Sara es de Alicante y lleva dos meses colaborando para La Esperanza. Tenía intención de pasar sus últimos días en Nicaragua en las Corn Islands (Islas del Maíz), un remoto y paradisíaco rinconcito de la costa caribeña nica. Me propuso que la acompañara y me apunté al plan. Mis días en Nicaragua también estaban tocando a su fin y era la única posibilidad que me quedaba de vivir un poco la costa caribe de Nicaragua, la costa miskita, antes de partir hacia Costa Rica para coger mi vuelo de vuelta a Barcelona. Por otro lado, todavía quedaban restos de la nostalgia por la marcha de Nayeli y unos días en un rinconcito perdido del caribe con el buen rollo que había con Sara me vendrían de maravilla.
Las Corn Islands se encuentran a unos setenta kilómetros mar adentro al este de Bluefields, en el sur de la costa caribeña de Nicaragua. Las componen dos islas, la grande (Big Corn) y la pequeña (Little Corn). Hay dos maneras de llegar a las Corn Islands desde Managua. Por tierra (autobús desde Managua hacia la localidad de El Rama, panga hasta Bluefields y barco hasta Big Corn, 16 horas/40$, i/v) y por aire (vuelo Managua-Big Corn, Aerolíneas La Costeña, 45 minutos, 150$, i/v). No disponíamos de muchos días por lo que con Sara optamos por volar hasta Big Corn.
*** Imagen borrada de Tinypic *** Captain D. Barco Bluefields-Big Corn.
Dos días antes de partir, hubo tres incorporaciones inesperadas. Silvia (Madrid) y Nuria y Laura (Barcelona). A pesar del buen rollito que había con todas ellas, no me seducía mucho la idea de ir con tanta gente ya que me apetecía tranquilidad absoluta para poder sacudirme de encima la empanada mental de Nayeli. “En fin, a disfrutarlo como sea”, pensé.
El vuelo de Managua hacia la Big Corn Island no destila tanta aventura como el trayecto por tierra pero te permite contemplar la increíble frondosidad de la Nicaragua central. Un inmenso pedazo de tierra cubierto de bosques con contadas poblaciones que se extiende hasta la costa caribeña nicaragüense. En menos de una hora de vuelo pasas del bullicio de Managua a la deliciosa sensación del aire caliente y húmedo característica del caribe. Del aeropuerto de la Big Corn island hasta el puerto no deben haber más de quinientos metros en línea recta pero la pista de aterrizaje hace que tengas que caminar cerca de dos kilómetros para llegar. Por 1$ un taxi te solventa la caminata bajo un sol abrasador. Nos dirigíamos directamente a la Little Corn Island. Para ello hay que coger una barca en el puerto de Big Corn, esperar pacientemente a que se llene bajo un sol sofocante y disfrutar de media hora de trayecto en mar abierto (Barca Big Corn island-Little Corn island, 10$ trayecto).
*** Imagen borrada de Tinypic *** Barca Big Corn-Little Corn.
Andábamos buscando el Grace´s Place (Habitación cuádruple con baño, 30$). Para llegar hay que recorrer toda la calle principal desde el malecón y girar a la izquierda al final de ésta para llegar al otro lado de la isla. Un estrecho sendero de tierra flanqueado por exuberante vegetación tropical te deja en el otro lado en apenas cinco minutos.
*** Imagen borrada de Tinypic *** Llegada a Little Corn.
*** Imagen borrada de Tinypic *** Little Corn, cruzando la isla.
El Grace´s Place tiene mucho encanto si no vienes buscando grandes lujos. Varias cabañas de madera se disponen alrededor de un sencillo restaurante central a pie de playa. Música caribeña envuelve el ambiente mientras caminas sobre la arena blanca, blanquísima, contemplando los increíbles tonos turquesa del mar antes de zambullirte en sus aguas cristalinas, una maravilla.
*** Imagen borrada de Tinypic *** Grace's Place.
*** Imagen borrada de Tinypic *** Grace's Place.
*** Imagen borrada de Tinypic *** Playa Grace's Place.
Tras un refrescante baño la panza rugía y pusimos remedio de inmediato. En el grupo se respiraba una especie de borrachera ambiental fruto de la preciosidad del escenario que nos rodeaba, muy contagiosa. El ambiente era magnífico pero de nuevo sentí la necesidad de perderme por mi cuenta para escribir un poco y quedé con Nuria, Laura y SIlvia para ver la puesta en el otro lado de la isla.
