Es sábado, son las 6 menos cuarto, y llueve. Hoy es el tercer día y toca excursión con Timberbush Tours al Lago Lomond y los Trossachs, y Stirling, asomándonos a las Tierras Altas escocesas. Los Trossachs, en el límite geográfico entre las Lowlands y las Highlands, a unos 80 kms de Edimburgo, tiene montañas, valles, bosques y lagos, y la cuarta parte de las especies en peligro de extinción del Reino Unido.
La salida es desde The Hub, en la Royal Mile a las 9'15, y hemos de estar media hora antes. Llegamos pronto, y tomamos un café antes de subirnos al furgón, junto a otra docena de personas más o menos. La excursión es en inglés, pero recibimos un par de folios de gentileza con una explicación en español de lo que esta por venir.
Recorridos 60 kms desde Edimburgo, el minibus pasa de largo Stirling, dejando la visita para la tarde, y una vez cruzado el pueblo de Callander, entra a los Trossachs por el Queens Elizabeth Forest Park, para coger la carretera hacia el sur que bordea tres lagos, por orden de aparición, Loch Venachar, Loch Achray, y Loch Katrine.
Después de una parada de repostaje en una cafeteria con tienda de productos típicos escoceses, en la que mientras los demás toman café o compran algo, nos echamos unas risas haciéndonos fotos con una bromista gorra escocesa con peluquín rojo pegado, continuamos hacia Balloch bajo la lluvia.
El viaje, además del placer del paisaje, se convierte en un show por la ingeniosa personalidad de Hamish, el cincuentón conductor poeta, que monta las excursiones como si su minibus fuera un escenario rodante, en el que va representando una obra interactiva con los lugares que va recorriendo, y con los personajes que discurrieron por ellos a lo largo de la historia.
Con su banda sonora preparada, Hamish va pinchando la música idonea para acompañar sus explicaciones sobre lo que va cruzándose por el camino; música épica para sus narraciones de escenarios de batallas; sinfónica o new age al hablarnos sobre los valles, bosques, lagos y montañas que pasamos; canciones tradicionales para ensalzar a los heroes nacionales y personajes de leyenda que han campado por los parajes; música de cámara al divisar palacios y castillos; clásica para ensalzar su voz mientras nos entona con entusiasmo rimas de poetas escoceses; melodías celtas de fondo para sus relatos sobre los mitos.
Entre lo que vemos a través de las ventanillas, y lo que escuchamos al son de los relatos y canciones de Hamish, desfilan personajes como Walter Scott, mientras se inspira para escribir su poema de “La dama del lago”; Rob Roy, el proscrito Robin Hood escocés, nativo de estas tierras; los Monty Python, rodando sus caballeros de la mesa cuadrada en el castillo de Doune; los Kelpies, los caballos de leyenda que vivían en las profundidades de los lagos; Robert the Bruce, el rey escocés que lideró en el siglo XIV, las guerras de independencia contra los ingleses; William Wallace, el héroe y mártir nacional, inmortalizado en su monumento victoriano de 70 metros cerca de Stirling.
Nuestro destino es Balloch, un encantador pueblecito a orillas del Lago Lomond, puerta de entrada al Parque Nacional del lago Lomond y los Trossachs, a solo 35 kms de Glasgow. Hamish, nos deja directamente en el embarcadero, y nos ofrece dos opciones: llegar a Luss, otro pueblecito de la ribera del lago, aún más pintoresco si cabe que Balloch, navegando por el lago bajo la llovizna durante una hora, o rodando por la carretera en el minibus.
Todos elegimos pagar las 9'50 £ del pasaje, y el barco desatraca bajo el cielo encapotado y una lluvia persistente. La travesía es bonita a pesar de todo, y aunque es dificultoso salir a cubierta, aprovechamos a ratos para disfrutar de las orillas, de algunas de las 37 islas del lago que cruzamos durante el trayecto, y de las montañas bajo el drámatico cielo de ese día.
En Luss, un pueblo de postal con casitas de dibujo de niño y jardines de cuento, con la hora y media de que disponemos, incluida la comida, apenas tenemos tiempo para un paseito y para disparar unas cuantas fotos de rigor a las casas y a sus insanos jardines, colmados de perversos gnomos, inquietantes animalitos, budas panzudos, enanos deformes, molinos de viento terroríficos, florecillas macabras y setas alucinógenas.
En el pueblo no hay mucho más, solo el par de calles de casitas del mismo molde con jardines macabros, Beds and Breakfast y un par de hoteles, un club náutico, un camping caravaning, una iglesia presbiteriana, alguna tienda de souvenirs y artesanía tradicional, un museo kitch del clan de la zona, los Colquhoun, y el restaurante al que vamos a parar todos, el Village Restaurant.
El Village Restaurant es un rico sitio para comer, familiar, y los platos son sabrosos. Tras echar un vistazo a la carta, nos decidimos por dos hamburguesas gourmet de ternera a 12 £ con patatas fritas caseras, un acompañamiento de "coleslaw", -ensalada de col-, y un par de cervezas. El precio pica, pero la burguer es de matrícula de honor, y la atención es afable.
