Lunes, 12 de noviembre
Nos despertamos muy temprano y aprovechamos para preparar la maleta. Hoy es nuestro último día en Rangiroa; está lloviendo, es la tormenta matutina, luego ducha y al desayuno.
Os vamos a presentar a nuestros compañeros de bungaló. Al chiquitín le bautizamos como Gizmo y acostumbraba a pasar las noches dentro de una zapatilla. Al grandote no le pusimos nombre y tenía como vivienda unos arbustos al lado de una ventana de nuestra casita.


Norbert nos propone ir a ver una granja perlífera si nos apetece, ya que no tenemos nada que hacer hasta las 13:00 que iremos al aeropuerto. Aceptamos y todos los que estamos alojados en Tevahiné vamos a ver las perlas, es gratis. Aprendemos mucho sobre las perlas de Polinesia (cómo se hacen), y lo caras que son.
Conduce Pierrot, el padre de Norbert, dice que su hijo esta fiú, al regresar comprobamos que lo que ha hecho ha sido hacer pesca submarina para que sus padres se llevaran pescado a casa. Ya de vuelta nos despedimos de la familia y Norbert nos lleva al aeropuerto, sus padres regresan a Tahití en el mismo vuelo, junto con los primos suizos de Tilly y la nevera llena de peces recién pescados. (Como en España en los 60 cuando llevaban del pueblo las gallinas vivas en el autobús)

Pierrot es un señor encantador, está todo el día atento por si necesitas algo y te da conversación como si te conociera de toda la vida.
El avión hace escala en Tikehau y ya enseguida, 90 minutos, estamos en Papeete. Nos recoge Jorge de la South Pacific, la empresa que nos hará los transfers, para llevarnos al puerto donde el ferry Aremiti V, nos llevará navegando a Moorea. De paso por la ciudad nos enseña dónde ponen las roulottes a la noche para cenar y dónde está el mercado; la verdad, nos ha situado en un momento.


Subimos al ferry y en 35 minutos estamos en Moorea, el viaje en barco es corto y se disfruta del paisaje y de la temperatura. En el puerto de Vaiare, nos recogen y nos llevan al Sofitel Ia Ora. La única playa de arena de Moorea –Playa Temae- se encuentra en este hotel. Nos reciben con un zumo y una toalla húmeda para refrescarnos. La chica de recepción nos explica en inglés las cosas y es un tanto seca. En fin, no iba a ser todo simpatía, jeje.

Al llegar a la habitación la mesa del escritorio está sucia y nos faltan toallas. ¡No hemos entrado con buen pie en este hotel! Reconozco que el bungalow de Rangiroa era una gozada, pero aquí además todo rezuma lujo. Para más INRI ha comenzado a llover y es un buen aguacero, menos mal que en la habitación hay paraguas. Encima de la cama hay un pareo y una camiseta, detalle del hotel. A la hora de la cena cambia el panorama, que no el tiempo (continua el aguacero), el restaurante tiene buffet (muy bueno, por cierto) y nos tratan como Dios manda. Cerveza, agua y un café 1300xpf, 11 €.

En este hotel hay dos restaurantes, el Pure y el K, en este último hay que pagar un suplemento aunque vengas con media pensión. En el restaurante Pure hay espectáculo polinesio todos los días a las 19:30, es conveniente reservar la mesa concreta donde te quieres sentar para verlo.
