Llegamos temprano a Cudillero y aparcamos en el Puerto Deportivo, cerca de estos barquitos de madera.
Creo que es el aparcamiento más distante del pueblo, pero merece la pena llegar a él paseando en contacto con el mar.
También en esta zona está la entrada/salida del túnel del río Piñera que comunica en 700 metros el puerto pesquero con la zona de la Capilla del Humilladero.
La visita de la villa puede hacerse tanto atravesando primero el túnel y dirigirse después al entramado de callejuelas o a la inversa. Nosotros preferimos empezar de esta última forma, paseando por el puerto y acercándonos a la zona del “anfiteatro”, el denominado Conjunto Histórico de Cudillero.
En la Oficina de Turismo, al lado de la Policía Local, nos dieron un mapa con tres posibles recorridos, que parten de la Plaza de la Marina
y llegan allí también, señalados en el laberinto de calles con marcas de colores en el suelo: con un barco rojo, el recorrido de la espera; con un ancla verde, paseo por los barrios pesqueros; y con un pez azul, la ronda de los vigías.
La verdad es que no seguimos un orden fijo, aunque intentamos seguir los colores. Para nuestro hijo fue superentretenido ver cuándo aparecía la siguiente pista. Soy incapaz de reproducir la ruta exacta que seguimos, pero creo que Cudillero se disfruta así, callejeando, subiendo y bajando escaleras…
Desde muchos puntos tenemos una visión del pueblo y sus callejuelas.
El mirador que está encima del faro, en la punta Rebollera, ofrece unas vistas impagables.
También del Puerto se disfruta desde aquí arriba.
Al bajar podemos llegar hasta el faro y dar un paseo también en sentido contrario a la villa.
Contemplar la actividad en el puerto es también entretenido; era mediodía y casualmente vimos la llegada de un barco.
Nos paramos junto a unos pescadores y nueva lección de biología: esta vez le tocó a una estrella marina. Pobrecilla, perdió una patita...
Volvimos a atravesar la villa y por la calle Suárez Inclán nos dirigimos hacia la Capilla del Humilladero. Antes de llegar, justo en la zona de la entrada al túnel, hay un parque infantil pequeñito, con este escenario justo detrás. ¡Me encanta!
La Capilla del Humilladero está acristalada, pero se puede entrar. Es un edificio del siglo XIII al que llevaban a los condenados antes de ajusticiarlos. Aprovechamos para encender unas velitas, porque ¡no hay iglesia en que entre mi hijo en que no encendamos velas!
De vuelta, entramos al túnel, en la calle Dr. Fleming. Es una experiencia divertida, apenas se ve nada, te cruzas con gente, el suelo está mojado… solo se ve la luz al final.
Salimos a la zona del muelle. Seguían llegando coches y coches, apenas sitio para aparcar ya, a la hora de la comida. Había llegado el momento de huir, a pesar de que hay ofertas más que tentadoras en los restaurantes de la villa.
Queríamos comer en Oviñana (enfrente de la iglesia hay un parque), en el Bar casa de comidas El Único, un sitio que, rastreando con el street view de Google maps, habíamos visto con terraza y zona de juegos, pasando la Cofradía de pescadores (calle Riego Arriba). Al llegar estaba cerrado, así que improvisamos, un vistazo rápido a Tripadvisor y llegamos a la sidrería El Regueirín, un lugar con terraza, comedor, menú, tapas y raciones, paisanos… El menú tenía muy buen precio y cómo salían los platos… pero preferimos unos chipirones, bacalao frito y chorizo a la sidra.
En Castañeras está la maravillosa Playa del Silencio.
Aparcamos cerca de un chiringuito-hamburguesería (pagamos 1€), pero se puede seguir bajando con el coche y aparcar en el borde de la carretera. Vacas pastando con el mar de fondo, deliciosa mezcla.
La estampa marina es de una belleza extraordinaria, con los acantilados y los islotes.
Caminamos hasta el mirador. Se puede bajar, la franja de playa es estrechita. ¡Qué belleza tenemos y qué cerca!
