Primer día que amanecemos en Eslovenia. Lluvia. La predicción del tiempo pinta fea para hoy. Hemos desayunado lo que compramos ayer en un súper y para las nueve pasadas hemos arrancado bajo una lluvia fina.
Hoy vamos de Piran a Motovun, en Croacia. El paso de Eslovenia a Croacia vuelve a ser sin cartelito de bienvenida ni nada. Piran está prácticamente en la frontera, así que en veinte minutos estamos ya por carreteras croatas, en un paisaje muy verde dominado por la niebla y con amenaza de lluvia.
El primer punto de hoy ha sido intentar acercarnos a una cascada que vi por Google ayer, la cascada Zingara. Como esto ha sido improvisado ha sido un poco cagada. Con la lluvia estaba todo embarrado y al no informarme bien me he metido por un camino que nos ha llevado a la parte alta de la cascada. El paisaje es bonito, un cañón con un puente tibetano al fondo, pero la cascada la hemos intuido. Al menos ha sido un paseíllo corto en el que nos hemos encontrado un grupo de orquídeas bonitas. A Belén no le ha hecho tanta gracia porque con la ropa recién limpia nos hemos embarrado bastante.
De la cascada hemos ido al primer pueblecito, Grožnjan. Un pueblo muy bonito. Se aparca al lado del cementerio y se pasea por un pueblo amurallado con casas de colores. Todo empedrado, sin coches y con tiendas de artesanía o trufas, el alimento estrella. Nuevamente, como en Piran, no hay un alma. Más gatos que personas. El pueblo tiene un toque medieval que ya empieza a meterte en el rollo de los escenarios de Juego de Tronos que se grabaron en Croacia. Esto en verano, con las terrazas llenas y la gente, debe cobrar muchísima vida. Así está desangelado, pero bueno, no hay mal que por bien no venga ya que verlo en soledad tiene tambien su encanto. Muy bonito y auténtico el pueblo, aunque casi se podría llamar aldea.
De Grožnjan hemos ido dirección Oprtalj. Antes de llegar al pueblo hemos parado en una cascada en la que, ahora sí, la hemos podido ver bien. Un salto de agua chulo que parece sacado de Costa Rica. En verano debe ser un sitio donde la gente se baña. De la cascada al pueblo hay pocos minutos. En Oprtalj, otro pueblito medieval, hemos aprovechado para comer en la única taberna abierta. Con Cosita en el transportín hemos entrado y un chaval, en inglés, nos ha explicado todo y nos ha puesto dos copas de vino. Aquí es como comida italiana pero con trufa y más carne. Unos tagliatelle con trufa y unos gnocchi con gulash, acompañados de queso de la zona y un revuelto de espárragos. Por cincuenta euros está de lujo. En un saloncito con la chimenea encendida mientras fuera empezaba a llover. Idílico, escena casi invernal.
Ya comidos hemos dado un paseo por el pueblo. Es pequeñito, parecido al anterior pero con vistas a un valle y lleno de castaños. En otoño debe estar precioso también. Aquí ha empezado a llover y ya no ha parado en lo que ha restado de día.
De Oprtalj hemos llegado a Motovun. Otro pueblo medieval, en este caso en un alto con vistas de 360 grados. Este viaje nos vamos a hinchar a pueblos me parece. Aquí hemos pillado un alojamiento bastante apañado. Los alojamientos son lo peor para Cosita. Como está medio ciega, cuando llega a un sitio nuevo hace como la rumba, mapea la habitación a base de cabezazos hasta que termina comiendo, ubica bien la cama y se tumba a dormir. La perra, al final, donde mejor está es en el coche, con nosotros paseando o en el transportín.
El pueblo de Motovun lo hemos visto bajo la lluvia. Se ve rápido y hemos decidido meternos en una taberna a tomarnos unas pintas de una cerveza local potente y jugar a los dardos mientras lo locales en la taberna cambiaban el mundo entre pinta y pinta. Ya de noche, la cuarta vuelta al pueblo. Antes de ir al alojamiento hemos pasado por un súper para pillarnos algo de cenar. Solo hay dos restaurantes en el pueblo y no bajan de cuarenta euros por cabeza. No es plan. Hoy, bocadillo de mortadela con queso.
Mañana parece que sigue dando bastante lluvia por la mañana y por la tarde parece que empieza a perdonar. Cruzando los dedos porque esto sea una borrasca temporal y no el pan nuestro de cada día.