Hola, soy Jacques Leveu. Y hace apenas unos días realicé un viaje a la Isla de Cuba acompañado de mi familia, es decir, de mi esposa y mis dos hijas. Las experiencias allí vividas no decepcionaron las altas expectativas que teníamos antes de partir. Luego de haber leído tanto de la Isla en sitios digitales y folletos turísticos de algunas agencias de viaje, no podíamos esperar menos.
Fueron estas lecturas las que, de hecho, nos instaron a planear con tiempo nuestra estancia. Y a asegurarnos con anterioridad de reservar casas de renta y transporte para varios sitios de interés en Cuba; todo en un único paquete de viaje. En esta labor me sirvieron de mucho, enlaces como este [editado moderacion] perteneciente a una agencia cubana privada, de viajes turísticos, con información precisa y veraz (según pudimos constatar luego) de cada lugar, los alojamientos, los posibles recorridos, los restaurantes. Todo.
Fue nuestra visita, en resumen, inolvidable; lo cual me ha llevado ahora a sentir una nostalgia inenarrable por los tantos recuerdos que de allí traje. Y creo no estaría de más compartir algunos con ustedes, en especial aquellos que quedaron atrapados en las páginas de mi diario.
¡Hemos llegado a La Habana después de un viaje agotador! A miles de pies de altura vi desaparecer el mar; ese que tanto vimos, invariablemente, mi familia y yo, durante buena parte del trayecto.
Era de noche. El clima fresco. Y ya nos esperaba en el aeropuerto un auto clásico que habíamos rentado a través de Internet, junto a todo un paquete de viajes y hospedajes por la Isla.
Luego de cargar las maletas el chofer ha replegado el techo del carro. Le he dicho que un poco de aire nocturno nos vendría bien para comenzar a aclimatarnos a Cuba. Sospecho que la ruta es larga desde allí a la casa de renta. Él me lo ha confirmado tras haberle tendido un papel con la dirección.
A nuestro paso vemos de todo: casas, tiendas, edificios, barberías, restaurantes, cafeterías, casas, parques, puentes. Gente. Es esta una ciudad muy hermosa. Incluso de noche, como descubrimos minutos antes en el avión, al ver la pista del aeropuerto entre un mar de luces blancas y amarillas.
La hilera de edificaciones es larga y está tan perfectamente alineada a ambos lados, que al parecer son ellas quienes se mueven en lugar del carro. De pronto, tras quince minutos de travesía, la avenida ha comenzado a ensancharse. Y los edificios a crecer. “Ahora verán a su izquierda la Plaza de la Revolución”, dice el chofer mientras nos señala una torre blanca, de mármol, con forma de estrella que apunta hacia el cielo. Miramos.
Al frente lo que más nos ha cautivado es la imagen gigante de un rostro, bordeado en metal y con una luz amarilla de fondo. Se trata de una figura imponente. Miren al Che, le digo a mis niñas, y rememoro en voz alta la primera vez que vi su foto en el pullover de un amigo, siendo universitario. (De aquellos años, también recuerdo haber hecho, mordido por la curiosidad, alguna que otra lectura sobre su historia).
Por fin llegamos. Aduce el chofer, en un francés maltratado, que la casa está en un municipio nombrado Centro Habana, muy cerca del centro histórico de la ciudad. Nos ayuda con el equipaje. Es muy atento. No para de hablarnos. Y he decidido dejarle, además del pago, una propina generosa.
La casa es idéntica a las fotografías que vimos antes de reservarla. Nos parece, por su espacio, limpieza y gusto estético en la decoración, un lugar adorable. Nuestro hospedero también. Nos ha explicado todo con lujo de detalles. Y hasta nos ha sugerido sitios para visitar en La Habana y dónde conseguir un guía turístico.
Nos ha hablado de precios. Del sentido del humor cubano. De restaurantes y bares. Tragos y platos. De que es aconsejable llegar a esta Isla con euros en efectivo, y no en dólares, debido a una desventaja en la tasa de cambio respecto a la moneda local. Nos ha hablado incluso de dos monedas, del calor, de los taxis.
Una vez agotados los temas, y ya solos en la casa, desempacamos lo necesario y tomamos baños de a uno, para poder descansar. Mañana tenemos planeado salir a recorrer la ciudad e ir en la noche al Gran Teatro de La Habana; esto último, gracias a las cuatro reservaciones que nos ha obsequiado el casero, para una función de ballet.
Hemos reservado el día para recorrer el centro histórico de la ciudad y conocer un poco sobre la vida de sus habitantes. Las guías e informaciones turísticas leídas antes del viaje, han coincidido sobre el atractivo de ese destino y la diversidad de opciones culturales, restaurantes y otros sitios de interés en la zona.
Poco después del desayuno salimos y en un puesto local de artesanía compramos cuatro sombreros para huirle a los efectos del sol. Contratamos los servicios de un guía e iniciamos por el Capitolio que –nos explica– fue inaugurado en 1929 con un costo superior a los 15 millones de dólares; cifra que se corresponde también con su suntuosidad.
Lo que más nos ha llamado la atención es la exquisitez ornamental de sus pisos, columnas y puertas, hechos de mármol, bronce y madera; además de la cúpula, elemento que visto desde abajo gracias a su acabado crea una ilusión óptica de movimiento. Asimismo nos ha cautivado el estilo arquitectónico del lugar, muy similar en sus columnas y en la cúpula a algunas de las edificaciones del neoclasicismo francés.
Luego transitamos por una calle estrecha y muy concurrida en dirección a la bahía. Se llama Obispo, ha señalado el guía. A ambos lados aparecen tiendas, bares, casas, un hotel. El bullicio de la gente se mezcla con el sonido de la música tradicional cubana y de vez en cuando aparece un puesto de artesanía local. O una mujer vestida de blanco, con ropa de época y un gran habano entre los labios.
