Hoy nos tocaba volver a las cataratas, pero las del lado argentino. Por ello nos levantamos no muy tarde, desayunamos en el hotel (un desayuno variado, suficiente y bien servido) y tras recoger el equipaje (tendríamos que dejarlo en consigna pues había que hacer el check-out antes de las once), nos encaminamos, provistos de algo para picar en nuestra mochila, hacia la cercana estación de autobuses desde donde Río Uruguay nos llevaría, de nuevo por unos pocos miles de pesos y en una media hora, hasta la entrada al P.N. Cataratas del Iguazú (lado argentino).
Las cataratas argentinas tenían mejor área de recepción que las brasileñas y, además, ofrecían una guía informativa (con plano), sin perjuicio de que dentro hubiera mapas y carteles por todas partes. Una vez dentro, sería un trenecito quien nos llevaría hasta el arranque de los senderos de visitas (el trenecito sale cada 15 minutos, nos darán un tique con un horario y nos quedaremos esperando en una zona donde sentarnos y tomar algo). Huelga decir que como en todo parque nacional argentino, hay que acceder mediante ticket de entrada (se puede reservar por internet, pero como ya he escrito varias veces, se puede hacer allí mismo).
[align=center]ENTRADA A LAS CATARATAS DEL IGUAZU
Las cataratas argentinas tenían mejor área de recepción que las brasileñas y, además, ofrecían una guía informativa (con plano), sin perjuicio de que dentro hubiera mapas y carteles por todas partes. Una vez dentro, sería un trenecito quien nos llevaría hasta el arranque de los senderos de visitas (el trenecito sale cada 15 minutos, nos darán un tique con un horario y nos quedaremos esperando en una zona donde sentarnos y tomar algo). Huelga decir que como en todo parque nacional argentino, hay que acceder mediante ticket de entrada (se puede reservar por internet, pero como ya he escrito varias veces, se puede hacer allí mismo).
[align=center]ENTRADA A LAS CATARATAS DEL IGUAZU
Igual que ayer, la climatología nos respetó (un sol fuerte, calor y humedad, pero nada de lluvia), así que una vez que el tren nos dejó al final de la línea, solo tuvimos que ir buscando los senderos marcados para recorrer los diferentes circuitos que nos permitirían disfrutar del parque nacional. Bueno, de todo no, pues las inundaciones de hacía semanas, habían arrasado con más de un puente y mirador (se veían desde lejos los restos doblados por la fuerza de las aguas) y, por tanto, había más de un circuito cerrado al público.
En todo caso, recorrer los que estaban abiertos, nos llevó casi todo el día (hay varios espacios donde tomar algo, tipo fast food, o bien se puede comer lo que cada uno haya llevado desde casa en cualquier de los muchos espacios habilitados para ello). En el lado argentino no hay una herradura de agua que te caiga encima como en el brasileño, pero a cambio, es diez veces más extenso con decenas y decenas de cataratas grandes y medianas, sobre las que las pasarelas desafían el abismo de aguas burbujeantes.
Igual que ayer, el gentío era grande, sin que colapsara el paseo (salvo algunos puntos donde era obligado guardar cola para hacer fotos) y casi siempre bajo una agradable celosía de ramajes que nos protegían del duro Lorenzo (es necesario llevar ropa ligera, calzado cómodo para varias horas y una prenda de cabeza como gorra o sombrero). Al final, si hacemos todos los senderos practicables, podremos recorrer más de 15 kilómetros, con algunas subidas y bajadas (escaleras), lo que supondrá entre 6 y 8 horas, incluyendo las paradas para hacer fotos, comer algo, beber bastante y ver a los coatíes que deambulan por las pasarelas de madera ignorándonos (ojo, no son peluches, y pueden mordernos fieramente) al igual que los simpáticos monos, que intentarán robarnos todo lo que brille, cuelgue o no esté bien guardado.
