Empieza nuestro último día en Paris. Cuesta hacerse a la idea.
Desayunamos y volvemos a la habitación a hacer las maletas. Bajamos a hacer el check out y nos guardan las maletas hasta la hora que queramos ir a recogerlas.
Nos quedaba una deuda pendiente con Paris y no podemos irnos sin saldarla: el Museo D´Orsay. Llegamos bastante más temprano que en nuestra anterior intentona. Hay mucha cola ya para la entrada normal pero bastante poca para los que vamos con PMP .
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Merece la pena una espera de unos pocos minutos para ver el tercer museo más visitado de Francia. El espectacular edificio era antiguamente una estación de tren y hoy en día resulta un vistoso museo. Las obras expuestas en el Museo de Orsay abarcan el período 1848 a 1914. Hay tanto escultura como pintura y hay obras expuestas de Gauguin, Renoir, Van Gogh, Degas, Cezanne, Manet, Monet…. También visitamos unas salas dedicadas al Art Noveau (sobre todo muebles). Nos encantó el museo, hubiese sido una auténtica pena perdérselo. Por cierto, está terminantemente prohibido hacer fotos en el museo, así que me jugué el tipo por informaros (de nada, con un mojito en Le Komptoir lo arreglamos!! ).
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Y a partir de aquí no teníamos mucho pensado para hacer este último día. Barajamos en su momento ir hasta la Defensa, pero finalmente, desechamos la opción (no nos parecía muy atrayente). Así que cogimos metro y elegimos al azar una parada por la zona del Marais más alejada del Sena (concretamente la parada de Poissonare). Bajamos del metro y empezamos a callejear, tratando de ir siempre en dirección al Sena (aunque no lo conseguimos, Paris nos llevó a donde quiso).
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Vagabundeando, pasamos junto al famoso cabaret Folies Bergere. Era domingo a la mañana y Paris estaba aún dormido, empezaba a desperezarse y apenas había gente por la calle, muchas tiendas estaban cerradas.
Llamados por su animación enfilamos por la calle Cadet, con muchas tiendas de comida ya abiertas y bastante gente por la calle. A poco de allí, otra calle similar, Rue des Martyrs, con mucha tienda de alimentos (charcuterías, queserías, panaderías).
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Dos tipos de tienda me llamaban especialmente la atención en Paris: las tiendas de vinos y las fromageries (tiendas de quesos). Ambas ofrecían una tremenda variedad de productos. A ver muchos tipos de vino en tiendas estoy acostumbrado, pero ver tantísimos quesos distintos en una misma tienda es algo que me sorprende en cada establecimiento. La variedad de quesos franceses es enorme, de hecho es muy célebre la frase que pronunció De Gaulle en su día y que dijo algo así como "¿Cómo esperan que gobierne un país con más de 246 diferentes clases de queso?".
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Al fondo de la calle se adivinaban las cúpulas del Sacre Coeur. Habíamos perdido completamente el rumbo pero nos daba absolutamente igual. Llegamos hasta Pigalle, donde tomamos metro para bajar hasta Les Halles. Nos sentamos a tomar algo en una terraza entre el centro Pompidour y la plaza Igor Stravinsky, con sus curiosas y móviles fuentes que datan de 1983.
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Se me ocurrió brindar por el foro con un buen vino de Burdeos, así que me pedí un Bacchus Bord Rouge de 25 cl., por el que me cobraron alrededor de 8 euros. Pero al menos no estaba malo y era un buen “cancarro”, con tres como éste soy capaz de ponerme a bailar break con el grupo que estaba bailando allí mismo en la plaza Igor Stravinsky, junto a las fuentes móviles.
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Comimos por allí y nos sentamos en el suelo en la explanada frente al Pompidou para disfrutar del espectáculo de un cómico y acrobáta callejero.
Y, para alegría de nuestros zapatos, iniciamos nuestros últimos pasos por Paris. Nos metimos por las callejuelas del bohemio Marais, y para nuestra sorpresa y a pesar de ser domingo, el barrio estaba en plena ebullición. Practicamente todas las tiendas abiertas y muchísima gente por la calle. Mi mujer, sin darme tiempo a impedírselo, se tiró en plancha a una tienda de bisutería de donde salió con un reloj francamente bonito (la última compra del viaje en el último momento).
Las calles y los comercios de Marais a tope el domingo
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Fuimos al hotel a por las maletas y a las 17:00 empezamos el periplo metro, RER, Orlyval que en una hora aproximadamente, nos dejó en el aeropuerto.
Vuelo sin incidencias hasta Biarritz y desde allí coche hasta casa (42 euros de parking una semana).
Y este es el resumen de nuetra intensa semana, frenética casi diría yo, en Paris. Los primeros días es tal el aluvión de datos que esta ciudad nos obliga a procesar que los dos comentábamos que teníamos un tremendo lio en la cabeza. Demasiados estímulos en demasiado poco tiempo!!
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Ciudad monumental y preciosa, con miles de estampas inolvidables. Ciudad que encierra “pequeños pueblos” en su interior como Montmartre o la zona del Marais. Ciudad histórica, pero viva y palpitante como pocas.
Puede que Semana Santa no sea la mejor época para conocer la ciudad más visitada del mundo y ello repercutió en que hubo visitas en las que la invasión humana no nos dejó disfrutar como podíamos haberlo hecho (citaría Versalles, Montmartre, Disneyland Paris….).
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Pero no debemos ni podemos quejarnos. Hemos disfrutado de un clima excepcional para abril, todo ha salido sobre lo planeado y todas las improvisaciones no han hecho sino mejorar el viaje.
La ciudad nos ha maravillado.
Ciudad de la luz, ciudad del amor, ciudad de las agujetas .
Au revoir, Paris. Hasta otra!!
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