En Semana Santa, decidimos aprovechar nuestra visita a la playa haciendo posada y fonda a mitad de camino hacia Alicante. Hacía tiempo que queríamos visitar tanto Alarcón como Alcalá del Júcar, así que éste nos pareció un momento muy apropiado. Daban un tiempo fenomenal por toda España y saliendo el miércoles santo por la mañana podríamos (o eso pensábamos) podríamos evitar el atasco en la carretera hacia la costa.
Itinerario desde Madrid según GoogleMaps.


Salimos sobre las diez (al ser día laborable en Madrid tampoco convenía salir más temprano porque nos encontraríamos con los atascos habituales) y ya encontramos mucho tráfico. No llegamos a parar, pero el trayecto se hizo un tanto pesado hasta Honrubia por la A-3. Allí nos desviamos por la N-III (antigua nacional de Valencia), que estaba prácticamente desierta. Nos sorprendió, quizás sea una alternativa a considerar en algunas ocasiones. Desde Honrubia hasta Alarcón apenas hay 23 kilómetros. El trayecto total desde Madrid es de 192 kilómetros, que se pueden hacer en unas dos horas y cuarto, aproximadamente. Nosotros tardamos algo más por las retenciones. Por cierto que si vais a utilizar GoogleMaps, tenéis que poner como destino “Parador de Alarcón” porque de lo contrario, el GPS lleva por un sitio equivocado. Menos mal que el navegador del coche nos solucionó la papeleta. El caso es que después de cruzar el puente sobre el Pantano de Alarcón, donde paramos a echar un vistazo (no tiene nada de particular), seguimos por la N-III hasta el cruce con la CUV-8033, que lleva directamente al pueblo en un par de kilómetros.
El último tramo del trayecto, pasado Honrubia.
Pantano de Alarcón.


Pantano de Alarcón.

La primera vista de Alarcón es impresionante, no es de esos pueblos que llenan la carretera como digo a veces, sino que lo que aparece ante los ojos es como una de esas postales que vemos en los quioscos, sobre todo en un día tan bonito y soleado como aquel miércoles santo. La imagen quizás llega demasiado pronto, sería mejor guardar un poquito más tiempo la incógnita. Pero no importa. Hay que detener el coche (hay sitio más que suficiente), bajarse y disfrutar un buen rato con lo que se nos ofrece: varias torres vigías, un pueblo amurallado con su estratégico castillo aposentado sobre una roca que se yergue en un meandro formado por las aguas turquesas del río Júcar, con su puente y todo. Lo único que sobran son algunos cables y torretas, pero no suele haber nada perfecto en el deambular del turista.

En resumidas cuentas, antes de entrar en Alarcón ya te llevas la sensación de que el viaje ha merecido la pena, aunque solo sea por el escenario.



Después de estar un ratito en el mirador, cogimos de nuevo el coche y nos dirigimos al pueblo, pasamos la Torre de Armas y cruzamos la Puerta del Campo, abierta en la imponente muralla, desde la que se tiene una vista espectacular de la fortaleza y que pareció trasladarnos directamente en la Edad Media. Se atraviesan dos puertas más hasta llegar al pueblo, en el que hay dos aparcamientos principales, uno al final de la calle que va a la Plaza Mayor (también llamada del Infante Don Juan Manuel) y otro según se llega girando a la derecha, en el exterior del Castillo, que actualmente funciona como Parador Nacional. Como teníamos intención de almorzar en el restaurante del Parador, dejamos allí el coche y reservamos mesa. Después fuimos a dar una vuelta tranquila por el pueblo, que es bastante pequeño y se recorre en poco tiempo. Fuimos hasta la Oficina de Turismo, donde nos dieron información y un plano, por el que me cobraron 0,50 euros.
Puerta del Campo.
Estampa del castillo al entrar en Alarcón


Estampa del castillo al entrar en Alarcón


Pero antes de empezar el recorrido, como de costumbre, consulté unos datos sobre Alarcón, que se encuentra a 89 kilómetros de Cuenca capital y que tiene actualmente un censo de poco más de centenar y medio de habitantes. Por estos lugares anduvieron íberos y romanos, pero fueron los árabes quienes le dieron su nombre, que significa “la fortaleza”, debido al primitivo castillo que empezaron a construir durante el siglo VIII en un lugar estratégico impresionante. Tras varios meses de asedio, los cristianos conquistaron la plaza fuerte en 1184. El castillo sufrió diversas vicisitudes y en él escribió parte de su obra el infante Don Juan Manuel (n. 1282/m.1348), cuyo recuerdo aparece por todo el pueblo, con interesantes citas de sus pensamientos, muchos de los cuales nos parecieron curiosamente válidos en nuestros días. Alarcón alcanzó su máximo esplendor a finales del siglo XV, cuando se convirtió en residencia de Juan Pacheco, Primer Marqués de Villena (título que le concedió Enrique IV de Castilla), que encargó su restauración y el refuerzo de las murallas, conformando uno de los sistemas defensivos más importantes de España. En esta fortaleza se fraguaron confabulaciones, traiciones y litigios entre los Reyes Católicos y el marqués, ya que éste apoyó la causa de Juana, la Beltraneja, frente a Isabel de Castilla.

