Como fueron solo 10 días y nos gusta ver las cosas con calma, limitamos el viaje a Hanoi, bahía de Halong y centro de Vietnam (Hue y Hoi An). El viaje lo preparamos contratando directamente por Internet los vuelos (vía Roma hasta Bangkok con Alitalia, en vuelo operado por China Airlines, y con Air Asia de Bangkok a Hanoi) y el hotel de Hanoi (Thang Long Opera Hotel). El crucero por la bahía de Halong y el minicircuito al centro del país lo contratamos, también vía Internet antes de salir, con una agencia de viajes local. Tras pedir presupuesto a varias que se citan en este foro, nos inclinamos por una con la que es posible comunicar en castellano, Aurora Travel (espanol.vietnamstay.com/) y fue un acierto, pues la atención fue magnífica y todo salió a la perfección. Si ahora tuviéramos que volver a hacer el itinerario, es posible que quitáramos algún día a Hanoi para poder hacer una extensión a las montañas del norte o a ciudad Ho Chi Minh, regresando directamente desde allí. Pero también se disfruta saboreando las cosas despacio.
Resumidamente, este fue el resultado:
Tras un largo viaje (en Bangkok hace falta disponer de tiempo suficiente para el enlace, pues los trámites de inmigración para la entrada y salida son lentos) llegamos a Hanoi a mediodía del viernes día 21 de marzo. Ese día nos movimos en torno al lago Hoan Kiem, y lo dedicamos a tomarle el pulso a la ciudad, retirándonos pronto a descansar para recuperar del jet lag. El Hotel Thang Long Opera no está mal, aunque tampoco es ninguna maravilla; situado en un entorno bastante anodino, pero a medio camino entre el barrio antiguo y el barrio francés, lo que permite acercarse fácilmente andando a cualquiera de ellos. Lo malo es cruzar la calle, pues hay pocos semáforos y te juegas el tipo con la marabunta de motos (en las que se traslada todo tipo de cosas, hasta cerditos).

El día siguiente lo dedicamos a las visitas obligadas: Templo de la Literatura, pagoda del pilar único, plaza de Ba Dinh -con el mausoleo de Ho Chi Minh-, lago del oeste -con templo Quan Thanh y la pagoda Tran Quoc-, catedral St. Joseph y regreso al lago Hoan Kiem. Ese día llovió, así que tuvimos que pertrecharnos de indumentaria adecuada.


Finalizamos el día con la asistencia al teatro de marionetas sobre el agua, que es un espectáculo muy interesante y curioso.
El domingo alquilamos en el hotel para todo el día (30 euros) un coche con conductor (Khoa, tel. 0974112471, un chaval majísimo, aunque, como apenas hablaba inglés, teníamos que comunicarnos casi por señas). Ello nos permitió acceder a zonas de la ciudad más alejadas, como el parque Lenin (donde, por cierto, no se encuentra la estatua de Lenin -una de las pocas que quedan-, que también visitamos).

A continuación visitamos dos de los pueblos artesanos que se encuentran próximos a Hanoi: Van Phuc (centenares de talleres y comercios dedicados a la seda, donde, tras el regateo de rigor -e incluso sin él-, se pueden encontrar auténticas gangas; por calidad, diseño y oferta recomendamos Son Hai Silk, 9 Van Phuc) y Bat Trang (lo mismo, pero dedicado a la cerámica). En el trayecto de regreso nos desviamos para visitar un pueblín con gran encanto en torno a lo que debió ser una misión católica: Tu Dinh. Para finalizar el día asistimos a un concierto en la opera de Hanoi, construida por los franceses al estilo del palacio Garnier de París (10 euros la entrada).
El lunes lo habíamos reservado para visitar museos (teníamos especial interés en el etnológico), sin darnos cuenta de que ese día de la semana allí también cierran. Así que fuimos en taxi hasta la Agencia, para efectuar el pago de los servicios. Allí nos recibió Gloria Bang Giang, la persona con la que nos habíamos carteado por email, que es un encanto de simpatía y amabilidad.

Después nos dedicamos a patear con detenimiento el barrio antiguo de la ciudad, que es la parte más atractiva y característica de la misma, con su algarabía de comercios agrupados por gremios, masas de gente que hacen su vida en la calle, tenderetes de todo tipo, motos a millares, ciclotaxis transportando a turistas, vendedores callejeros con su típico sombrero cónico y el balancín al hombro con la carga... un bullicio espectacular.

