Budapest, Viena, Praga, Berlín y Ámsterdam por libre (marzo/abril 2018) ✏️ Blogs de EuropaRecorrido por algunas capitales europeas entre marzo y abril 2018.Autor: Paulis87 Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (4 Votos) Índice del Diario: Budapest, Viena, Praga, Berlín y Ámsterdam por libre (marzo/abril 2018)
01: Introducción y preparativos
02: Viaje
03: BUDAPEST: llegada
04: BUDAPEST: Buda (parte 1), Café Gerbaud y paseo en barco
05: BUDAPEST: Café New York, Parlamento, Basílica, Av. Andrassy y Parque Városliget
06: BUDAPEST: Mercado Central, Monte Gellert, Gran Sinagoga y Buda (parte 2)
07: VIENA: Llegada, Ópera, Cripta, Demel, Biblioteca Nacional y Museos
08: VIENA: Palacios Schönbrunn y Belvedere, Café Sacher y Karlskirche
09: VIENA: Café Central, Palacio Hofburg, Catedral, Hundertwasser y Prater
10: BRATISLAVA y VIENA (Ringstrasse, Casa de Mozart)
11: PRAGA: Llegada, Free Tour, Isla Kampa
12: PRAGA: Castillo, Malá Strana, Havelská y Plaza de Wenceslao
13: PRAGA: Barrio Judío, Casa Municipal, Sinagoga de Jerusalén y Klementinum
14: PRAGA: Vyšehrad, Jardines Vrtba y Monte Petřín
15: BERLÍN: Llegada, Tiergarten, Columna de la Victoria e Iglesia memorial
16: BERLÍN: Free Tour, Tour Tercer Reich, Hackeschen Höfe y Dead Chickens Alley
17: BERLÍN: Reichstag, Museos Pérgamo y Nuevo, Torre de la TV e East Side Gallery
18: BERLÍN: Tour Unterwelten, Topografía del Terror, Catedral y Sony Center
19: BERLÍN: Tour Sachsenhausen y Memorial del Muro
20: ÁMSTERDAM: Llegada y Free Tour
21: ÁMSTERDAM: Keukenhof, Begijnhof, Mercado de las Flores y tour Barrio Rojo
22: ÁMSTERDAM: Edam, Volendam, Marken, Museumplein, Vondelpark y Leidseplein
23: ÁMSTERDAM: Zaanse Schans, Basílica de San Nicolás, Casa de Anna Frank y Jordaan
24: ÁMSTERDAM: Paseo en Barco, Heineken Experience, Magere Brug
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Etapas 4 a 6, total 24
Lunes 26 de marzo de 2018: Castillo de Buda + Bastión de los Pescadores + Museo Hospital en la Roca + Iglesia de Matías + Café Gerbaud + Paseo en barco
Nos levantamos y bajamos a desayunar. El comedor del hotel estaba en la planta baja y, para cuando llegamos, había muy pocas mesas ocupadas, así que teníamos lugar de sobra para elegir. El desayuno era buffet y variado: panes, fiambres, yogur, cereales, frutas, miel, mermelada, jugo, café, té, etc. Además, una de las empleadas pasaba mesa por mesa ofreciendo unos smoothies de frutos rojos y maracuyá. Minutos después de las 08:00 am iniciamos la caminata al Castillo de Buda, bien abrigados para combatir el frío y el viento. Pasamos el Mercado Central, el Puente de la Libertad (que cruzaríamos otro día) y caminamos recto por la calle que costea el Danubio del lado de Pest. En el camino nos detuvimos en la Plaza Vigado, donde vimos la estatua de la princesita o el duende de Budapest y una estatua de una niña con un perro, ambas originales porque aparecen sentadas en distintos lugares de la vía pública. Al acercarnos al Hotel Continental, nos encontramos con la estatua de un pintor. Llegamos al Puente de las Cadenas, con sus grandes leones en sus extremos, y lo atravesamos, fotos de por medio, para ir a Buda. Lo primero que vimos fue la plaza Clark Ádám, donde se encuentra la estatua del KM 0 de Budapest. Allí había algunas personas que interceptaban a los turistas (incluidos nosotros) para ofrecer la subida al Castillo de Buda en bus y con un recorrido guiado por el mismo precio que el funicular, que en ese momento estaba cerrado. Nosotros pasamos del ofrecimiento y emprendimos la subida por nuestra cuenta. Existen varias opciones para acceder a la colina del Castillo: • El funicular (1200 HUF el trayecto); • Unas escaleras que salen del lado derecho del túnel del Castillo de Buda; • Un camino en zig-zag cuesta arriba que sale del lado izquierdo del funicular; • Una combinación de ascensor + escaleras mecánicas + ascensor (gratuito), que conduce a la zona del Museo de Historia de Budapest. Nosotros subimos a pie por las escaleras cercanas al túnel del Castillo de Buda. La subida, con el frío, resultó un poco cansadora, pero a paso lento fue llevadera. Las vistas eran muy bonitas: El camino nos llevó a la Plaza San Jorge, donde está la estación del