GEORGIA ✏️ Blogs de GeorgiaCinco días por un país fascinanteAutor: VIVID Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.9 (14 Votos) Etapas 1 a 3, total 5
¿Por qué escogí este país? Los dos años anteriores estuve en Malasia, Taiwán, Japón, Corea del Sur, Nepal, India, Vietnam, Camboya y Japón, pero no conocía Asia Central. Mi prioridad era Uzbekistán, el problema es que por motivos laborales finalmente no podía disponer de 9 días, teniendo que reducir el viaje a solo 5. Miré otros países de la zona y, aunque a priori Georgia no era tan exótico (y, de hecho, aunque geográficamente está en Asia, “política” y oficialmente se considera Europa), me estuve informando y me motivaron varios aspectos: el hecho de, por ejemplo, tener un alfabeto propio ya dice mucho de un lugar, que ha sido invadido decenas de veces por grandes imperios vecinos pero nunca ha sucumbido: así, fui viendo, tras documentarme, que era un país realmente con personalidad marcada, porque conservaba muchas costumbres propias, además del lenguaje, pero además tenía muchas influencias exteriores, fruto de las muchas invasiones sufridas y de su posición estratégica, un lugar de paso entre Oriente y Occidente, el norte y el sur, con lo cual posee muchos atractivos “importados”, especialmente de su vecino del norte: el imperio ruso en el s.XIX y la Unión Soviética en el XX. Ser un país “físicamente” asiático con alma europea y ubicado entre el Mar Negro y el Caspio, en una especie de embudo que ha ido tragando gota a gota todo lo que ha venido de fuera sin perder su personalidad es lo que me hizo motivarme para viajar hasta allí. Las expectativas no eran muy altas igualmente, lo cual es positivo porque hizo que el país me acabara encantando y no solo no me decepcionara sino que ha sido un viaje muy interesante y que me ha fascinado.
En cuanto a la ruta…tenía una idea preconcebida, pero con la posibilidad de poder variarla según mis intereses. Por ejemplo, para el segundo día tenía pensado hacer la excursión a Mtsjeta, Gori y Uplistsikhe, pero me gustó tanto Tiflis que el segundo día lo pasé casi entero ahí también, excepto una escapada fugaz a Mtsjeta. También descarte Davit Gareja, puesto que no me apetecía hacer muchos quilómetros en coche. Imagenes relacionadas Etapas 1 a 3, total 5
Primer día entero en Tiflis tras haber llegado la noche anterior vía Estambul. Salgo a explorar una ciudad que realmente no me había podido imaginar cómo sería. Mi hotel está muy cerca de Tsminda, la catedral nueva, en el barrio de Avlabari, la otra zona antigua de la capital además del casco antiguo, del que le separa el río. Solo en el primer paseo ya veo que es el tipo de ciudad que me encanta: bella pero decadente. Las casas son elegantes, pero antiguas y destartaladas, con imponentes balcones de madera o de hierro.
Una ciudad que hace siglo y medio sería majestuosa, pero que ahora se cae a pedazos. Esa autenticidad le da un encanto muy especial y la voy encontrando cada vez más interesante conforme voy paseando. Además, se combina con las típicas iglesias ortodoxas, que están por todas partes, con sus características torres de tejados cónicos. Entro en la iglesia de Metekhi, antiquísima, y desde allí se ve una magnífica panorámica del casco antiguo. Cruzo el río, hasta la zona de los baños (Abatubani), quizás lo más turístico de toda la ciudad junto a la plaza Meidan y las dos o tres calles que hay detrás, donde, aquí sí, las casas están rehabilitadas y ahora son restaurantes y hoteles. También es muy turística la calle principal del barrio, Kote Afkhazi, llena de agencias de viajes. Pero justo por encima, entre esta arteria que divide Old Tiblisi, y la montaña donde está Narikala, hay un laberinto de calles donde es una delicia perderse, para ver sus casas decrépitas y entrar en los patios, donde los balcones de madera, destartalados e inclinados, sujetan la ropa tendida. Es muy pintoresco, pero a la vez real y