Voluntario Kenia y Uganda ✏️ Blogs de Africa Este y Centro

Me despierto sobre las siete de la mañana tras una noche que empecé con calor y acabé con frio. La choza donde estaba, tenía como un palmo sin nada entre que se acaba la pared, y comienza el techo de chapa. Esa hora no es pronto, es habitual para despertarte allí. No hay que olvidar que el no tener luz eléctrica, hace que después de cenar poco tardes en dormirte.
Voy a la casa principal a desayunar te con chapati (las creps de toda la vida). Hablo más tranquilamente con Jordi y Sandra que me explican lo que hacen en el colegio, el modo de vida allí, dónde puedo llenar mi botella de agua (un depósito que tienen de agua de lluvia con productos químicos para hacerla un poco más potable), dónde está el agua para ducharse y para lavar la ropa, etc. Me dicen que van a ir al pueblo, que me vaya con ellos y así conozco el camino y dónde cargar el móvil. También me dicen que el domingo van a ir al lago que si los quiero acompañar.
Después de desayunar me lavo con el cubo, me lavo los dientes, cierro mi choza y me voy con ellos a Kaswanga. El “centro”, como le llaman allí, está a unos diez minutos andando por senderos. El sol pega bastante, me pongo protector solar y repelente para mosquitos. Me tomo mi pastilla diaria para la malaria y ellos me dicen que toman una sólo una vez por semana (a tener en cuenta para la próxima vez).
De camino al centro van apareciendo corriendo niños, que tienen curiosidad por “otro blanco” nuevo. A ellos los conocen bien pero yo soy el centro de atención para ellos. Todos me preguntan si el lunes me verán en el colegio y se alegran con mi respuesta afirmativa. Al llegar al centro tras 20 minutos (la mitad de los cuales parados hablando con niños), me parece estar en una película del oeste: una calle de tierra, casetas a la derecha y a la izquierda, un par de vacas en medio…y todo cerrado!!!. Lo único abierto era la peluquería dónde también puedes cargar el móvil. Los otros españoles se sorprenden de ver todo cerrado aunque reconocen que es el primer fin de semana que pasan allí, los otros dos, se marcharon. Luego nos dijeron que el Sábado allí es como aquí el domingo, todo cerrado. Me dicen de ir a la “casa roja” (unos 5 min andando) dónde podemos beber algo sentados y comer unas chips. También está cerrado. Hablamos del descubrimiento de la Bitter lemon (Krest para los amigos), que pasó a ser nuestra bebida oficial los siguientes días.
El domingo fuimos al lago Victoria. En principio, no tenía intención de bañarme por miedo a la esquistosomiasis, una enfermedad que la puedes contraer con parásitos presentes en el lago. En el lago ves a la gente bañándose, lavando ropa, fregando los platos, limpiando la moto (dentro del agua), duchándose, etc. Nosotros tres éramos los raros porque mirábamos el agua pero no nos atrevíamos a meternos. Finalmente, llegamos a la conclusión que era un poco absurdo evitar bañarnos en el lago cuando todos los días nos íbamos a duchar y lavar con esa misma agua. El contagio, además, se puede producir sólo metiendo la mano en el agua, así que sí nos íbamos a contagiar, lo haríamos igual. Nos quitamos el miedo y nos metemos en el agua que estaba realmente oscura. Los locales nos dicen que nos bañemos sin miedo, eso sí, sin sobrepasar unos matorrales que había a unos 20 o 30 metros. A partir de esa zona puede ser peligroso por los hipopótamos (6 muertos en Rusinga en 2016), que también hay cocodrilos, pero es muy difícil verlos ya que evitan el contacto con humanos. A pesar de eso, nos metemos pero no nos alejamos mucho de la costa.
A partir de ahí, todo más o menos igual. El lunes fui al colegio a realizar actividades. Noté lo “pardillo” que soy ya que ellos, con más experiencia que yo en estos asuntos. Recorrieron todos los colegios de Barcelona recogiendo material y se presentaron con unos 50 kg de material para el colegio. Yo me presenté con mis libretas y mis rotuladores comprado de los chinos. En el colegio libertad absoluta para hacer lo que quisiera con los niños. Ellos encantados porque la educación no es el fuerte de allí, se nota la influencia británica y los castigos físicos están a la orden del día. Otra cosa que me sorprendió es lo que se pelean los niños por cualquier tontería, luego queda en nada, pero es normal ver a niños durmiendo.