Tras arrancar a rodar, en unos 45 minutos hacemos los 60 kms hasta Stirling, para ver el castillo con andamios, de
STIRLING
Antigua capital del reino escocés, Stirling es famosa por su castillo, escenario de asedios varios durante las guerras de independencia escocesas a principios del siglo XIV, en los que consta fue usada una catapulta, -también denominada fundíbulo o trebuchet-, bautizada como "Warwolf", que con 18 metros de altura fue la más grande usada jamás, y por la figura mitad ficción mitad realidad de William Wallace, convertido en heroe por la derrota inflingida a los ingleses en la batalla del puente de Stirling en 1297, y convertido en mártir y leyenda por la atroz muerte que le dieron los ingleses, tras apresarlo 8 años después.
Su supuesta legendaria espada de 1'70 cms, -a las espadas escocesas que solo se pueden blandir con las dos manos se las conoce como espadas Claymore-, se muestra junto a un tartán (tela a cuadros que identifica a los distintos clanes de Escocia) del clan Wallace, en una urna del National Wallace Monument, una torre gótica de 70 metros a 3'5 kilómetros de Stirling, visible perfectamente desde la explanada del
Aunque las primeras edificaciones datan del año 1124, los edificios que se visitan en la actualidad son de los siglos XVI y XVII. El castillo fue residencia de los reyes de Escocia desde 1216, y el ultimo asedio que vivieron sus murallas fue en el año 1746.
La entrada vale 15 £, y nosotros no las pagamos, y preferimos voltear por los alrededores y bajar al centro del pueblo. Arrancamos metiéndonos bajo el castillo, por el cementerio de la iglesia de Holy Rude, la segunda construcción más antigua de la ciudad y equiparada a templos como la Abadía de Westminter, por haber sido techo de bautizos y coronaciones reales. Su cementerio, histórico camposanto de Stirling en la ladera del castillo, además de haberse convertido en unos de los mayores parques públicos de la ciudad y un mirador espectacular, es hogar de varios monumentos importantes y tumbas de muchas personalidades históricas del país.
En nuestro bajada al centro del pueblo, coincidimos con la celebración de una boda en la iglesia de Holy Rude, justo en el momento en que todos los glamurosos invitados se fotografiaban al lado de los novios en el pórtico del templo. La imagen era digna de captura, y a pesar de los esfuerzos de la organizadora de la boda, poniendo su cuerpo de pantalla para impedir cualquier imagen que no fuera la del fotógrafo oficial, y disparándome su cámara a un palmo de la cara, logré inmortalizarlos con sus radiantes sonrisas de felicidad, sus tocados y sombreros, sus kilts tradicionales, y sus trajes y vestidos de boda.
Por Upper Castlehill, la calle de subida al castillo, bajamos hasta el centro peatonal de Stirling, sede del Ayuntamiento, y pateamos un rato antes de volver a subir por Baker St, una calle paralela más tranquila, donde puedo chafardear un poco en los espacios interiores entre los bloques de viviendas, y pasar delante de la entrada a la torre de la antigua cárcel de Stirling, la Tolbooth, hoy en día teatro del municipio.
Tras una vuelta, con parada en Queensferry las orillas del río Forth, entre los puentes viario y ferroviario que cruzan el fiordo, llegamos de vuelta a Edimburgo pasadas las 7 y media de la tarde, y nos dirigimos al Drouthy Neebors, el pub de Newington cerca del hotel, donde tomaremos un par de pintas antes de la retirada.
EL DROUTHY NEEBORS
En el pub son las 8 de la tarde del sábado, y todo el mundo lleve traje de tweed o chandal, tenga 20 o 60 tacos, dentadura sana o destrozada, sea hombre o mujer, aficionado del Celtic o del Rangers, está entre achispado y como una cuba, pero sin un solo atisbo de mal rollo, y socializando hasta con los que salen por la tele. Como ejemplo valga el que se nos acerca a saludarnos y darnos la mano, y el anciano sentado en la barra que se interesa por si estamos atendidos y nuestras pintas están al punto.
Parezco contratado por el pub, pero como dije en otra etapa, el hecho de que esté en el bonito barrio de Newington, pegado a los Meadows; en vez de turistificación haya una jukebox con buena música; y que la cerveza del mes, la Mc Ewans, valga 2'4 £, bastante menos que en la mayoría de pubs; nos convirtió en asiduos para saborear una buena cerveza.
Nos llegamos hasta los puentes, y rodeamos la colina de Calton Hill hasta su parte de atrás, donde, entre un maremagnum de gruas, obras, y centros comerciales, arranca el Leith Walk, que nos llevará al barrio portuario en una media hora a paso de tacataca.
El recorrido comienza en la rotonda de Picardy Place, justo donde se encuentra la estatua de Sherlock Holmes, dedicada a su creador Conan Doyle, nacido en esa misma plaza en el año 1859. Desde ese punto, mirando hacia el mar, se extiende la recta de 2'5 kms del Leith Walk.
