro Colón, parada muy aconsejable dado que dicen es el más grande de Sudamérica (más que el de Manaos) y donde descubrimos muchas curiosidades (como por ejemplo, que en los mármoles de las escalinatas, hay incrustados nummulites del paleoceno), que tiene una acústica envidiable y que dispone de un ascensor (antiguo, por supuesto) para quien lo necesite.

Desde allí caminamos hasta la Plaza de Mayo, donde está la Casa Rosada (con un extraño monumento bajo la estatura ecuestre de Belgrano: cientos de piedras escritas que representan a los desaparecidos en los tiempos de las madres y abuelas de la Plaza de Mayo) y donde vimos salir a los militares que harían el relevo a los que hacen guardia permanente en el mausoleo de San Martín, dentro de la muy cercana Catedral, templo que más parece un banco. Alrededor de la Plaza de Mayo hay otros otros muchos edificios sobresalientes (ministerios, museos, bancos...)


Buenos Aires es una ciudad con un centro ordenado en su urbanismo, con magníficos edificios (muchos de mediados del siglo pasado, con suntuosas entradas, grandes ventanales, torres, terrazas y adornos arquitectónicos) y amplias calles y avenidas, que nos pueden recordar a la vieja Europa (a veces París, a veces Madrid), aunque en ocasiones abunden los sin techo, que sin duda deslucen tan bonita ciudad. Entre estos «homeless» hay de todo: la mayoría no te molestarán, pero también fuimos testigos de cómo otro desarrapado, a media mañana y en la céntrica calle Maipú y a pocos metros de la Avenida Córdoba, y desconociendo el motivo, la emprendió salvajemente a mamporros con un matrimonio maduro hasta conseguir derribar al marido, momento en que apareció una policía uniformada. También puede haber esquinas donde abunde la basura y lo que es más frecuente, muchos puntos de obras (que parecen abandonadas) que igualmente afean el paseo.

Unas líneas para destacar que por las principales avenidas del centro, hay unos bancos para sentarse, como de cuero y, por tanto, parecen viejos tras muchos años de lluvias y aparente vandalismo. Nada más lejos de la realidad. Si los tocamos veremos que son de piedra y que además todos exhiben una pequeña chapa con el nombre de aquel que lo donó a la ciudad de Buenos Aires. En todo caso, no resultan especialmente cómodos.

Acercándose la hora de partir, volvimos al hotel, donde dispusimos el equipaje y unos minutos antes de las dos, llegó nuestro coche (pagado desde España con VISA MEP, por 8€) que nos llevó en pocos minutos hasta el más cercano Aeroparque Jorge Newberry, segundo aeropuerto bonaerense y dedicado a vuelos internos y a los que allí llaman regionales, es decir, a países limítrofes (Uruguay, Brasil, Chile y Paraguay).
Allí buscamos el mostrador de Aerolíneas Argentinas para facturar nuestro equipaje en el AR1848 con destino a El Calafate. Curiosamente la compañía de bandera argentina, en sus vuelos internos solo permite una maleta de 15 kg (yo al menos no encontré en la web donde pagar la diferencia hasta 20 ó 23 kg), de modo que en el mostrador nos piden que vayamos a la ventanilla de AR para pagar el sobrepeso, cosa que, aunque algo molesta, hacemos rápidamente (siempre prevemos ir a los aeropuertos con tiempo suficiente) y además pagando en efectivo los 5.000 pesitos (5€) de exceso por cada maleta. Esto es algo que tendremos que hacer en los restantes 3 vuelos más con Aerolíneas Argentinas. No es gravoso, pero si ocupa tiempo y es algo molesto, pues siempre hay colas.
Despachado legalmente el equipaje, y viendo que vamos muy bien de tiempo, damos con gran patio de comidas donde en McDonald’s tomamos un menú grande (nuevo y bueno) por 6€ cada uno. Ahora si nos vamos a superar el control de seguridad y es aquí donde nos llevaron los demonios.
Ya he indicado que Barajas es el aeropuerto del mundo (y llevamos más de cien) donde mejor tratan a los pasajeros a la hora del control de seguridad. Lógicamente no esperamos ese mismo trato en otros lugares, pero lo que hacen en el Aeroparque bonaerense es tercermundista. Todos amontonados. Unas pocas bandejas (viejas, sucias, requetesucias…) donde hay que poner la ropa, el móvil, la mochila y… los zapatos. Todos los zapatos, sin excepción, ya lleven suciedad o hayan pisado... Y caminar descalzos sobre un suelo repugnante (no hay bolsitas ni nada parecido). Y todo eso, a la carrera y con muy malos modos por parte del personal (ya sé que hay que entenderlos, pues trabajan 8 a 10 horas y cobran unos 220€ al mes…, pero ¡caramba!, podían sonreír una vez al día). No hace ninguna falta aplicar tan malos métodos. Luego comprobamos que solo es este aeropuerto el que da un trato tan pésimo e inaceptable, ya que ni en Ezeiza ni en El Calafate ni en Puerto Iguazú, se trataba a los usuarios como delincuentes o ganado.
Por supuesto que nos quejamos de forma firme y evidente a alguien que parecía un responsable de aquel pandemónium.
Pasamos a la puerta de embarque de nuestro AR1848 y esperamos algo más de media hora en un espacio relativamente cómodo donde había (al menos una) máquinas de expedición de agua filtrada, fresca y ¡gratuita! Un acierto. Pocos minutos antes de la hora de despegue, subimos (con más o menos orden) al 737-800, algo viejecillo y no muy limpio, (asientos 12E y 12F, en configuración 3-3) que mostró algunos (pocos) asientos vacíos. El vuelo normal y los TCP amables. Quiero recordar que nos ofrecieron un tentempié en las 3 horas y poco que duró el vuelo. El problema es que salimos tarde y que llegamos a destino con unos 45 minutos de retraso. Ello condicionó toda la tarde noche, pues al ser el último vuelo del día, el transfer a los hoteles se demoró de forma que llegamos al alojamiento pasadas las 10 de la noche. La remís de la compañía «Vespatagonia» (una furgoneta de 14 plazas con remolque para los equipajes) vende sus tickets (en internet no funciona) por 3.000 pesos persona y trayecto. Éstos se compran al llegar en ventanilla y te asignan un número de furgoneta, lo que en total, pueden suponer otros 3 cuartos de hora, ya que va parando en cada hotel dejando viajeros y ya sabemos que la Ley de Murphi, especialmente a estas horas de la noche, siempre hará que tu seas el último en bajar.
Reservamos con Booking el Calafate Hostel, un alojamiento desenfadado pero muy bien decorado y atendido, céntrico (a 200 m de la calle principal) y en buenas condiciones. Por 20.161 pesos (muy barato y en efectivo a la llegada) dos simpáticos recepcionistas nos dieron una de las habitaciones con baño privado (aceptable en ducha y toallas) ubicada en una zona tranquila de la planta baja, con cama grande (bien de colchón y sábanas), bastante limpio, con aire acondicionado y TV. Todavía tuvimos tiempo de acercarnos a una tiendecita (a unos 100 m) que estaba abierta donde pudimos comprar agua (y una cerveza fresca de ¡600 ml!) y algo para cenar (patatas fritas, queso, fruta...) El wifi bien y el sueño cómodo.[/align]