funicular. Giramos a la izquierda, atravesamos una gran puerta ornamental y llegamos al patio del Castillo de Buda, que alberga la Biblioteca Nacional, la Galería Nacional Húngara y Museo de Historia de Budapest. Estos edificios están cerrados los lunes, y para la hora que llegamos (minutos después de las 09:00 am) el recinto lucía desierto, así que pudimos pasear tranquilamente por los alrededores. Volvimos a la Plaza San Jorge y vimos de pasada el Palacio Sandor. No hicimos a tiempo a presenciar el cambio de guardia; al parecer se hace cada hora en punto, de 9:00 am a 17:00 pm, y hay un acto principal a las 12:00 del mediodía. Caminamos unos diez minutos por el barrio de Buda hasta llegar a la Plaza de la Santísima Trinidad, con su columna homónima en el centro y numerosos grupos de turistas por todos lados. Nuestra intención era visitar primero la Iglesia de Matías junto con su Torre, pero no contábamos con que esta última estuviera cerrada y abriera a partir de las 11:00 am. Como nos quedaba una hora por delante, aprovechamos y fuimos al Bastión de los Pescadores, que estaba justo al lado, y que además de su llamativa arquitectura nos deleitó con unas hermosas vistas de la ciudad. Los miradores que forman parte del Bastión están en dos niveles; para acceder al más alto hay que pagar 1000 HUF, el resto es gratuito. Nosotros no pagamos porque habíamos leído en el foro que no valía la pena, y lo cierto es que no había tanta diferencia de altura como para que el paisaje cambiara demasiado. Unos guardias parados al lado de molinetes vigilaban el acceso al área de pago. Frente al Bastión se alzaba la Estatua de San Esteban. El siguiente destino era el Museo Hospital en la Roca, sitio que funcionó como hospital en la Segunda Guerra Mundial y luego como búnker nuclear durante la Guerra Fría. Para llegar, tomamos la calle que salía de la Iglesia de Matías hasta alcanzar una muralla en la que había unas escaleras y un ascensor para acceder al nivel inferior. Para bajar usamos las escaleras y para subir, el ascensor. La única manera de visitar este museo es con un recorrido guiado que dura una hora y es en inglés (también se hace en húngaro). Hay visitas cada hora en punto. La entrada cuesta 4000 HUF por persona y hay descuento si tienen la entrada a la Iglesia de Matías, por lo que sugerimos la visiten primero. Yo había preguntado en la taquilla cercana a la Iglesia si esto era así (porque lo había leído en el foro) y me habían dicho que no, pero se ve que no lo sabían o no entendieron mi consulta. Hicimos tiempo por la zona porque la siguiente visita guiada era a las 11:00 am y todavía faltaban unos minutos. En el interior se siente el frío, así que es recomendable llevar un abrigo o usar uno de los que ofrecen ellos sin costo. La visita empezó puntual, primero con la proyección de un video que relataba la historia del hospital, y luego con el recorrido por los túneles que se extienden a lo largo de varios kilómetros bajo tierra. Para recrear las escenas de la época se usaron figuras humanas de cera y distintos instrumentos y maquinarias. Está prohibido sacar fotos durante el recorrido. Cuando salimos, nos detuvimos en la tienda, donde había distintos objetos a la venta: gorros, abrigos, máscaras anti-gas, botiquines, kits de supervivencia, lapiceras, anotadores, entre otros. Compramos una máscara anti-gas y con ella nos dieron un papel que certificaba que era un objeto del museo, por si eventualmente hubiera algún problema en el aeropuerto, ya que se trata de un objeto particular. Recomendamos la visita a este lugar porque es distinta a las demás; la experiencia es realmente impresionante. El único defecto que encontramos es que el tour avanzó muy rápido y no tuvimos tiempo de ver con detenimiento el material exhibido en los distintos sectores. A continuación, volvimos a la Plaza de la Santísima Trinidad para comprar la entrada a la Iglesia de Matías (1500 HUF) y la Torre (1500 HUF), pero seguíamos sin suerte porque el personal de la taquilla nos dijo que la próxima visita a la Torre era a las 13:00 pm y para eso faltaba casi una hora, así que desistimos y sacamos la entrada para la Iglesia. El pago es únicamente en florines húngaros, no aceptan euros. El interior es