Domingo 15 de abril de 2018: Paseo en Barco + Heineken Experience + Magere Brug + Sinagoga Portuguesa (exterior) + Museo Casa de Rembrandt (exterior)
Costaba creerlo, pero hoy no solo era el último día de visita en la ciudad de Ámsterdam, sino que era el último día de nuestro viaje por el continente europeo. Después de desayunar, a las 9:00 am hicimos el check-out. Nuestro vuelo salía a la noche, así que muy amablemente la gente de recepción nos permitió dejar el equipaje en un cuartito y pasarlo a buscar más tarde.
El plan para la mañana era dar un paseo en barco por los canales; la empresa con la que íbamos a hacer la navegación, Amsterdam Canal Cruises (Blue Boat), recién empezaba a operar a las 10:00 am, así que no hacía falta andar a las corridas. Nos acercamos a la estación RAI para comprar 2 billetes sencillos (3 EUR cada uno) en las máquinas que había afuera, cuya validez era de una hora. Si bien teníamos que volver al hotel con un medio de transporte, no nos convenía comprar un abono de 24 hs (7,50 EUR) porque no incluía el tren que teníamos que tomar más tarde para llegar al Aeropuerto.
Cruzamos la calle para tomar el tranvía 4 hasta la parada Amsterdam Europaplein y desde allí caminamos unas cuadras hasta llegar a uno de los embarcaderos, situado frente a la Heineken Experience (el otro estaba ubicado frente al Hard Rock Café).
Deambulamos por la zona esperando a que abriera la taquilla, y como no veíamos gente que se apuntara al paseo, estábamos algo indecisos si hacerlo o no por temor a que los barcos no salieran por falta de pasajeros. El día no era el más indicado, por lo menos en ese momento, porque estaba nublado y no se descartaban lloviznas. La primera salida era a las 10:15 am, así que tomamos coraje y unos minutos antes fuimos a comprar las entradas (18 EUR cada uno). Para nuestra sorpresa, cuando entramos al barco había un grupo grande de turistas, de hecho, encontramos lugar de casualidad al lado de una ventana. El paseo duraba 75 minutos e incluía una audioguía (un poco densa, debemos reconocer) en varios idiomas, entre ellos, el español. El barco era cerrado (es decir, no tenía parte descubierta) y, en teoría, algunas ventanas se podían abrir, pero nosotros no tuvimos suerte. De todos modos, pudimos hacer fotos sin problemas porque no llovió durante la navegación. Vimos barcos abiertos, más pequeños, que seguramente harían un recorrido distinto al de las embarcaciones más grandes. Esta empresa ofrecía un ticket combinado que incluía el paseo por los canales y la Heineken Experience, con el que se ahorraban unos euros. Si bien ambas actividades entraban en nuestro itinerario, no compramos el ticket porque no estábamos seguros si el paseo en barco también duraba 75 minutos o si era de una hora.
Durante el recorrido pasamos por los canales del centro y también por el principal, que atravesamos para llegar a ver la zona de la Estación Central, la Sala de Conciertos Muziekgebouw aan 't IJ, el Museo Nemo, el Museo Marítimo, el Hortus Botánicus, el Hotel Hermitage y el Magere Brug, entre otros. Nos pareció un paseo recomendable porque, por un lado, nos permitió ver la ciudad desde otra perspectiva y, por el otro, conocimos otros lugares menos visitados. Seguramente se podría haber disfrutado más del paisaje en un día soleado.
A las 11:30 am ya estábamos de vuelta en el mismo embarcadero desde el que habíamos salido. Nos cruzamos al edificio de la Heineken Experience, una exposición interactiva para conocer la historia y el proceso de elaboración de esta reconocida marca de cerveza.
Había dos filas en distintas direcciones, una era para comprar las entradas y la otra era para los que ya las habían comprado. Nos ubicamos en la fila correspondiente y esperamos unos minutos para poder entrar y llegar a la taquilla. La entrada costaba 21 EUR por persona, y nos hicieron un descuento de 2 EUR por presentar un voucher que nos habían dejado en la habitación del hotel junto con otros descuentos que no usamos. Junto con el ticket de entrada, y sin demasiada explicación, nos entregaron una pulsera de color verde con dos botones o fichas que, nos enteramos después, nos daban derecho a dos consumiciones gratuitas.
La visita consistía en un recorrido por distintas salas, y en algunas de ellas había miembros del personal que daban explicaciones en inglés. Nosotros previamente nos habíamos descargado la aplicación oficial en el celular (“Heineken Experience”) que venía en varios idiomas, entre ellos, el español, para poder hacer el recorrido a nuestro ritmo. Algunos sectores incluían actividades interactivas relacionadas con la música, el fútbol y la cerveza, que hacían la visita más entretenida. En determinado momento repartieron un pequeño vaso de cerveza por persona para degustar. Después de pasar por todas las salas, accedimos a una zona tipo bar con música y gente tomando por todos lados. Nos acercamos a la barra y vimos a varias personas que hacían gestos como si fueran a pagar y les daban una cerveza. Tardamos en darnos cuenta que había que “pagar” con los botones o las fichas que teníamos en las pulseras. Para los no amantes de la cerveza (como yo), paso a informarles que había gaseosa
La visita nos llevó casi dos horas y ameritaba opiniones divididas: a mi novio le gustó y le pareció entretenida; a mí me aburrió y el precio me pareció muy caro para lo que ofrecían. Si les gusta la cerveza, adelante, pero no sientan remordimiento si se van de Ámsterdam sin conocer este lugar.
