Un viaje por la Historia y los mitos: Malta y Sicilia. ✏️ Blogs de Europa Sur

Tras el sueño reparador iniciamos la mañana subiendo a desayunar. No nos deja de admirar las vistas del puerto desde la terraza del desayuno. El plan de hoy es marítimo. Hemos reservado con Luzzu Cruises una ruta por las islas de Gozo y Comino. Esta excursión la realizan numerosos cruceros con la más variopinta distribución de horas y visitas. Nosotros nos decantamos por esta: salida a las diez de la mañana desde la terminal de cruceros de Sliema, se bordea la isla de Malta hasta Gozo, desembarcamos en el puerto de Mgarr y mediante un minibús iremos a Dwejra Bay donde estaba la Ventana Azul, desaparecida el último invierno tras un temporal y veremos el Mar Interior y la Fungus Rock, visita a la Iglesia de Ta Pinu y la capital de Gozo, Victoria, con la Ciudadela. Volveremos a Mgarr y en barco iremos a la Blue Lagoon en Comino donde tendremos una hora para nadar y también veremos las cuevas de la Crystal Lagoon y regreso sobre las cinco. En la travesía, bebidas incluidas por 35 € por persona.
Así que armados con protectores solares y algo de comida nos dirigimos a la terminal de cruceros que teníamos prácticamente nada más cruzar la calle. Nos habían dicho que era conveniente estar media hora antes y así lo hicimos, lo que significó esperar un buen rato pues zarpamos más tarde de las diez y cuarto.



Salimos del puerto de Marsamxett y viendo todo el litoral norte llegamos a Mgarr, donde nos recibió un pequeño bus que a toda velocidad se dispuso a hacernos el recorrido por la isla de Gozo.
La velocidad a la que iba el vehículo nos enseñó ya que en estas islas mediterráneas la prudencia al volante no es su fuerte.
Nos llevó a la zona del Mar Interior donde embarcamos todos con nuestro salvavidas y salimos al mar exterior a través de un hueco en la piedra y llegamos hasta la Bahía de Dwejra.


El azul intenso del mar es sobrecogedor y es fácilmente visible la Torre de Dwejra.


Tras este recorrido volvimos a nuestro lugar de partida.



Y rápidamente (¡no es un decir... !) nos fuimos a Victoria para visitar la Ciudadela a la que accedimos subiendo una cuesta bajo el sol abrasador.



Siguen llamando la atención el color entre beige y ocre claro de todas las murallas.


Regreso al barco y dirección a la pequeña isla de Comino (nombre que tiene por abundar esa especia) y sobre las tres de la tarde llegamos su lugar estrella, la Blue Lagoon, hermoso lugar, desgraciadamente lleno de barcos y de gente en verano (incluidos nosotros mismos) .


Allí nos pudimos dar un baño, no sin cierta dificultad para ubicarnos.
Tras esta parada vuelta al barco y regreso a Sliema donde estábamos a las cinco de la tarde.
Con bastante hambre nos cambiamos en el hotel y nos dirigimos al centro comercial The Point que se halla en la punta más cercana a La Valeta
y cenamos en Fratelli La Buffala. Establecimiento enorme y con muchos camareros, no sabemos si por ser sábado, así que nos atendieron rápido donde di buena cuenta de un “risotto alla pescatora” y una buena cerveza.
Finalmente volvimos al hotel por el paseo marítimo viendo el puerto y el ambiente sabatino y nos recogimos al frescor de la habitación. Mañana la partida para Sicilia.