muy bonito, hay muchos detalles que llaman la atención. A través de unas escaleras se accede a un nivel superior, donde se exponen algunos objetos y se puede ver la iglesia desde otra perspectiva. Está permitido sacar fotos, incluso con flash. Salimos de la iglesia y regresamos a la zona del Castillo. Para ese entonces, el funicular ya estaba en funcionamiento, pero nosotros bajamos por el mismo camino que habíamos tomado para subir. Cruzamos nuevamente el Puente de las Cadenas y fuimos hasta Lucky 7 Burgers & More, el elegido para almorzar. El lugar no era muy grande, pero por suerte no estaba lleno cuando llegamos. Aquí aprovechamos para cargar nuestros dispositivos electrónicos, porque había enchufes USB detrás de cada mesa. Pedimos dos menúes con hamburguesa (una con queso y otra “Lucky 7”, doble), papas, aros de cebolla y gaseosa y en total gastamos 7500 HUF (24 euros). En la carta había varias opciones para elegir además de hamburguesas. La comida era rica y las porciones estaban bien. Nos pareció una buena alternativa ante los ya conocidos fast-food. Ya eran las 14:00 pm cuando visitamos la Iglesia Parroquial del Centro, el edificio más antiguo de la ciudad de Pest, ubicada a pocos metros del restaurante y cercana al Puente Elisabeth. Junto con la entrada (1000 HUF por persona) nos entregaron un folleto en español. En el subsuelo había una cripta y algunos objetos en exhibición. Prácticamente no había gente adentro, y nuestra visita fue breve. Luego dimos un paseo por Váci Utca, calle comercial a la que le hicimos honor con unas compras en H&M. Al final de la calle estaba la Plaza Vörösmarty tér, donde tenía lugar la Feria de la Primavera y se mezclaban aromas, sonidos y colores. En una de las aristas de la plaza sobresalía el edificio del Café Gerbaud, al que fuimos a merendar a las 17:15 pm. Con una decoración delicada y un aspecto señorial, este Café es llamativo tanto desde afuera como desde adentro. Los precios eran elevados y la propina (mayor al 10%) estaba incluida en la cuenta. Merendamos un capuccino, un café Baileys, dos jugos de naranja y un plato con una selección de tres tortas por 12400 HUF (40 euros). El café llegó tibio tirando a frío, las porciones de torta eran muy chicas para compartir (mejor pedir dos tortas de tamaño regular) y no nos parecieron tan ricas. Teníamos grandes expectativas de este lugar, pero quedamos un poco decepcionados. Tal vez nuestra elección no fue la correcta, pero no volvimos para degustar otra cosa. Con el estómago lleno, y enfrentándonos nuevamente al frío del exterior, aceleramos nuestros pasos para llegar al muelle donde estaba amarrado el barco de la empresa Legenda, con la que teníamos pensado hacer un paseo por el Danubio. La próxima salida era a las 18:30 pm, y sacamos las entradas (5500 HUF por persona) sin problemas unos quince minutos antes. Habíamos elegido ese horario para aprovechar las vistas de día y de noche. La navegación duró 1 hora y en el precio de la entrada se incluía una bebida a elección (vino, agua, gaseosa, cerveza o champagne). Había audioguías en muchos idiomas, entre ellos, el español. El barco tenía dos plantas, la de abajo era cerrada y la de arriba tenía una parte cerrada y la otra descubierta. Se podía ir a una u otra en cualquier momento del paseo (prescindiendo de la audioguía): la parte descubierta fue ideal para sacar fotos sin el vidrio de por medio. Recomendamos este paseo si están de visita por la ciudad. Hay muchas empresas con las que se puede hacer (incluso hay recorridos que hacen una parada intermedia en la Isla Margarita); nosotros elegimos esta por ser la que más calificaciones positivas tenía. De regreso en el muelle y en plena noche cerrada, lo último que nos quedaba por hacer era cenar en el Hungarikum Bistró, que habíamos reservado previamente vía mail con varias semanas de anticipación. En el camino hicimos una pausa para ver la Basílica de San Esteban iluminada. Teníamos reserva para las 20:30 pm, y pese a que llegamos diez minutos antes no nos dieron mesa hasta pasado ese horario. En la puerta del restaurante había un cartel que aclaraba que hasta el viernes de esa semana estaban llenos y no tomaban más reservas, así que mucha gente llegaba, leía el