auténtico. Llego hasta la Plaza de la libertad, donde hay un restaurante de comida georgiana lleno de locales, así que me apunto: caen los primeros khinkalis del viaje, junto con una sopa de callos (también característica) y medio litro de cerveza: 18 GEL en total. Tras comer, no me apetece aún recorrer Rustaveli…prefiero volver al casco antiguo y dejar la zona “nueva” para el día siguiente, así que me meto de nuevo por las callejuelas de detrás de Kote Afkhazi; recomiendo lugares como la plaza Puri, la iglesia de Belén o la calle Asatiani, llena de edificios de estilo centroeuropeo, que sería muy elegante antaño, y que ahora están todos desconchados: esta calle tiene mucho encanto y uno se puede imaginar cómo serían Viena o San Petersburgo si en 100 años sus casas no se hubieran rehabilitado nunca. Los edificios de la época decimonónica rusa se alternan con las casas típicas georgianas, de balcones de madera. Es una combinación muy interesante, igual que lo es entrar en cualquier iglesia: a todas horas hay gente rezando o realizando ofrendas. Si se coincide con alguna celebración, aún es más especial: el incienso, las velas, el vestuario y el rostro de la gente, los cánticos si los hay, los iconos y los frescos…se respira una atmosfera única en las misas ortodoxas. Anochece y me voy al hotel; me hinché tanto en la comida que no tenía hambre a la noche. Para el segundo día tenía pensado hacer el triángulo Msjeta-Gori-Uplistsikhel, pero había dos impedimentos: el primero, que es lo típico que ofrecen las agencias de viajes, y a mí me apetecía ir por libre. Y por libre es bastante caro si estás solo. Y en transporte público es casi imposible. El segundo “impedimento” fue que tenía previsto visitar todo Tiflis el primer día, pero me gustó tanto el casco antiguo que casi no salí de ahí. Así pues, al menos a la mañana siguiente quería visitar el “ensanche”, es decir, la parte “ruso-europea” de la ciudad, con bulevares como la avenida Rustaveli, llena de teatros y edificios magníficos. El modernismo y la “belle epoque” también llegó aquí, hasta la Revolución Rusa. Inicié la ruta en una bella calle que no sale en las guías, Aghmasheneveli, en el lado donde me alojaba, hasta llegar al puente Galktion, cruzar para ir a Rustaveli y de paso comer el primer kachapuri del viaje por ahí. La avenida es bonita y si se tuerce hacia el Puente de Saarbrucken se puede visitar un mercadillo de antigüedades de la época soviética, con parafernalia militar incluida. Sorprende que vendan retratos de Stalin. Supongo que para algunos, los más ancianos, no fue un tirano responsable de la muerte de millones de personas. Al llegar a la Plaza de la Libertad pillé un taxi que por 25 laris me llevó a Msjeta. Pensé en ir por la tarde porque supongía que no habría muchos turistas (y acerté)…y además tuve la suerte de coincidir con una misa en la catedral, que impresiona mucho. Para ser un edificio del siglo XI, es imponente (se dice que es la iglesia de ese siglo mejor conservada del mundo, y nunca ha sido rehabilitada). La celebración, con todos los sacerdotes y los cánticos, en ese marco, fue una gran experiencia. Me tiré una hora allí, observando a la gente, escuchando las canciones…y oliendo el incienso. Vuelta a Tiflis, cena de kachapuris y berenjenas con pasta de nueces (en un sitio muy auténtico, siempre quise evitar los alrededores de Gorgasali) y a dormir. Imagenes relacionadas Etapas 1 a 3, total 5
Era el día de ir a Kazbegi, pero también era domingo, y me habían dicho que era el mejor día para escuchar los cantos polifónicos, patrimonio inmaterial de la humanidad. En la catedral de Sioni había tanta gente que no se podía ni entrar, así que me fui hasta la iglesia más antigua de la ciudad, Anchiskhati. Ahí no cantaban, pero el ambiente era excepcional. Estaba abarrotado. Me hubiera quedado más tiempo, pero un cura me preguntó si yo era ortodoxo y, al responder que no, me dijeron que no podía estar ahí.
