Kampot es una pequeña y tranquila ciudad que se encuentra situada a orillas de la desembocadura del río Kampong. Para ver parte de los alrededores contratamos una excursión que nos llevaba hasta Bokor Hill, nos incluía la comida y por último terminábamos con un crucero por el río Kampong en busca de luciérnagas, todo por 10$ por persona. Nos salía más barato esto que hacerlo por nuestra cuenta y resultó ser mucho más interesante.
La entrada a Bokor Hill fue uno de los lugares más peligrosos en Kampot. Aquí se realizaban batallas diarias, por lo que prácticamente nadie se atrevió a acercarse al lugar durante mucho tiempo. Los jemeres rojos realizaban incursiones a las aldeas de los alrededores, secuestraban, torturaban y mataban a la población a cambio de satisfacer sus deseos más asquerosos y después volvían a refugiarse en la espesa selva que rodea la colina de Bokor. Esta es una de las muchas historias que nos contó nuestro chófer sobre algunas de las atrocidades que fueron cometidas por los jemeres rojos en las cercanías de esta montaña, situada a unos 10 km de la ciudad de Kampot.
En la zona del Old Casino, situado en la cima de Bokor Hill, los temidos jemeres se dedicaron a atar con las manos detrás de la espalda a los "prisioneros" y lanzarlos por el barranco.
El edificio del Old Casino está siendo reformado y en la actualidad dista mucho de algunas fotos que había visto por internet en la que el edificio abandonado tenía un aspecto un tanto tétrico.
Por la zona visitamos varios edificios abandonados en los que cada uno guardaba su historia, así llegamos hasta una peculiar iglesia abandonada que se mantenía en pie desde la época colonial francesa.
Nuestro chófer nos dio mucha información sobre la situación política actual del país en el que existen dos partidos mayoritarios. El People Party (formado por algunos cargos de los antiguos jemeres rojos y en el poder durante los últimos 32 años) y el partido de la oposición, Cambodia Rescue People. Nos habló mucho sobre lo corrupto que es el gobierno actual y lo cansado que está el pueblo camboyano de aguantar esta situación. Las elecciones, nos decía el chófer, siempre son trucadas para que ganen los mismos pero él seguía teniendo la esperanza de que la situación cambie en las próximas votaciones.
Dejando atrás temas políticos, pasados y presentes hay que decir que la visita a esta montaña merece mucho la pena. Hay una vasta selva que rodea a la montaña por la que se pueden escuchar los sonidos de los gibones o visitar la cascada Popokvil Waterfall, aunque en nuestra opinión lo mejor de todo han sido las explicaciones de nuestro conductor.
Por la tarde, tras descansar un par de horas en nuestra habitación, caminamos hasta el embarcadero que se encuentra junto al viejo puente de hierro, desde el que partía el crucero por el río.
El paseo fue muy agradable y después del atardecer pudimos ver algunas luciérnagas en los márgenes del río. En fin una excursión muy completa tan sólo por 10$, perfecto.
La ciudad de Kampot nos ha resultado muy acogedora y sobre todo mucho más barata que el resto del país. Camboya ha sido el país más caro que hemos visitado durante los tres meses de viaje con diferencia. La media de gasto ha superado los 45€ diarios (para dos personas), mientras que en el resto de países rondábamos los 35€. En este caso en Kampot encontramos el alojamiento más barato hasta la fecha, una habitación doble bastante decente por 5$ la noche.
Una de las razones por la que nos ha gustado tanto esta ciudad es por Diego. Él debería tener un monumento en Kampot, es un cocinero italiano casado con una camboyana de sonrisa permanente. Tienen un humilde puesto callejero, justo en la puerta de nuestro alojamiento, en el que hacen magia todas las noches de lunes a sábado.
Creerme si os digo que no probaréis mejor pizza o pasta en todo el continente asiático, me juego la cabeza, es para quitarse el sobrero. Durante el día preparan la pasta casera y por las noches la cocinan hasta que se les termina, normalmente a eso de las 21:30 ya no queda nada. El bar se llama Ciao, y no os lo podéis perder si pasáis por Kampot.
Pasamos unos días relajados disfrutando de caminar junto al río y por las calles tranquilas de Kampot. Sus habitantes son simpáticos, les gusta hablar y te muestran una sonrisa sincera.
La ciudad en sí no tiene grandes monumentos, pero tampoco los vas a echar de menos.
La entrada a Bokor Hill fue uno de los lugares más peligrosos en Kampot. Aquí se realizaban batallas diarias, por lo que prácticamente nadie se atrevió a acercarse al lugar durante mucho tiempo. Los jemeres rojos realizaban incursiones a las aldeas de los alrededores, secuestraban, torturaban y mataban a la población a cambio de satisfacer sus deseos más asquerosos y después volvían a refugiarse en la espesa selva que rodea la colina de Bokor. Esta es una de las muchas historias que nos contó nuestro chófer sobre algunas de las atrocidades que fueron cometidas por los jemeres rojos en las cercanías de esta montaña, situada a unos 10 km de la ciudad de Kampot.
En la zona del Old Casino, situado en la cima de Bokor Hill, los temidos jemeres se dedicaron a atar con las manos detrás de la espalda a los "prisioneros" y lanzarlos por el barranco.