A media mañana es la hora del “puerrit”, una especie a harina con agua caliente, de sabor asqueroso, pero, según dicen, alimenta bastante y quita el hambre, que es el objetivo de la zona. Probablemente el sabor no sea tan malo viendo como niños y adultos se lo bebían. Viendo como repartían el puerrit, las clases, los niños jugando en el patio….me pareció estar viendo un anuncio de Ayuda en Acción, eso sí, lo estaba viviendo!!!
La primera ducha con cubo fue el mismo lunes por la tarde. La estrategia es llenar un cubo de agua, irte a la zona de duchas (al aire libre pero resguardado por unas planchas metálicas) y, con media botella partida, coger agua para ir echándotela por encima. La primera ducha pensaba que no pero un cubo fue suficiente. Con el tiempo, acabas necesitando sólo medio cubo de agua para ducharte bien….inevitablemente te viene a la mente los litros de agua que gastamos aquí para ducharnos. Esa ducha tiene una ventaja y un inconveniente que es el mismo. El estar la ducha al aire libre, hace que de noche, o cuando hace frio (ni me imagino cuando llueve), apetezca poco ducharse; lo bueno es que el agua fría en nada se queda templada con el sol que hace. Otro problema que me pasó un día fue que, mientras me enjabonaba, a una cabra le dio por beber agua del cubo que tenía en el suelo. Afortunadamente, tuvo el detalle de dejar la suficiente como para que acabara de ducharme.
Conforme pasan los días te haces más africano. El repelente de mosquito cada vez te lo pones menos. Por la noche te molesta menos el constante zumbido. No es como en España, que los oyes pasar y dejas de oírlos….allí es como si se recrearan junto a tu oreja, dando vueltas una y otra vez, sin parar.
La familia con la que estuve (el director de la escuela), siempre que puede te piden algo. Te recuerdan que hay proyectos que te piden 10$ diario (y es verdad) y te ofrecen lo mismo que ellos. Allí no te piden nada de dinero pero sí que les compres cosas cuando vayas al pueblo. Consejo que aprendimos es comprar la mitad de las cosas de las que te piden y alguna vez decirles que no. Ellos van intentando y, cuanto más les compras, más te piden. Si un día les dices que no, ni se enfadan ni te tratan de manera distinta ni nada.
Para ir a Mbita hay que ir en moto. Cuesta unos 100 Sc para una persona (dos en la moto pagan 150 Sc). Mbita, no deja de ser una pequeña población de unas 6000 personas, dónde puedes comprar cosas básicas. Lo utilizábamos, básicamente, cuando necesitábamos sacar dinero del cajero, comprar comida que no fuera lo básico (por ejemplo, los botes de Nescafe los comprábamos allí, a 5€ los 100 gr). Te sirve para ver un poco más como es África: animales por en medio de la carretera, 3 ó 4 personas de media en una moto y que la gente no vive, sobrevive vendiendo lo que sea.
El segundo fin de semana que estuve allí nos fuimos a visitar el parque Ruma. Un parque nacional “barato”, de 20$ la entrada para los extranjeros (pero tienes que pagar en dólares o te hacen el cambio que a ellos le interesa a la moneda local). Para ir al parque fuimos con la hija y familia de la gente de la casa (le pagamos nosotros su entrada) y alquilamos un coche con conductor que, obviamente, pagamos nosotros también. Al final, creo que fuimos 7 en un coche normal y corriente. La capacidad de los coches allí se multiplica siendo habitual ver a 10 personas en un coche para un desplazamiento entre ciudades.
En el parque puedes ver gacelas, cebras, jirafas, algún rinoceronte se dejó ver, monos y poco más. El momento fue fabuloso porque llegamos a estar los tres “blancos” sentados en el techo del coche. Esa sensación no se olvidará nunca.
