Siento contradecir algún forero por la época de lluvias en Vietnam. Normalmente la época de lluvias alcanza desde mediados de abril o primeros de mayo hasta finales del mes de septiembre, aunque ya en los meses de agosto y septiembre es menos acusado, presentando tormentas ocasionales y de una duración muy determinada. A mediados del mes de mayo a junio es cuando las tormentas son más intensas, el cielo se vuelve negro en segundos y comienza esa lluvia tan temida.
Un día se puso a llover de forma copiosa, estábamos en las inmediaciones del lago Hoan Kiem, el agua que bajaba por las calles era tal que no se distinguía del agua del propio lago, nos refugiamos en una tienda de artesanía de una calle paralela a la calle de la Seda, hasta ese día la lluvia era intensa pero en una hora mas o menos escampaba, eran las siete de la tarde, después de esperar varias horas en el interior de la tienda, los dueños nos invitaron a cenar muy amablemente y nos acomodados en unas sillas que pronto nos prestaron, la calle estaba desértica, no había ningún alma, en los comercios brillaba la suave luz de esas pequeñas bombillas de emergencia que normalmente tienen, dado que es habitual los cortes de energía. Ya eran las diez de la noche y frente a la tienda paro un taxi, con una seña le indicamos para que se acercara a la tienda y así evitar empaparnos, en tan solo nos separaban dos metros que había entre la acera y la tienda, pero fue suficiente para que nos caláramos hasta los huesos. Nos pareció una temeridad pero era muy tarde --llevábamos mucho tiempo en esa tienda--, de camino vadeando por las calles nos encontramos con una calle que estaba sepultada por el agua no se vía ni la acera, ni el asfalto, el taxista paro, apago las luces, cogió aceleración el vehículo y en mitad de la balsa apago el contacto, el coche literalmente “flotaba” y por las puertas comenzó a entrar agua en su interior, pero rápidamente llegamos a la otra orilla de la calle. Pronto entendimos que fue un acto de destreza y de esta forma al apagar el contacto evito que la electricidad dañara alguna parte del taxi. Nosotros vivíamos a las afueras en una pequeña aldea, donde los vehículos rodados no tienen acceso, debía de dejarnos a unos 50 metros de la casa, pero la lluvia no cejaba en su empeño, llovía y llovía, el parabrisas no daba abasto para evacuar la lluvia. Le pedimos al taxista que nos dejara estar allí hasta que escampará con el taxímetro corriendo, pues era más seguro que intentar recorrer los 50 metros que nos separaban de nuestra casa. A la media hora el taxista nos dijo que no podía esperar más, que debíamos de bajarnos, nos negamos, pero la maniobra solamente pudimos demorarla otros quince minutos más. El recorrido de esos 50 metros era como si cada metro nos echaran un cubo de agua por la cabeza, en total llegamos con 50 cubos de agua, estábamos totalmente empapados, hasta la ropa interior estaba mojada. Nos descalzamos y los pies estaban totalmente secos, nuestras buenas botas de Goretex nos habían protegido en esas condiciones tan extremas.
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