Hay varios edificios que podremos visitar (tiendas de comida y bebida, exposiciones de arte, puestos de recuerdos o pequeños museos), así como baños y zonas de descanso con bancos. También, muy de vez en cuando, encontraremos grifos de agua potable (mejor beber de la nuestra) que al menos nos servirán para mojar nuestras cabezas (la humedad es terrible) refrescándonos por unos momentos.
Y en cuanto a las cataratas en si mismas, pues solo decir lo mismo que en el lado brasileño: son tremendas, enormes, abundantes, desmesuradas, fotogénicas, espectaculares y muchos más adjetivos que ocuparían tal vez varios párrafos.
Como se suele decir, lo mejor es ir y disfrutarlas.
A media tarde (serían más de las 5), y aunque habíamos hecho varias paradas, estábamos relativamente cansados, por lo que nos encaminamos hacia la estación para volver, en el trenecito, hasta los edificios de entrada al parque, donde tuvimos más suerte que ayer en Brasil, ya que el autobús de Río Uruguay estaba a punto de salir, por lo que subimos y, como ya sabíamos los recorridos, le dijimos al conductor que nos bajaríamos en la parada del supermercado Ruta 17 (frente a la gasolinera YPF) ya que nos dejaba a 100 m del hotel, donde llegamos nos dispusimos a descansar en la zona común, hasta que a eso de las 8 y media, nos recogió una remís que en menos de media hora y por 6.000 pesos nos dejó en el aeropuerto.
¿Se puede hacer bien la visita a Iguazú en solo dos días/1 noche? Si te conformas con visitas normales (las brasileñas unas 3 horas y las argentinas el doble) y no te paras cada dos por tres a tomar café o a comprar recuerdos, dos días (casi) completos pueden ser suficientes. Si deseas pasear por Puerto Iguazú (no tiene mucho que ver, salvo el Hito de las 3 fronteras, que nosotros, en nuestra corta estancia, también pudimos visitar) y también por Foz do Iguaçú, y además pasar a Ciudad del Este en Uruguay, necesitarás al menos otro día completo (o dos). En nuestro caso, al programar un vuelo tempranero y un retorno muy tardío a Buenos Aires, nos bastó con esos 2 días y una sola noche de hotel, lo que nos permitió encajar la excursión a Iguazú en nuestros teóricos 25 días de viaje.
Tocaba facturar con el consabido pago del sobrepeso de maletas (solo había una ventanilla de facturación abierta), de forma que sobre las diez ya estábamos en disposición de superar el control de seguridad, cosa que hicimos sin mayor problema y a esperar en las sillas habilitadas en la puerta de embarque a que nos llamaran (a esas horas solo quedaba otro vuelo por salir).
Pero las pantallas no decían nada. Pasadas las once, el luminoso indicó que nuestro vuelo estaba retrasado, sin aclarar hora de posible embarque. Dado que el aeropuerto es pequeño, entablamos conversación con un madrileño maduro que llevaba dos meses viajando por toda Sudamérica, lo que nos supuso un mutuo entretenimiento en las largas horas de espera, pues al final el vuelo salió pasadas las dos de la madrugada (más de 2 horas de retraso), lo que tampoco nos vino mal, porque la siguiente etapa de viaje era tomar en Buenos Aires el ferri a Montevideo, previsto para las 7 de la mañana, pero que también nos habían retrasado a las 8.
En resumen, otra noche en blanco y aperreados, fundamentalmente debido a los escasos vuelos internos disponibles y a la necesidad de conjugar éstos con el horario de los ferris. Por eso ya escribí en el apartado «carreteras y tráfico» que tal vez hubiera sido más cómodo, rápido, rentable y hasta económico haber alquilado el coche en Buenos Aires nada más llegar al país y recorrer éste por carretera, pues con ésta ya eran dos (de momento) las noches vagando por aeropuertos internos, altamente incómodas ambas.[/align]