Al día siguiente de la visita al parque fui, de nuevo, al lago. Me sorprendió que casi no había nadie en la zona, un par de lugareños vi en las dos o tres horas que estuve. Al estar sólo, me pesé lo de bañarme sobretodo porque por mi cabeza mareaba el si no haya nadie será por algo. Finalmente me animé a meterme en el agua pero, esta vez, sin alejarme más de cinco metros de la orilla. De repente veo “algo” moverse a unos metros de mi…y era una serpiente como de tres metros nadando!!!!. No, ni venía hacía mi, ni me intentó atacar hasta, incluso, diría que ni se dio cuenta de mi presencia. Sólo estaba nadando desde unos matorrales a otro. Evidentemente salí del agua y mis días como nadador en el lago Victoria pasaron a mejor vida. Desde fuera observé una segunda serpiente realizando el mismo recorrido.
Del resto poco que contar. Sólo que por la noche, desde la puerta de mi choza, podía ver todo el cielo iluminado de estrellas que se confundía con las luces de los barcos en el lago (ver una noche estrellada y ver el lago de noche era lo mismo de la cantidad de barcos que pescan). La cantidad de ruidos que se distinguen entre tanto silencio. El repelente de mosquito que cada vez te lo pones menos conforme te haces “africano”. Como bajas la guardia con los niños ya que, a pesar de estar en una zona con una tasa importante de niños de sida, poco a poco lo vas “olvidando”.
Una cosa que también marcó mucho es andar por los caminos hasta Kaswanga para cargar el móvil e ir escuchando, a lo lejos “Ricadroooooo” (con dr) y ver tres o cuatro niños corriendo hacia ti para que juegues con ellos. Igual que cuando vas en moto hacía Mbita, todos los niños con los que te cruzas, los conozcas o no, te saludan por ser blanco (me sentía un rey mago saludando a derecha e izquierda, jejej). Con esto, una cosa que me sorprendió de África, es que los niños se te acercan porque tienen curiosidad de ver un blanco, te pones a jugar con ellos, los coges, los lazas al aire, etc, y los padres simplemente sonríen. ¿Os imagináis en España esa misma situación que lo hace un negro?. Ah, también me sorprendió el concepto de “negro”, aquí buscamos sinónimos y ellos dicen, abiertamente, que son “black”.
Nosotros tres teníamos pensado quedarnos hasta el 2 de noviembre, que era el día de la graduación. Mis pensamientos iniciales de estar una semana se habían esfumado hacía mucho. Un día, nos dice el director que han adelantado la graduación al 28 de Octubre viernes, por lo que nos tuvimos que poner las pilas para adelantar la llegada a los siguientes proyectos que teníamos para no estar 4 ó 5 días sin hacer nada en Rusinga. En mi caso, el proyecto que estaba mirando en Uganda, no contesta los mails (tenía cerrado sólo llegar en Noviembre) y me busco, a la desesperada, otro proyecto. Encuentro dos, uno un orfanato y otro una granja y me decido por el primero ya que estaba en Masindi, zona cercana al Congo y, por lo tanto, seguro que más diferente que Kenia.

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Con el tema de las fotos, antes os pongo un par de mapas para ubicar un poco todos los sitios que voy nombrando. Kampala, Masindi y Nakuru, aún no los he nombrado pero lo haré.


Tras agilizar nuestros siguientes proyectos, finalmente comunicamos que nos marchamos el Martes 1 de Noviembre. Jordi y Sandra se iban a un proyecto a la Isla de Mfangano y yo a Masindi en Uganda. Tras navegar por internet en un ciber (1 Sc/min), planifico la ruta que consistía en moto desde la casa dónde estaba hasta Mbita, desde allí ferry hasta Luanda, luego matatu hasta Kisumu y, desde allí, bus a Kampala. En Kampala tenía pensado estar un par de días para cambiar dinero, comprar la tarjeta del móvil y visitar algo y, posteriormente, ir a Masindi. Una vez solucionado esto, comenzamos a preparar la fiesta de graduación que sería el Viernes 28. Compramos nosotros tres bebidas para los niños, globos y varias cosas más para adornar un poco el colegio. La graduación comenzaba a las 9 de la mañana, decidimos ir al colegio a las 7 para preparar el colegio y pintar la cara a los niños.