cartel y se iba. El espacio adentro era reducido y había pocas mesas, por eso se llenaba enseguida. Cuando nos sentamos, nos trajeron la carta, que estaba en húngaro y en inglés, y además nos dieron una tablet en la que podíamos ver las fotos de los platos. Los precios eran razonables y las porciones, normales. La comida estaba bien presentada y era rica. De entrada pedimos salchichas y un crepe de pollo; como platos principales, una trenza de cerdo con paprika y el plato del día, que era carne con papas; y dos bebidas (una de ellas cerveza). Lo curioso es que nos ofrecieron un trago que parecía cortesía de la casa, pero después estaba incluido en la cuenta. En total gastamos 12600 HUF (40 euros), con propina. El lugar nos gustó, pero de todos modos hay muchas otras opciones si es que no logran ir por no conseguir reserva. Salimos del restaurante rumbo al Parlamento, para verlo iluminado. Justo en frente estaba la parada del tranvía 2, que tomamos para volver al hotel a dormir y descansar después de un largo día. Etapas 4 a 6, total 24
Martes 27 de marzo de 2018: Café New York + Parlamento + Zapatos del Danubio + Basílica de San Esteban + Ópera + Casa del Terror + Plaza de los Héroes + Castillo Vajdahunyad
Hoy empezábamos el día de una manera diferente: con un desayuno en el autoproclamado café más hermoso del mundo. Salimos del hotel y fuimos a pie por el bulevar Múzeum körút; en el camino pasamos por el Museo Nacional Húngaro y la Facultad de Humanidades de la Universidad Eötvös Loránd (ELTE). Una vez alcanzamos la intersección con la avenida Rákóczi, seguimos por esta última hasta llegar a destino. El Café New York nos recibió con la melodía de un piano. Faltaban unos minutos para las 9:00 am y había lugar de sobra, así que no tuvimos que esperar para que nos ubicaran en una mesa. El edificio es espectacular por donde se lo mire; la decoración de las paredes, los techos y las columnas es preciosa, refinada y llena de detalles. Predomina el color dorado y el ambiente es cálido; por un momento nos sentimos dentro de un palacio. Pedimos un desayuno italiano (que incluía café, té o chocolate caliente, jugo de naranja, ensalada de frutas, bocadillos dulces, miel, manteca y variedad de mermeladas, abundante), un chocolate con crema, una porción de croissants y panqueques y en total pagamos 13500 HUF (45 euros). Los precios, por lógica, eran elevados, pero acordes al lugar. La propina (mayor al 10%) estaba incluida en la cuenta. La comida era rica y las porciones, correctas. La atención fue muy cordial. Definitivamente valió la pena darse el gusto. Después de desayunar, tomamos la línea M2 del metro hasta Kossuth Lajos Square, la estación más cercana al Parlamento, porque a las 10:30 am teníamos la visita guiada en español. Habíamos hecho la reserva por Internet con dos meses de anticipación en el sitio web del Parlamento y recibimos las entradas por correo electrónico. Cada una nos costó 5800 HUF (precio para los que no son ciudadanos de la Unión Europea) más 250 HUF por persona en concepto de gastos de servicio. Si bien es posible comprar las entradas allí mismo, preferimos asegurarnos el lugar porque los cupos se llenan enseguida. El ingreso era por el Centro de Visitantes, así que tuvimos que rodear el edificio por uno de sus lados hasta encontrarlo (era un acceso subterráneo). El lugar estaba lleno de gente, había un mostrador de venta de entradas y una tienda de souvenirs. Nosotros nos acercamos a una pantalla que anunciaba los horarios y los idiomas de las visitas e hicimos fila con las entradas impresas; todavía faltaban 10 minutos para nuestro turno. Luego pasamos un control con escáneres, dejamos las mochilas en el guardarropas (requisito del Parlamento, servicio sin costo), y tomamos las audioguías. La visita duró 45 minutos y fue muy interesante. Vimos la escalera principal, con su imponente alfombra roja, la Antigua Cámara Alta (actualmente usada para fines turísticos, ya que los miembros del Parlamento se reúnen en una cámara que no está abierta al público) y la Sala de la Cúpula, que contiene distintas estatuas de los reyes de Hungría y donde se hallan en custodia la Santa Corona y demás joyas de la corona húngara. En esta última sala presenciamos