Me fui hasta el metro de la plaza de la Libertad para ir hasta Didube. Hay que pillar el metro al menos una vez: los vagones antiguos y los andenes muy profundos…con todo, las estaciones no tienen la elegancia de las de Moscú o San Petersburgo, algunas de ellas verdaderos palacios subterráneos. Al llegar pregunté, me indicaron de dónde salían las masrshutkas a Kazbegi y por suerte no solo no esperé mucho a que se llenara si no que me pusieron al lado de la puerta, en la fila de asientos individuales, con lo que podía estirar las piernas. El recorrido por la carretera militar georgiana es espectacular, y el paso de Jvaris, todo nevado, digno de ver. Me instalé en el alojamiento que tenía reservado: Homestay Lela and Mari, una casa particular que lleva una familia encantadora. Nada más llegar me ofrecieron comida, café y “chacha”, una especie de vodka casero. Eran las 16:00…demasiado tarde para hacer un trekking y demasiado pronto para quedarme en casa. La verdad es que ese día no fue muy aprovechado, no me lo monté demasiado bien y mi deseo de ver los cantos polifónicos porque era domingo hizo que el viaje me partiera el día. Con todo, el chaval de la casa me aconsejó que subiera a una iglesia, San Elías, a unos dos quilómetros de la casa. Fue un bonito paseo por el bosque, y al llegar ahí pude conocer a los dos jóvenes sacerdotes que la llevaban, además de ver impresionantes vistas del monte Kazbegi. Para cenar, la mujer de la casa nos hizo una comida copiosa. Había leído en las críticas de Booking que se cenaba bien y en abundancia, y no defraudó: junto con los otros huéspedes (cuatro israelíes y dos filipinas) dimos cuenta de todo lo que nos prepararon: las típicas berenjenas con pasta de nueces, verduras, ensaladas, una especie de ensaladilla rusa muy típica, kachapuris, cerdo, pollo….y después de dos horas y cuando estábamos a reventar, sacó los khinkalis, también caseros. Vino georgiano (me gustó, muy dulce…se dice que en Georgia se inventó el vino), agua con gas (Borjomi, muy típica también), cerveza, chacha, zumo de limón…un festín, y por solo 25 GEL (9 euros). Día quinto de mi viaje, y tocaba hacer el trekking hacia el glaciar de Gergeti. Todo el mundo que va a Kabegi sube a la iglesia del mismo nombre, pero no tenía ganas de hacer tres horas de ida y tres de vuelta para solo una caminata de 45 minutos, por bonita que fuera. Así que me informé de las posibilidades y vi que se podía acceder al glaciar, en un trekking de 20 quilómetros en total. Subí a la iglesia y prácticamente no había nadie, era bastante temprano. Las vistas son realmente bonitas. La frustración vino cuando, tras subir más o menos un quilómetro hacia el glaciar, vi que no se podía pasar debido a la nieve. Volví y estuve por ahí contemplando las vistas hasta que bajé a Kazbegi, pensé opciones, pillé un taxi y me fui hasta le valle del Truso, para hacer otro trekking. Me pasó lo mismo, tras un par de quilómetros de un camino, esta vez sin pendiente, bordeando un río, no pude seguir debido a la nieve. Segunda frustración. Con todo, intenté reponerme, disfruté de la vistas e incluso entré en un pueblo abandonado…muy curioso. Por cierto, es digno de ver la fila de camiones que se juntan en la carretera. Me comentaron que ese es el único paso entre Rusia y el sur, con lo que se forman largas colas de vehículos enormes, sobre todo georgianos, rusos, ucranianos, turcos, búlgaros y armenios, que se pueden estar ahí horas e incluso días para conseguir los permisos para seguir la marcha. Es cuando te das cuenta que las montañas del Cáucaso no solo son una maravilla de la naturaleza, sino un componente fundamental de la geopolítica que afecta directamente a la vida y a la economía de personas y países enteros. Era mediodía, estaba cansado y algo frustrado…así que decidí tomármelo en calma: volví a subir a la iglesia de San Elías y estuve un par de horas por ahí: vale, no había completado los trekkings, pero estaba rodeado de montañas altísimas, entre ellas el Kazbegi, de más de 5000 metros, la tercera de Georgia, así que al menos podía apreciar las vistas y respirar un poco de aire puro. Esa noche no hubo cena copiosa; la mujer no estaba. Con el chaval de la casa recalentamos las sobras del día anterior y entre cervezas y vino estuvimos hablando sobre el pasado y el presente tanto de su país como del mío. Imagenes relacionadas Etapas 1 a 3, total 5
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