A las 7 de la mañana estábamos camino del colegio (hay que decir que estaba a 5 minutos andando) cargados con todo el material. Allí mientras Sandra pintaba la cara a los niños, Jordi y yo comenzamos a hinchar globos para ponerlos por el colegio. Tarea un poco complicada ya que los niños se volvían locos con los globos y esperaban que uno se soltara para jugar con ellos. Terminamos antes de las 9 de todo y comenzó nuestra clase particular sobre la diferencia entre la hora y la “hora africana”. Poco a poco van viniendo los invitados. En la cocina empiezan a preparar toda la comida. Un grupo de niños desaparece porque van a llamar a unos padres (ya eran casi las 10), otro grupo de niños desaparece porque van a buscar una cabra. Llega más gente, más padres, más invitados. El tiempo sigue pasando. A las 12 yo tenía que estar en el instituto porque estaban interesados que también fuera a la graduación.
A las 11 deciden que es hora de darle te a los niños, el puerrit se había sustituido hoy por te que todo el mundo consume desde pequeño. Mismo funcionamiento del puerrit, los niños se van acercando de los más pequeños a los más mayores, en fila, cogen una taza, se la llenas, se marchan y, cuando terminan, lavan su taza en tres palanganas, y la dejan secando para que la vuelvan a utilizar. Cuando todo el mundo está con te, es la hora de sacrificar la cabra. A ninguno de los tres nos gustó la forma como la hicieron, delante de todo el mundo. Le explicamos al director que no nos parecía bien relacionar “fiesta” con “matar a un animal”. Nos dicen que allí es normal, que los niños están acostumbrados a ver morir animales en casa. Le digo que lo que no me gusta no es el matar el animal, sino el ambiente festivo que se genera alrededor. Entiende mi postura y dice que se plantearán hacerlo dentro de la cocina otros años. Que yo sepa, nadie dije “que se adapten a nuestras costumbres”, “que se vayan a su país”, ni frases tan españolas
Finalmente empieza la ceremonia a la 1 (con cuatro pedazo horas de retraso). Lo primero, el director de la escuela hace un pequeño resumen de lo que ha sido el curso, de los objetivos para el siguiente curso, agradece a los padres la confianza depositada en la escuela y, antes de terminar, sacó pecho con los tres voluntarios españoles que estábamos allí. Luego fue el turno de los niños cantando las canciones que tenían preparados ellos para la graduación, y las canciones que les habíamos enseñado nosotros. Al césar lo que es del césar, Jordi y Sandra les enseñaron varias canciones, y yo sólo dos. Pero los mejores momentos fueron con una canción mía (sí, sí, como lo leéis, el “Esta si, esta no, esta me gusta me la como yo”) y, la mejor sin duda, la que le enseñaron ellos que yo no conocía, pero todos los catalanes que lean esto seguro que sí: el Joan petit. Después, vienen las canciones suyas, cantadas en luo (su idioma local) y que los invitados que había se acercaban y le iban dando dinero a los niños.
Lo siguiente era ya la entrega de diplomas a los niños que acaban algo así como parvulitos, y pasan a primero. Está muy bien porque todos los niños del colegio desfilan por delante de ellos y los acompañan hasta la mesa donde les dan los diplomas. Con eso finalizaba la graduación. Los niños acudían a comer, de los más pequeños a los más mayores mientras que el director del colegio se quedaba hablando con los padres e invitados para intentar recaudar dinero para la escuela.
Sobre las 4 de la tarde, el director del colegio me dice de irnos al instituto a la graduación, que empezaba a las 12…..cuando le digo que estaba sorprendido por los retrasos y, de haberlo sabido, hubiéramos ido más tarde al colegio me responde, bromeando, que el horario estaba bien, que la graduación empezaba a las 9 “hora africana”. Vamos hasta el instituto en moto y allí estaba terminando la graduación. Me quedo hablando un poco con los alumnos que estaban contento porque, este curso que ha terminado, sólo podían estudiar dos cursos pero el año que viene podrán hacer tres, por lo que no tienen que dejar el instituto. Entre todos los alumnos que me presentan, había un chico y una chica que no tenían claro sí podrían estudiar al año siguiente. ¿El motivo?, la matrícula cuesta unos 200€, el sueldo de un profesor es de 40€/mes, y ambos eran huérfanos y este año habían podido estudiar gracias a una recolecta, y que ahora tienen que empezar a hacer otra para el próximo curso. Ahí me llevo un palo gordo porque te das cuenta que 200€ nos lo podemos gastar fácilmente cuatro o cinco amigos en irnos de copas un fin de semana. Me comprometo con ellos en pagarle, al menos, una matrícula recolectando dinero a mi vuelta a España. Eso sí, la idea que tengo es que la gente ponga 2 o 3 euros, que mucha gente ponga poco dinero antes que uno se venga arriba y diga “toma 100 €”. En nada empiezo con ello, lo digo por si alguno se anima.
