Para hoy nos hemos guardado la joya de la corona, la Galleria Uffizi, que alberga maravillosas obras de arte.


El coste de la entrada son 29€ por persona. Si también se quiere visitar el Palazzo Pitti, hay una entrada combinada con otros lugares de interés por 38€.
Hemos cogido la audioguía, por 6€, para apreciar mejor las obras. Es imposible escuchar todo el contenido, sólo elegimos las obras que más nos interesan.

Probablemente el cuadro más famoso expuesto sea el Nacimiento de Venus de Botticelli, pero hay muchos más del mismo artista, igual de maravillosos.

También tiene mucho éxito un cuadro circular de Michelangelo. Su Virgen tiene unos bíceps que ya quisieran muchos asiduos al gimnasio.

De morfología mucho más suave es la Virgen de Raffaello, que mira con dulzura un encuentro entre el niño Jesús y San Juan Bautista.
Y más parecida a esta última sería la Virgen de Leonardo, si estuviera finalizada, porque su Adoración de los Reyes Magos es prácticamente lápiz con pintura marrón creando un gran contraste entre el suelo y las figuras, con sus rasgos incompletos, con miradas indefinidas y vacías, como atrapadas en un hechizo.

Otra de las obras que no dejan indiferente es la decapitación de Holofernes en manos de Judith, por Artemisia Gentileschi. Sangrienta, furiosa y llena de emoción, puro barroco.

Hablando de barroco, las obras de Caravaggio merecen la atención del visitante, sobre todo la cabeza de Medusa.
El museo es tan grande que a media mañana tenemos que hacer una pausa en la fantástica terraza de la cafetería para reponer fuerzas.

Al cabo de cinco horas hemos visto probablemente la mayoría de las obras y nos damos por satisfechos.



Hoy hay muchísima gente en el museo y hay salas en las que cuesta apreciar las obras y disfrutarlas como se merecen. Es lo que tiene estar de viaje en Viernes Santo…

Al salir, se nos ha hecho tarde para comer así que nos conformamos con una piadina de una cafetería.

Paseando sin rumbo fijo, porque todas las calles son encantadoras

Es una vivienda noble medieval que se mantiene con la estructura, decoración y mobiliario de la época. Muy curioso de ver, y sin apenas turistas.

Y seguimos callejeando, pasando por el Palazzo Strozzi, otra elegante residencia renacentista. Hoy en día tienen exposiciones de arte contemporáneo. Sólo entramos en el patio, de acceso gratuito.
Y por supuesto, no podemos acabar una jornada en Florencia sin acercarnos al Ponte Vecchio. Está bastante atiborradito pero aceptable.

Para despedirnos de la última noche en Florencia, cenamos en una trattoria de nuestro barrio, un buen plato de pasta, como marca la tradición.