un cambio de guardia y es el único lugar donde está prohibido sacar fotos. Nos despedimos de la guía y el camino nos condujo a una sala-museo donde había algunos objetos exhibidos. En el centro se destacaba una maqueta de todo el edificio. Una vez salimos, y luego de fotografiar el Parlamento desde distintos ángulos, fuimos a ver los Zapatos del Danubio, un monumento dedicado a las víctimas del Holocausto asesinadas a orillas del Danubio. Nuestra ruta siguió por la Basílica de San Esteban, a la que entramos tras haber hecho una donación obligatoria de 200 HUF. En el interior se podían sacar fotos, pero sin flash. Los frescos de las paredes y los delicados detalles decorativos captaron nuestra atención. Salimos de la nave principal e hicimos fila para subir a la cúpula, que tenía una entrada aparte, por la que había que pagar 600 HUF. El acceso a la cúpula era por escaleras y a una cierta altura se podía optar por usar un ascensor o bien seguir por escalera. Las vistas desde arriba eran increíbles: Antes de seguir con el recorrido, fuimos a pie hasta la Plaza Vörösmarty tér en busca de algún lugar para almorzar, ya que con motivo de la Feria de la Primavera sabíamos que había varios puestos de venta de alimentos además de artesanías. Nos detuvimos en uno llamado Grill Killary, donde compramos dos limonadas, un pancho y un crepe de papa con goulash de pollo por 7000 HUF y almorzamos de pie en unas mesas cercanas que tenían la altura de unas barras de bar. Terminamos de comer pasadas las 14:00 pm y seguimos nuestro paseo por la Avenida Andrassy, una de las principales arterias de la ciudad en la que abundan tiendas de marcas muy conocidas y edificios elegantes. La primera parada de esta avenida fue la Ópera, un edificio que ya desde lejos sobresale por su arquitectura. Entramos por el lado izquierdo para comprar las entradas para la visita guiada de las 15:00 pm (2490 HUF por persona) y, como todavía faltaba media hora para el tour, nos quedamos adentro a esperar y a descansar un poco luego de tanta caminata. En la época en que fuimos nosotros, el auditorio estaba en obras y no iba a formar parte del recorrido; nosotros lo sabíamos de antemano pero igual nos lo aclararon al comprar las entradas. La visita empezó puntual y duró 20 minutos. Incluyó el vestíbulo, la escalera principal, la cafetería y el balcón. Se podían sacar fotos, incluso con flash. Por último, hubo un mini concierto de 10 minutos que presenciamos sentados en la escalera principal. De nuevo en la Av. Andrassy, pasamos por la Plaza Oktogon hasta llegar a la siguiente parada, Terror Haza (la Casa del Terror), un museo conmemorativo a las víctimas de represión, tortura y asesinato de los regímenes fascista y comunista en Hungría durante el siglo XX. La entrada costaba 3000 HUF por persona. Teníamos intenciones de contratar una audioguía (1500 HUF), pero cuando llegamos, ya no había más y desistimos de esperar a que alguna se desocupara. Dejamos las mochilas en unos lockers (también hay guardarropas para los abrigos) y empezamos la visita. En el interior estaba prohibido sacar fotos. La exposición abarca dos pisos y un sótano, en el que se veían las celdas donde antiguamente las víctimas eran encarceladas. En cada una de las salas había material informativo impreso en húngaro y en inglés para llevar. Estuvimos una hora y media en el lugar, y, si bien la visita fue muy interesante, recomendamos hacerla con audioguía porque con tanta lectura se nos hizo un poco densa. Antes de salir, compramos una botella de agua grande (750 HUF) en la tienda del museo. Nos quedaban unas cuantas cuadras de la Av. Andrassy por delante para llegar a la Plaza de los Héroes, pero, en vez de caminar, decidimos tomar la línea M1 del metro, la más antigua de Budapest y la segunda más antigua del mundo, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Cuando llegamos a la Plaza, la encontramos vallada y con un atril con banderas en el medio; aparentemente se iba a hacer un acto o alguna ceremonia, porque había bastante personal policial alrededor y no se podía pasar. Nos dirigimos al Parque Városliget, pero antes sacamos unas fotos con el Castillo Vajdahunyad de fondo, que, rodeado de lagos y árboles, parecía de película: El castillo actualmente alberga el Museo de Agricultura y su diseño está basado en un castillo ubicado en Transilvania (Rumania). Pasamos por la inmensa puerta de hierro, de la que siempre veíamos fotos de día y no sabíamos si a la tardecita/noche se podía circular libremente o estaba cerrado el paso, y que comprobamos que estaba siempre abierta. En el recinto vimos la Capilla Jaki y la estatua Anonymous. Habíamos leído en el foro que esta zona era buena para hacer compras, pero no vimos puestos en los alrededores, posiblemente por la hora, porque ya empezaba a anochecer. Dimos un paseo corto por el parque porque el frío se empezaba a sentir cada vez más, y luego tomamos el metro M1 desde la Plaza de los Héroes hasta Vörösmarty tér. Teníamos reserva para cenar a las 20:00 pm en Ket Szerecsen, cerca de la Ópera, y, como todavía faltaba un largo rato, caminamos a paso lento para hacer tiempo. Pasamos por la Plaza Elizabeth, con su noria iluminada, y miramos los pocos puestos de artesanías que quedaban abiertos en la feria que había en la plaza. Pasadas las 19:30 pm llegamos al restaurante y, si bien entramos antes de la hora estipulada, nos pudieron ubicar igual porque había mesas libres. El lugar no era muy grande, así que conviene reservar por las dudas; nosotros lo habíamos hecho con unas semanas de anticipación. La atención fue cordial y el ambiente era muy acogedor. Los precios eran razonables en relación con la calidad y las porciones, correctas. Pedimos dos bebidas, dos entradas (sopas goulash) y dos platos (pollo relleno con muzzarella, puré y tomates y costillas de cerdo con miel y chili) y pagamos 12000 HUF (38 euros) con propina, que venía incluida en la cuenta. Fue de lo mejor que comimos en Budapest y, por ende, más que recomendable. La noche estaba agradable y las distancias no eran muy largas, así que volvimos caminando al hotel. Etapas 4 a 6, total 24
Miércoles 28 de marzo de 2018: Mercado Central + Iglesia Rupestre + Monte Gellert + Gran Sinagoga + Ruszwurm + Bastión de los Pescadores al anochecer
Nos levantamos y bajamos al comedor a desayunar. A las 8:30 am estábamos en el Mercado Central, que quedaba a cuatro cuadras de distancia del hotel. Por la hora, había más gente local que turistas. Fuimos con la idea de comprar souvenirs porque habíamos leído que había mejores precios que en los locales del centro. Debido al itinerario previsto para el día, nos convenía empezar la visita por este lugar; sin embargo, nos encontramos con que en la primera planta había muy pocos puestos de souvenirs abiertos, otros empezaban a abrir a partir de las 9:00 am y muchos otros permanecieron cerrados, al menos durante nuestra estadía. Los locales de comida de la planta baja, en cambio, estaban abiertos. En cuanto a precios, nos parecieron más baratos que en zonas más turísticas, como Váci Utca. Incluso había diferencia de precios entre los distintos puestos, así que es recomendable hacer un primer recorrido para tener una idea de precios y poder comparar. Eso sí: nos dio la sensación de que muchos productos eran de procedencia china en vez de húngara. Si la idea es ir de compras, sugerimos visitar el mercado al mediodía o por la tarde (para evitar encontrar puestos cerrados o, por qué no, para almorzar). Compramos los souvenirs típicos (imanes, monumentos en miniatura, tazas, paprika) y algunos objetos para regalar, y nos fuimos. Cruzamos el Puente de la Libertad, llamativo por su color verde, en dirección al Monte Gellert, en Buda. Nada más llegar al otro lado, lo primero que vimos fue el Hotel Gellert, donde está el famoso balneario Gellert, que no estaba en nuestros planes visitar. Justo en frente, sobre la colina, se alzaba la Iglesia Rupestre, nuestro próximo destino. La particularidad de esta iglesia es que está excavada en la roca, lo que la hace distinta a las demás. Con la entrada (600 HUF por persona) nos entregaron una audioguía en español que contenía explicaciones de distintos puntos clave. La visita nos resultó interesante y no nos llevó más de media hora. A la salida, nos acercamos a la famosa estatua presente en muchas postales de la ciudad: Emprendimos la empinada subida al Monte Gellert, parando de a ratos a descansar en los miradores