---

A las 11:30 teníamos concertado el transfer hasta el aeropuerto, así que podíamos desayunar tranquilamente y admirar por última vez el puerto.
Puntualmente aparece el minibús que nos va a trasladar al aeropuerto. Es domingo y el tráfico está tranquilo. Así que llegamos rápidamente. Al entrar observamos que la terminal está abarrotada de pasajeros. Es natural dado su tamaño. Tras los trámites habituales sin contratiempo pues la maleta extra que vamos a facturar pesa exactamente los 15 kilos que habíamos pagado. Pasamos a la zona de embarque en donde compramos unos bocadillos pues el plan es cenar en Taormina. Cuando llaman para el embarque vemos que el avión va a ir superlleno y la mayoría del pasaje son italianos, me imagino que sicilianos en particular. La compañía aérea decide que van a poner las maletas del equipaje de mano en bodega gratuitamente, lo que nos agrada pues iremos más cómodos y de todas formas tenemos que esperar la maleta facturada. Así que las identifican y luego las vamos dejando antes de entrar en el avión al que vamos caminando como cuando llegamos.
El avión sale con algo de retraso pero en media hora estamos en el aeropuerto de Fontanarossa de Catania. Hay una calima tremebunda lo que significa calor como en Malta. Es el siroco que llega de África, al fin al cabo el Canal de Sicilia es de unos 140 kilómetros hasta la costa de Túnez, si no contamos la ventosa islita de Pantelaria que está más cerca de África que de Sicilia, a la que pertenece.
Recogemos los bártulos que no tardan mucho en salir. Y nos dirigimos al Rent-a-car que está fuera de la terminal de llegadas junto al aparcamiento. Gracias a Google Maps sabíamos dónde se encontraba la oficina pues no es tan fácil dar sino con ella. Curiosamente, nos dan a elegir entre dos coches ambos amplios y que nos permiten llevar todo el equipaje en el maletero sin estar a la vista. Elegimos un Kia Ceed´s ranchera que incluye cámara trasera.
Por un momento temo que sea un problema para buscar hueco para aparcar y moverse por las estrechas calles de algunos pueblos sicilianos. Luego comprobaría que ese temor fue exagerado.
Tras adaptarnos al nuevo vehículo seguimos nuestro GPS (que nosotros llevábamos) con dirección al primer hotel de nuestra estancia en Sicilia. Tomamos la autopista que nos llevará a Taormina. En el camino nos sorprenden dos cosas: la cantidad de zonas aledañas a la carretera quemadas a lo largo del camino y los coches que van por el carril de la derecha circulando casi por el arcén. Al principio nos parece que van a parar pero no, siguen circulando de esa manera. Nos extraña el comportamiento… ¿Qué será? (No encontraríamos la respuesta hasta días más tarde). Divisamos, en lo alto del Monte Tauro nuestro destino. Finalmente abandonamos la autopista y nos metemos en una serie de curvas y nos encontramos que uno de los grandes aparcamientos de la zona baja, el Aparcamiento Lumbi y nos metemos en las estrechas calles y ya observamos que hay que poner mil ojos con otros coches y peatones pues todos van a su bola… Pasamos por Porta Messina, uno de los extremos de la calle Corso Umberto, que luego recorreríamos, y tomamos la carretera que lleva al Hotel Mediterranée, que elegimos tras constatar que era de los pocos que aseguran aparcamiento, aunque sea de pago. Un empinado camino lleva desde la entrada al recinto a la puerta del hotel. Allí llegábamos sobre las seis de la tarde. Descargamos el equipaje con ayuda de empleados del hotel y subimos a la habitación asignada. Los ascensores son bastante estrechos y la decoración del hotel es elegante, pero con mobiliario de cierto aire antiguo. Nos han pedido que dejemos las llaves del coche que nos lo aparcarán ellos. Luego lo vimos bien aparcado en aquel camino que a la entrada nos pareció tan estrecho. El recepcionista tras informarnos, en italiano, de la posición del hotel y como llegar al Corso Umberto, nos indica para nuestra decepción que el Teatro Griego está cerrado esa tarde por un espectáculo que va a acoger. Así que tenemos que dejar su visita para la mañana siguiente.
Taormina, fue llevada a la primera página del turismo internacional cuando Goethe, en su Viaje a Italia, la definió como “Paraíso en la Tierra”. Tomada posteriormente, en el siglo dieciocho, por los ricos británicos como meta final de su “Grand Tour”, ha sido desde entonces receptora de personajes famosos: príncipes, políticos, actores, etc., sobre todo en invierno, por su clima suave y su paisaje único con el Etna de fondo. Todo ese esplendor está, quizás actualmente, deslucido por el “turismo de masas”. Su antiguo esplendor es por lo que justifica posiblemente la decoración “decadente” del hotel, como mencionábamos antes.
Nos echamos a la calle y tras bajar por un callejón cercano al hotel, nos encontramos con la Porta Catania, el otro extremo del Corso, cuyo nombre llama la atención: Umberto (encima asesinado por un anarquista), ya que siendo Italia una república no haya cambiado el nombre de tantas calles principales dedicadas a sus reyes tras la unificación (éste y los Vittorio Emanuele)
Ya lo habíamos leído: los fines de semana Taormina se ve invadida por una multitud de visitantes. No engañaron.
Tampoco engañaron los viajeros del pasado: a lo largo del Corso nos encontramos rincones que hacen único a este rincón de Sicilia: el Duomo, la Plaza del 9 de Abril, con sus vistas de la playa de Naxos y el Etna.



