El primer día fue atípico; Teníamos que ir a recoger a nuestro hijo que había estado allí un mes, antes de que sus compañeros fueran al aeropuerto.
El hotel en el que se alojaban estaba cerca del aeropuerto, por lo que cogimos un taxi (unos 75€).
Un reencuentro muy bonito, después de echarle tanto de menos...

Conocimos a sus compañeros, monitor y a su Host family, ya que era la coordinadora y había ido a la escapada a Chicago.
Todo muy bien, pasamos un buen rato. Y luego asistimos a los lloros por la separación entre los amigos y amigas...

Nos llevaron al aeropuerto y desde allí, cogimos el transporte gratuito a la terminal 2 para coger el tren que te lleva al centro de Chicago, la linea Blue (15€ cada uno).
Me encanta que sea un tren de superficie para poder ver los suburbios y las zonas cercanas a la ciudad de Chicago. Esas casas de zonas residenciales, que me recordaban a la serie Shameless, con porches y mucha construcción de madera y sistema Balloon frame, que hace que la vivienda sea mucho más barata.
También los coches, que sorprenden por su tamaño, qué ruedas!! qué anchuras!! la gasolina que gastan.. pero como allí es taaaan barata!
El día fue raro porque no pudimos hacer el plan que tenía preparado, como los chavales habían "dormido" todos juntos, habían hecho gaupasa, vamos, que cada vez que uno se dormía, le echaban un vaso de agua a la cara.... Adolescencia!!

Entonces, fuimos al hotel a dejar sus cosas, y fuimos a comer por allí cerca, de nuevo en un restaurante asiatico, la verdad es que es una de las opciones con menos grasa y más económica que encontramos en USA en general. Al estar ubicados tan cerca de la Marina City, céntricos, nos fuimos a dar una vuelta por la Magneficent Mile (nosotros todavía estábamos sin maleta y a ver si nos comprábamos algo de ropa).
Íbamos sorprendiéndonos de todo, las vías del metro elevadas, con el ruidoso paso de los vagones plateados, las torres de una arquitectura que me maravilló, planos inclinados que me llevaban al final de "Aventuras en la gran ciudad", una cúpula como sacada de contexto, escalas enormes, los puentes con sus niveles (el más oscuro y bajo era lo que nosotros llamamos los inframundos de Chicago), los olores (hay un olor permanente a Marihuana, ya que se ha legalizado), los ruidos constantes de sirenas, los autobuses amarillos de colegios, los coches autónomos, Ciber truck de Tesla de diferentes colores, con esa estética de futurismo ochentero....
Todo muy maravilloso, pero íbamos con un adolescente sin dormir, así que, entre maravilla y maravilla, discusión y discusión... y llegamos hasta la Torre Willis, donde teníamos entrada para subir al piso 103.
No desesperéis si hay nubes, siempre lees en las guías que si el día es claro llegas a ver hasta 4 estados, pero en nuestro recuerdo queda la imagen de algunas zonas nubladas, con las puntas de las torres de alrededor sobresaliendo por encima, que te deja sentir la altura a la que estás y lo que estás viviendo realmente.
Nos metimos en los cubos de cristal que se asoman a la nada en la fachada del edificio. En realidad, estás tan alto, que el vértigo, que lo sufro, no nos hizo pasar ningún mal rato. Al revés. Pero es cierto que es algo anecdótico.. da igual salir o no a estos cubos, mirar desde cualquier punto de la torre nos encantó. Cuando nos íbamos empezaba a teñirse el cielo de rosa por el atardecer, precioso. Nuestra entrada era a las 20:00, quizá media hora más tarde nos hubiera dejado disfrutar más de ese ocaso.
Eso sí, no me gustó lo de subir en un ascensor con pantallas. Pierdes la perspectiva de que estas subiendo. Qué necesidad hay de hacer todo "especial" con pantallas y proyecciones... ya es especial subir en un ascensor normal hasta un piso 103 en cuestión de segundos!!
Después de aquello, nos fuimos en autobús al hotel (recomiendo comprar la tarjeta de transporte. Ventra) y cenamos algo del 7eleven de enfrente, y a dormir!!
El siguiente día ya recibimos las maletas al despertarnos, si prisa, dejamos dormir al infante agonizante todo lo que quisiera

Desayunamos tranquilos en el hotel y fuimos a seguir descubriendo Chicago. De nuevo paseamos por Chicago, esta vez camino al Millenium Park.
Estuvimos bastante tiempo dando un paseo, aunque el calor era impresionante (uno de los días más calurosos del año, dijeron).
Nuestra intención era coger una bici, hicimos un intento pero no nos funcionó bien el sistema que tienen allí, además ,vimos que en el parque no se podía ir por algunas zonas con la bici, nos entraron dudas y al final, nos fuimos paseando.
Vimos The Bean, Crown fountain, el pabellón de Frank Ghery, y al final, en un patinete eléctrico que conseguimos alquilar, nos fuimos al Navy Pier a dar una vuelta.
Al día siguiente, por la mañana fuimos a ver la exposición del Chicago Architecture Center, pequeña exposición que sí merece la pena, y de allí a su barco para el paseo por el río explicando la arquitectura impresionante de la ciudad.
Se trata de voluntarios del Centro de arquitectura que van dando explicaciones de las torres, el urbanismo y la evolución de la ciudad.
Nos encantó, porque aunque lo hayas visto caminando, te da otra perspectiva verlo desde el barco y con alguien apasionado hablando sobre ello. Me llamó la atención que el señor que hablaba dijera que nunca hubiera pensado que Chicago llegara a ser un destino turístico!
Os he de decir que es una ciudad que, por su arquitectura en gran parte, obras de Mies Van der Rohe, Wright, Gang... La zona del río que, realmente, nos cautivó, nos ha gustado muchísimo. No es una ciudad llena de puntos emblemáticos, pero dentro de ser una gran ciudad, nos pareció manejable y muy fácil de disfrutar.
Nos fuimos a la tarde en autobús fuera del centro, a buscar una Coin Laundry (1515 W Chicago Ave, YO-YO COIN LAUNDROMAT) para llevar la ropa limpia a la siguiente parada (en Disney no íbamos a tener tiempo de limpiar!), y me gustó visitar una zona residencial de pequeñas casitas, donde observamos algunas en construcción, y con negocios de barrio. Otra cosa es que en todas las zonas donde hemos estado, los trabajadores, o dueños de algunos negocios, son hispanos. Así que, allá donde ibas, acababas hablando en español con gente muy amable.
Mientras se lavaba la ropa y se secaba, cenamos en un mexicano cercano, vimos un mercadillo de cosas usadas en una casa...
Por decir algo que no nos gustó de Chicago, es que había bastante gente tirada, algunos se les veía bajo los efecto del Fentanilo, o gente un poco ida de la cabeza gritando y así. No tuvimos sensación de peligro en ningún momento, eh?
Aunque cerca del hotel, en uno de esos niveles de inframundo, por debajo de la carretera, había un cúmulo de gente a la noche que se le notaba trapichear... con no pasar por allí es suficiente.
Para otra vez que vuelva a Chicago (siempre hay que dejarse cosas para ver) me gustaría visitar el Art Institute of Chicago, y algunas obras que no están en el centro de Frank Lloyd Wright.
Esa noche dejamos todo preparado para salir al día siguiente hacia Orlando!!