De vuelta a casa os vamos los tres españoles a tomar algo al Kaswanga, la mejor coca cola que me he tomado en mi vida!! En plan “trabajo finalizado”. Vemos un cartel de una fiesta que hay al día siguiente en Mbita, por supuesto que decidimos ir como fin de fiesta.
El sábado por la tarde nos fuimos en moto a Mbita, buscamos el lugar de la fiesta y nos vamos a picar algo. Buscamos en los puestos callejeros y cenamos una especie de pincho de carne que venden. La verdad es que en Kenia era la primera vez que lo veíamos, pero en Uganda es muy normal eso. Mientras cenamos sentados en un banco, las personas de alrededor se sorpreden de nosotros y nos invitan a comer de su comida y se interesan por conocer que carajos hacen tres blancos allí. Después nos vamos a un bar, compramos una botella de ginebra Gillbeys, con Bitter lemon y empezamos a entonarnos. De allí a la fiesta que estaba al lado, a sorprendernos de que la gente liga “estilo cabra” (ríete tu del regeton), y nos volvemos a casa sobre las 2 o 3 de la madrugada…con una buena tajada. Eso sí, las negociaciones con las motos fueron complicadas porque aprovechan que no es difícil el transporte. Te suelen pedir 300 Sc (el viaje normal, cuesta 100 Sc) y, tras mucho negociar, la mía la conseguí por 150 o 200 Sc.
El lunes, que era nuestro último día, decidimos hacer la cena. Intentamos hacer tortilla pero no hubo forma de que saliera debido a que no tienen sartenes. Así que hicimos una especie de revuelto. Después de cenar cerramos que vengan tres motos a por nosotros, dos a las siete, que es a la hora que tenían que marcharse ellos, y otra a las 8 para mí. Me voy a mi casa y paso, probablemente, la peor noche de todas las que estuve en África ya que, en el mismo lugar que tres semanas antes quería marcharme…..ahora resulta que me tengo que marchar y no quiero hacerlo porque sé que nunca olvidaré lo vivido allí, ni a la gente que me acogió, ni mucho menos a Jordi y Sandra.

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Me desperté bien temprano para poder desayunar, y despedirme, de Jordi y Sandra. Cuando llegaron sus motos, comenzó el primer momento duro del día. Me dejaron algo de material para el colegio de Uganda y, tras desearnos suerte y prometernos volver a encontrarnos antes de volver a España, se marcharon. Recogí todas mis cosas de mi casa, y espere mi moto halando de como podré ayudar desde España. Sobre las 8 ya estaba mi moto, segundo momento duro, mi despedida de la casa. De camino a Mbita escuchaba, a lo lejos, a los niños gritando “Ricadro”, alguno, incluso, intentó correr para acercarse a la moto y preguntar cuando volvería.
La moto me dejó junto al ferry hacía Luanda. Un chico se me acercó y me dijo que si quería ir en la lancha, que sólo costaba 2 Sc por 1,5 Sc del ferry, pero tardaba sólo 15 minutos. Accedo y me subo a la lancha-patera, junto a 15 personas más, y un chaleco salvavidas. Al llegar a Luanda gente esperando y ayudándote a recoger las cosas. El que coge mi mochila me dice que si voy a Kisumu y lleva mi mochila a la matatu. Dos horas de viaje hasta llegar a Kisumu y subiendo y bajando gente todo el trayecto.