Citas del Infante Don Juan Manuel.


Alarcón fue declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1981 y su castillo restaurado en 1996 y convertido en Parador Nacional de cuatro estrellas. Por cierto que miré para pasar allí la noche, pero no había disponibilidad y, además, los precios me quitaron las ganas: un mínimo de 150 euros por noche, la habitación estándar, incluida oferta de “amigos de los paradores”. Me pareció muy caro, la verdad. Así que nos conformamos con ir al restaurante a almorzar. Por lo demás, la mayor parte del recinto está reservado para los clientes y solamente se puede visitar libremente el patio con galería porticada.
Parte posterior del castillo, por donde se entra al Parador Nacional.
Patio porticado.


Patio porticado.

Ya puestos, diré que la comida estuvo bien, pero nos gustó menos que en otras ocasiones y, consecuentemente, el precio nos pareció elevado: 73 euros en total para los dos. Nos pusieron una cesta con surtido de panes y un entrante de cortesía con morteruelo conquense y caldo casero. Pedimos croquetas variadas (de ibéricos, morcilla y bacalao, muy buenas), judiones con matanza, perdiz escabechada y de postre hojaldres con helado de fresa y chocolate caliente (no me gustó) y helado casero de queso con membrillo (muy rico), una cerveza, dos copas de vino y una botella de agua. En el pueblo hay otros restaurantes que seguramente están bien y a precios más económicos.
Comida y comedor.


Como ya he comentado, el pueblo es muy pequeño, pero el recorrido por sus calles resulta interesante. Aparte del castillo y su ubicación, lo principal para visitar es lo siguiente:
Panel informativo a la entrada del pueblo.
La Manchuela Conquense, a la que pertenece Alarcón.
Folleto y mapa turístico: cuesta 0,50 euros en la Oficina de Turismo.


La Manchuela Conquense, a la que pertenece Alarcón.

Folleto y mapa turístico: cuesta 0,50 euros en la Oficina de Turismo.

Murallas.
Hay tres en torno al castillo, rodean el pueblo, haciendo el lugar casi inexpugnable. Están formadas por torres, muros y puertas que datan desde la época árabe al renacimiento. Entre las torres se pueden citar la de Cañavate, la del Campo y la del Calabozo; las puertas más destacadas son la de Chinchilla (protege el puente del Picazo), la del Río, que conduce al Puente del Henchidero. Es muy recomendable llegar hasta la Puerta del Campo a pie, dando un paseíto para ver la fortaleza en perspectiva.
Murallas.



La mejor manera de contemplar todo el conjunto es acercarse caminando hasta los diferentes miradores que hay en las orillas opuestas del Júcar.

Plaza Mayor o del Infante Don Juan Manuel.

De típico trazado medieval, en ella se encuentran dos edificios destacados:
Ayuntamiento o Palacio del Concejo: edificio renacentista del siglo XV con galería porticada y arcos apuntados. Destacan el escudo de armas del Marqués de Villena y tres gárgolas.
Ayuntamiento o Palacio del Concejo: edificio renacentista del siglo XV con galería porticada y arcos apuntados. Destacan el escudo de armas del Marqués de Villena y tres gárgolas.

Iglesia de San Juan Bautista, del siglo XVI, estilo herreriano y puerta renacentista. Aquí nos llevamos una pequeña decepción, ya que queríamos visitar su interior que cuenta con las pinturas murales de Jesús Mateo, reconocidas por la UNESCO en 1997. Lamentablemente, no nos cuadró el horario, porque sólo abre de viernes a domingo.

En las calles adyacentes, pudimos ver también:
La Iglesia de Santa María, plateresca del siglo XVI con detalles góticos.

La Iglesia de Santo Domingo de Silos, erigida entre los siglos XV y XVI sobre otra románica del siglo XII, de la que solo se conserva la portada. Actualmente se utiliza como auditorio.

La Iglesia de la Santísima Trinidad. Es gótica y data del siglo XIII, pero tiene añadidos posteriores, destacando la portada plateresca del siglo XVI.