La “Calle principal” de Little Corn no tiene pasos cebra ni semáforos porqué sencillamente en la isla no hay vehículos de ningún tipo. Un simple camino pavimentado que discurre paralelo al mar te lleva hasta el “Centro” (un par de bares, un centro de buceo, varias pulperías y el malecón donde atracan los botes que llegan desde la Big Corn). La calma era absoluta, caminaba lentamente maravillado del espectáculo de silencio y tranquilidad que se respiraba en el ambiente. Pasé al lado de un grupo de locales atareados con el mantenimiento de las jaulas para pescar langostas ahora que la veda les obligaba a permanecer en tierra hasta nueva orden.
“Tranquilo’s Bar, tiene buena pinta”, pensé. El Tranquilo´s está en la calle principal de Little Corn, en el lado oeste de la isla, perfecto para contemplar la puesta de sol. Pedí un café….infumable, café americano inundado en litros de agua. “Puedes pedir otro sin coste adicional”, Collin me miraba con cara de buenos amigos mientras depositaba un cenicero encima de la mesa. Vestía una camiseta verde donde se podía leer “Scranton”, mi cabeza voló diez años atrás, hacia aquellos tiempos vividos en Philadelphia (Scranton es una población cercana). “Eres de Scranton, Collin?”, “Por supuesto”, respondió con una amplia sonrisa. Al comentarle que había vivido 5 años en Philly nos enfrascamos en una gratificante conversación sobre Philadelphia, sus gentes, su dureza de entrada y calidez cuando la acabas conociendo, un auténtico viaje al pasado. Collin dejó Scranton hace unos años, cansado de todo, y llegó a Little Corn donde acabó conociendo a una preciosa miskita y estableciéndose en la isla. La conversación fluyó de manera natural mientras el sol caía envuelto entre nubes. Apagué el ordenador sin haber escrito una palabra pero llevándome un gran recuerdo de ese momento que transcribo ahora, dos meses después.
*** Imagen borrada de Tinypic *** Tranquilo's Bar. Collin.
Cuando llegué al Grace´s Place, las últimas luces vespertinas estaban despidiéndose hasta el día siguiente. Silvia, Nuria y Laura estaban sentadas en la playa y me uní al grupo. Una cálida brisa envolvía el ambiente mientras las olas rompían suavemente delante nuestro. Silencio. Silvia y Nuria se levantaron “Nos vamos a duchar, ahora volvemos”………..y nunca volvieron. No sé cuanto tiempo pasó pero sí sé que tuve la sensación de que se había detenido. Tampoco sé cómo empezó la conversación con Laura pero quizás eso sea lo de menos. Sensaciones en la isla, necesidades viajeras, búsqueda constante de nuevas experiencias, cuestionamiento incansable de los convencionalismos, necesidad de libertad personal, renuncias personales para conseguirlo, …..todas la ideas fluían bajo un cielo increíblemente estrellado y parecían conectarnos de manera natural, sin formalismos predeterminados.
Aunque el momento era de aquellos para enmarcar, yo andaba del revés. Mi cabecita había venido a Little Corn buscando calma y tranquilidad y en este momento se enfrentaba a algo tan imprevisto como atractivo. Ella todavía andaba resacosa con la experiencia con Nayeli, como queriendo guardar una absurda fidelidad con alguien que había entrado en mi vida, dejado una profunda huella y marchado para seguir con la suya. Incapaz de reaccionar opté por la pasividad y me estiré sobre la arena de Little Corn mientras escuchaba las palabras de Laura entremezcladas con el sonido de las olas rompiendo en nuestras narices. “Ahora me tomaría una copa de vino blanco, te apetece?”. Por supuesto.
Al llegar al restaurante del Grace’s Nuria y Silvia nos miraban con sonrisita maliciosa de “Qué cojones pasa entre vosotros?”, cuando no había pasado “nada” pero en realidad había pasado mucho. Se fueron a tomar una copa al Tranquilo´s. “Nos vemos ahí, vale?”…..nunca llegamos a ir. Sauvignon fresquito, música tranquila y un pequeño recorrido por nuestros pasados sentimentales dieron paso a una sencilla frase. “Bueno, Xavi, vamos, no?”. Me quedé mirando fíjamente a Laura, “A la playa?”….“..o a la cabaña”, contestó ella con absoluta naturalidad. Pude notar un “click” en mi cabecita, como si algún interruptor se hubiera desconectado para dejar abierto el circuito de las emociones presentes y por fin, me pude dejar llevar sin lastres de momentos pasados. Por un momento pensé que entraba en el famoso tópico “Un clavo quita otro clavo”, pero tenía la sensación de que había algo más. Algo que sólo el tiempo tendría la capacidad de desvelar.