Tomando algún desvío de vez en cuando para echar una ojeada al backstage de la avenida, el camino es un crisol de tiendas y establecimientos de todo el mundo, hasta que a mitad de recta, llegamos a la esquina donde se encuentra un restaurante que nos despierta el patriotismo de las papilas gustativas, el porrompompón porrompompero bar de tapas
Pecamos de ingenuos y picamos el cebo, porque aunque tiene unas estupendas cristaleras a calle, su aire artificial de tasca moderna hipster, la mediocre calidad de los productos y algún precio ridículamente excesivo, no lo hacen recomendable. Pedimos tortilla de patatas, una tapa de croquetas, dos cervezas y pan. La tortilla de medio palmo de diámetro es industrial; las tres croquetas que ponen por tapa, no están mal, pero juntándolas no llegan al tamaño de una croqueta de toda la vida; por cada botella de estrella galicia nos clavan 4'30 £; y el colmo llega con el pan porque por una rodaja, no un trozo, una rodaja de pan de barra de un dedo de pianista de grosor, soplan 1 £. La cuenta son 21 £, y al pagar le pregunto por curiosidad a la chica que nos sirve, si el dueño es español, a lo que me contesta que no, que es de Chile. Le doy las gracias y olvido para siempre el Serrano Manchego de Edimburgo.
De nuevo en la calzada, el caracter del barrio continua siendo el mismo, multiculturalidad, pequeño comercio, casas de juego y apuestas, tiendas de caridad y casas de empeño, y edificios de no más de tres pisos, hasta que llegamos al centro de Leith primero, y un poco más adelante, entre calles de bloques de viviendas sociales, al "Shore", la orilla del río Leith e histórico embarcadero, que va a desembocar al puerto, y que ahora es un paseo marítimo con naves reconvertidas en pisos de lujo y restaurantes de moda.
TRAINSPOTTING Y LEITH
Trainspotting fue el duro y generacional film de Danny Boyle de los 90 que, a través de las "aventuras" del grupo de jóvenes amigos protagonistas, drogadictos y borrachos, puso en imágenes la realidad de un extrarradio de Edimburgo, dándole visibilidad a sus olvidados habitantes. Sin embargo, las vivencias y el relato no son suyos, si no de Irvine Welsh, el autor del libro en el que se basó la película.
Irvine Welsh, autor de la famosa novela de 1993, retrató de manera fidedigna, cruda y honesta, la pobreza y degradación de la periferia de la clase obrera de Edimburgo en los años 80, retrato trasladable en fondo y forma a otras ciudades como Barcelona. Welsh nacido en Leith, "el puerto de Edimburgo", sabía muy bien de lo que escribía y lo que quería contar. De madre camarera y padre estibador, fallecido a los 25 años, cambió de joven Edimburgo por el Londres punk de 1978, y tras muchas idas y vueltas, se instaló en Chicago, donde vive actualmente con su mujer, escribiendo guiones de películas, y dirigiendo su propia productora.
Ni la novela ni la película gustó a muchos sectores de Edimburgo, pero para la mayoría de habitantes de Leith, su periferia era tan real como el Castillo, el Palacio de Holyrood, las galerías de arte o la Old Town, y piensan que se les dio voz y visibilidad, a pesar de convivir a diario con la degradación, en unos años en que Edimburgo se vendía al mundo como la "Atenas del norte", pero se convertía en la capital del Sida en Europa.
Leith anexionada a Edimburgo en 1920, a pesar de que en el referendum de consulta el 80 por ciento de sus residentes votaron en contra, quiere seguir manteniendo una identidad propia, y sirva como ejemplo el hecho de que en el referendum de independencia de Escocia del 2014, Leith, fue el único barrio de Edimburgo en el que obtuvo mayoría el Sí, y de que hoy en día se escuchan voces “Leithers”, pidiendo la repetición del referendum de 1920 sobre la anexión a Edimburgo.
Leith, que tiene ahora la mayor concentración de restaurantes con estrellas Michelín de Escocia es, según los últimos datos del censo, el distrito con más diversidad del país, además de uno de los más poblados. Sin embargo, los programas de regeneración que se iniciaron en los 90 y principios del 2000, o se estancaron o fracasaron directamente por la crisis, el desplome de la vivienda, o la retirada del plan que había de llevar el tranvía al puerto.
Durante las últimas décadas, este tipo de proyectos de regeneración de áreas degradadas de las grandes ciudades, especialmente las de mucho potencial turístico y económico, se han hecho siguiendo el mismo modelo,
LA GENTRIFICACIÓN
de la que en Barcelona sabemos un rato, y por la que la transformación de las áreas urbanas degradadas, acarrea cambios implícitos en la estructura social, ya que la reconstrucción, rehabilitación y construcción de los edificios, provoca un alza de precios en la vivienda y alquileres, que se traduce en el desplazamiento de los residentes de toda la vida, en beneficio de clases sociales de mayor poder adquisitivo que pueden asumir los nuevos costes. Este modelo de transformación, se extiende igualmente al tejido comercial y de servicios de la zona, cambiando el pequeño negocio por centros comerciales y grandes cadenas y franquicias.