Abandonamos Obispo para visitar la Catedral de La Habana. Majestuosa: parece pequeña pero es amplia en su interior. Es curioso cómo adentro se respira un silencio casi absoluto, en contraste con el exterior, donde el transitar de personas (turistas en su mayoría) no parece cesar nunca. Ni siquiera de noche.
Otro sitio en el itinerario es la Plaza de Armas. Según el guía allí se ubicaron algunos de los emplazamientos militares y gubernamentales más importantes de la etapa colonial. De entonces solo quedan las edificaciones, bien conservadas; entre ellas El Templete –acota–, el sitio fundacional de la villa marcado por un árbol mítico de tronco frondoso y gris.
Seguimos y alrededor del mediodía atravesamos una plaza invadida por palomas. Hay un coche colonial también, muchas personas, una fuente y una iglesia que le da nombre a la plaza (San Francisco de Asís según nos precisara el guía). Y allí también, justo a la entrada de la iglesia, descubrimos la estatua de un anciano barbudo. Dice el guía que se trata de un personaje popular en la urbe del siglo pasado, un tal Caballero de París. Y me ha parecido extraño porque no tiene aspecto de parisino.
Luego de almorzar en las cercanías de la plaza terminamos el recorrido en otra: la Plaza Vieja. Alertadas por el guía, mis niñas han querido subir al mirador que allí se encuentra. Le dicen la Cámara Oscura y comprendo por qué; en medio de una sala en penumbras, en lo que me ha parecido una tela, se puede observar la ciudad gracias a un telescopio situado en lo alto del edificio. La vista citadina es asombrosa.
Aunque más cautivante resulta observar un atardecer en el puerto de La Habana. Allí, sentados los cuatros en el muro, divisamos las fortalezas que aún custodian la entrada a la bahía, mientras los rayos del sol nos tiñen los pies de una débil tonalidad amarillenta.
Ya de noche, y casualmente a un lado del Capitolio, nos ha sorprendido otra imagen de incalculable belleza: el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso y el resplandor de las luces que adornan su fachada. Adentro todo destila elegancia: el decorado de las paredes, el brillo y acabado de los ornamentos en el techo. Las vestimentas del público asistente. Y por supuesto, nos ha gustado la función, aunque de esto casi no nos quedaron dudas después de escuchar el nombre de Alicia Alonso. De ella, y de sus virtudes como bailarina y coreógrafa, ya había escuchado antes, allá en Francia.
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Hola
Acabo de volver de un viaje a La Habana y Viñales. Recomiendo llevar medicamentos para los cubanos, paracetamol, ibuprofeno, metamizol, antihistamínicos... Bueno, casi cualquier cosa porque a la población le es muy difícil conseguirlos ya que en las farmacias no hay casi nada. Yo suelo recoger del sigre de mi farmacia y los llevo sin cajas porque ellos saben perfectamente para qué sirve cada cosa. Pero con este comentario no quiero alarmar a nadie porque los turistas no tenemos problema, en las farmacias de los hospitales para extranjeros no hay carencias, y lo digo con conicimiento... Leer más ...
@Kai1, dices que con tu comentario no quieres alarmar a nadie pero, si eres farmacéutico, sí que tu actuación es alarmante cuando dices que recoges [medicamentos] del punto SIGRE de tu farmacia para luego dárselos a gente en Cuba.
Según la normativa sanitaria, “los residuos de medicamentos depositados en el Punto SIGRE en ningún caso se podrán destinar a donaciones, quedando prohibida asimismo la dispensación, venta o comercialización de cualquier medicamento que sea devuelto o entregado por los pacientes, o el público en general, a las oficinas de farmacia.”
Si alguien tiene alguna duda sobre cuál es el destino previsto de los restos de medicamentos en los puntos SIGRE, le resultará fácil encontrarlo en internet. Y, desde luego, NUNCA para donaciones.
!!! Miedo me da del uso/destino del punto SIGRE de la farmacia de @Kai1!!!
Quien quiera más información puede visitar el siguiente blog. @Kai1, te invito a leerlo para que te documentes un poco. Blog Corporativo de SIGRE
No tengo farmacia, los recojo en la farmacia donde compro y no creo que llevar cajas enteras, sin empezar, de Paracetamol o Ibuprofeno sea ningún problema para nadie ni de miedo a nadie como no sea a ti. Porque no sé si sabes que a la gente le encanta recoger medicamentos que no le cuestan prácticamente nada porque los tienen recetados, acumularlos en su casa y luego devolverlo a la farmacia, eso sí me da miedo, que total, como no lo pago, que lo pagamos entre todos, lo recojo y luego lo tiro
Claro que sé que necesitan todo tipo de medicamentos en Cuba, y por eso somos muchos los viajeros que les llevamos los que podemos, pero creo que nunca procedentes de puntos SIGRE.
Yo solo me he referido a lo dicho por ti, “Yo suelo recoger del sigre de mi farmacia…”
Desde luego llevar un medicamento y darlo a la persona adecuada, para mí me inspira más confianza cualquiera de aquí que una ONG de esas apesebradas políticamente, que el 90% de tu dinero se va en sueldos y burocracia
Kai1 lo del punto sigre si lo haces no se dice hombre . Gracias por tu ayuda a la gente necesitada, ojalá hubiera más gente como tu.
Aprovecho para dejar por aquí para los próximos viajeros, que si alguien necesita algún contacto seguro para cambiar dinero según llega en el aeropuerto y que luego le lleven a su alojamiento a buen precio, le puedo pasar el mío... Leer más ...