ubicados en distintos niveles con la excusa de contemplar las vistas. Había distintos caminos para llegar hasta arriba; nosotros fuimos por el más cercano a la Iglesia Rupestre, donde había escaleras y rampas. En la cima nos esperaba la Estatua de la Libertad. Al lado está la Ciudadela, pero no entramos. Según leímos, se podía acceder a la fortaleza previo pago de una entrada y visitar un búnker de la Segunda Guerra Mundial. Nos quedamos contemplando las vistas, que hicieron que la subida haya valido la pena: No volvimos por el mismo camino que usamos para subir, sino que seguimos la calle por la que los autobuses turísticos llegaban a la Ciudadela, pero en sentido inverso, es decir, en bajada. Sin embargo, no fue la ruta más directa, porque desembocamos en un parque con una llamativa estatua de bronce en la que se veía al rey y la reina dándose la mano sobre el Danubio, como símbolo de la unión entre Buda y Pest. Lamentablemente no pudimos fotografiarla entera porque una mujer había usado la estructura como asiento para sus dos hijos pequeños, pero aunque sea les dejamos una parte: También había un grupo de cinco estatuas de distintos personajes históricos (Abraham, Jesús, Buda, Lao-Tse y Akenatón) que formaban un círculo alrededor de un orbe. Alejadas del círculo había otras tres estatuas, entre ellas, la de Mahatma Gandhi. Este conjunto, supimos después, es conocido como “El jardín de la filosofía”. Atravesamos el frondoso parque y al fin llegamos a la altura del blanquecino Puente de Isabel, que cruzamos para llegar a Pest. Por la misma calle del puente nos encontramos con los edificios gemelos, que en ese momento no lo parecían tanto porque uno de ellos estaba en obras: Al lado de ellos estaban las Galerías París, también en obras. Eran pasadas las 13:00 pm y antes de almorzar pasamos por la Gran Sinagoga para ver el horario de las visitas guiadas: la siguiente era a las 15:00 pm, así que teníamos tiempo de sobra. El plan era comer algo en el Szimpla Kert, el famoso bar en ruinas, ubicado cerca de la Sinagoga. El ambiente era curioso y digno de ver, porque cada rincón tenía una decoración particular. Nos llamó la atención que hubiera muy poca gente, tal vez era por la hora. Aprovechamos para ir al baño, que para variar estaba "en ruinas", y nos acercamos a una de las barras pensando que podíamos almorzar una hamburguesa. Nos llevamos la sorpresa de que esos platos se servían a partir de las 17:00 pm, y el plato del día que ofrecían no era de nuestro agrado, así que, en ese sentido, fue una decepción. Tomamos dos jugos de naranja por 900 HUF y nos sentamos en una de las tantas mesas libres que había, como para justificar la visita. Consideramos que es mejor ir al bar por la tardecita o por la noche, o bien ir al mediodía para contemplar bien la decoración de todo el lugar. Después del frustrado Szimpla, necesitábamos un plan B para el almuerzo, y el elegido fue el Hummus Bar, a metros del anterior. Al llegar, nos recibieron con una infusión. Los precios eran muy accesibles y las porciones, abundantes. Pedimos dos bebidas, un shawarma con dos hummus y arroz y una pechuga de pollo con arroz y papas fritas por 4500 HUF (14 euros) con propina, que no estaba incluida en la cuenta. El lugar se llevó las 3 B: Bueno, Bonito y Barato. Ahora sí estábamos listos para visitar la Gran Sinagoga de Budapest, la más grande de Europa y la segunda más grande del mundo después de la de Nueva York. Todavía faltaba media hora para la visita guiada en español, pero igual sacamos la entrada (4000 HUF por persona) y, luego de pasar por unos escáneres y mostrar el contenido de nuestras mochilas, recorrimos previamente el recinto por nuestra cuenta. Vimos el cementerio y el Parque Memorial con el Árbol de la Vida, una escultura en forma de sauce llorón que en cada una de sus hojas llevaba grabado el nombre de un judío asesinado durante el Holocausto. También visitamos una sala con una exposición de fotografías. Para entrar a la Sinagoga, los hombres tenían que usar kipás, que les repartían en la entrada. No se podía ingresar con los hombros o las piernas al descubierto, pero eso no fue un inconveniente por la época del año. El interior era simplemente hermoso: En los extremos de