En Leith, parece ser que no lo han conseguido del todo, por el abandono de los proyectos, pero parte de estos programas, ha comportado la demolición de una buena parte de vivienda social de la zona, provocando un desmembramiento de la comunidad al ser reubicadas la mayoría de familias en otras zonas, y en un desastre para el comercio cercano. La paralización de estos proyectos, también se hace evidente en muchas obras y terrenos en situación de abandono.
A día de hoy, parece que todo apunta a un plan para convertir Leith en la zona artística y cultural de Edimburgo, a fuerza de teatros, salas polivalentes, platós de cine, centros culturales, galerías de arte, etcétera, etcétera.
Por el paseo marítimo, acompañando al río en su desembocadura, llegamos en pocos minutos a Ocean Dr, la carretera que por la margen del fiordo de Forth, entre los muelles con navíos atracados, nos lleva al Centro Comercial Ocean Terminal, donde está anclado el Britannia, el yate de la familia real inglesa hasta 1997.
Lo que nos encontramos al llegar, es que además de estr prohibido el paso al muelle, tampoco se puede ver bien porque la visión esta obstaculizada. Las únicas opciones son acceder desde el 2º piso del Centro Comercial, donde está la entrada, la taquilla, y la pasarela que lleva al barco, o conformarse con ver lo que se pueda desde las terrazas exteriores del CC. Como las 16 £ que cuesta la entrada nos parecen excesivas, nos contentamos con apreciar la réplica de 3 metros hecha con 40 mil piezas de lego, expuesta en una vitrina en la entrada.
En las paradas de autobuses del CC, cogemos el 22 hasta Princes St, y bajamos caminando hacia el hotel, haciendo parada en el Sainsbury, nuestro super de aprovisionamiento de Causewayside Street. Fruta y ensalada de pasta, y unas cervezas, y marchamos a comer y echar una pequeña siesta al hotel.
Son las 7 de la tarde, y aunque vemos ganar sin brillo al Barça, los merengues ganan la liga. El Drouthy está lleno y todo el mundo participa en un trivial por equipos. De las preguntas me entero a medias; de las respuestas pillo alguna, George Harrison, 1998, Kate Blanchett, El Gran Dictador, ...
Mañana será el Glasgow's day.
Una hora y media tarda el tren que cogemos en la estación de Waverley (Edimburgo centro) en llegar a Glasgow Central, y los billetes Off-Peak day (no válidos para trenes antes de las 9 de la mañana, y entre las 4'30 y 6'30 de la tarde), nos cuestan 12'5 £ ida y vuelta. Si uno quiere ahorrarse tiempo de trayecto, es mejor sacar billete para otra estación de Glasgow, Queen Street, que está a solo 7 minutos caminando de la Central.
La fama de Glasgow es antagónica a la de Edimburgo, y la rivalidad entre ambas es feroz, pero como pasa a veces con estos antagonismos, quizás las dos se complementen. Edimburgo es la ciudad histórica, pintoresca y mágica; Glasgow la urbana, vanguardista y vital; la primera es medieval, regia y espectacular; la segunda es dinámica, atrevida, y cosmopolita. A la ciudad del río Forth, se la considera una urbe medieval y cautivadora; a la ciudad del río Clyde, fea, gris e industrial.
Está claro que Glasgow no puede competir con Edimburgo en monumentalidad, encanto y narrativa, pero ... puede competir Edimburgo con Glasgow en cuanto a vibración, renovación y espontaneidad? Por supuesto, también hay excepciones como el barrio portuario de Leith y sus "Leithers", que tienen un perfil más glaswegian que edimburgués, caracter que ellos mismos autoproclaman-, o áreas de Glasgow como la catedral, la necrópolis, la universidad o George Square, de igual aire que Edimburgo.
Glasgow, de pasado mercantil, con la importación de ron, azucar y tabaco de las colonias en el siglo XVIII, comenzó a prosperar a partir de la Revolución industrial de la segunda mitad del 1700, con la aparición en el siglo XIX de fábricas de manufactura del algodón, textiles, astilleros, ingeniería pesada, químicas, vidrio, papel, jabón, que fueron nutriéndose de la inmigración de las Tierras altas, las islas, e Irlanda, hasta dispararse su población de 40 mil a 500 mil habitantes, entre 1780 y 1880.
Las horas que tenemos en Glasgow dan para una ruta por el centro, Merchant City, el East End, la parte oriental de la ciudad, y un tramo de la margen del río Clyde, además de la comida, así que no perdemos tiempo al llegar a la estación de Glasgow Central, un respetable bloque decimonónico que incluye torre del reloj y hotel señorial, el Grand Central.
