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Hoy toca salir a los alrededores de Paris, al inevitable Versalles. Cogemos 2 billetes de ida y vuelta que nos cuestan 12,20 euros. Muchas veces es necesario, como en este caso, combinar metro y RER (tren) y estos billetes te facultan para esto. Tras un par de metros tomamos el RER C5 rumbo a Versalles.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Llegamos al patio del Palacio y la cola para entrar es terrorífica. Afortunadamente, tenemos la PMP que cubre la entrada a Versalles. Me dirijo a un guarda para preguntarle por el acceso exclusivo para los que tenemos PMP y me señala el final de la colosal cola. Pienso para mí “¡parece mentira! este pobre no se ha leido el hilo de Los Viajeros donde explican claramente que hay una cola especial para los de PMP
”. Voy donde otro currela del Palacio y me dice lo mismo, señalando displicente el remoto final de la cola. No me lo puedo creer, ¡¡éste tampoco lee el foro!!. Aunque es temprano aún (9:00) la cola es ya tremenda. Pregunto a un tercero y hasta un cuarto guarda y todos me dicen lo mismo: “a la cola, chato”. Vaya chasco! Parece ser que las cosas han cambiado con respecto a lo comentado en el foro (aunque parece ser que tan sólo es que en épocas de especial afluencia, como Semana Santa, suprimen el acceso especial para PMP). *** Imagen borrada de Tinypic ***
Afortunadamente no es para tanto y la larguísima cola avanza muy rápido. Apenas 10 minutos de espera y estamos dentro de Versalles. Mostramos la PMP (entrada ordinaria 17 euros) y entramos al Palacio que mandó construir Luis XIV y que durante siglos fue la residencia de las familias reales francesas, hasta que los revolucionarios acabaron con dicha costumbre cuando en 1789 trasladaron a María Antonieta y Luis XVI desde Versalles hasta Paris para hacerles un bonito corte de pelo a la altura del cuello
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Nuestra entrada con la PMP nos permite ver el Palacio, los dos Trianones (palacios menores), los Jardines y los Dominios de María Antonieta.
En la entrada, junto a la capilla, pedimos un plano y una audioguía gratuita en castellano que vamos activando en las salas que nos interesan y que da amenas y breves explicaciones.
Pero aquello dista mucho de parecerse a una visita tranquila a un suntuoso palacio. Somos parte de una marabunta humana que avanza muy despacio entre las distintas salas y pasillos.
La fotografía digital ha traido muchos avances, pero también ha hecho mucho mal. Al no tener que revelar carretes hoy en día se fotografía con una alegría inusitada cualquier cosa y la marea humana avanza muy lenta fotografiando a ritmo de ametralladora en cada esquina un cuadro, un busto, un tapiz, un extintor
…. Lo que sea!! *** Imagen borrada de Tinypic ***
Vamos pasando salas formando parte de una masa humana compacta hasta llegar a la Galería de los Espejos, un enorme y abigarrado salón de baile con 17 enormes ventanales frente a cada uno de los cuales se ubica un también enorme espejo. Casi seguido una gran galería que muestra enormes cuadros dedicados a batallas en las que tomaron parte los ejércitos franceses.
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Poco después salimos a los vastísimos jardines que se pueden visitar a pie, pero también hay posibilidad de hacerlo en trenecito de pago o alquilando bicicletas o cochecitos de golf. Nosotros elegimos la alternativa pedestre y bajamos hacia en Gran Canal para admirar la fuente de Apolo.
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De aquí fuimos hacia el Grand Trianon, llegamos a las 11:55 y abría a las 12:00 así que esperamos para visitarlo. Nada del otro mundo. Lo vimos muy rápido (posiblemente batimos algún record). Nos apetecía mucho ver los dominios de la Reina, junto al Petit Trianon, y para allá que nos fuimos. Nos topamos con un templete, el Templo del Amor y vimos a una pareja que se atizaba un buen morreo a los pies de la estatua. Supusimos que era una tradición y la cumplimos con mucho entusiasmo (y si no lo era, ese achuchón que nos llevamos por delante
).*** Imagen borrada de Tinypic ***
Por fin llegamos a los dominios. Esta zona realmente nos encantó. Se trata de una aldea que María Antonieta mandó edificar para su recreo y para alejarse del protocolo y normas que exigía la corte. Parece un pueblo de cuento. De verdad os lo digo. No nos hubiese extrañado si de repente se abre una ventana y se asoma, por ejemplo, Blancanieves a saludarnos
. Muy bonito y muy tranquilo (en el palacio se quedaron las jaurías de fotográfos desbocados, el agobio y los empujones).*** Imagen borrada de Tinypic ***
Además, después de sufrir codazos, pisotones y restregones de cuerpos humanos por los pasillos de Versalles, pasear por aquella solitaria y tranquilísima zona resultó una reconfortante maravilla. Seguramente, muchísima gente que visita Versalles, desconoce la existencia de esta zona y no se acerca hasta ella.
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Tampoco vimos ningún grupo con guía que seguramente sólo visitarán Palacio y jardines. Gran error. Imprescindible visita, desde luego.
Atajamos en dirección a la salida del Palacio y aparecimos junto a la fuente de Neptuno. Y de ahí, hasta la estación de tren, a 10 minutos caminando.