No fuimos a la playa, no. Entramos en la cabaña y cerramos la puerta. Desde aquí, “Gracias, Laura”. Buenas noches.
Las Corn Islands se encuentran a unos setenta kilómetros mar adentro al este de Bluefields, en el sur de la costa caribeña de Nicaragua. Las componen dos islas, la grande (Big Corn) y la pequeña (Little Corn). Hay dos maneras de llegar a las Corn Islands desde Managua. Por tierra (autobús desde Managua hacia la localidad de El Rama, panga hasta Bluefields y barco hasta Big Corn, 16 horas/40$, i/v) y por aire (vuelo Managua-Big Corn, Aerolíneas La Costeña, 45 minutos, 150$, i/v). No disponíamos de muchos días por lo que con Sara optamos por volar hasta Big Corn.
*** Imagen borrada de Tinypic *** Captain D. Barco Bluefields-Big Corn.
Dos días antes de partir, hubo tres incorporaciones inesperadas. Silvia (Madrid) y Nuria y Laura (Barcelona). A pesar del buen rollito que había con todas ellas, no me seducía mucho la idea de ir con tanta gente ya que me apetecía tranquilidad absoluta para poder sacudirme de encima la empanada mental de Nayeli. “En fin, a disfrutarlo como sea”, pensé.
El vuelo de Managua hacia la Big Corn Island no destila tanta aventura como el trayecto por tierra pero te permite contemplar la increíble frondosidad de la Nicaragua central. Un inmenso pedazo de tierra cubierto de bosques con contadas poblaciones que se extiende hasta la costa caribeña nicaragüense. En menos de una hora de vuelo pasas del bullicio de Managua a la deliciosa sensación del aire caliente y húmedo característica del caribe. Del aeropuerto de la Big Corn island hasta el puerto no deben haber más de quinientos metros en línea recta pero la pista de aterrizaje hace que tengas que caminar cerca de dos kilómetros para llegar. Por 1$ un taxi te solventa la caminata bajo un sol abrasador. Nos dirigíamos directamente a la Little Corn Island. Para ello hay que coger una barca en el puerto de Big Corn, esperar pacientemente a que se llene bajo un sol sofocante y disfrutar de media hora de trayecto en mar abierto (Barca Big Corn island-Little Corn island, 10$ trayecto).
*** Imagen borrada de Tinypic *** Barca Big Corn-Little Corn.
Andábamos buscando el Grace´s Place (Habitación cuádruple con baño, 30$). Para llegar hay que recorrer toda la calle principal desde el malecón y girar a la izquierda al final de ésta para llegar al otro lado de la isla. Un estrecho sendero de tierra flanqueado por exuberante vegetación tropical te deja en el otro lado en apenas cinco minutos.
*** Imagen borrada de Tinypic *** Llegada a Little Corn.
*** Imagen borrada de Tinypic *** Little Corn, cruzando la isla.
El Grace´s Place tiene mucho encanto si no vienes buscando grandes lujos. Varias cabañas de madera se disponen alrededor de un sencillo restaurante central a pie de playa. Música caribeña envuelve el ambiente mientras caminas sobre la arena blanca, blanquísima, contemplando los increíbles tonos turquesa del mar antes de zambullirte en sus aguas cristalinas, una maravilla.
*** Imagen borrada de Tinypic *** Grace's Place.
*** Imagen borrada de Tinypic *** Grace's Place.
*** Imagen borrada de Tinypic *** Playa Grace's Place.
Tras un refrescante baño la panza rugía y pusimos remedio de inmediato. En el grupo se respiraba una especie de borrachera ambiental fruto de la preciosidad del escenario que nos rodeaba, muy contagiosa. El ambiente era magnífico pero de nuevo sentí la necesidad de perderme por mi cuenta para escribir un poco y quedé con Nuria, Laura y SIlvia para ver la puesta en el otro lado de la isla.
La “Calle principal” de Little Corn no tiene pasos cebra ni semáforos porqué sencillamente en la isla no hay vehículos de ningún tipo. Un simple camino pavimentado que discurre paralelo al mar te lleva hasta el “Centro” (un par de bares, un centro de buceo, varias pulperías y el malecón donde atracan los botes que llegan desde la Big Corn). La calma era absoluta, caminaba lentamente maravillado del espectáculo de silencio y tranquilidad que se respiraba en el ambiente. Pasé al lado de un grupo de locales atareados con el mantenimiento de las jaulas para pescar langostas ahora que la veda les obligaba a permanecer en tierra hasta nueva orden.
