Jueves, 14 de noviembre
Toca traslado de isla, hoy llegaremos a Bora Bora.
Pagamos los gastos del hotel (bebidas, etc.) y esperamos a que nos trasladen al aeropuerto, por supuesto nos ponen nuestro collar de conchas correspondiente. Debo reconocer en favor del personal del hotel, que me quejé por los suplementos de la cena y porque nos faltó el champán ofrecido por nuestra agencia de viajes, aunque sin negarme a pagar nada. Nos atendió otra chica de atención al cliente del hotel, Ulla estaba de libre, y esta otra chica era descendiente de españoles, con lo que el idioma tampoco fue ningún problema. Al final la chica se enfadó por el comportamiento del personal del hotel, y no pagamos nada de los extras de la cena, ni tan siquiera por la langosta que me metí entre pecho y espalda, y sólo por esta había que pagar unos 60€ (por supuesto me imaginaba que la langosta había que pagarla, aunque invitara la agencia, pero si no te la quieren cobrar…), así que nos fuimos con la sonrisa en los labios y agradecidos.

Tomamos el vuelo hacia “la isla del amor” sobre las 10:15, 55 minutos de vuelo y tras habernos sentado en la izquierda del avión según miras la cabina (como todo el mundo aconseja), ¡Oh, sorpresa!, es EN EL DERECHO en nuestro caso en el que se podía ver la isla. Bueno, no importa, en el aeropuerto nos esperan los del hotel con botellas de agua mineral para todos, collares de flores de tiaré y el barco que nos llevará del aeropuerto al motu (islote) donde está el hotel Intercontinental Thalasso & Spa.



A las 12:30 estamos en el hotel, pero hasta las 16:30 no nos dan la villa, menos mal que llevábamos el bañador en el equipaje de mano (consejo leído de otro viajero) y que las toallas te las dan en la piscina.
Del puerto hasta recepción nos trasladan en carrito eléctrico, allí nos dan un combinado de frutas y rellenamos los papeles del check in. Terminadas las formalidades aprovechamos para ir a la playa y acariciar a las rayas que acuden todos los días a eso de las 14:00 para que les den de comer, venden comida para ellas en el hotel.

Por fin llega el momento de entrar en nuestra villa, nos llevan con el carrito de golf hasta la puerta, ALUCINANTE, tiene un enorme salón bajo cuya mesa de cristal (de la que se desliza la parte de arriba) puedes ver el agua y dar de comer a los peces de la laguna. No se calcular bien las medidas, pero aquello no tenía menos de 60 metros cuadrados, entre hall, salón (con cafetera Nespresso, televisión, reproductor de DVD, y base Dock reproductor de Bosé para Iphone o Ipod), baño, dormitorio y vestidor, sin contar la terracita de tomar el sol ni la plataforma de baño para bajar al agua. Precioso, lujoso, increíble y muy caro, pero merece la pena probar el lujo una vez en la vida (por lo menos). Nos dejan en la habitación una botella de champán francés, otra de agua, también un pareo y una camiseta, todo obsequio del hotel. Si la habitación del Sofitel en Moorea nos encantó, esta nos dejó extasiados, será la falta de costumbre.


Cenamos en el restaurante Le Sands, es el menos pijo de los dos que tiene el hotel. Para cenar en cualquiera de los dos hay que reservar con antelación, ya que son a la carta, excepto el Reef los lunes, miércoles y viernes que tiene buffet, pero es obligado reservar de todos modos. En el Reef los días de buffet hay espectáculo polinesio, también es bueno reservar la mesa concreta que esté cerca del espectáculo, aquí además participa el público en los bailes.
A la puesta de sol hay música en vivo en la playa, al lado de los restaurantes. Todo muy romántico en un ambiente de ensueño.
En el viaje de Moorea a Bora Bora hemos conocido a Carlos y Patricia, una pareja de peruanos que están de luna de miel, después de cenar tomamos con ellos unos Maitai en la playa que está al lado del restaurante Le Sands y a la cama. No nos hemos puesto repelente para los mosquitos y para cuando nos damos cuenta los “nono” (mosquitos polinesios invisibles) han disfrutado picando a las chicas. La picadura duele mucho y dura unos días, así que no os olvidéis de untaros bien de repelente al atardecer.