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Rumbo a Paris pensamos que ya está bien de tanta visita cultural y que nos apetece caminar un poco sin rumbo y curiosear por calles y tiendas. Enfilamos por la Rue Rívoli donde me compro una camisa que ya había ojeado el primer día. En esta calle el comercio es asequible. Grandes y conocidas cadenas como Zara, H&M, Cellio se entremezclan con otras tiendas, es buena zona para ir de compras.
Rue Rívoli
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De ahí vamos hacia el Marais, una zona muy tranquila de Paris y con mucho encanto, con calles estrechas, alguna peatonales y alejadas del barullo turístico. Según dicen muchas guías es hoy el barrio bohemio de Paris. Interesantes boutiques, pero según la experta de nuestra expedición en el tema compras, son muy poco económicas en general. Damos de sopetón con una enorme tienda que me gusta mucho, el Bazar del Hotel de Ville. En realidad son dos edificios, una frente a otro, el que yo comento es el que está más hacía dentro del Marais (el otro da a Rue Rivoli), uno de unas 4 plantas dedicadas exclusivamente a ropa de hombre. Vemos ropa bonita y alguna cosa queda en el apartado de “asuntos pendientes”.
Calle del Marais
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Seguimos paseando por el barrio muy animado y con zonas muy agradables para pasear y olvidarse del tráfico loco parisino, de tanto monumento, de tanto caminar con prisa, de tanta foto por sacar… Nos gusta mucho la zona. Por el Marais también está el Pletzl, Barrio Judio, lo que resulta notorio al ver algunas tiendas.
Tienda de especialidades judías y un rincón del Marais
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Bueno, y tras este respiro entre tanto monumento, retomamos la parte cultural. Aprovechando que el Museo del Louvre los miércoles y viernes cierra a las 22:00, tomamos metro que nos deja directamente en el propio museo (salida Carrusel del Louvre). El museo, fue en tiempos fortaleza y a partir del s. XVI también residencia real (se ve que los reyes franceses no eran mucho de adosados). El museo guarda tanto restos arqueológicos como antigüedades, pinturas, esculturas, desde la antigüedad hasta los tiempos del impresionismo (a partir de esta época toma el relevo el Museo D´Orsay).
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Su muestra de pintura italiana es impresionante (Tiziano, Leonardo, Giotto, Fra Angelico, Caravaggio…) aunque también hay obras de celebérrimos pintores de otras nacionalidades como Velázquez, Rembrandt, Durero, Zurbaran, Murillo, Van Eyck, Rubens, J.L. David, Goya, Van Dyck….
Pero como ya he dicho, no acaba en la pintura este colosal museo, ni mucho menos. Hay esculturas egipcias, mesopotámicas, griegas, romanas, europeas de la Edad Media, restos arqueológicos como el código de Hamurabi….. en resumidas cuentas, que teníamos poco tiempo y muchísimo que ver, así que trazamos nuestros objetivos principales para no andar vagabundeando por las innumerables salas.
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Es el museo más visitado del mundo y posiblemente en ello mucho tiene que ver cierto pequeño cuadro que retrata a una mujer de enigmática sonrisa.
Vemos la célebre pirámide invertida. No hay cola en absoluto para entrar en el museo y con la PMP accedemos primero al ala Denon (con entrada ordinaria 9 euros).
Había mucha gente pero posiblemente menos que cualquier otro día (al menos eso habíamos oido en referencia al horario especial vespertino de miércoles y viernes). Me resulta curioso ver que el camino hacia a algunas obras (Gioconda, Venus de Milo…) está indicado en los carteles.
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En el museo está permitido hacer fotos pero terminantemente prohibido el flash. A pesar de ello, son muchos los borregos (con perdón) que tiran de flash para fotografiar las obras expuestas ante la total condescendencia de los guardas del museo. Ni una sola vez les oí llamar la atención a los incontables usuarios de flash, cosa que me chocó muchísimo.
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Tengo fotos de la Gioconda en primer plano, pero me parecía más interesante enseñaros ésta en la que la pobre señora es objetivo de centenares de fotógrafos desatados. Me extraña que aún siga sonriendo. Pasamos después al ala Richelieu, donde tuvimos que volver a mostrar la PMP.
A la salida del museo el Louvre nos sorprendió con un último regalo. Un precioso atardecer sobre el Arco del Triunfo del Carrusel, en el propio patio interior del museo. Puede ser por atardeceres como éste que le llamen la ciudad de la luz.
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Con la cabeza aturullada por la cantidad de datos e imágenes procesados en estos últimos días, decidimos relajarnos con unas buenas birras previas a la cena, en el barrio latino, que sigue ofreciendo menús a buen precio en muchos de sus restaurantes (entre 12 y 19 euros, según locales, con las bebidas aparte). Esta noche elegimos un coqueto restaurante italiano, concretamente el de la foto que sigue.
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Volvemos hasta el hotel paseando por las orillas del Sena. Contemplamos la vista lateral de Notre Dame y, como todas las noches, apreciamos que la ribera del rio es uno de los lugares favoritos de la gente joven para reunirse, tomar unos tragos, charlar, tocar la guitarra…. Bonito ambiente!
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