Creo que es el aparcamiento más distante del pueblo, pero merece la pena llegar a él paseando en contacto con el mar.
También en esta zona está la entrada/salida del túnel del río Piñera que comunica en 700 metros el puerto pesquero con la zona de la Capilla del Humilladero.
La visita de la villa puede hacerse tanto atravesando primero el túnel y dirigirse después al entramado de callejuelas o a la inversa. Nosotros preferimos empezar de esta última forma, paseando por el puerto y acercándonos a la zona del “anfiteatro”, el denominado Conjunto Histórico de Cudillero.
En la Oficina de Turismo, al lado de la Policía Local, nos dieron un mapa con tres posibles recorridos, que parten de la Plaza de la Marina
y llegan allí también, señalados en el laberinto de calles con marcas de colores en el suelo: con un barco rojo, el recorrido de la espera; con un ancla verde, paseo por los barrios pesqueros; y con un pez azul, la ronda de los vigías.
La verdad es que no seguimos un orden fijo, aunque intentamos seguir los colores. Para nuestro hijo fue superentretenido ver cuándo aparecía la siguiente pista. Soy incapaz de reproducir la ruta exacta que seguimos, pero creo que Cudillero se disfruta así, callejeando, subiendo y bajando escaleras…
Desde muchos puntos tenemos una visión del pueblo y sus callejuelas.
El mirador que está encima del faro, en la punta Rebollera, ofrece unas vistas impagables.
También del Puerto se disfruta desde aquí arriba.
Al bajar podemos llegar hasta el faro y dar un paseo también en sentido contrario a la villa.
Contemplar la actividad en el puerto es también entretenido; era mediodía y casualmente vimos la llegada de un barco.
Nos paramos junto a unos pescadores y nueva lección de biología: esta vez le tocó a una estrella marina. Pobrecilla, perdió una patita...
Volvimos a atravesar la villa y por la calle Suárez Inclán nos dirigimos hacia la Capilla del Humilladero. Antes de llegar, justo en la zona de la entrada al túnel, hay un parque infantil pequeñito, con este escenario justo detrás. ¡Me encanta!
La Capilla del Humilladero está acristalada, pero se puede entrar. Es un edificio del siglo XIII al que llevaban a los condenados antes de ajusticiarlos. Aprovechamos para encender unas velitas, porque ¡no hay iglesia en que entre mi hijo en que no encendamos velas!
De vuelta, entramos al túnel, en la calle Dr. Fleming. Es una experiencia divertida, apenas se ve nada, te cruzas con gente, el suelo está mojado… solo se ve la luz al final.
Salimos a la zona del muelle. Seguían llegando coches y coches, apenas sitio para aparcar ya, a la hora de la comida. Había llegado el momento de huir, a pesar de que hay ofertas más que tentadoras en los restaurantes de la villa.
Queríamos comer en Oviñana (enfrente de la iglesia hay un parque), en el Bar casa de comidas El Único, un sitio que, rastreando con el street view de Google maps, habíamos visto con terraza y zona de juegos, pasando la Cofradía de pescadores (calle Riego Arriba). Al llegar estaba cerrado, así que improvisamos, un vistazo rápido a Tripadvisor y llegamos a la sidrería El Regueirín, un lugar con terraza, comedor, menú, tapas y raciones, paisanos… El menú tenía muy buen precio y cómo salían los platos… pero preferimos unos chipirones, bacalao frito y chorizo a la sidra.
En Castañeras está la maravillosa Playa del Silencio.
Aparcamos cerca de un chiringuito-hamburguesería (pagamos 1€), pero se puede seguir bajando con el coche y aparcar en el borde de la carretera. Vacas pastando con el mar de fondo, deliciosa mezcla.
La estampa marina es de una belleza extraordinaria, con los acantilados y los islotes.
Caminamos hasta el mirador. Se puede bajar, la franja de playa es estrechita. ¡Qué belleza tenemos y qué cerca!