“Tranquilo’s Bar, tiene buena pinta”, pensé. El Tranquilo´s está en la calle principal de Little Corn, en el lado oeste de la isla, perfecto para contemplar la puesta de sol. Pedí un café….infumable, café americano inundado en litros de agua. “Puedes pedir otro sin coste adicional”, Collin me miraba con cara de buenos amigos mientras depositaba un cenicero encima de la mesa. Vestía una camiseta verde donde se podía leer “Scranton”, mi cabeza voló diez años atrás, hacia aquellos tiempos vividos en Philadelphia (Scranton es una población cercana). “Eres de Scranton, Collin?”, “Por supuesto”, respondió con una amplia sonrisa. Al comentarle que había vivido 5 años en Philly nos enfrascamos en una gratificante conversación sobre Philadelphia, sus gentes, su dureza de entrada y calidez cuando la acabas conociendo, un auténtico viaje al pasado. Collin dejó Scranton hace unos años, cansado de todo, y llegó a Little Corn donde acabó conociendo a una preciosa miskita y estableciéndose en la isla. La conversación fluyó de manera natural mientras el sol caía envuelto entre nubes. Apagué el ordenador sin haber escrito una palabra pero llevándome un gran recuerdo de ese momento que transcribo ahora, dos meses después.
*** Imagen borrada de Tinypic *** Tranquilo's Bar. Collin.
Cuando llegué al Grace´s Place, las últimas luces vespertinas estaban despidiéndose hasta el día siguiente. Silvia, Nuria y Laura estaban sentadas en la playa y me uní al grupo. Una cálida brisa envolvía el ambiente mientras las olas rompían suavemente delante nuestro. Silencio. Silvia y Nuria se levantaron “Nos vamos a duchar, ahora volvemos”………..y nunca volvieron. No sé cuanto tiempo pasó pero sí sé que tuve la sensación de que se había detenido. Tampoco sé cómo empezó la conversación con Laura pero quizás eso sea lo de menos. Sensaciones en la isla, necesidades viajeras, búsqueda constante de nuevas experiencias, cuestionamiento incansable de los convencionalismos, necesidad de libertad personal, renuncias personales para conseguirlo, …..todas la ideas fluían bajo un cielo increíblemente estrellado y parecían conectarnos de manera natural, sin formalismos predeterminados.
Aunque el momento era de aquellos para enmarcar, yo andaba del revés. Mi cabecita había venido a Little Corn buscando calma y tranquilidad y en este momento se enfrentaba a algo tan imprevisto como atractivo. Ella todavía andaba resacosa con la experiencia con Nayeli, como queriendo guardar una absurda fidelidad con alguien que había entrado en mi vida, dejado una profunda huella y marchado para seguir con la suya. Incapaz de reaccionar opté por la pasividad y me estiré sobre la arena de Little Corn mientras escuchaba las palabras de Laura entremezcladas con el sonido de las olas rompiendo en nuestras narices. “Ahora me tomaría una copa de vino blanco, te apetece?”. Por supuesto.
Al llegar al restaurante del Grace’s Nuria y Silvia nos miraban con sonrisita maliciosa de “Qué cojones pasa entre vosotros?”, cuando no había pasado “nada” pero en realidad había pasado mucho. Se fueron a tomar una copa al Tranquilo´s. “Nos vemos ahí, vale?”…..nunca llegamos a ir. Sauvignon fresquito, música tranquila y un pequeño recorrido por nuestros pasados sentimentales dieron paso a una sencilla frase. “Bueno, Xavi, vamos, no?”. Me quedé mirando fíjamente a Laura, “A la playa?”….“..o a la cabaña”, contestó ella con absoluta naturalidad. Pude notar un “click” en mi cabecita, como si algún interruptor se hubiera desconectado para dejar abierto el circuito de las emociones presentes y por fin, me pude dejar llevar sin lastres de momentos pasados. Por un momento pensé que entraba en el famoso tópico “Un clavo quita otro clavo”, pero tenía la sensación de que había algo más. Algo que sólo el tiempo tendría la capacidad de desvelar.
No fuimos a la playa, no. Entramos en la cabaña y cerramos la puerta. Desde aquí, “Gracias, Laura”. Buenas noches.