Las fotos son difíciles pues ya está el sol poniente y nos coge de frente y con luces y sombras contrastadas.
Pero era hora de cenar y nos disponemos a buscar algún lugar de las calles aledañas, todas llenas de escaleras. Hay restaurantes por todos lados. “Huelen” que vamos buscando donde entrar y nos acosan con las cartas en ristre. Queríamos quedarnos en alguna terraza pues el calor es mucho pese a la hora. Acabamos en “Mamma Rosa” y nos dicen que hay patio interior y entramos. Nos sentamos en una mesa redonda todos. Hace bastante calor y un ventilador o unos aspersores vendrían bien para cenar más frescos. Pedimos pizzas, gnocchi, lasaña… y por supuesto unas cervezas. Aquí descubrimos la “birra Moretti” de 600 cc. ¡Sin comentarios…!


Solo decir que las siguientes ocasiones era el tamaño que pedíamos. El servicio no es muy rápido pero en estas ocasiones lo importante es disfrutar de estos momentos. Los precios nos parecen más bajos que en Malta aunque días posteriores serían los más caros que encontramos en toda Sicilia. Cuando salimos, ya anochecido, descubrimos el ambientazo en las terrazas de la calle con un músico ambulante que, al violín, toca el Tema de Amor de El Padrino. Es el ambiente siciliano veraniego en estado puro y al que a cualquier viajero enamora. Subimos hasta el Corso y llegamos hasta el Largo de Santa Caterina donde junto a la Iglesia que le da nombre se halla el Palazzo Corvaja. De aquí parte la via que conduce al teatro griego, que mañana veremos, pero no podemos resistirnos a llegar hasta allí viendo los numerosos establecimientos de recuerdos y puestos de “granite”. Justo al lado de la entrada al Teatro se encuentra el superlujoso Hotel Timeo que desde 1874 recibió a la flor y la nata de los visitantes de Taormina como Winston Churchill, Thomas Mann o Tenessee Willians, que se dice escribió aquí alguna parte de “Un tranvía llamado deseo” o “La gata sobre el tejado de zinc”. Vemos que efectivamente había algo en el teatro, pues están entrando gente y mostrando sus entradas.
Regresamos por dónde venimos. Pese a la hora, sigue haciendo mucho calor. Subimos las cuestas camino del Hotel. En él salimos a la enorme terraza del desayuno y admiramos el paisaje nocturno lleno de luces. Nos quedamos un rato allí sentados pues al menos se está algo fresco. Finalmente regresamos a la habitación. Aquí si se está realmente bien ¡Qué gran invento el aire acondicionado!

---

Amanecemos en Taormina y vamos al desayuno que se sirve en la terraza que estuvimos anoche pero aprovechando las zonas de sombra pues el sol calienta desde temprano. La vista es espectacular. Todavía no hay mucha calima y el paisaje con el Etna es admirable.


Tras extasiarnos un ratito vamos al desayuno. Este en cuanto a bollería está bien y del café que se puede decir, en Italia donde es una religión. Hay bastante fruta y yogures pero no hay platos de comida caliente. El zumo está demasiado aguado. El personal es muy amable.
Tras coger fuerzas nos dirigimos a la habitación donde dejamos las maletas cerradas pues el check-out es a las once y nos dirigimos al Teatro con el impenitente calor. Abren a las nueve y hace poco que lo hicieron cuando llegamos pero ya hay otros visitantes que como nosotros quieren evitar el calor que es enorme ya (obsérvese que lo repito bastante). El precio es de 10 euros, los adultos, y 5 los jóvenes de menos de 25 años de UE. Tras atravesar unos jardines desde los que se ve Taormina encaramada en el Monte Tauro y la playa de Naxos.


