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Tras un sueño más que reparador, y un desayuno buffet realmente espectacular, nos recogió Moses para dirigirnos al aeropuerto Wilson, de vuelos internos, donde tomaríamos la avioneta que nos llevaría, por fin, al Mara. Comimos en el aeropuerto (por cierto, hasta llegar tuvimos oportunidad de apreciar el tráfico de Nairobi, y lo que es conducir allí, os aseguro toda una experiencia…) y partimos rumbo al Mara. El vuelo en avioneta fue una pasada, nos encantó sobrevolar la sabana y cuando aterrizamos, allí estaba Jose, esperándonos, y dispuesto a hacernos recuperar el tiempo perdido, junto con Tipira y Lesaloi, dos masais que nos acompañaron en este safari en ruta hacia el camp.
Tipira es un guerrero masai que ahora trabaja con Jose como rastreador. Se encarga de ir buscando a los animales durante el safari, y es realmente un espectáculo verlo en acción. Esta es otra de las cosas que tiene el Enkewa y no los demás operadores. Poder ir con un auténtico masai, con su historia y su vida, ver cómo observa las huellas en el barro, el movimiento de las manadas para deducir dónde pueden estar los animales, en verdad no tiene precio.
En este sentido, decir que Jose trabaja con masais, pues tiene una vinculación muy fuerte con la comunidad. De hecho, casi todo su personal es masai. No se trata de personas que se disfracen de masais, te bailen, salten y coloquen el sombrero de jefe de la tribu. Son chicos que viven en aldeas cercanas, que visten como en su día a día, y que te tratan con absoluta normalidad. No tuvimos, pues, “espectáculo” masai, pero lo que vivimos, y os iré contando, superó con creces cualquier “representación folclórica”.
Volviendo a este primer safari, no os voy a aburrir con tooooodos los animales que vimos por el camino, pero sí os destacaré una manada de elefantes, ya que fueron nuestros primeros animales, y un guepardo, con el que tuvimos la suerte de pasar un rato a solas.
Esta es una de las ventajas del Enkewa, la soledad en el avistamiento de animales. Los vehículos están completamente adaptados al terreno. De ellos, la Poderosa, que nos acompañó durante nuestra estancia en el Mara, está hecha a medida, de manera que es casi un “reflejo automovilístico” del propio Jose, y los que lo conozcáis sabréis a lo que me refiero. Este tipo de vehículo y concepto de safari permite ir donde y por donde nadie va, de manera que vives momentos absolutamente impagables, lejos de la multitud de coches “estándar” de otros tours, y del inaguantable sonido de las radios comunicándose (en Enkewa no usan radio). Ya iréis viendo en fotos lo que os comento.
También os dejo unas fotos de una manada de leones jóvenes (nuestros primeros leones!!!), topis, y una manada de búfalos (que vistos a pocos metros impresionan, y mucho).
Y así, comenzó a atardecer, momento para el fuimos a un sitio excepcional donde ver la puesta de sol comiendo algo. El lugar era precioso, y, mientras yo montaba el trípode de la cámara, sacaron una mesa, banquetas, y un motón de comida. Tipira y Lesaloi encendieron un fuego usando el sistema de frotar troncos (impresionante) y así pasamos nuestro primer atardecer en la sabana, con un buen vinito, y habiendo olvidado completamente las peripecias pasadas hasta llegar a ese momento.
Una vez se hizo de noche, fuimos al campamento. Nuestro primer contacto con el Enkewa fue de sueño. Nada más llegar, unos chicos masais se acercaron a nosotros con una jarra de agua caliente y una palangana para lavarnos las manos. El campamento estaba iluminado sólo por la luna y por candiles, además de la luz de las tiendas, y, en principio, seríamos los dos únicos habitantes, junto a Jose, Marta (su nueva socia, una mujer muy valiente que lo ha dejado todo por África, simpática y amante del café) y los chicos masais. De verdad, parecía que estábamos en otro mundo. Jose nos acompañó a nuestra tienda. Una maravilla, con muchísimos detalles. Un lujo en mitad de la sabana. La ducha es con agua caliente vertida en un depósito al momento por el personal masai. Les avisas y en cinco minutos te la tienen lista. Y así lo hicimos. Tras la ducha, fuimos a cenar, y vaya cenas!!! Y qué postres!!! El cocinero, Charles es también keniata, pero ha hecho cursos de cocina adaptada podíamos decir al gusto occidental, y, menudas cenas nos pegamos!!! Sopita de primero, plato de carne y postre, cada día variando… una auténtica pasada!!!
Y ya cenados, nos fuimos a dormir. Llevábamos sólo unas horas en el Mara, pero parecían días. Los chicos masais velarían durante la noche el fuego y nuestros sueños, pues en la montaña que hay detrás del campamento viven dos leopardos y, en fin, hay que cuidar sus escapadas nocturnas… Al día siguiente nos despertarían a las 05.30h, para salir a primera hora de la mañana, y ver amanecer ya en ruta. Menudo día nos esperaba!!!
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