Lunes, 19 de noviembre.
Nos levantamos a las 07:30 y a desayunar. Nos recogen a las 09:00 y tenemos un 4x4 sólo para nosotros cuatro y nuestro chofer guía local “Tomahawk”, que es un chico muy majete. Tras atravesar Papeete y un trozo más de isla, comienza la ruta por el valle de Papenoo, que es la entrada al cráter del volcán de Tahití, el paisaje es muy verde parece que estés en alguna película tipo Jurassic Park.
Vamos viendo las diferentes cascadas y vadeando el río. Llegados a un punto el chofer nos permite bañarnos en el río, por cierto, el agua debe ser de fiar porque el guía también se baña. Ya de vuelta nos enseña un “Marae” que nos queda de paso. Nos ha caído alguna pequeña tormenta por el camino, pero con el toldo del coche no nos hemos mojado.
Al llegar al hotel decidimos alquilar un coche por un día completo (sale más barato que en cualquier otra isla) 11976 xpf, 100 € y nos vamos al centro de Papeete a ver el mercado y hacer alguna compra. Aunque habíamos leído que Papeete es lo más barato, nos alegramos de haber comprado las perlas en Rangiroa, los precios en el mercado son caros en comparación. El mercado me defrauda un poco tras haber leído que si era muy bonito, etc. etc., no me parece que sea para tanto, en fin estas cosas pasan cuando esperas mucho.
Comemos un bocadillo en una bocatería en la que nos hablan en castellano y regresamos al hotel, nuestros amigos Carlos y Patricia se marchan esta noche, les echaremos de menos, han sido una gran compañía. Esperamos a que se vayan para despedirnos de ellos y nos volvemos a Papeete para cenar en las roulottes de la Plaza Vaiete otra vez. Hoy cambiamos de “restaurante” y comemos pizza y galette con una botella de agua cada uno (2.700 fp. 22,6 €).
El ambiente en la plaza Vaiete es muy bueno, todas las roulottes tienen clientela, nos da pena tener que marchar. Las noches son cálidas y hemos tenido una suerte increíble con el clima. Pese a haber entrado en la época de lluvias sólo hemos tenido algún aguacero ocasional en Rangiroa y el día que llegamos a Moorea; la tormentita de Papenoo ni tan siquiera cuenta. Al terminar la cena nos dirigimos perezosamente hacia el hotel para pasar la última noche en el edén.