Nuestros planes para el domingo eran visitar la catedral y pasear por Triana. El hecho de ser domingo condicionó los planes, ya que ese día solo se puede visitar la catedral por la tarde.
Comenzamos el día lluvioso visitando Triana, con una guía que nos encontramos en el apartamento. Ya habíamos recorrido varias veces la calle Castilla, pero esta vez nos paramos en los detalles. Vimos el corral de las Flores y algunos otros patios decorados, el Callejón de la Inquisición, que llevaba al Castillo de San Jorge, que fue sede de la Inquisición. También vimos el Centro de Cerámica de Triana, y paseamos por la calle Alfarería, con casas ricamente decoradas de azulejos y es que Triana fue el barrio de los alfareros, de lo que están muy orgullosos.
Después subimos por la calle San Jacinto, para ver la capilla de la Virgen de la Estrella y la Parroquia de San Jacinto. Volvimos sobre nuestros pasos hasta llegar a la Plaza del Altozano para desviarnos a la derecha por la calle Pureza, donde vimos la Capilla de los Marineros, y al final la Parroquia de Santa Ana, sencilla pero muy bonita.
Lo cierto es que nos pareció un barrio que, a pesar de ser turístico, conserva mucho de auténtico, de gente que vive allí, con pequeños comercios que podrías encontrar en tu barrio. Y mucho orgullo de trianero, como se veía en los azulejos en las puertas de las casas de "Aquí vive gente de Triana".
Dejamos Triana y fuimos a Sevilla (como dicen por allí). Para el último día nos había quedado visitar la catedral, pero por los domingos por la mañana no está abierta para visitas, así que tuvimos que dejarlo para después de comer. Dedicamos el resto de la mañana a callejear y visitar algunas iglesias. La primera que nos encontramos fue la Iglesia de la Magdalena, que estaba abierta y entramos a curiosear. Nos gustó mucho por el colorido de sus frescos y el retablo.
Seguimos el paseo bajo una llovizna que no invitaba mucho a pasear (aunque ya se sabe que la lluvia en Sevilla es una maravilla) y llegamos hasta las llamadas Setas de Sevilla, el Metropol Parasol. Esta moderna construcción en el centro de Sevilla ha generado mucha polémica y tiene firmes defensores y detractores. Hay una terraza y un mirador, pero tal y como estaba el día decidimos no subir.
Lo siguiente que visitamos fue la Iglesia del Salvador. Habíamos leído que se visitaba con una entrada conjunta con la de la catedral, pero no encontramos nadie que nos pidiera entrada, así que entramos y le dedicamos un buen rato, ya que nos gustó mucho, ya que sus 14 retablos son realmente bonitos, con unos detalles impresionantes.
Antes de comer paseamos por el Barrio de Santa Cruz, que esa mañana estaba muy tranquilo, y aprovechamos para fijarnos en detalles, curiosear algunos patios...
Habíamos quedado para comer con dos foreras en Triana, así que volvimos a cruzar el puente. Comimos en el restaurante Las Golondrinas, que estaba hasta arriba de gente. Nos acomodaron en el salón que tienen arriba, con una bonita decoración de azulejos. El servicio era lento, aunque por lo menos eran agradables. Las raciones estaban muy buenas y eran muy abundantes. Comimos muy bien y pasamos un rato muy agradable.
Nos despedimos y nos fuimos a visitar la catedral. Ya sé que ese día cruzamos el puente unas cuantas veces, un pequeño fallo de organización al no contar con el horario de la catedral. La cola para comprar las entradas era bastante larga, creo que esperamos casi media hora.
Compramos la entrada (9 euros) y empezamos la visita. Lo primero que nos llamó la atención es su tamaño, es la tercera catedral más grande del mundo. Yo había estado de pequeña, pero apenas la recordaba. Es una de las últimas catedrales góticas de España, con influencias del estilo renacentista. Está construida sobre lo que era la Gran Mezquita en el siglo XII, de la que solo quedan la Giralda y el Patio de los Naranjos.
La visita la hicimos en el sentido de las agujas del reloj. Primero visitamos la parte posterior y pasamos al Pario de los Naranjos, que era primitivamente el patio de abluciones de la mezquita almohade. En esta época del año os podéis imaginar que estaba precioso y el olor era embriagador.
Como curiosidad, colgado del techo hay un lagarto, que nos dejó desconcertados. Buscamos información en internet y resulta que se trata de una leyenda sevillana que transcribo aquí:
El Sultán de Egipto quiso pedir la mano de Doña Berenguela, la hija de Alfonso X, rey de Castilla. Para ello obsequió al rey con un colmillo de elefante, una jirafa domesticada y un cocodrilo del Nilo vivo y enjaulado.
Sin embargo Alfonso X no aceptó la propuesta y aún menos Doña Berenguela así que, de manera cortés, devolvió al Sultán de Egipto la embajada y diversos obsequios mientras que los regalos ofrecidos por el Sultán se quedaron en Sevilla.
El cocodrilo y la jirafa estuvieron en los jardines del Alcázar hasta que fallecieron. Tras su muerte, el cocodrilo fue disecado y colgado en el Patio de los Naranjos de la Catedral, junto con el freno o bocado de la jirafa y el colmillo de elefante. La vara de mando del asistente que mandó el rey Alfonso X para mediar con el Sultán también se colocó ahí tras su regreso.
El cocodrilo finalmente se pudrió y se hizo otro de madera pintado de verde. Con motivo de unas obras de enlucimiento del techo, se descolgó el cocodrilo en algún momento entre los siglos XVII y XVIII y en su boca se introdujeron unos documentos que contaban esta historia.
Después subimos a La Giralda. La torre mide 97 metros, pero la subida se hace muy cómoda, ya que va por rampas (solo tiene escalones en la parte superior). Además, en cada rampa hay ventanas, de manera que mientras se sube se va uno asomando para disfrutar de las vistas de la ciudad y de las cubiertas de la Catedral, viendo como cambian a medida que se gana altura. También hay un par de pequeñas salas a medio camino con exposiciones. En definitiva, que merece mucho la pena subir, las vistas son magníficas, y es el símbolo por excelencia de la ciudad de Sevilla.
Cuando bajamos nos fuimos a ver el retablo del altar mayor, una verdadera maravilla, me quedé embelesada un buen rato contemplando la obra de arte, con tanto detalle que me perdía, imposible fijarse en todo.
Vimos el coro y resto de la catedral, que me pareció magnífica. Curioso espejo que tienen puesto para observar el bóveda sin acabar con dolor de cuello.
Por último visitamos las dependencias anexas, como el antecabildo y la sala capitular, con unas bóvedas muy bonitas. O el tesoro catedralicio. Estuvimos hasta la hora de cierre de la catedral.
La visita a la catedral fue el broche de oro a un fin de semana muy intenso en Sevilla. Volvimos al apartamento, recogimos nuestras cosas y pusimos rumbo a casa, un poco más tarde de lo esperado, pero muy contentos. Por fin habíamos saldado la deuda pendiente con Sevilla, y estando tan cerca, no descarto volver pronto para ver mucho de lo que nos quedó pendiente.