Rematamos la estancia en Hanoi cenando en el restaurante Ly Club (51 Ly Thai To), ubicado en un precioso palacete colonial, a precio alto para el promedio local, pero corriente para España.
El martes nos recogió temprano en el hotel una furgoneta de la agencia para ir a la bahía de Halong. Sabíamos que dispondríamos de guía en castellano, pero pensábamos que sería sólo para el trayecto, pues no imaginábamos que nos iba a acompañar a lo largo de todo el crucero de dos días, algo totalmente innecesario, pues la bahía de Halong no hay que explicarla sino contemplarla. La verdad es que su presencia tampoco agobiaba, pues Anh (también muy atenta) nos dejó ir siempre a nuestro aire y, al mismo tiempo, sació nuestra insistente curiosidad sobre Vietnam y los vietnamitas. El crucero lo hicimos en un junco de la compañía Bai Tho Junk Cruise, muy bien acondicionado, donde comimos de maravilla a base de marisco, pescados y platos vietnamitas. Un marco perfecto para disfrutar de esa joya de la naturaleza que es la bahía de Halong.



Al regreso de Halong, tras recoger las maletas en el hotel (para el crucero conviene llevar sólo una bolsa con lo indispensable) nos trasladaron al aeropuerto para volar con Vietnam Airlines (muy bien) hasta Hue, la antigua capital imperial. Allí nos estaba esperando un coche de la agencia y el guía local (Lyo) que, con su castellano aprendido en Cuba, nos acompañó durante el resto del viaje. El Hotel reservado por la agencia, Hue Asia Hotel, fue el más flojo del viaje. Las instalaciones generales y desayuno no estaban mal, pero la habitación era pequeña y olía mucho a pesticida. Tras instalarnos en el hotel dimos un paseo por la ciudad, para lo que nos vino muy bien el típico ciclotaxi vietnamita, que nos condujo hasta la entrada de la ciudadela imperial, casi más bonita iluminada de noche que de día.
El día dedicado a Hue comenzó con un paseo en barca por el río perfume, con parada en la pagoda Thien Mu (interesante) y final en la tumba del emperador Minh Mang, segundo de la dinastía Nguyên, que gobernó el país entre 1802 y 1945. La visita a esta tumba fue una de las cosas más destacables del viaje, pues se trata de un remanso de paz (también es cierto que apenas había visitantes) en medio del campo, con edificaciones y estanques bien conservados, pero sin sofistificaciones. A continuación nos dirigimos en coche a visitar otras dos tumbas: la de los emperadores Khai Dinh (penúltimo de la dinastía) y Tu Duc (1830-1883), también interesantes y muy distintas entre sí.

Después de comer visitamos la ciudadela imperial de Hue, de la que esperábamos más, pues de la ciudad púrpura prohibida no se conserva nada, ya que quedó arrasada durante la última guerra (el vietcong ocupó Hue durante la ofensiva del Tet de 1968 y resistieron durante 25 días atrincherados en la ciudadela, donde se llegó a combatir cuerpo a cuerpo y acabó asolada).
Al día siguiente partimos en coche hacia Hoi An, a través de la llamada ruta mandarina, con parada en Danang para visitar el museo Cham, que conserva valiosas esculturas de este pueblo de origen hindú que habitó el centro de Vietnam entre los siglos VII y XIII. Hoi An tiene un casco histórico pequeño (3 calles) pero con mucho encanto, con sus edificaciones del siglo XVII (casas-comercio, pagodas, templos, cofradías) que reflejan la intensa vida que debió tener en su día este importante enclave portuario. Perturba un tanto la contemplación el exceso de comercios existente, aunque al mismo tiempo es otro de los atractivos de Hoi An, paraíso de los talleres de sastrería, donde se confeccionan trajes a medida de un día para otro (incluso -podemos dar fe- una chaqueta en sólo 2 horas). El abigarrado mercado local merece también un recorrido.
El hotel de Hoian, Pacific Hotel, estaba bastante bien, con piscina que pudimos disfrutar al día siguiente por la mañana, pues hizo un sol radiante. También aprovechamos para gozar del relajante masaje vietnamita, más caro en este hotel que en los precedentes (14 frente a 5 euros por 1 hora), pero también más profesional (en los otros se insinuaba un sobreprecio a cambio de otro tipo de servicios). Antes de comenzar el viaje de regreso nos dio tiempo incluso para acercarnos a la playa, de fina arena, que es continuación de la famosa Playa China, lugar de descanso de los soldados norteamericanos durante la guerra.