Buscamos Argyle St, la principal vía del centro, a la que nos incorporamos cruzando el tunel bajo el bonito puente ferroviario acristalado que pasa por encima, apodado antiguamente por los Glaswegians, “el paraguas de Hielanman”, debido a que los inmigrantes de la tierras altas, lo adoptaron como punto de encuentro y refugio contra la lluvia.
Argyle St. es popular y comercial, y nuestro propósito de buscar equipación de los Celtics de Glasgow, queda resuelta casi al instante, al toparnos en la misma calle a pocos metros de la estación, con una tienda oficial del Betis escocés, el famoso equipo de fútbol del trébol, de apasionada e inquebrantable afición, y cuyas raíces hay que buscarlas en la Irlanda católica. Los precios están muy bien y por 35 £, caen un par de polos en oferta, de estética alejada de las chillonas rayas verdiblancas de la camiseta oficial del equipo, susceptibles de ser detectadas por cualquier satélite en órbita sobre la Tierra.
Tras caminar un rato por Argyle St, y decubrir el pub Sloans de 1797, después de entrar a investigar por el sotoportego de la Cranston House, giramos por Buchanan St a un pequeño callejón, para subir a lo alto de The Lighthouse, un torreón de 1895 que actualmente es un centro de diseño, desde donde se tienen unas buenas vistas de pájaro de la city. La entrada es gratis, tiene ascensor, y es muy moderno y muy aseao y muy apañao, y en los callejones de alrededor se ven algunos de los muchos grafitis que hay por las paredes de Glasgow. Desde la torre, nuestra siguiente parada a dos manzanas, son las columnas neoclásicas del
MUSEO DE ARTE MODERNO
protegido por la ecuestre estatua del Duque de Wellington, al que el pueblo de Glasgow ha convertido en símbolo, a fuerza de seguir encasquetándole un cono de tráfico en la cabeza, desde que un ser anónimo en desconocidas condiciones, se lo colocó por primera vez allá por los años 80.
Como cada vez que el Ayuntamiento le retira uno de la cabeza, le aparece otro al instante, y la consejería de turno alega que ello supone un considerable gasto para las arcas municipales, se han planeado varias medidas para evitar la colocación del complemento, pero siempre ha sido tal la resistencia y oposición de los glaswegians, que el duque continua tocado con el irónico capirote rojiblanco.
La GOMA, acrónimo que cuadra más con el pitorreo del duque de su entrada, que su denominación completa de Gallery Of Modern Art, es el museo de arte contemporáneo más visitado de Escocia, y está ubicado, junto con la biblioteca municipal, en un edificio de 1778 en la Royal Exchange Square, en el centro del centro de Glasgow.
Dejamos atrás el cono de tráfico por Queen St, y nada más sobrepasada la siguiente manzana, se nos abre el gran espacio de la plaza de
GEORGE SQUARE
inaugurada en 1781 durante la era Victoriana, es el corazón de la ciudad, y centro de toda la actividad politicosocial de la ciudadanía de Glasgow, sean celebraciones como el Día de la memoria, -en recuerdo de los combatientes de las grandes guerras-, el Hogmanay, -las campanadas de nochevieja-; o mitines electorales, manifestaciones o protestas de todos los colores; conciertos y eventos; o instalaciones como la pista navideña de patinaje sobre hielo; etc.
Con solo un edificio original de la época, el Millennium hotel, anexo a la estación de tren de Queen Street, en la plaza se encuentra el Ayuntamiento, -el City Chambers-, y la Cámara de Comercio, -Merchant House-, además de contener un buen número de estatuas de escoceses de pro, y el cenotafio, un memorial a los caídos durante las guerras del siglo XX, en el que se conmemora todos los 11 de noviembre el Remembrance Day, el día de la memoria. Desde este monumento, dirigiéndonos hacia el río Clyde al sur, entramos en la
MERCHANT CITY
un entramado de calles que durante el siglo XVIII, era el hogar de los ricos comerciantes que tenían aquí sus viviendas y almacenes, y que ahora es un elegante barrio de modernas cafeterías y restaurantes, tiendas de moda, lofts, locales de diseño, arquitectura de vanguardia, clubs nocturnos, galerías de arte ..., y el cuadrado bloque de Merchant Square, levantado en 1800 sobre el antiguo mercado de frutas de la ciudad, que ocupa toda la manzana, y que aloja tanto en el exterior como en el interior una gran variedad de restaurantes y bares, además del mercadillo de artesanía y regalos de los fines de semana.
Echamos una ojeada, y vista la concentración de restaurantes, lo fichamos para cuando llegue la hora de comer y no rompernos la cabeza buscando un sitio.