El edificio del Old Casino está siendo reformado y en la actualidad dista mucho de algunas fotos que había visto por internet en la que el edificio abandonado tenía un aspecto un tanto tétrico.

Por la zona visitamos varios edificios abandonados en los que cada uno guardaba su historia, así llegamos hasta una peculiar iglesia abandonada que se mantenía en pie desde la época colonial francesa.


Nuestro chófer nos dio mucha información sobre la situación política actual del país en el que existen dos partidos mayoritarios. El People Party (formado por algunos cargos de los antiguos jemeres rojos y en el poder durante los últimos 32 años) y el partido de la oposición, Cambodia Rescue People. Nos habló mucho sobre lo corrupto que es el gobierno actual y lo cansado que está el pueblo camboyano de aguantar esta situación. Las elecciones, nos decía el chófer, siempre son trucadas para que ganen los mismos pero él seguía teniendo la esperanza de que la situación cambie en las próximas votaciones.

Dejando atrás temas políticos, pasados y presentes hay que decir que la visita a esta montaña merece mucho la pena. Hay una vasta selva que rodea a la montaña por la que se pueden escuchar los sonidos de los gibones o visitar la cascada Popokvil Waterfall, aunque en nuestra opinión lo mejor de todo han sido las explicaciones de nuestro conductor.
Por la tarde, tras descansar un par de horas en nuestra habitación, caminamos hasta el embarcadero que se encuentra junto al viejo puente de hierro, desde el que partía el crucero por el río.

El paseo fue muy agradable y después del atardecer pudimos ver algunas luciérnagas en los márgenes del río. En fin una excursión muy completa tan sólo por 10$, perfecto.
La ciudad de Kampot nos ha resultado muy acogedora y sobre todo mucho más barata que el resto del país. Camboya ha sido el país más caro que hemos visitado durante los tres meses de viaje con diferencia. La media de gasto ha superado los 45€ diarios (para dos personas), mientras que en el resto de países rondábamos los 35€. En este caso en Kampot encontramos el alojamiento más barato hasta la fecha, una habitación doble bastante decente por 5$ la noche.

Una de las razones por la que nos ha gustado tanto esta ciudad es por Diego. Él debería tener un monumento en Kampot, es un cocinero italiano casado con una camboyana de sonrisa permanente. Tienen un humilde puesto callejero, justo en la puerta de nuestro alojamiento, en el que hacen magia todas las noches de lunes a sábado.

Creerme si os digo que no probaréis mejor pizza o pasta en todo el continente asiático, me juego la cabeza, es para quitarse el sobrero. Durante el día preparan la pasta casera y por las noches la cocinan hasta que se les termina, normalmente a eso de las 21:30 ya no queda nada. El bar se llama Ciao, y no os lo podéis perder si pasáis por Kampot.
Pasamos unos días relajados disfrutando de caminar junto al río y por las calles tranquilas de Kampot. Sus habitantes son simpáticos, les gusta hablar y te muestran una sonrisa sincera.

La ciudad en sí no tiene grandes monumentos, pero tampoco los vas a echar de menos.