Dejo el paso fronterizo de Senegal sin problemas. El transporte de Kafountine nos deja en el paso fronterizo de Karang (Gambia), que a primera vista no intimida, sin militares ni controles exteriores.
Allí, en la calle, cambio los últimos francos que no he gastado por la divisa nacional de país: Dalasi.Pero ya hay algo que no me gusta cuando una funcionara me instiga con no muy buenos modales a entrar en las oficinas en medio de la transacción de divisas. Le acompaño hasta una oficina donde hay tres funcionarios. No tengo visado, necesito uno de tránsito, le comunico al funcionario. Son 3,000 dalasis. ¿Muy caro? Le digo, sorprendido. Con 2,000 es suficiente, me contesta sin mirarme. ¡Vaya! Hasta el visado se regatea aquí. Me autoriza a estar siete días, cuando yo solo quería uno de 48 horas. Pero no es cuestión de ponerse quisquilloso cuando ya he pasado esta frontera que tanta mala fama tiene. ¡Bueno! Eso creía yo cuando otro funcionario me llama cuando estaba a punto de abandonar las dependencias. Entro en otra habitación. Y me registra minuciosamente mi cuerpo y mi mochila, obsesionado por encontrar marihuana, pues en cada momento que va abriendo una cremallera de la bolsa me lo recuerda que está prohibido. Sigo tranquilo, porque no soy fumador de estas sustancias y no va a encontrar nada. Coge el neceser y lo abre, allí llevo medicamentos, y empieza a inspeccionar uno por uno hasta que se para en uno, observo en su rostro una mirada de satisfacción maliciosa: ¡Ya lo tengo! El medicamento en cuestión es un relajante muscular (Diazepan) que me lo prescribió mi médico por una contractura muscular en la espalda que todavía no tenía curada cuando inicie el viaje. Me comenta que está prohibido y necesito una prescripción médica que no tengo que si no tendré problemas serios. Puedo salir a fumar, le pregunto, sabiendo que esto iba ya para largo. Y con su permiso estoy fuera mientras veo a un guineano con el mismo problema con otro medicamento que lo soluciona a través de wasap. Le envían la prescripción después de una media hora de espera. A la hora me llama el funcionario por mi nombre a que pase y me dice que esto tiene una solución fácil: 300 euros. ¡Ja, ja,ja! Me echo a reír y se indigna: continuamos el proceso, te quedarás sin poder coger el avión y tendrás graves problemas. Vuelvo a salir al patio interior. A la media hora me llama otra vez y me dice que cuánto estoy dispuesto a darles. Les digo que 50 euros y me dice que 100 o nada, les digo que nada, que sigan el supuesto proceso. A la media hora siguiente me llaman otra vez y me dicen que 100 euros y puedo marchar. Como tengo diez euros sueltos y varios billetes de 50 euros les digo que 60 y que no subo más, que si quieren que me metan en el calabozo o dónde quieran. Por supuesto, aceptan. Y encima cuando marcho me pide el colega un cigarro….¿No quieres mi pulmón también? Le digo con sorna en español.
Al llegar a España escribo un e-mail a la embajada de Gambia en Madrid explicándoles lo ocurrido, porque es la única manera que se me ocurre para presionar y desahogarme, pese a que no espero mucho.
Desde la frontera no hay transporte directo a Banjul. Así que primero voy a Brikana y luego a Banjul.
No recuerdo los precios pero eran muy baratos los billetes.
En el último transporte desde el extrarradio de la capital al centro me lo pagan unas chicas que les he caído simpático y me indican dónde tengo que bajar.
Justo bajo enfrente del arco conmemorativo que fue construido en 1996 para marcar el golpe de estado militar del 22 de julio del 1994 a través del cual Yahya y su Consejo de Gobierno Provisional de las fuerzas Armadas derrocaron al gobierno gambiano elegido democráticamente. El monumento recibe el nombre de Arch 22.

Pasado el arco, dirección al puerto, hay dos hoteles seguidos. Me alojo en el Hotel Diana,en el primero, por 600 dalasis. El sitio es limpio y tiene cuarto de baño en la habitación. Y lo más sorprendente, agua caliente.
Las posibilidades para comer en un restaurante en el centro son muy límitadas. No hay muchos establecimientos. Y al no haber casi clientes no suelen ofrecer mucha variedad.
En esta misma calle está el Museo Nacional de Gambia.
El centro de Banjul es limpio y tranquilo para los estándares africanos.
De vez cuando suele pegarse a mi lado algún buscavidas contándote alguna milonga para sacar "algo", pero si les dices amablemente que no una vez no insisten más, incluso si te vuelven a ver te saludan como si fuéramos viejos conocidos.
Visito el Mercado Albert que está muy cerca, dirección al puerto. Allí venden artesanía y recuerdos de Gambia. Es un lugar excelente para comprar recuerdos.
No muy lejos de Arch 22, en una avenida perpendicular, está la Mezquita Central de Banjul. Destaca sus dos minaretes. Fue acabada en 1988.

También visité un cementerio cristiano cercano, al lado de la playa.

El centro de Banjul, pese a no ofrecer mucho al turista, me gusto. Fue una excelente anfitriona para despedirme de África: Tranquila, limpia y extrañamente ordenada.

El taxi hasta el aeropuerto me cuesta 800 dalasis.
El Aeropuerto del centro de Banjul está a 20 kilómetros de distancia.