El Palacio de los Castañeda, de cuyo edificio primitivo del siglo XVI sólo se conserva la portada.
Ya por la tarde, tocaba dar un paseíto a pie. La verdad es que no esperábamos encontrarnos con aquellos calores todavía a mediados de abril, pero nos habíamos hecho a la idea de recorrer el sendero de la Hoz de Alarcón y no quisimos quedarnos con las ganas.
Ya por la tarde, tocaba dar un paseíto a pie. La verdad es que no esperábamos encontrarnos con aquellos calores todavía a mediados de abril, pero nos habíamos hecho a la idea de recorrer el sendero de la Hoz de Alarcón y no quisimos quedarnos con las ganas.
Calles de Alarcón.


HOZ DE ALARCÓN. Sendero PR-CU 71. Recorrido a pie.
El sendero sale del aparcamiento situado junto a la Plaza Mayor. Hay paneles informativos y está señalizado. Básicamente consiste en rodear Alarcón, que se contempla perfectamente desde varios miradores, así como también la Hoz del río Júcar. El sendero completo tiene una longitud de 8 kilómetros y se tarda en recorrer entre dos horas y dos horas y media. La ruta se encuentra señalizada con los colores blanco, rojo y amarillo. Hay una variante corta, que va por la orilla del río, con unos 3 kilómetros y una hora de caminata, y que constituye la parte final del sendero completo.
Paneles informativos de la ruta.



Hicimos el recorrido largo, que tiene vistas espectaculares. Sin embargo, también hay que decir que no resulta muy apropiado para hacerlo con sol y calor porque hay una zona sin una sola sombra. El grado de dificultad es pequeño, aunque una vez cruzado el puente, el camino que lleva a la crestería es empinadito, lo que se acusa sobre todo si pega fuerte el sol.
Iniciando la ruta.


Iniciamos la caminata por el parque público, cuesta abajo. Atravesamos la Puerta de Chinchilla y seguimos hasta el río, cruzando el Puente del Picazo, desde donde pudimos contemplar unas preciosas vistas de Alarcón, su castillo y, sobre todo, las murallas.
Puerta de Chinchilla (daba el sol de frente)
Puente del Picazo y aledaños del río.
Vistas al otro lado del río, junto al Puente del Picazo.


Puente del Picazo y aledaños del río.

Vistas al otro lado del río, junto al Puente del Picazo.

Desde aquí, comienza la subida hasta coronar el cerro, que se hizo pesadita por el calor. Ya en el alto tuvimos otra bella perspectiva del pueblo fortificado.


Aquí empezó lo peor: unos tres kilómetros por una pista polvorienta entre campos de labor, con un sol de justicia que nos aplanaba hasta el punto de tener que colocarme en la cabeza, encima de la gorra, una sobrecamisa de algodón a modo de turbante para protegerme el cuello y la cara. ¡Madre mía, qué tortura! Cuarenta minutos caminando achicharrados y sin ver absolutamente nada de interés.

Al fin, llegamos a un desvío hacia la derecha, que nos metió nuevamente en zona arbolada, con lo cual pudimos encontrar un poco de cobijo a la sombra. La pista dejó paso al sendero y descubrimos bonitos panoramas hacia los dos cañones que permiten contemplar los apretados meandros que dibuja el río Júcar, con Alarcón apareciendo nuevamente a nuestra derecha, encaramado al espolón rocoso.


Alcanzamos la Torre del Cañavate, construida por el Infante Don Juan Manuel a principios del siglo XIV en el istmo por donde se accede a la península de los Alarconcillos para proteger a la población de cualquier posible asalto enemigo.
Torre del Cañavate.


Desde allí, seguimos camino descendente hacia el río, cruzando el Puente de Tébar, momento en que el paisaje se volvió más verde y bucólico. Girando a la derecha, iniciamos el sendero corto, que va por la orilla del río, entre una espesa vegetación, por fin a la sombra. Pasados unos cuarenta minutos, volvimos a aparecer a los pies de la Puerta de Chinchilla, que atravesamos para retornar al aparcamiento donde habíamos dejado el coche estacionado.
Puente de Tebar.



Me gustó la caminata, sobre todo las vistas al principio y al final. Sin embargo, el tramo intermedio por la pista lo encontré insoportable teniendo en cuenta el calor, el sol y lo poco que daba aquello de sí. Si lo hacéis, tened en cuenta la hora para evitar estos inconvenientes. Por lo demás, el recorrido no tiene mayores complicaciones.
Caminata por la orilla del río.




Aquí acabó nuestra visita a Alarcón, un lugar que realmente nos sorprendió. Un escenario medieval estupendo cuya visita recomiendo y, si es posible, incluyendo un paseíto junto al río.