Lo cierto es que la zona llama la atención por la poca gente que deambula por la calle y lo nuevo que parece el barrio, por los edificios restaurados o recien construidos. También son notorios por los alrededores los grafitis, parte indisoluble de la ciudad. Glasgow está visiblemente repleta de murales y arte urbano, la mayoría de ellos encargados por el mismo ayuntamiento a artistas de todo el mundo, a través de un organismo municipal, el City Center Mural Trail. Uniendo todas estas obras callejeras, se puede hacer una bonita ruta temática, y de hecho, ya hay recogidas recopilaciones en algunas webs de la ciudad:
Caminamos dos manzanas hacia el este en paralelo al río, para girar por la gran e histórica arteria de Hight Street, que atraviesa Glasgow de norte a sur cruzando el río, y que nos llevará en dirección norte, al
EAST END
que, aunque es la zona más antigua de la urbe, donde se hallan el Glasgow Green, uno de los parques más antiguos de Gran Bretaña; la Catedral de San Mungo, la necrópolis, la gótica Barony Hall, una antigua iglesia victoriana sede actual de la Universidad de Strathclyde, inspirada en la Catedral de Gerona, y la casa más antigua de la ciudad, la medieval Provand's Lordship de 1471, también es uno de los barrios más desfavorecidos y obreros de Glasgow, con rincones abandonados y perfiles de Ken Loach, ya que durante la época de la inmigración en el periodo de la Revolución industrial, mientras se concentraban las mansiones en la parte oeste, la pobreza, la delincuencia y las epidemias, lo hacían en el East End.
Un sitio reseñable a menos de 10 minutos de Hight Street, es el Barrowland Ballroom, "The Barras", una histórica sala de baile de los años 30, que ha visto tocar a grupos como Oasis, Clash, U2, Smiths, Stranglers, Simple Minds, y un largo etcétera, y que sigue acogiendo y programando conciertos en la actualidad. Su fachada de neones en el 244 de Gallowgate Street, es digna de verse.
Otro lugar visitable de esta parte de la ciudad, en especial para futboleros, es el Celtic Park, el estadio del Celtic de Glasgow en el distrito de Parkhead, rival encarnizado del otro equipo de la ciudad, el Glasgow Rangers, y fundado en 1887 por un cura marista llamado Walfrid, durante una reunión en la iglesia de Santa María del East End, con el fin de recaudar fondos para sus obras de caridad en esta miserable y necesitada parte de la ciudad.
Subimos por Hight street, pasando de largo la estación de tren del mismo nombre, y tomamos la curva de la calle entre dos hileras de antiguos tenements, -edificios de apartamentos-, de piedra arenisca roja. A partir de ellos, el espacio se abre, y en la esquina donde la calle cambia de nombre a Castle Street, surge evocadora, la
BARONY HALL
una bella iglesia gótica victoriana, que desde 1986 es sede de la Universidad de Strathclyde. La iglesia, cuyos orígenes se remontan a 1595, y que ha sufrido dos reconstrucciones, una en 1799, y la actual, con elementos arquitectónicos de las anteriores e inspirada en la Catedral de Gerona, rehecha en 1889. En la manzana siguiente de Castle St, en la acera opuesta a los jardines de la Catedral, se asienta otro edificio notable, la
PROVAND'S LORDSHIP
la casa más antigua de Glasgow, con los jardines renacentistas de San Nicolás detrás, está datada en el año 1471, y es hoy en día un museo. El edificio fue construido en el recinto de la catedral por el obispo de la época, como parte del Hospital de San Nicolás, y con el probable fin de dar alojamiento a clérigos y eclesiásticos que servían en la catedral. Justo enfrente en la otra acera, el Museo religioso de San Mungo, y a su espalda, la entrada al recinto de,
LA CATEDRAL
considerada el mejor ejemplo del gótico medieval en Escocia, logró sobrevivir a la destrucción, durante la reforma de finales del siglo XVI, abrazando el protestantismo. Este cambio de chaqueta, permite ahora disfrutar de la visión de su negruzca aguja entre tejados verdes, sobresaliendo detrás de la colina de lápidas y mausoleos de la Necrópolis.
Construida en el siglo XII, su situación en una pendiente, hace que tenga dos niveles, la nave principal y la cripta abovedada donde está el sepulcro de San Mungo, que resulta la parte más impactante porque el paseo bajo los arcos de las bóvedas de sus tres naves alrededor del sepulcro, por los rincones en penumbra con restos antiguos del templo, y bajo la esfinge del obispo Wishart que mandó construirla, amigo y compañero de fatigas independentistas de William Wallace,
transmite una misteriosa fascinación.
En la nave principal, destacan la colección de vidrieras contemporáneas, una de las más bonitas del Reino Unido, el púlpito de piedra tallada, y los techos de los pasillos laterales.
La visita es gratis, y todos los domingos a las 4 de la tarde, el coro de la catedral ofrece su repertorio musical a quien quiera asistir. En el siguiente link de la web oficial de la catedral, teneis los horarios de visita, http://www.glasgowcathedral.org/visiting/opening-times/
Saliendo de nuevo a la explanada, y regresando hacia la entrada, se encuentra a la izquierda la verja dorada y negra de la entrada principal a la
NECROPOLIS
que por una calzada adoquinada primero y el puente de los suspiros después, lleva a los pies de la colina donde reposa este cementerio, sin duda uno de los más bonitos de Europa, planificado y acabado con el patrocinio del Gremio de Comerciantes de Glasgow, en el año 1833 y que, siguiendo el modelo victoriano es un jardín-cementerio surcado de senderos.