Tras una serie de muros algo ruinosos se accede al teatro. Es de esas imágenes mil veces vista pero que asombran por igual cuando uno las contempla en persona.

Podemos compararla con esta antigua estampa del mismo lugar, cuando estaba en estado ruinoso y aún así llamaba la atención de los artistas.

Como era de esperar el escenario está ocupado por los andamiajes del espectáculo que se representaba anoche. En verano es así siempre.
Tras tomar innumerables fotos del conjunto, abandonamos el teatro por el extremo contrario a donde entramos aunque luego convergemos a la misma entrada y nos dirigimos al Corso Umberto I, hoy tranquilo por la hora y el día, lunes.




Tras hacer las fotos, que ayer eran casi imposibles por el sol y la gente, nos dirigimos al hotel. Pagamos, recogemos el equipaje lo cargamos en el coche y rumbo a Palermo. Antes de meternos en la Autopista, que es de pago, bajamos hasta la costa para admirar las vistas de Isola Bella y sus alrededores llena de bañistas. Es una costa realmente hermosa.
Subimos hasta la autopista y ya nos espera un buen trecho de carretera pues nuestra siguiente parada será Cefalú. Al cabo del rato divisamos el estrecho de Mesina, donde según el mito clásico se refugiaban los dos monstruos Escila y Caribdis, que atravesó Ulises en su regreso a Ítaca. Lo cierto es que no se sabe a ciencia exacta a qué estrecho se referían donde habitaban los monstruos pero los remolinos que se producen en este estrecho y que según el mito producía Caribdis permitió asociar a ese innombrado estrecho con el de Mesina. Pese a dichos remolinos, numerosos ferrys unen la Italia continental con este lugar de Sicilia, llevando en su interior incluso los trenes que prosiguen su camino posteriormente hasta diversos lugares de la isla.
La autopista, de peaje, atraviesa en toda su longitud un número enorme de túneles de las más variadas longitudes (algunos larguísimos). Pero con numerosas zonas en que la autopista se convierte en carretera de dos sentidos principalmente en algunos túneles. Lo que da la impresión de obra inconclusa que no extraña dado la envergadura de la misma con tanto túnel. El tráfico es escaso. Y atención, las gasolineras inexistentes por lo que conviene ir con el depósito lleno antes de recorrerla.
Sobre las tres, llegamos a Cefalú. Nos dirigimos al aparcamiento que hay en el Lungomare junto a la playa. Menos mal que es lunes pues quedan sitios para aparcar pese que luego veríamos que la playa está a reventar. Hay que pagar 8 € como dicen en USA, “flat fee”, es decir lo mismo da que estés todo el día como 5 minutos. Salimos con el estómago rugiendo y viendo lo que hay en el paseo nos sentamos en la terraza del Al Gabbiano, en pleno paseo. No se está mal gracias a algo de fresco que nos trae el mar, pero sin excesos. Nos animamos a probar algunos platos típicos sicilianos como es la caponata, además de spaghetti alle vongole (con almejas) y otra con gambas, pizza, gnochi, verduras a la parrilla. Esta vez sin cervezas porque después hay que conducir pero sí los cafés. Platos abundantes y ricos. Resulta todo solo 98 euros incluido el “coperto”. Nos parece una ganga por el sitio y las cantidades.
Una vez lleno el buche iniciamos la visita a Cefalú. Hay mucho ambiente y la playa está repleta.

Subimos por la Via de Vittorio Emanuele y subimos por una bocacalle hasta el Corso Ruggero que desemboca en la plaza del Duomo. Plaza muy agradable presidida por el edificio que le da nombre. El italiano es más preciso que el castellano a la hora de llamar a estas iglesias. Así, duomo es la iglesia más grande de un lugar, sin más, mientras que cattedrale es, además, la sede de un obispado. Usan generalmente más la palabra duomo que cattedrale pues lo primero es evidente, generalmente, mientras que lo segundo solo es administrativo. Así por ejemplo lo que nosotros conocemos como la catedral de Milán ellos le llaman el Duomo di Milano a pesar de ser cattedrale también. Este es el caso también de Cefalú.
Perdonen la digresión. Esta catedral forma parte junto a la de Palermo y Monreale del conjunto árabe-normando patrimonio de la Humanidad desde el año 2015. Las dos torres de su fachada son muy parecidas pero si observa detenidamente son diferentes. Dicen, porque una representa el poder de la iglesia y otro el de la monarquía.