Llego a Kisumu y se nota que es la segunda, o tercera, ciudad más grande de Kenia. Nada más bajar de la matatu una persona se ofrece a ayudarme. Le digo que voy a Kampala y carga con una de mis dos mochilas y me lleva hasta la oficina para comprar el billete. Allí nos dicen que el bus no sale de esa zona, que sale de otra zona que está como a 15 min andando. Mi “ayudante” se ofrece a acompañarme a cambio de 0,50 Sc. Le digo que sí, me dice que tenemos tiempo por si quiero tomar algo. Mientras cargo el móvil me tomo una Coca cola con unas chips. Pido también una botella de agua grande para el viaje, no tenían pero la mujer se va a una tienda a comprarla (cosa muy normal en Kenia). Cuando termino, nos vamos hasta el lugar que sale el bus, como tenemos tiempo, le digo de ir andando.
Por el camino me va contando que tiene 4 hijos y que, como está mal el tema del trabajo, se dedica a trabajar de lo que sea. También me dice que es de Mombasa, pero está en Kisumu porque es más barata la vida. También me dice que el padre de Obama es de Kisumu, cosa que desconocía. Al llegar a la zona dónde sale el bus habla con un empleado de la compañía que le informa, para variar, que el bus va con una media hora de retraso. Nos metemos en el bar y le invito a tomar algo. Cuando llega el bus me dice que para una media hora, le digo que se marche ya si quiere, me pregunta si estoy seguro y le digo que sí. Nos despedimos.
El trayecto desde Kisumu a Busia (puesto fronterizo) durará un par de horas. La Kenia que estábamos recorriendo era ligeramente diferente a lo que conocía hasta ese momento. Más verde, con las primeras chozas redondas que veía en África. Cada vez que el autobús reducía la velocidad para superar un baden o se detenía en alguna parada, decenas de vendedores te acosaban por las ventanas. Finalmente llegamos a Busia. Para el bus y bajamos todos para el paso por la frontera.
Primero pasas por la ventanilla de Kenia de salida y luego por la de Uganda de entrada. Yo era el tercero. Delante de mi un pakistaní que se lo lleva un funcionario a una oficina. A mí, con el sello de entrada puesto, me engancha otro funcionario y me lleva a la oficina. Tras hacerme un “interrogatorio” de una hora con gilipolleces de si tengo hermanos o a qué me dedico, me “recuerda” que el autobús lleva mucho tiempo parado por mi culpa, que si le hago “un regalo” se acaban las preguntas. Como me había visto intentando cambiar dinero me dice que no cambie todo y que eso sería el regalo, como estoy hasta el gorro le di 5€ o 10€ pero le digo que me busque el mejor cambio para mi…..todo camia, que disfrute en Uganda, que tenga buen viaje, espera a este no le cambies que aquel dará mejor cambio….vamos, pardillada pagada en África.
El trayecto desde Busia a Kampala notas la diferencia entre un país y otro. Lo primero que vuelvo a ver son monos en la carretera. Luego compruebas que es un país un poco más europeo que África. Las carreteras están en mejor estado, hay alguna señal, líneas en la carretera. Incluso los “acosadores” que te venden cosas por la ventanilla, van identificados con un peto. Otra curiosidad era que, de vez en cuando, el bus paraba en controles de policía y tenían que entregar una ficha. No sé lo que duró el viaje hasta Kampala pero el trayecto era larg.
Cuando estamos entrando en la capital, ya de noche, te das cuenta que el caos de tráfico es crónico en África. Llegamos a la estación de autobuses sobre las 9 de la noche. Nada más bajar, me cojo un taxi (coche) que me dice que por unos 7€ me lleva al hotel que no estaba muy lejos. No lo encuentra y damos un par de vueltas por la zona preguntando. Me sorprende y asusta que los vigilantes de seguridad que están en todas partes, van con escopeta y metralletas en la mano. Te das cuenta que tanta guerra que ha tenido Uganda también tiene como consecuencia que, al terminar, el país está lleno de armas que hay que darle salida.
Al llegar al hotel caso parecido al de Nairobi. El hotel estaba genial en una zona que no era mala, pero no recomiendan salir por la noche. El conductor me acompañó hasta que me registré y se marchó. En la habitación compruebo que, después de tres semanas, tengo una especie de ducha (la alcachofa que va al suelo) y un inodoro como dios manda…..estoy en el paraíso!!!.