Los terrenos, llamados "Los Craigs", eran propiedad del gremio desde el año 1650, y su uso era el de parque público. El proyecto de la necrópolis se inspiró en el cementerio parisino de Pere Lachaise, donde están enterrados entre otros, personajes como Maria Callas, Jim Morrison, Balzac, Camus, Chopin, Oscar Wilde, Isadora Duncan, o Edith Piaf.
El cementerio es aconfesional, y la mayoría de las tumbas son de la época victoriana, cuando Glasgow era la segunda ciudad en importancia del Imperio Británico. La riqueza de aquella época, se plasma en la gran cantidad de aparatosos mausoleos y monumentos funerarios de acaudalados comerciantes y empresarios, que los encargaban a los más prestigiosos arquitectos de la época, y que sin embargo, conviven con un bosque de cruces celtas.
La culminación del paseo por este jardín de muertos, es la subida al punto más alto de la colina, donde se tienen, como no, unas espléndidas vistas de Glasgow.
Como se nos echa encima la tarde, iniciamos el descenso hacia el río, reandando High Street hasta el Glasgow Cross, una confluencia de cinco importantes calles señalada por
THE TOLBOOTH STEEPLE
en castellano, la torre de la cárcel. Cuando en 1626 Glasgow tenía alrededor de 7000 habitantes, se construyó la nueva prisión, que funcionó hasta su mudanza a otro enclave en 1812. Posteriormente en 1921, fue demolido todo el edificio excepto la espadaña que se ve hoy en día, aguantando los humos de los vehículos y a los conductores hablando por el móvil o hurgándose la nariz en un semáforo en rojo.
En sus buenos tiempos, la fachada de High Street estaba engalanada con unos ganchos para los divertidos espectáculos de la época como las hogueras, las ejecuciones públicas, etcétera. Estos ganchos en concreto, servían para colgar las cabezas de los acusados de traición u otras fechorías graves. En la fachada de Trongate Street, la función era el balanceo de los ahorcados, a los que dirigían hacia la soga caminando por un andamio en el primer piso. La torre, claro está, es una de las construcciones más antiguas de Glasgow.
Tras fantasear morbosamente delante de la torre, giramos por Trongate St en dirección a Merchant Square, donde entre el corro de restaurantes del interior, todos semivacíos, nos sentamos en la terraza indoor del Steak Cattle & Roll, una hamburguesería donde para salir del paso, pedimos nada menos y nada más que un menú de mediodía de 8 £ denominado ... Mega Munch, consistente en una 60 Z burguer con queso, -todavía no se cuanto son 60 Z, pero era mucha carne-, acompañada de Skinny fries, -todavía no se que son los skinny fritos-, mazorca de maíz al ajo, dedal de ensalada de col, y dos alitas de pollo. Sumando la cerveza, el menú salió aprox por unas 10 libras.
Como al levantarnos, la pesadez es importante, decidimos pasear la barriga por el río, para ver si la brisa fluvial nos alivia de la modorra postlunch. A tal fin, bajamos por Saltmarket hasta la manzana de los juzgados, donde empieza el puente de Albert Bridge, que cruza el río Clyde para entrar en los bloques de viviendas de protección oficial de "los Gorbals", hasta hace pocos años uno de los distritos más peliagudos de la ciudad junto con barrios como Possil o Milton.
Nosotros no pasamos al sur del Clyde, ya que para ver un poco el frente del río, giramos por el lateral del Palacio de Justicia, para coger Clydeside St y recorrer el tramo hasta la estación central por
LA ORILLA DEL CLYDE
una de las zonas que la ciudad está tratando de ganar para la gente, a fuerza de transformar los antiguos muelles y astilleros de las márgenes del Clyde, en espacios públicos, museos, auditorios, etcétera, modificando el panorama gris e industrial por un skyline vanguardista, con construcciones como
-Museo Riverside en Pointhouse Quay, elegido en el 2013 museo del año en Europa, dedicado a la historia de los viajes y transportes en Escocia. Pueden
verse coches de época, locomotoras, carrozas, bicicletas, tranvías, coches de bomberos, barcos, vagones de metro, situados algunos de ellos en calles y escenarios construidos a escala real para ambientar la época de los vehículos.
-Tall Ship, un velero de 3 mástiles construido en el puerto de Glasgow en 1896 como mercante para el transporte de grano por el Pacífico, hasta que en 1922 fue comprado por España para su uso como buque escuela con el nombre de Galatea. Jubilado al Guadalquivir en 1969, veinte años más tarde fue recomprado en una subasta por un organismo de la ciudad de Glasgow.
-Glasgow Science Centre en Pacific Quay, una futurista y brillante concha de titanio plateada que alberga un parque tecnólógico dedicado a la ciencia y la naturaleza, con las exposiciones, experimentos y máquinas propias de un museo de la Ciencia.
-Glasgow Tower, una aguja torre giratoria de 127 metros de altura, record de la ciudad, con mirador de 360 grados a 104 metros, y los edificios en la base de un cine Imax, un planetario, y un Virtual Science Theatre.
