Sábado, 17 de noviembre


Nos levantamos sobre las 08:00, desayuno y al deck (muelle según los ingleses) para salir a dar una vuelta a la isla en moto de agua (jet ski, para los pijos) de dos horas de duración. 210 € una moto con dos ocupantes, te dejan cambiar de piloto a mitad de camino. De esta excursión no hay fotos porque tras el ahogamiento de la cámara compacta no quería probar suerte con la reflex.

Paramos un par de veces en diferentes zonas y bahías, luego en un motu donde nos abren unos cocos que nos comemos. Durante los diferentes trayectos íbamos en fila india detrás del guía sin poder salirnos de la fila y con separación abundante para no tener accidentes entre nosotros.

Regreso al hotel, ha sido divertido, pero esperábamos que nos dejaran correr un poco más y hacer alguna pequeña locura.

Al atardecer es cuando se celebran las bodas por el rito polinesio, aunque eso de pagar un dineral porque te case el camarero del hotel no tiene mucho glamour. De todos modos casi todas las tardes había alguna boda.

Comemos en “Le Sand” (invitación de nuestra mayorista) y salimos en barco hacia la isla principal para alquilar un coche (con Patricia y Carlos) y dar la vuelta a la isla; son 36 km. Alquilamos por dos horas, más que suficiente y nada barato 10200 fp., 85,5 €. La isla en sí es todo costa y vegetación, hay algún mercado e iglesias para ver pero tampoco esperéis mucho más. Hemos intentado subir al famoso cañón de la segunda guerra mundial pero ha sido imposible, la vegetación impide ver el camino de acceso. Aquí tienen una costumbre curiosa: en el jardín están las tumbas de la familia, llama la atención, también que como no hay desguaces ni vertederos los coches viejos los amontonan en el jardín de la casa.


Tenemos reserva para cenar en “Le Reef”, todo muy elegante y muy bien presentado, peroooo…. a nosotros este tipo de comida no nos gusta mucho y por las caras de los comensales de otras mesas a ellos tampoco. Nos lo habían comentado nuestros amigos peruanos que ya habían cenado aquí la noche anterior, pero creíamos que sería por tener culturas diferentes respecto a la cocina. Donde esté la pasta o comidita normalita del otro restaurante que se quite este.

La imagen de postal del monte Otemanu sólo se ve desde el motu donde está nuestro hotel (y alguno más, Le Meridien), desde otras partes de la isla es irreconocible.

De nuevo un buen trago de alcohol y a dormir.