Martes 3 de abril de 2018: Castillo de Praga (circuito A) + Iglesia de San Nicolás de Malá Strana + Iglesia del niño Jesús de Praga + Mercado de Havelská + Plaza de Wenceslao
Nos levantamos y bajamos a desayunar. El desayuno (buffet) era variado: había café, yogur, cereales, panes, fiambres, quesos, etc. No era de lo mejor, pero por el precio nos pareció más que aceptable.
El día empezaba con la visita al Castillo de Praga, residencia actual del Presidente de la República Checa. Teníamos dos formas de llegar desde nuestro hotel: con el tranvía 22 o a pie; nosotros optamos por la segunda opción para recorrer las calles de la ciudad. Durante el paseo, que nos llevó media hora, pasamos frente al Rudolfinum y cruzamos el Puente Mánes.
Rudolfinum
Vistas desde el Puente Mánes
Al otro lado del puente, en una plaza, se alzaba un monumento a los caídos en la Segunda Guerra Mundial. Lo curioso era que la fecha inscripta en él no coincidía con la que todos conocemos (1939-1945); eso se debía a que, para los checos, la Segunda Guerra empezó un año antes, en 1938, cuando Checoslovaquia fue invadida por los alemanes.
En la misma plaza había otro monumento: un león alado hecho en memoria de los pilotos checoslovacos que sirvieron en la Real Fuerza Aérea del Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial.
Pasamos la estación de metro Malostranská, bordeamos un parque arbolado y emprendimos la subida cuesta arriba por las antiguas escaleras del Castillo, que nos llevarían a la entrada este del recinto.
Una vez arriba, antes de pasar por unos molinetes de acceso, contemplamos las hermosas vistas de la ciudad desde un mirador.
Para cuando llegamos, a las 9:30 am, ya había bastante gente. Nos dirigimos a la oficina de venta de entradas, ubicada en el segundo patio del Castillo, y, a diferencia de lo que habíamos planificado (hacer el circuito corto, “B”, de 250 CZK, como recomendaban en el foro), luego de ver las distintas opciones de la lista de precios, y sin saber muy bien por qué, terminamos comprando el circuito largo (“A”, 350 CZK), la subida a la torre de la Catedral de San Vito (150 CZK), la audioguía de 3 hs (350 CZK) y un permiso para sacar fotos sin flash en los interiores (50 CZK).
El circuito “A” incluía:
• Antiguo Palacio Real
• Basílica de San Jorge
• Callejón de Oro
• Catedral de San Vito
• Exposición “Historia del Castillo de Praga”
• Palacio de Rosenberg.
Cuando contratamos la audioguía, tuvimos que dejar una reserva de 1000 CZK, que nos devolvieron cuando entregamos el aparato pasadas las tres horas. Junto con la audioguía nos dieron un plano, que era distinto al que vendían (sí, vendían) por 5 CZK en las taquillas. Algunas consideraciones al respecto: sugerimos que lleven sus propios auriculares para que resulte más cómodo el uso del aparato. Las 3 horas abarcaban solamente la parte de los exteriores (los patios y jardines del Castillo), si quisieran escuchar también las explicaciones de los interiores de los edificios, conviene comprar la que dura todo un día (450 CZK) porque lleva mucho más tiempo. Debemos reconocer que la audioguía era densa, pero no nos arrepentimos de haberla contratado, porque fue una forma de enterarnos lo que íbamos viendo. La usamos para los patios del Castillo y algunos interiores de los edificios incluidos en el circuito, aunque para estos últimos fuimos salteando partes y escuchábamos solamente lo que nos llamaba la atención.
Para aprovechar la audioguía, empezamos por los patios; luego visitaríamos los edificios por dentro. Nos acercamos al primer patio o patio de honor, desde donde vimos la puerta monumental que marcaba la entrada principal del Castillo (oeste), ubicada en la plaza Hradčanské náměstí.
Para llegar al segundo patio atravesamos la imponente Puerta de Matías, la construcción más antigua de Praga en estilo barroco.
En el segundo patio vimos la Capilla de Santa Cruz (izquierda), la Fuente de Kohl, hecha de arenisca, y un pozo con una cubierta de hierro forjado (derecha).
Llegamos al tercer patio, donde estaba la Catedral de San Vito.
A la derecha de la Catedral había un monolito levantado en honor a las víctimas de la Primera Guerra Mundial.
Visitamos la Catedral de San Vito, escenario de coronación y entierro de varios monarcas checos. A la entrada de la nave principal había un pequeño sector en el que se podía estar sin pagar; para pasear libremente por el resto de la Catedral había que pasar unos molinetes tras escanear el ticket. En nuestra opinión, valió la pena haber pagado, porque desde la entrada se veía poco y nada.
Todo detalle era digno de verse; entre los imperdibles destacamos la tumba de San Juan Nepomuceno (hecha de plata), el mausoleo real de mármol blanco y la Capilla de San Wenceslao.
Tumba de San Juan Nepomuceno
Mausoleo Real
Capilla de San Wenceslao
En la fachada sur de la Catedral, que durante muchos años sirvió como entrada principal, sobresalía la puerta dorada, decorada con un mosaico veneciano que representaba el Juicio Final.
Luego seguimos por el Antiguo Palacio Real, antigua sede de los reyes de Bohemia, una de las tres regiones históricas que integran la República Checa. Tras pasar los molinetes y la primera sala, llegamos a la enorme sala de Vladislav o Ladislao, de estilo gótico y con un techo abovedado cuyos detalles simulaban flores o estrellas.
Recorrimos otras estancias e incluso salimos a una pequeña terraza que ofrecía unas lindas vistas.
