BRETAÑA FRANCESA ✏️ Blogs of France

Salimos del hotel en dirección a Dinan, uno de los sitios que más me gustó de Bretaña. Como llegamos muy temprano, lo primero que hicimos fue desayunar (el camarero cuando nos oyó hablar en español nos felicitó por la Copa de Europa), después durante todo el día en cuanto nos oían hablar exclamaban ¡4-0!, fue muy divertido. Despúes del desayuno nos dedicamos a andar sin rumbo por el casco antiguo, todavía muy vacío debido a lo temprano que era. Subimos a la “Torre del Reloj”, una torre de vigilancia del siglo XV de 30 m. de altura y desde la que hay excelentes vistas. También es muy bonito el puerto de Dinan.

*** Imagen borrada de Tinypic ***

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Continuamos camino hacia nuestra siguiente parada: St. Malo, una antigua ciudad corsaria rodeada de murallas. Dejamos el coche en un parking situado fuera de las murallas y recorremos a pie tranquilamente St. Malo intramuros. Hay muchísimo bullicio de gente, pero sin aglomeraciones. Recorremos parte de la muralla y nos comemos unas deliciosas galettes en un pequeño restaurante.

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Después de salir de St. Malo nos acercamos a Fort La Latte y Cap Frehel.

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La carretera es preciosa y disfrutamos del paisaje. Sesión de fotos y decidimos bajar hasta Rennes.
Al llegar empieza una ligera llovizna y unido a que está todo lleno de obras no podemos apreciar realmente esta ciudad. Cenamos algo rápido y carretera hacia nuestro próximo hotel, un pequeño chateau situado en St. Denis de Gastines, cerca de Fougéres (chateau du Bourg, alojamiento 32 euros, desayuno 4 euros). Excelente relación calidad-precio, las habitaciones son muy sencillas, con dos camitas y un baño con ducha; pero la casa por fuera es preciosa. Eso sí, está un poco alejada de todo.

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Nos despedimos de nuestro “chateau” y vamos hacia Fougères, una villa con uno de los castillos medievales más imponentes de Europa (ss. XII-XV).

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Contemplamos la vista del castillo desde los jardines públicos de la iglesia de St. Léonard, la vista de las fortificaciones y el casco medieval es alucinante. Hacemos la visita del castillo (tienen audioguía en español) y nos comemos un bocata en una creperie situada al lado de las murallas, desde tenemos unas vistas fantásticas del castillo.
Con el estómago lleno seguimos viaje hacia Vitré, “población de arte e historia” con un castillo que cuenta con puente levadizo (ss. XIII-XV) y que parece sacado de los cuentos de hadas y dragones.

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Breve descanso y emprendemos camino hacia la última parada de nuestro viaje, el Monte St. Michel.
Es indescriptible la sensación de ir por la carretera y de repente divisar la silueta del Monte, rodeado de agua y campos de brezo , es como un espejismo. Desde este año ya no se puede aparcar al lado del Monte, hay unos aparcamientos públicos de pago antes del puente de acceso. Ahí llegó el cabreo del viaje, dejamos el coche en el parking destinado a los visitantes que nos alojábamos dentro de St. Michel (te piden la reserva para comprobarlo), y a partir de ahí un completo desastre. Se supone que si no quieres ir andando, hay autobuses gratuitos que te llevan hasta la Abadía, pero no hay ni una mísera señal de donde hay que coger estos autobuses y no encontramos ningún vigilante al que preguntar, así que nos tiramos más de media hora intentando encontrar la parada, aplicando la lógica de que debería estar al lado de los aparcamientos. Nada de esto, tienes que andar un buen rato hasta llegar a ellos, la parada está situada en la zona de los hoteles que están al otro lado del Monte. En realidad es más el trayecto que tienes que hacer para llegar a la parada que el que haces realmente subido en ellos.

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El autobús te deja cerca de la entrada de la Abadía y después de 3500 fotos enfilamos la Grand Rue hacia nuestro hotel. Hicimos el check-in (Le Mouton Blanc, 126 euros alojamiento+desayuno), cenamos en el restaurante del hotel y nos dirigimos a la Abadía para hacer la visita nocturna . En algunas de las estancias te encontrabas músicos, lo que daba un ambiente especial, las vistas desde la terraza hacia la bahía impresionantes, también se ve muy bien la aguja de la abadía con la estatua de cobre dorado de S. Miguel.
Cuando terminamos la visita ya habían encendido las luces de la Abadía, así que salimos fuera de las murallas para contemplar St. Michel iluminado. A esas horas ya no había casi gente, lo que daba un ambiente muy especial. Aunque no os alojéis dentro del Monte, yo recomiendo acercarse por la noche para verlo iluminado.

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Nos habíamos perdido la subida de la marea de la tarde, así que decidimos levantarnos a las 6 de la mañana para ver la subida de la mañana. A pesar de ir medio dormidos, era chulísimo estar en la tour Basse, acompañados solamente de 3 turistas tan locos como nosotros y las gaviotas. Aunque somos del Norte, y estamos acostumbrados a las mareas, la de St. Michel te sorprende por la distancia y la rapidez con la que sube. Volvemos al hotel para desayunar, otra vez paseo por la Grand Rue. A estas horas ya empiezan a llegar muchísimos turistas, compra de recuerdos varios y nos despedimos de esta maravilla, no sin volver a hacer otra vez 325.000 fotos. Después de la nefasta experiencia con el autobús decidimos volver andando al parking (son unos 20 ó 25 minutos), y nos encontramos con los coches de caballos que va a haber disponibles próximamente para ir al Monte (no son gratuitos) haciendo pruebas (no sabemos de qué).

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Nos despedimos definitivamente de esta Maravilla de la Humanidad y emprendemos el viaje de regreso, como nuestro barco salía de St. Nazaire a las 9 de la noche (aunque hay que estar como mínimo 2 horas antes de la salida), habíamos previsto ir un par de horas a Nantes, que nos quedaba cerca para ver por lo menos el Castillo de los Duques de Bretaña, ¡misión imposible!, la ciudad estaba totalmente atascada por la obras ¿tendrán aquí también el Plan Zapatero?, el GPS se emperraba en mandarnos por un sitio al que era imposible acceder. Al final, por miedo a vernos inmersos en un atasco y perder el barco tuvimos que irnos sin ver nada, así que nos queda pendiente para otro viaje. Lo poco que vimos de la ciudad nos pareció muy bonito.
Cuando habíamos llegado a St. Nazaire no habíamos tenido ningún problema de perdernos, no así a la vuelta, porque a pesar de tener grabado en el GPS la posición del puerto, St. Nazaire también estaba en obras y nos las vimos y deseamos para llegar a nuestro destino.
El viaje de vuelta fue un poco más movidito que el de ida, pero a las 12 de la mañana atracábamos en Gijón, sólo nos quedaban 4 horas de carretera hasta Vigo, dando por finalizadas estas estupendas vacaciones.

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