Ninguno de los dos durmió esa noche pues la información que llegaba no era para nada esperanzadora. A primera hora de la mañana, nos llegó el peor mensaje posible: nuestro familiar había fallecido hacía pocos minutos.
La fortuna quiso que comprásemos esos billetes que nos permitirían llegar al menos al funeral. Y desde este momento, el 100% de nuestra actividad se centró en regresar a casa.
En mi correo había un mensaje de Chapka (curiosamemente, una vez superado el festivo en España) donde se limitaban a informarme de los requisitos mínimos a cumplir en caso de regreso anticipado, información que era idéntica a la que se publicada en página web y que obraba en el contrato del seguro. Ni una palabra personalizada al caso que nos ocupaba. Un desastre. Nunca más contrataremos con esta compañía de seguros.
A las 08:45 ya estábamos abajo esperando el taxi para Ezeiza, el cual llegó 5 minutos tarde, deshaciéndose en excusas el conductor (el tráfico en esta ciudad es caótico e imprevisible). Poco antes de las diez facturábamos nuestras maletas en los mostradores de Aerolíneas Argentinas, pasábamos el control de seguridad y nos quedamos en la puerta de embarque esperando que nuestro AR1134 apareciera indicado, para comenzar la subida al avión.
Eran casi las 12:30 cuando el personal de tierra nos avisó (de nuevo iríamos llenos, pues allí había mucha gente) de que comenzásemos a subir al Airbus 330, cosa que hicimos hasta llegar a nuestros 33E y 33F de pasillo (para una vez que volamos en un 330-200, que lleva configuración 2-4-2, es decir, asientos de ventanilla solo dobles, no tuvimos la suerte de pillar dos de éstos). Pero para nuestro pesar, el embarque de tanta gente (y tan mal organizado) llevó más tiempo del que nos quedaba para despegar, por lo que tuvimos que esperar a disponer de otra «ventana de vuelo» (aunque el piloto informó, con bastante descaro, que el retraso se debía a «inclemencias del tiempo», en los aeropuertos las aeronaves que despegan tienen asignado un horario límite, y una vez superado éste por la razón que sea, hay que esperar a encajar el despegue entre las aeronaves de los turnos siguientes; esto se conoce como ventana de vuelo), lo que nos puso en la pista de rodadura pasada la una y cuarto de la tarde. El vuelo estuvo lleno de turbulencias y fuertes «subi-bajas». Por lo demás, nos dieron una comida, digamos razonable, y un desayuno parecido.
Aterrizamos en Barajas con casi una hora de retraso, pero lo importante es que ya habíamos cruzado el charco. Rápidamente recogimos el equipaje y superamos el control de pasaportes y la aduana. Como Aerolíneas Argentinas utiliza la T.1, tuvimos que subir a la lanzadera entre terminales que nos llevó hasta la T.4, desde donde tomaríamos, si teníamos suerte, un tren hasta nuestra ciudad. Tras la cola en la oficina de RENFE, compramos dos plazas turistas para el AVE de las nueve y pico, de forma que sobre la una de la tarde ya estábamos en casa, preparándonos (ducha, cambio de ropa y de maletas…) para llegar hasta la otra ciudad (esta vez en nuestro propio coche) donde residía nuestro familiar fallecido, traslado que pudimos iniciar hacia las dos de la tarde.
Y así, tan abrupta y tristemente, terminó nuestro viaje al Cono Sur. Ello no quita para que lo que pudimos hacer en buenas condiciones, nos permitiera disfrutar plenamente de las experiencias y visitas, y recomendemos, como no puede ser de otra manera, conocer las maravillas que nos ofrece la Patagonia, la Tierra del Fuego y el Fin del Mundo.
A día de hoy, y en trance de superación del duelo, ya tenemos preparado el siguiente viaje que será en Semana Santa.
¡Seguid viajando![/b]
[b] La fortuna quiso que comprásemos esos billetes que nos permitirían llegar al menos al funeral. Y desde este momento, el 100% de nuestra actividad se centró en regresar a casa.
En mi correo había un mensaje de Chapka (curiosamemente, una vez superado el festivo en España) donde se limitaban a informarme de los requisitos mínimos a cumplir en caso de regreso anticipado, información que era idéntica a la que se publicada en página web y que obraba en el contrato del seguro. Ni una palabra personalizada al caso que nos ocupaba. Un desastre. Nunca más contrataremos con esta compañía de seguros.
A las 08:45 ya estábamos abajo esperando el taxi para Ezeiza, el cual llegó 5 minutos tarde, deshaciéndose en excusas el conductor (el tráfico en esta ciudad es caótico e imprevisible). Poco antes de las diez facturábamos nuestras maletas en los mostradores de Aerolíneas Argentinas, pasábamos el control de seguridad y nos quedamos en la puerta de embarque esperando que nuestro AR1134 apareciera indicado, para comenzar la subida al avión.
Eran casi las 12:30 cuando el personal de tierra nos avisó (de nuevo iríamos llenos, pues allí había mucha gente) de que comenzásemos a subir al Airbus 330, cosa que hicimos hasta llegar a nuestros 33E y 33F de pasillo (para una vez que volamos en un 330-200, que lleva configuración 2-4-2, es decir, asientos de ventanilla solo dobles, no tuvimos la suerte de pillar dos de éstos). Pero para nuestro pesar, el embarque de tanta gente (y tan mal organizado) llevó más tiempo del que nos quedaba para despegar, por lo que tuvimos que esperar a disponer de otra «ventana de vuelo» (aunque el piloto informó, con bastante descaro, que el retraso se debía a «inclemencias del tiempo», en los aeropuertos las aeronaves que despegan tienen asignado un horario límite, y una vez superado éste por la razón que sea, hay que esperar a encajar el despegue entre las aeronaves de los turnos siguientes; esto se conoce como ventana de vuelo), lo que nos puso en la pista de rodadura pasada la una y cuarto de la tarde. El vuelo estuvo lleno de turbulencias y fuertes «subi-bajas». Por lo demás, nos dieron una comida, digamos razonable, y un desayuno parecido.
Aterrizamos en Barajas con casi una hora de retraso, pero lo importante es que ya habíamos cruzado el charco. Rápidamente recogimos el equipaje y superamos el control de pasaportes y la aduana. Como Aerolíneas Argentinas utiliza la T.1, tuvimos que subir a la lanzadera entre terminales que nos llevó hasta la T.4, desde donde tomaríamos, si teníamos suerte, un tren hasta nuestra ciudad. Tras la cola en la oficina de RENFE, compramos dos plazas turistas para el AVE de las nueve y pico, de forma que sobre la una de la tarde ya estábamos en casa, preparándonos (ducha, cambio de ropa y de maletas…) para llegar hasta la otra ciudad (esta vez en nuestro propio coche) donde residía nuestro familiar fallecido, traslado que pudimos iniciar hacia las dos de la tarde.
Y así, tan abrupta y tristemente, terminó nuestro viaje al Cono Sur. Ello no quita para que lo que pudimos hacer en buenas condiciones, nos permitiera disfrutar plenamente de las experiencias y visitas, y recomendemos, como no puede ser de otra manera, conocer las maravillas que nos ofrece la Patagonia, la Tierra del Fuego y el Fin del Mundo.
A día de hoy, y en trance de superación del duelo, ya tenemos preparado el siguiente viaje que será en Semana Santa.
¡Seguid viajando![/b]