Al día siguiente lo primero que hago es ir a comprar una simcard de MTN. Primera diferencia con Kenia, la gente no está por la labor de ayudarte. Preguntas a un agente de MTN para comprar un simcard y dicen que no tienen; le preguntas dónde puedes comprar una y te dicen el sitio; le preguntas dónde esta ese sitio y te responden en que zona está; y si, finalmente, le preguntas como puedes llegar a esa zona, te lo dicen. En Kenia era al revés, te “saturaban” de información.
Ya con el móvil cargado, me dedico a recorrer la zona sin rumbo fijo. Notas que Uganda es más europea con Kenia, con sus ventajas e inconvenientes. Po ejemplo, ves más gente pidiendo en la calle, más gente durmiendo en la calle. También me sorprendió unos predicadores que en las semáforos se ponen a hablar de religión entre los coches pero que parece que te están echando la bronca. También se nota las malas prácticas de los blancos que han ido a la zona. Es sorprendente como cuando un niño que está pidiendo ve a un blanco, sale corriendo, cruzando una avenida de seis carriles, sólo para pedirte dinero. A mí me han llegado a seguir varios niños, durante un cuarto de hora, pidiéndome dinero. Yo sé que se da limosna con toda la buena intención del mundo, pero estamos creando una dependencia exagerada. Quizás, sea mejor buscar a alguna asociación (que hay miles) que se dedican a ayudar a esta gente, y darle a ellos toda la limosna del mundo. Así, evitamos la “persecución” al blanco que hacen en las calles que, ojo, también es peligroso para ellos porque en cuanto ven a un blanco, salen corriendo detrás de él sin fijarse en el tráfico ni en nada.
Como no tenía nada previsto para visitar, me metí en internet para buscar algo para la tarde. No vi nada excesivamente interesante, por lo que me decidí por visitar las Tumbas de los reyes de Buganda. Me encontraba a unos 4 km, según google maps, y como no tenía nada mejor que hacer, me los recorrí andado. En el trayecto pude ver desde fuera una gran mezquita que luego me enteré que fue pagada por Gadaffi. Por la noche navegué un poco para averiguar que carajos tenía que ver Gadafi con Uganda y descubrí que fue debido a la “amistad” con Idi Amin. En el trayecto hasta las tumbas, atravesé varios barrios marginales que, sinceramente, no sé si fue por mi inconsciencia o porque motivo, pero no tuve ninguna sensación de peligro.
Al llegar a las tumbas, tras ascender una colina interminable, lo primero que me encuentro es un cartel de CERRADO por reformas. Bien, ya había hecho el día. Mientras estaba junto el cartel pensando que carajos hacer y dudando entre volverme andando al hotel otra vez (se me haría de noche por el camino) o pillar una moto….abre la puerta un chico que me dice que está cerrado pero, si quiero visitarlo, puedo. Le pago 10.000 Sc por la visita (algo menos d 3€) y comenzamos la visita guiada. Te explica que el origen fue un palacio (palacio como lugar dónde vive el rey) y que al fallecer fue enterrado allí, al igual que sus descendientes. Como curiosidad, el primer rey tuvo 82 esposas. El lugar dónde están enterrados no se puede visitar porque se encuentra en obras, alrededor hay unas 7 u 8 chozas que es dónde viven las mujeres del rey. Otra curiosidad fue que los diversos clanes de Buganda tenían, y siguien teniendo, una función en el área. Un clan se encarga de la construcción y el mantenimiento, otro de la custiodia, etc. Por eso mismo, como las labores de reconstrucción las hace un clan, y porque estamos en África, el tiempo que durarán las obras se desconoce, aunque el guía me comentó que cree que en dos años estarán finalizadas.
Después de la visita, el guía (de nombre Fiji, todo sea dicho) me pregunta que carajos hago en Uganda. Le explico que estoy de voluntario, lo que he hecho en Kenia y lo que espero hacer en Uganda y, sin pedirlo, me pide ayuda. Me comenta la situación del colegio dónde va su hijo y que toda ayuda que podamos enviar es poca. Nos damos el Facebook y es otra cosa pendiente para hacer allí. Cuando terminamos le pido que me busque una moto para ir al hotel, llama a una y, según él, me hace precio normal. Me lo creo.
