Llegada a San Pedro Sula ✏️ Travel Journeys of Honduras

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Nuestro viaje comienza como casi todos, con el trasiego de aviones y aeropuertos. En este caso, salimos de casa a las 7:30 horas rumbo al aeropuerto de Alicante, desde allí nos dirigiríamos a Madrid a coger el vuelo internacional de Iberia, que nos llevaría a El Salvador, con escala en Guatemala. Una vez en El Salvador nos tocaba coger un vuelo de Avianca que sería el definitivo, el que nos llevaría a nuestro destino: Honduras. Dicho vuelo aterrizaba en el aeropuerto internacional de una de las ciudades más peligrosas del mundo, San Pedro Sula y lo hacía a las 22:00 horas, hora local, que dada la diferencia de 8 horas que hay de menos con España, hacía que nuestra llegada al hotel culminara con casi 24 horas pegando vuelta entre aeropuertos y aviones.

Una vez recogemos nuestras maletas, sentimos un gran alivio ya que éstas habían sido facturadas directamente desde Alicante y habíamos sido testigos de todo el trasiego de aeropuertos y aviones, por lo que ya era un milagro, dadas experiencias pasadas.

Ahora nos dirigíamos a la terminal de llegadas, donde esperábamos que hubiese alguien para recibirnos. ¡Y sí, allí estaban Julia y Julio!, suena un poco a cachondeo, pero así se llamaban. Ella una jovencita de 26 años, de origen portugués y nacionalidad canadiense, y él un garífuna hondureño, más negro que el carbón, obviamente esto lo digo siempre desde el cariño y sin ningún ánimo de ofender, ni mucho menos con ningún tinte racista, además ya aviso que cuando haga algún tipo de alusión en este sentido, siempre será como una broma y para dar un toque de humor. Tras las presentaciones oportunas nos dirigimos al vehículo y por el camino y en medio de la semioscuridad que allí había, se dirige hacia nosotros un individuo con unas pintas exóticas (rastafari), eso sí, con una educación exquisita y Julia al ver nuestra extrañeza, nos advierte que viene con nosotros, más tarde descubriríamos que era su novio o como ellos quisieran llamarlo.

Una vez en la furgoneta un tanto destartalada y con el aire acondicionado a tope (frío casi polar), nos dirigimos a nuestro hotel. Según nos había dicho Miguel estaba situado en pleno centro de San Pedro Sula. ¿En pleno centro?, y entonces ¿qué será el extrarradio?. Estábamos entrando a una ciudad fantasma, lúgubre y sin apenas gente en la calle, y eso que apenas serían las 22:30 horas, y las pocas personas que se veían, desde luego no es que generaran mucha confianza. Otra cosa es que ni ellos mismos sabían donde estaba el hotel, y empezamos a dar vueltas por calles que daban mucho respeto, es más, Julio (nuestro conductor), propuso preguntar a un grupo de hombres que habían en ese momento en la calle, por la dirección del hotel Real, así era como se llamaba, a lo que Julia le dijo que ni se le ocurriera, que cerrara inmediatamente la ventanilla y tirara para adelante, que ya lo encontraríamos.

Tras varias vueltas ya lo vimos, paramos la furgoneta, Julia fue para que nos abrieran la puerta, ya que ésta estaba cerrada a cal y canto (más tarde durante el viaje ya entenderíamos porqué) y así fue como llegamos sanos y salvos y dispuestos a pasar nuestra primera noche en Honduras.

Mención aparte merece el hotel, que era un tanto decadente y la habitación era sucia, con cables eléctricos pelados y a la vista, un aparato de aire acondicionado de hacía varias décadas que emitía un ruido ensordecedor y un lavabo a los pies de la cama. Y el baño no es que fuera mucho mejor, un wc y una ducha con un trozo de tubería colgando que hacía las veces de alcachofa para el agua, en fin, sin comentarios.

Habíamos comprado un bocata en el aeropuerto de El Salvador para la cena, ya que imaginábamos que no saldríamos de noche (cosa que después pudimos confirmar), pero de repente a uno y al otro se nos quitó la gana de golpe, y con este panorama decidimos acostarnos e intentar que la noche pasara lo antes posible y sin ningún tipo de percance.¡Buenas noches!, por decir algo. Ja, ja, ja

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