La guerra, por cierto, está muy presente por todos lados (desde cementerios y centros de discapacitados víctimas de las secuelas de los desfoliantes, hasta el comercio de supuestas chapas y mecheros zippo de soldados norteamericanos), pero da la impresión de que los traumas del pasado no desalientan a la enorme población juvenil en sus ganas de salir adelante. Y lo están consiguiendo, pues el crecimiento del país es espectacular, aunque todavía se ven grandes carencias. Hay, con todo, notables contrastes entre diferentes capas de la población y entre distintas zonas del país. La humilde casa tubo destartalada que predomina en el centro de Hanoi nada tiene que ver con las relucientes villas que se están construyendo a las afueras y en zonas más prósperas.
Llama asimismo la atención que la ingente cantidad de motos que pululan por todos lados son pilotadas por personas que lucen impecables cascos de diseño. Parece ser que el uso obligatorio del casco se impuso recientemente, pero no deja de ser curiosa la coquetería en su selección y exhibición, hasta el punto de que algunas mujeres incorporan al mismo un volante de tela tipo pamela

También sorprende el uso generalizado entre las mujeres de unas mascarillas de tela que se venden por todos lados, cuyo uso no es sólo preventivo frente a la contaminación, sino para evitar ponerse morenas, que es algo que detestan (en días soleados se suma a la mascarilla el uso de manga e incluso guantes, con la misma finalidad).

La verdad es que la coquetería se aprecia en muchos otros detalles, como el hecho de que algunas jóvenes, a pesar de tener el pelo tieso, se lo alisan aún más con la plancha. Las hay de una belleza espectacular. Con esas caras afiladas y cuerpo esbelto…, aunque son todos llamativamente menudos. No encontramos ninguna persona, no ya obesa, sino simplemente gorda. Anh lo atribuía al hambre atávica sufrida por su pueblo. También es cierto que el tipo de alimentación usual es bastante frugal, a base de sopas (donde a veces se añade algo de carne o pescado), verduras y arroz, sin probar dulces ni pan.
En relación con las comidas, es posible encontrar restaurantes que ofrecen variedad, calidad y buenos precios. Nosotros preferíamos recurrir, cuando era factible, a menús ya preestablecidos, con diversidad de platos adecuadamente combinados que, al no ser expertos en comida asiática, nos hubiera resultado difícil elegir de otro modo.
Otras cuestiones prácticas: Ningún temor frente a cuestiones sanitarias ni de seguridad (guardando las elementales cautelas en ambos terrenos). En cuanto al uso de taxis, la duda está entre pedir el uso del taxímetro o fijar el precio antes de subir. Nosotros utilizamos ambos procedimientos, con resultado desigual. En una ocasión en que fijamos el precio, observamos al llegar al destino que el taxímetro marcaba justamente la mitad de la cuantía acordada. Pero en otra ocasión en que optamos por el taxímetro, éste se puso a correr desmesuradamente a mitad del trayecto. Además, es imposible controlar el recorrido entre el dédalo de callejuelas, así que la mejor opción quizás sea prefijar el importe, teniendo en cuenta que las tarifas son realmente baratas.
La valoración global del viaje es que se trata de un país sumamente interesante, que merece la pena conocer en este momento. Es una cultura muy distinta y atractiva, y los vietnamitas son -en general- gente muy agradable y hospitalaria. Además, no hay ningún tipo de problemas para visitarlo, no está sobreexplotado turísticamente y los precios son muy ventajosos. Sin ser de una belleza generalizada desbordante, tiene una joya paisajística inigualable, como es la bahía de Halong, que por si misma merece ya el viaje. El proceso de transición que el país está viviendo en todos los terrenos (económico, político, social, cultural...) justifica asimismo la visita. Y, finalmente, se trata de un pueblo tenaz y valiente digno de conocer, triunfador en todas sus contiendas y orgulloso de haberse liberado de ocupantes franceses y norteamericanos, aún a costa de altísimos tributos.
Costes: Vuelos de Alitalia: 1.000 euros por persona. Vuelos con Air Asia: 135 euros por persona. Hotel de Hanoi (Thang Long Opera): 35 euros noche. Servicios de Aurora Travel (crucero 2 días bahía de Halong, vuelos interiores, hoteles en Hue y Hoy An -3 noches-, entradas, transporte y guías en castellano): 400 euros por persona.