De camino compruebo, de nuevo, el caos de tráfico que es África. Hay muchos policías dirigiendo el tráfico, pero nadie le hace ni caso. Me deja en una zona cercana al hotel, así podía caminar un poco. Le pago y en los apenas 200 metros que me separaban del hotel…más niños que pedían detrás de mi, con cara de pena, pidiendo dinero.
Al día siguiente hablo con Bob, mi “anfitrión” en Uganda, y dice que viene a recogerme al hotel al día siguiente. Ese día un poco como el anterior, caminar sin rumbo fijo por Kampala. Me sorprende que las tiendas están como especializadas por calles. En una calle todo tiendas de zapato, en otra todo papelerías, en otra todo ropa, etc. También caminé hasta las vías del ferrocarril totalmente abandonadas. Son las mismas vías que construyeron los británicos para llevar mercancías desde Kampala a Mombasa. Hace mucho tiempo que no pasa un tren por ahí, me comentaron que hay un proyecto chino para volver a poner en funcionamiento la línea. La realidad es que, ahora mismo, sólo están ahí ocupando espacio.
A la mañana siguiente, sobre las 8 de la mañana, Bob viene al hotel a por mi. Lo primero que me sorprende es lo joven que es, no llega a los 30 años. Tras los saludos iniciales, vamos a la estación de autobuses para subir al bus hasta Masindi. Como todavía faltaba tiempo para que llegara, nos vamos a tomar un te en la misma estación y me va comentando un poco el proyecto. Es un orfanato que, ahora mismo, sólo tutelan niños. Como no tienen infraestructura aún, tienen acuerdos con colegios para que los niños estudien, coman y duerman allí. Que en periodo vacacional los tiene en su casa y en casas de amigos. Que mi proyecto es, por la tarde, hacer lo que quiera con ellas, entretenerlos y, porque no decirlo, darle ideas de como mejorar el proyecto.
Cuando llega el bus nos subimos. Bus estilo Ryanair, dos asientos en un lado y tres en otro. Tras hora y media esperando dentro del bus nos vamos camino a Masindi. El viaje dura casi 4 horas. El paisaje espectacular, mucho verde, algo montañoso y tierra roja. También compruebas la influencia británica está aún presente. Muchas viviendas de la época, algunas en buen estado, otras en mal estado….pero están, cosa que en Kenia es difícil encontrarlas. Cuando finalmente llegamos a Masindi compruebo que es una ciudad un par de veces más grande que Mbita. Tampoco es nada del otro mundo, estilo africano con no más de 8 manzanas.
Tras beber algo en la propia estación y comprobar que los supermercados son un poco más europeos, Bob me dice de ir en moto hasta la casa, que no está lejos, pero sí que son 20 minutos andando. El trayecto en moto no dura más de 5 minutos. Veo la casa y primer palo. Esto no es Rusinga que estoy en medio del campo, aquí estoy en “la ciudad”, casas por todas partes. Me presenta a mis dos compañeros de piso, los otros dos chavales (más cerca de los 20 que de los 30) que llevan el orfanato: Tony y Ben.
Me enseñan la casa, pequeña, oscura. Con el cuarto para la ducha que no deja de ser un pequeño cuarto dentro de la casa. El cuarto minúsculo y, en teoría, dormíamos allí tres personas. Evidentemente y como no podía ser menos, nada más ver la situación, por mi cabeza pasó el irme lo antes posible de ese lugar. No me daba ni una semana.
Luego aparecen unos 20 niños con camiseta azul. Son los niños del orfanato que se habían enterado que había llegado un “muzungo” para estar con ellos y venían atraídos por la curiosidad. Les digo algo en inglés y me comentan que, la mayoría de ellos, no habla inglés….bien empezamos. Me traduce Tony. Como era Viernes me dicen de empezar con ellos el Lunes y se marchan sonriente. Me presentan también a Caroline, la madre de Tony, que era la “casera”. Una semana comenzaba a parecerme demasiado tiempo allí.
Después de cenar les pido sacar un colchón de la habitación porque así estaría más cómodo yo hablando con España por la noche. Se sorprenden pero me dicen que sin problema. Finaliza el primer día en Masindi, al igual que en Rusinga, en mi mente sólo estaba irme de allí lo antes posible. Como podéis imaginar, al igual que en Rusinga, cuando me fui sólo tenía lágrimas en los ojos.

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