Islas de Lewis y Harris ✏️ Travel Journeys of United KingdomEspectacular recorrido por la zona meridional de la isla de Lewis y la mitad septentrional de Harris.Travelogue: Escocia e Islas Hebridas⭐ Points: 4 (2 Votes) Travelogues: 9 Localization: United KingdomHoy es el día clave del viaje. Recorreremos en autobús el sur de la isla de Lewis y nos adentraremos en Harris para descubrir a pie una de las playas más espectaculares del mundo: Luskentyre Beach. El día está totalmente despejado, el sol brilla con fuerza desde primeras horas de la mañana y gozamos de una temperatura excepcional para realizar una placentera excursión. Tras un copioso y excelente desayuno en nuestra pensión, tomamos hacia las 8.30 de la mañana el autobús hacia Tarbert, pequeña aldea portuaria que conecta el sur de Lewis y Harris con la isla de Skye. En la ruta hacia Tarbert, el paisaje llano característico del norte de Lewis y de las cercanías de Stornoway va tornándose en un terreno montañoso de colinas romas y espectaculares montañas lirondas con fiordos que surgen junto al mar. La naturaleza salvaje se adueña del territorio y las ovejas se internan en la abrupta carretera por la que circulamos haciendo detener el tráfico. En una hora hemos llegado a Tarbert, un minúsculo pueblo en donde tenemos que conectar con un minibús que nos conducirá hasta el sur de Harris, aunque nosotros nos bajaremos en la playa de Luskentyre, a mitad de camino. En el minibús viajamos unas diez personas y tras veinte minutos serpenteando por una carretera comarcal con un paisaje fantástico y vistas espectaculares al mar, el conductor nos anuncia la parada de Luskentyre, una pequeña marquesina perdida en medio de la dehesa. Aquí comienza nuestra ruta a pie hasta alcanzar la playa. La ausencia de transporte público y el sorprendente calor hace que nos tengamos que armar de paciencia durante los más de seis kilómetros que hemos de recorrer hasta alcanzar el extremo norte de la playa. Comenzamos la andadura por un terreno rocoso surcado por un arroyo desde donde ya se divisan los gigantescos arenales de Luskentyre. Avanzamos por una estrechísima carretera de un solo carril por la que circulan coches en dos direcciones, que se apean en la cuneta para dejar paso al vehículo que transita en la dirección opuesta. A medida que se avanza por la calzada se va abriendo un paisaje sensacional digno de una playa paradisíaca: una inmensa bajamar desnuda un gigantesco terreno arenoso cortado por un río de tonalidad azul oscura. Las lenguas de arena amarilla se mezclan con el turquesa del mar y el color celeste del cielo. Colinas y promontorios verdosos se adivinan en la lejanía y el ganado pasta a ambos lados de la carretera. Una playa absolutamente virgen y salvaje anclada en una bahía rodeada de montañas. Al llegar al final de la carretera tras atravesar dos cementerios, rebaños de ovejas y casas aisladas, contemplamos una fastuosa playa de arena blanca y fina con un decorado natural hermoso: un macizo montañoso con cumbres de más de 600 metros de altura se erigen tras las olas que rompen en la playa. Descansamos en la arena y nos acercamos hasta la orilla donde admiramos las aguas transparentes de un mar no perturbado por la acción humana. Solo el sonido de las acompasadas olas y el viento dominan aquí la acústica del ecosistema, mientras la refulgencia de los colores marinos desborda un pletórico horizonte. Es en estos lugares donde uno repara en la menudencia del ser humano ante el vigor y la rabia de la naturaleza. Afortunadamente, el mal tiempo reinante en la zona, la difícil accesibilidad y la fría temperatura del agua preservan este exuberante enclave de la irreversible destrucción que lleva a cabo el turismo. Caminamos de vuelta a lo largo de la playa bañando los pies en el mar. A la derecha, las olas y el promontorio de la cercana y diminuta isla de Taransay; a la izquierda, la arena y las dunas; enfrente, el río y la bahía; y detrás, las montañas y la batiente furia del mar. Un entorno sublime en el que merece la pena frotarse varias veces los ojos para cerciorarse de que tales rincones celestiales aún forman parte de nuestro planeta. Al llegar al impoluto río que desemboca en la playa, giramos a la izquierda para recobrar la senda de la carretera por la que accedimos al principio. Para ello, tenemos que subir por unas pequeñas dunas y esquivar uno de los cementerios a través de un sendero poco transitado. La vuelta por el asfalto se hace con un sol espléndido y en plena subida de la marea, la cual engulle en pocas horas gran parte de los arenales de la bahía. En definitiva, Luskentyre ha sido lo mejor del viaje, un espectáculo natural en el que hemos empleado varias horas y recorrido más de doce kilómetros entre arena, tierra y asfalto. Hay que tener una decente condición física para realizar todo el trayecto a pie, ya que implica la ascensión de pequeñas cotas anexas a la playa. La caminata y el cansancio bien han valido la pena, aunque el trayecto solo es posible durante los escasos días de buen tiempo que se pueden disfrutar en la zona. Cabe recalcar que hay que ir provisto de comida y bebida desde Tarbert o Stornoway, pues durante el recorrido no encontramos un solo establecimiento en donde comprar ni siquiera agua. El retorno a Tarbert lo hacemos en otro minibús y durante el recorrido paralelo al mar, podemos contemplar en la lejanía las siluetas de las cumbres de la isla de Skye. Cuando llegamos a Tarbert, compramos unas bebidas y un helado en un economato local y nos dirigimos una hora más tarde de vuelta a Stornoway, de nuevo recorriendo en autobús montañas y fiordos. Al llegar a Stornoway, decidimos comer de nuevo en el centro cultural An Lanntair para visitar a continuación el castillo de la ciudad. Pasamos por el ayuntamiento en dirección al puerto deportivo y cruzamos un arroyo hasta entrar en un frondoso jardín que nos conduce a la parte trasera del castillo de Lews, un edificio neogótico situado en una colina y flanqueado por diversas torres. Desde este cerro se puede observar una bonita panorámica de la ensenada y el puerto de Stornoway. Descansamos unos minutos en el césped a los pies del castillo y visitamos algunos de los pasillos y salas de su interior, reconvertidos en cafés y salas de congresos. A estas horas de la tarde, el cansancio ya ha hecho mella y con diligencia queremos volver al hotel, aunque antes hacemos una parada en el supermercado Tesco para proveernos de frutas y agua. El día termina con unos veinte kilómetros en nuestras piernas y mañana el ferry parte para Ullapool a las siete de la mañana, por lo que urge dormir pronto. Index for Blog: Escocia e Islas Hebridas
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