Último día en Eslovenia y rumbo para Murcia.
Hoy antes de empezar la kilometrada la idea es aprovechar la mañana. Nos hemos ido al valle de Lepena, perpendicular al valle de Soča, para hacer un paseo por un hayedo que hay.
Nos despide Eslovenia con un sol tremendo. Al final con el tiempo hemos tenido bastante suerte. Si bien nos ha pillao lluvia tres días en Croacia y dos en Bosnia, no nos ha pillado los días de rutas o los paisajes, así que si de 20 días en primavera nos ha llovido 5 nos damos con un canto en los dientes. De haber hecho primero Eslovenia no habríamos visto nada por el mal tiempo.
La rutilla de hoy es realmente un paseo de dos horitas. El valle de Lepena es un valle pequeño a los pies de los Alpes. Se va andando al lado del río para meterse de lleno en un hayedo precioso entre ríos. Cosita lleva bastante bien la pata y ha ido andando al principio hasta que, dentro del hayedo, estando todo mojado, le ha tocado transportín muy a su pesar. Al salir del hayedo se pasa por el pueblo de Lepena, que son 4 casas de campo con los paisanos trabajando su huerto o cortando su leña. Un paseo bonito.
Fin de Eslovenia. Hoy dormimos en Manerbio, un pueblo italiano a 3 horas y media cerca de Brescia. A una hora hemos parado en Cividale del Friuli, ciudad italiana Patrimonio de la Humanidad sobre un río.
Está bonito el pueblo, el río abajo de aguas transparentes con iglesias con sus torres asomándose. Hemos aprovechado para comer una de las cosas típicas: el jamón. El pueblo, imagino que será por el puente, pero tiene poquísimo ambiente y pocos bares y solo hemos pillado sitio en una jamonería. Jamones de San Daniele, típicos de aquí.
Poco más. En poco menos de 3 horas hemos llegado a Manerbio. Pueblo bonito donde parece ser que la industria láctea ha atraído al pueblo una población inmigrante india y árabe importante. Llama la atención bastante ver indios sijs paseando por la calle con su vestimenta típica. Me ha recordado muchísimo a las calles de Amritsar en la india pero aqui con cerveza Perotti.
El viaje, a falta de llegar a Murcia, ha salido a pedir de boca. El coche está aguantando bien y con el GLP se nos ha ido más dinero en peajes que en combustible. La perrita, quitando lo de la uñita en Liubliana, ha estado a gusto. Ha comido y bebido, ha andado y ha dormido a placer. La perra al haber estado 24 horas acompañada ha estado en la gloria. Eso sí, es un por culo viajar con la perra, mil trastos cada vez que cambiamos de alojamiento y el sinvivir de que le pase algo al estar tan mayor. La perrita dice adiós ya a recorrer mundo, 8 países tiene en su haber y ahora un tiempo de tranquilidad en casita donde sabe dónde están las cosas, que descanse ya de hacer la rumba por alojamientos nuevos. Yo creo que lo que le queda de vista ha permitido que pueda hacer bien el viaje, pero viendo la evolución yo me huelo que en breve no va a ver nada y ahí ya es imposible llevarla de un lado a otro.
Veinte días de viaje, tres países, una perra con 16 años y una buena colección de paisajes. Hemos cruzado puentes bombardeados, fronteras absurdas, gargantas de turistas y gargantas de verdad. Cosita ha sido el corazón del viaje. Su cara en las fotos, su lengua fuera, su uña rota y su modo burro para andar cuando quiere y hacerse la jubilada cuando no. Si este ha sido su último gran viaje, ha sido de los que dejan huella en la mochila. Haber podido hacer este viaje y que la perra haya estado bien es el homenaje que nos ha dejado el animal con sus 16 años.
Croacia ha sido agua y piedra. Bosnia, alma y cicatriz. Eslovenia, verde y Alpes. Si algo queda claro es que en Europa aún hay esquinas que sorprenden, que enseñan y que, como este viaje, no se olvidan.
Respecto a los países, los tres me han encantado. Al final no hace falta irse a Islandia o Costa Rica para hincharse a ver cascadas. Ni siquiera a la India para vivir un choque cultural como en Bosnia, además de la brutal historia que hay detrás en los tres países. Quizá Eslovenia y Croacia pecan de falta de muestras culturales que sí tiene Bosnia, pero al fin y al cabo son Europa y no dejan de ser igual que España ambos, sobre todo Croacia.
Lo mejor de Croacia sin duda la cantidad de agua que se ve, el paisaje costero y los pueblitos museo que tiene, agua y piedra. De Bosnia, la historia, el choque de culturas entre árabes, católicos y ortodoxos. De Eslovenia, sin duda los Alpes, el paisaje alpino contrastando una barbaridad con el resto del viaje.
Ahora toca volver a casa, dejar que todo se asiente. Dejo pendiente otro viaje. Un Balcanes II visitando Serbia, Kosovo, Montenegro y Macedonia. Antes de ese, en julio, Pakistán.