algunos bancos había banderas de distintos países que indicaban los idiomas de las visitas guiadas; nos sentamos cerca de la bandera correspondiente para iniciar el tour en español. La visita empezó puntual a las 15:00 pm y duró 45 minutos. Incluyó el interior de la Sinagoga, el cementerio y el Parque Memorial. En nuestra opinión, el recorrido guiado valió la pena y lo recomendamos. A menos que uno esté informado de antemano y, lógicamente, interesado en el tema, hay muchas cosas que se pierden si alguien no se las cuenta. Con la misma entrada visitamos el Museo Judío, situado en el mismo recinto y al que accedimos por un ascensor. No era muy grande y lo vimos en poco tiempo. Como estábamos cerca del hotel, fuimos caminando hasta allí a dejar las bolsas de las compras que habíamos hecho en el mercado, y aprovechamos para descansar un poco. A las 17:00 pm salimos nuevamente en dirección a la zona de Buda porque queríamos merendar en la pastelería Ruszwurm y ver el atardecer en el Bastión de los Pescadores. Tomamos el metro M3 hasta Deák Ferenc tér y caminamos unos metros hasta la parada del Bus 16 que nos dejaría justo en frente de la Iglesia de Matías. Por primera vez durante nuestra estadía en la ciudad, unos revisores que estaban en el bus (o que subieron después, nunca lo supimos) nos pidieron los billetes, que enseñamos sin problemas. Distinta fue la suerte de un joven que estaba sentado en frente de nosotros, a quien lo “descubrieron” sin billete y lo hicieron bajar en la siguiente parada. Cuando llegamos a Ruszwurm, a pasos de la Iglesia de Matías, encontramos mesa de casualidad, porque el lugar era chico y estaba lleno de gente. Esta pastelería es muy famosa (y por ello, bastante concurrida), porque, según se dice, era la favorita de Sissi. Los precios eran mucho más accesibles que el Café Gerbaud, por poner un ejemplo, aunque la atención no fue la más cordial (por momentos sentimos que nos estaban apurando para liberar la mesa y que pasara el siguiente). Merendamos dos cafés especiales (Ruszwurm y Wiener), dos tortas (Ruszwurm y Eszterházy, a falta de la torta Dobos, que ya no les quedaba) y dos trufas de coco por 5000 HUF (16 euros). Las porciones estaban bien, las tortas eran ricas, pero los sabores no deslumbraban. Salimos de la pastelería y fuimos al Bastión de los Pescadores, donde esperamos pacientemente la llegada del anochecer. Ya no había guardias controlando los molinetes, que ofrecían libre paso al nivel más alto del Bastión. Vimos la Iglesia de Matías iluminada, que al igual que las demás atracciones de la zona, ofrecía una postal distinta a la que se veía durante el día. Tras caer la noche y hacer las fotos de rigor, bajamos por las escaleras del Bastión y seguimos por la calle Hunyadi János hasta llegar a las orillas del Danubio. De camino a la estación de metro M2 Batthyány tér, pasamos por la Iglesia de Santa Ana. Usamos el metro para llegar a Astoria, ya que a las 20:00 pm teníamos reserva para cenar en Ruben Etterem, cercano a esa estación. A la salida del metro, cerca de las escaleras mecánicas, unos revisores nos pidieron los boletos por segunda vez en el día. El ambiente del restaurante Ruben Etterem era tan refinado, que al entrar nos pareció que íbamos a terminar pagando una cuenta millonaria, pero no fue así. La atención fue cordial y el servicio, algo lento, sobre todo para traernos los platos. Pedimos dos bebidas (una de ellas, cerveza), de entrada probamos un Camembert empanado con puré y salsa de arándanos y una sopa de hongos, y como platos principales comimos una pechuga de pollo rellena con muzzarella con puré de papas y rúcula y un filete con tarta de espárragos y arvejas. En total gastamos 11000 HUF (35 euros) contando la propina, que venía incluida en la cuenta. Las porciones eran acordes y la comida era sabrosa y estaba bien presentada. Consideramos que el lugar fue una buena elección, sobre todo en cuanto a la relación precio-calidad. Tan solo seis cuadras nos separaban de nuestro hotel, así que volvimos a pie. Terminamos de acomodar nuestro equipaje y nos fuimos a dormir; nuestra estadía en la ciudad de Budapest ya estaba llegando a su fin. Etapas 4 a 6, total 24
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