Sea lo que sea, le da ese aire característico de su origen normando y su formas defensivas con almenas como los castillos a los lados. Entramos en la catedral y nos encontramos con la zona del presbiterio-ábside en obras.

Afortunadamente al menos es visible el Cristo Pantocrátor tan típico de los mosaicos bizantinos dando su bendición con los dedos curvados, de una forma característica.

Pero el resto no, por lo que la parte de mayor interés por sus mosaicos no se podían ver. La idea de su promotor, el rey Ruggero II era convertirla en el reposo de sus restos en agradecimiento de que las costas de Cefalú le salvaran de un naufragio. Sus deseos no fueron cumplidos y reposa en una tumba de la Catedral de Palermo. Estos cambios de plan también significaron que sea más pequeña de lo originalmente diseñada. Así que como el resto de la iglesia es más bien sencillo, nos quedamos un tanto decepcionados.
Salimos y bajamos de nuevo a la Via Vittorio Emmanuele para visitar el lavadero llamado medieval (aunque no es tan antiguo sino del siglo dieciséis) que aprovecha el riachuelo Cefalino, antes de llegar al mar y que en una lápida del siglo 1655, a la entrada califica de “saludable, más puro que la plata y más frío que la nieve”

Curioseando las tiendas de recuerdos, nos dirigimos a coche, pero antes en una heladería nos tomamos las primeras “granite” (en singular granita). Hace mucho calor y se agradecen. Después vamos a pegar el tirón hasta Palermo.
Pero no fue de un tirón pues en el camino nos encontramos con un incendio (este sería el primero de ellos), pero esta vez en activo. Curiosos, pudimos paramos justo en una de las pocas gasolineras a ver los aviones en acción como descargaban sus depósitos de agua y los volvían a llenar al mar.



Seguimos y llegamos a Palermo. Palermo tiene una zona céntrica llamada ZTL (Zone a traffico limitato) donde solo pueden atravesar transporte público, residentes y los vehículos que paguen derecho. Por tanto conviene saber, si se llega en coche particular, si para ir al hotel la ruta que escojamos la atraviesa. La nuestra, afortunadamente no lo hace. Pero en el trayecto tenemos ocasión de experimentar el más peligroso recorrido que he hecho en mi vida, dada la anarquía vial que “disfrutan” los habitantes de esta ciudad. Cuyo patronímico es, pese a lo que podríamos creer, “panormitanos” (del nombre latino de la ciudad Panormus) más que “palermitanos”, pero yo me inclino por lo segundo pues para “normas” no están mucho. Salidas de aparcamiento en dirección contraria, las líneas de carriles no existen, los peatones cruzan por donde quieren (al fin al cabo los pasos de cebra no se ven) al ritmo que les parece, los stops son para el último que arranque. Si esperas a que te den paso pueden darte las uvas. Solo los semáforos se respetan (creo). Es el caos admitido por todos. Nadie pita a nadie. Así que cuando llegamos al hotel, descargamos y dejamos las llaves del coche para que nos lo aparquen, damos un respiro. Mañana no cogeremos el coche en todo el día.
El hotel elegido es el Best Western Ai Cavalieri. Es muy céntrico, pero Palermo, como otras ciudades de Sicilia, tiene la capacidad de parecer que estás muy lejano al centro cuando estás solamente en la parte de atrás de la avenida principal.
Tras refrescarnos un poco en el aire acondicionado caminamos hacia un Carrefour Market que está a unos diez minutos andando para comprar algo para la cena pues tras la buena comida, no nos apetece cenar mucho. Son las diez pero el calor no disminuye. Así que regresamos al hotel que al menos en la habitación no se suda. Hasta mañana.

---