Vistas desde la terraza
Como era Semana Santa, había un Mercado de Pascua en la Plaza San Jorge, con varios puestos de artesanías y comida, donde aprovechamos para almorzar. Comimos un cono de salmón rebozado y papas fritas y un plato con queso rebozado y papas fritas; cada uno nos costó 150 CZK. La comida estuvo bien, claro que la calidad no era la mejor, pero nos sirvió para picar algo mientras tanto. Para tomar, teníamos una botella de agua que habíamos comprado el día anterior.
Continuamos el recorrido por la Basílica de San Jorge, la segunda más antigua de Praga, cuya fachada de color rojo era muy llamativa.
El interior era muy bonito, aunque portaba una decoración austera. A través de una escalera doble se llegaba al altar, donde podían contemplarse unos frescos, y en la parte de abajo se podía ver una pequeña cripta.
A continuación, fuimos al Callejón de Oro, una calle llena de casitas de colores que antiguamente albergaban a orfebres, alquimistas y guardias del Castillo y hoy en día muchas fueron convertidas en museos y tiendas de souvenirs y artesanías. En la Nº22, por ejemplo, vivió Franz Kafka, y actualmente es una librería.
En un nivel superior, al que se llegaba a través de unas escaleras, había una galería donde se exponían armas y armaduras.
Al parecer, después de las 17:00 pm se liberan los molinetes de entrada y se puede pasar sin pagar, pero no sabemos si las casas siguen abiertas pasado ese horario. Lamentablemente no lo disfrutamos como hubiésemos querido, porque el lugar estaba abarrotado de gente.
Seguimos hacia la torre Daliborka, antigua mazmorra del Castillo, cuya única forma de llegar, al menos en ese momento, era saliendo por el Callejón de Oro, porque había guardias que se aseguraban que la gente no fuera en dirección contraria. La torre debía su nombre a Dalibor, el primer prisionero que estuvo en ella, y en su interior se podían ver algunos elementos de tortura.
Antes de que se terminara el plazo para entregar la audioguía fuimos al Palacio de Rosenberg, una visita más que breve y totalmente prescindible. Agradecimos haber tenido el aparato porque, de lo contrario, no nos hubiésemos enterado de nada, porque en las salas que íbamos viendo no había material explicativo.
Devolvimos la audioguía y fuimos a la torre de la Catedral de San Vito, que tenía una entrada aparte. La subida por las escaleras de caracol fue bastante cansadora pero mereció la pena, porque desde arriba había unas vistas preciosas del barrio del Castillo y el resto de la ciudad.
Hicimos una parada en los baños ubicados a la vuelta de la Catedral, que para nuestra sorpresa tenían un costo de 0,20 CZK por persona.
Antes de ver la Exposición “Historia del Castillo de Praga” , volvimos al Mercado de Pascua para comer unos panchos (230 CZK).
El lugar dedicado a la exposición era enorme y había mucho para ver, pero nos pareció absolutamente prescindible. Había maquetas del Castillo y distintos objetos que abarcaban desde la prehistoria hasta la actualidad, tales como armas, muebles, ropa y manuscritos. Nuestra visita fue corta, pero si están interesados en el tema, el recorrido les va a llevar bastante tiempo. Aquí directamente no se podían sacar fotos, incluso teniendo el permiso (esto estaba aclarado en la lista de precios de la taquilla).
Como síntesis de nuestro recorrido por el Castillo y los edificios que lo forman, coincidimos con los foreros en que es mejor hacer el circuito corto (B) en vez del largo (A), porque tanto la Exposición “Historia del Castillo de Praga” y el Palacio de Rosenberg pueden pasarse por alto. Respecto del permiso para sacar fotos, nunca nos lo pidieron ni tampoco vimos a nadie que haya tenido que mostrarlo, así que no sabríamos decir si era estrictamente necesario tenerlo.
Por último, dimos un paseo por los jardines del sur (gratuitos, porque había otros que eran de pago).
Todas estas visitas, incluido el almuerzo y el paseo por los jardines, nos llevaron desde las 9:30 hasta las 16:00 hs.
Salimos de la zona por la calle Nerudova, llena de restaurantes, negocios y minimercados, donde nos detuvimos para comprar un agua (60 CZK), porque nos habíamos quedado sin reservas.
El siguiente destino fue la Iglesia de San Nicolás de Mala Strana, en la que pagamos 70 CZK cada uno para entrar.
Dentro de la Iglesia se podía acceder a un nivel superior, donde había algunos objetos exhibidos. Parte del fresco de la cúpula estaba en restauración; en la entrada había una foto de muestra para los visitantes.
Muy cerca estaba la Iglesia del niño Jesús de Praga, a la que entramos con intención de ver al niño Jesús, pero no tuvimos suerte porque estaba tapado con una tela.
Cruzamos el Puente de Carlos y pasamos nuevamente por el puesto de trdelník de la calle Karlova para comprar dos conos con helado (340 CZK).
Caminamos hasta el Mercado de Havelská y recorrimos sus puestos, que ya a las 18:00 pm estaban cerrando. Vimos algunos productos baratos, pero no eran de la mejor calidad, así que no compramos nada.
Seguimos hasta la Plaza de Wenceslao, donde había otro Mercado de Pascua. En lo más alto de la plaza, a lo lejos, se destacaba el Museo Nacional de Praga, en ese entonces, en obras.
En el centro de la plaza se alzaba la estatua ecuestre de San Wenceslao.
Vimos el monumento conmemorativo a Jan Palach y a Jan Zajíc, dos estudiantes checos que decidieron inmolarse a modo de protesta contra la invasión soviética en Checoslovaquia.
Paseamos por la calle comercial Na příkopě e hicimos unas compras en H&M.
Eran cerca de las 20:30 pm cuando volvimos al hotel. Estábamos satisfechos por lo que habíamos consumido durante el día así que no cenamos.