Eran las 13:45 pm y tocaba el turno de almorzar. No teníamos nada planificado, así que buscamos en Internet los restaurantes que había en los alrededores y encontramos una sucursal de The Seafood Bar que quedaba a pocas cuadras de donde estábamos. Encontramos una mesa de casualidad, porque estaban casi todas ocupadas. Como opción, se podía comer en la barra. La atención fue cordial pero un poco lenta. Comimos una entrada de rabas con salsa tártara, y luego pedimos un plato de salmón, rabas, bacalao y camarones con papas fritas y ensalada y otro con bacalao, vegetales y salsa de mostaza con un agregado de papas fritas. Pagamos 60 EUR, con propina y una bebida grande incluidas. El pescado era fresco, las porciones eran acordes y los precios eran elevados, pero se ajustaron a la calidad de la comida. Es una buena opción si están por la zona.
A continuación, dimos un nuevo paseo por los canales hasta llegar al Magere Brug, un precioso puente levadizo que justo iban a levantar cuando intentábamos cruzarlo, así que nos detuvimos a presenciar el espectáculo.
Al cruzar un puente que unía el canal Nieuwe Keizersgracht con el canal Amstel vimos un cartel informativo acerca de un memorial a los 200 judíos asesinados en canal Nieuwe Keizersgracht, que consistía en placas ubicadas a orillas de este canal, en las que estaban grabados los nombres y las edades de las personas que vivían en las casas y que posteriormente fueron desalojadas y trasladadas a los campos de exterminio. Cada placa correspondía a una dirección; nos acercamos para ver algunas de ellas.
Seguimos hasta la Sinagoga Portuguesa, que habíamos pasado de largo días atrás cuando estuvimos por la zona de Waterlooplein. Solo nos acercamos a la puerta del edificio, porque la entrada costaba 15 EUR y nos pareció cara.
A metros de la Sinagoga se encontraba el Museo Casa de Rembrandt, que solo vimos por fuera.
Desde allí tomamos el metro M51 de vuelta al hotel para buscar nuestro equipaje, previa compra de otros dos billetes sencillos (3 EUR cada uno). Cuando salimos del metro, empezó a lloviznar. Intentamos comprar dos billetes de tren con tarjeta en las máquinas de la estación RAI pero no tuvimos suerte, lo único que conseguimos fue un papel impreso con un mensaje de error. La máquina no aceptaba billetes y, para variar, no teníamos monedas suficientes (cada billete con destino al Aeropuerto salía 4 EUR). Fuimos al hotel y, después de retirar el equipaje, preguntamos al personal de recepción si nos podían dar cambio de 10 EUR en monedas y eso fue nuestra salvación.
Cuando salimos del Motel One, la llovizna se había vuelto lluvia, y cada vez más fuerte. Volvimos a una de las máquinas y con las monedas pudimos comprar dos billetes sencillos para ir al Aeropuerto Schiphol.
El tren Sprinter no tardó en llegar, y en escasos diez minutos ya estábamos en el Aeropuerto. Faltaban poco más de tres horas para la salida de nuestro vuelo de KLM previsto para las 21:05 pm, así que no quedaba otra alternativa que hacer tiempo. Salimos por una de las puertas a tomar aire y no solo vimos que el día ya se había despejado, sino que nos encontramos con unas letras “I Amsterdam” sin gente, momento en el que aprovechamos para hacer la foto que no habíamos podido sacar en Museumplein, porque en todas nos había salido una multitud de fondo que tapaba las letras.
Antes de despachar el equipaje, teníamos que hacer el trámite para la devolución del impuesto (“tax refund”) de algunas compras que hicimos en la oficina de Global Blue, ubicada en la Terminal de Salidas 3. El Aeropuerto era tan grande que nos llevó un buen rato llegar hasta allí y encontrarla.
Hecha la gestión, despachamos el equipaje. Como teníamos una valija/maleta adicional, el día anterior habíamos abonado una pieza de equipaje extra a través de la página web de KLM (80 EUR), para evitar cualquier tipo de inconveniente. Luego nos dirigimos al sector de embarque, hicimos unas compras en el Free Shop, y solo nos restaba esperar a que saliera el vuelo KL 701 con destino a Buenos Aires.
La travesía europea había llegado a su fin, y resultó ser una grata experiencia. Cada una de las ciudades que visitamos tenía su encanto, y valió la pena haberlas conocido.
¡Gracias por leerme!