-SECC, el Scotish Exhibition & Conference Center, llamado popularmente el armadillo, es un centro de exposiciones, además de sala de conciertos, eventos, recinto ferial, y algunos bares y cafeterías.
Recorrido nuestro modesto tramo de riverside, en el que sin embargo se cruza por 5 puentes, al llegar al ferroviario de George V, giramos por Oswald Street, que nos lleva directamente a la Central Station en 10 minutos. En el camino, nos da tiempo a observar a plena luz del día y con la calle abarrotada de gente, delante de un supermercado, una agresiva pelea dialéctica a gritos entre dos tipos marginales, que por suerte no llega a las manos.
Cogemos el tren de regreso a Waverley, comprobando antes que el tren que vamos a coger sea de Off-pick day, para que el billete que tenemos sea válido, y en 1 hora, estamos de regreso en la New Town de Edimburgo.
Queda mucha luz del día por delante, así que como la tengo a dos manzanas y me apetecen más vistas, cruzo en diagonal hasta Leith Street, y allí cojo la estrecha y serpenteante calle de mismo nombre que la colina a la que lleva,
CALTON HILL
la estrecha callecita empedrada es un gusto, y aunque empinada, son nada más que 100 metros los que llevan a los pies de la colina a un lado, y a la St Andrews house del gobierno escocés al otro, un edificio mazacote de lineas rectas de 1939, levantado sobre los terrenos de la antigua y siniestra prisión de Calton, que da por detrás a las vías de tren de Waverley.
Pasado el macizo bloque, el espacio y las vistas se abren magníficamente. En el flanco montaña, la colina con sus monumentos: el faro del monumento al almirante Nelson, el de Trafalgar; el Monumento Nacional, inacabado sucedáneo de Partenon ateniense, planeado para recordar a los caídos en las guerras napoleónicas; la glorieta sobre peana, del memorial al filósofo edimburgués, Dugald Stewart; la cúpula verde del viejo Observatorio de la ciudad de 1818.
En el flanco del valle, asomándome desde la extensa terraza que es Regent Road: a los pies y al oeste, el entramado de vías ferroviarias de Waverley y tras ellas, al fondo, los jardines de Princes Street y el castillo sobre la ciudad vieja; debajo de frente mirando al sur, la iglesia y cementerio de Canongate primero, detrás el Palacio de Holyrood, el Parlamento escocés y el Dinamic Earth, y al fondo de todo elevándose, la mancha verde de Holyrood Park con su sobresaliente colina de Arthur's Seat y los acantilados de Edimburgo; a los lejos al este, la costa y las aguas del Mar del Norte estrechándose para convertirse en el Fiordo del Forth.
Desciendo de la colina contento pero cansado por los kilómetros del día, pero como queda luz y el día siguiente volamos de vuelta, regreso al hotel y nos vamos a celebrar el santo del día con música y una pinta de cerveza, en el Whistle-binkies de Southbridge que sin embargo, imagino que por la resaca del fin de semana, está desangelado y semivacío. Tomamos un par de cervezas, charlamos con un grupito de argentinos de gira por Europa, y el día no da para otra cosa que comprar una pizza en un Pizza Hut de Minto Street para comerla en la habitación tranquilamente, y descansar unas horas hasta la mañana siguiente, en que treparemos a los acantilados y culminaremos la cima de Arthur's Seat. Luego a media tarde, toca recoger, aeropuerto y vuelo de vuelta.
Esto pinta interesante, un diario de Escocia con el particular punto de vista de Chingking. La primera etapa ya es una declaración de intenciones, no me pierdo el resto.
guau, gracias a los cuatro. Grandes!!. Sobre todo por el empujón, porque se quedó anclado hace una semana por falta de tiempo.
Marimer, espero que mi particular punto de vista, se traduzca en un diario decente, y sobre todo que lo pases bien con mis andanzas.
Gadi, monstruo, gracias por pasarte. Escocia lo tienes al lado, o sea que lo tienes a mano para cuando quieras. Cheers
Spain, gracias por el comentario. Prometo acabarlo en cuanto pueda, y espero que acabe teniendo un poco de "algo".
Meha, un placer como siempre, y qracias por el ánimo. El diario seguirá, e irán desfilando más escoceses en manga corta o larga.
que tengais un bonito fin de semana.
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Hola a todos,
Disculpad si no es el foro adecuado. Vamos a Escocia a finales de mes y he visto que sale a cuenta comprar la explorer pass, somos cuatro adultos pero dos de ellos tienen 22 y 24 años con carnet de estudiante de la Universidad de Barcelona y tengo las dudas si comprar 4 pases adultos o dos pases adultos y dos student pass. Intento enviar la pregunta a la web en la zona habilitada pero no responde. Alguien que haya tenido semejante situación? Gracias
Últimos comentarios al diario EDIMBURGO: una semana de pintas entre pelirrojos
marimerpa 05/06/2017 16:08
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