![]() ![]() Pirineos 2018 ✏️ Blogs de Europa Sur
Bienvenido al relato de nuestro viaje de 13 días a los Pirineos durante septiembre de 2018.Autor: Lou83 Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (7 Votos) Índice del Diario: Pirineos 2018
01: Introducción
02: Día 0: Unos por aire, otros por mar
03: Día 1: Ibones de Villamuerta
04: Día 2: Excursión al Aiguallut
05: Día 3: Cola de Caballo por las Gradas de Soaso
06: Día 4: Miradores de Ordesa y Barranco de Igüer
07: Día 5: Aguas Tuertas
08: Día 6: Recorriendo el Valle de Tena
09: Día 7: En lo alto del Pico Pacino
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Etapas 4 a 6, total 17
3 de septiembre de 2018
![]() Mapa de la etapa 2 Alcanzamos las 7:00 y ya estoy harto de dar vueltas en la cama. Durante la última hora he repetido una y otra vez el ciclo de abrir los ojos, mirar la hora, concluir que todavía era muy temprano, cerrarlos y, al volver a abrirlos creyendo que había pasado ya mucho tiempo, comprobar con asombro que apenas habían transcurrido cinco minutos. La cama es cómoda y la habitación ha permanecido silenciosa toda la noche, pero esto de no conseguir dormir del tirón ya es habitual en mí incluso en casa. Todavía sin cargar con nuestras cosas ni tramitar la salida, nos dirigimos para desayunar a una “granja” -por lo menos así conozco yo a los locales que combinan panadería y unas pocas mesas- puerta con puerta con el Bar La Morera que visitamos la noche anterior. L nunca quiere arriesgar y se queda con un café con leche y un cruasán, pero yo soy más aventurero y finalmente desayuno una taza de chocolate con naranja y una torta casera que, al igual que mi postre de la noche anterior, deja un regusto a anís. Ya que estamos aquí compramos una barra de pan que completamos con un refresco y un par de tomates en un pequeño colmado en el camino de vuelta al hotel. En ese mismo camino “cazo” una conexión a Internet abierta llamada “Internet rural” y que todo parece indicar que proviene de un albergue junto al que pasamos. Lo aprovecho para subir algunas imágenes del día anterior a las redes sociales y pre-descargar varias porciones de mapa de Google Maps con el fin de no gastar datos de nuestra tarifa innecesariamente. Castejón de Sos ha amanecido cubierto por una niebla que poco a poco va ganando altura hasta disiparse, pero que de inicio no nos permite ver las cumbres de más al sur. De vuelta en la habitación, preparamos nuestras mochilas del día antes de volver a cargar el maletero. La previsión para hoy incluye cascadas que siempre prefiero inmortalizar con efecto de “agua sedosa”, así que no tengo más remedio que incluir el trípode a mi arsenal fotográfico. Y aunque sea un trípode diseñado para viajes y de peso muy contenido -apenas kilo y medio-, unido a la botella de dos litros de agua añade un peso a mi espalda que ayer no estaba ahí y se hace notar desde el primer momento. Tramitamos la salida en recepción pagando nuestra reserva y abandonamos el aparcamiento junto a otros dos de los cinco coches que seguíamos estacionados. Son las 9:10 y el termómetro del coche marca 13 grados, dando a entender que el frío con el que ha amanecido Castejón no tardará en dar lugar a temperaturas más cálidas. ![]() Niebla mañanera en Castejón de Sos Nos dirigimos de nuevo al aparcamiento de Vado de Llanos del Hospital, y estábamos haciendo una buena media de velocidad hasta que alcanzamos una zona con un apartadero en el que instalar las cadenas a las ruedas del coche en los meses de más frío. Ese aparcamiento, que ayer estaba completamente desierto, hoy está hasta la bandera de coches y unos metros más allá, al alcanzar la rotonda contigua, comprendemos por qué. La Guardia Civil está cortando el tráfico para permitir que un ejército de vacas debidamente dirigidas por pastores y sus perros descienda desde las alturas del valle que ayer atravesamos en autobús. El despiste de los guardias, que deberían habernos dado el alto varios metros antes para que nos sumáramos a la cola en el apartadero, consigue que nos colemos involuntariamente en posición de salida y seamos los primeros en retomar la marcha cuando las bestias abandonando el asfalto. Sin tráfico por delante, podemos ir a toda la velocidad que la carretera permita en dirección a Llanos del Hospital. Aunque más que asfalto, el coche avanzar sobre un manto de heces de vaca que cuando alcanzamos el aparcamiento a las 9:45 ha dejado los bajos de nuestro coche en un estado muy lamentable. Aunque a nuestra llegada tengamos ya esperando a uno de los autobuses que ascienden hasta La Besurta no es hasta 15 minutos después cuando el coche empieza a andar, previsiblemente a sabiendas de que muchos visitantes estaban de camino y no tardarían en llegar tras nosotros ahora que el reino animal ha permitido que se reanude el tráfico. Tras atravesar un valle ahora libre de animales, bajamos los primeros del autobús al alcanzar La Besurta y salimos disparados para coger algo de ventaja inicial respecto al resto de senderistas. Esta vez tras cruzar el pequeño puente de madera y a diferencia de ayer, no tomamos ningún giro y seguimos de frente siguiente las señales para un itinerario que por ahora comparten tanto Aiguallut como el Refugio de La Renclusa. ![]() Vistas desde el autobús, capítulo uno ![]() Vistas desde el autobús, capítulo dos El sendero comienza a ganar altura y tras otros diez minutos el camino se bifurca, siendo el giro a la izquierda el que nos interesa a nosotros. La subida aumenta ahora su pendiente y en algunos tramos la tierra compactada da paso a las rocas que ir superando como si de escalones se trataran. Unos 30 minutos más tarde alcanzamos el balcón al Forau de Aiguallut, un tramo en el que el el río alcanzar una suerte de embudo natural por el que el agua se cuela antes de seguir su curso. Sin embargo el bastante bajo caudal del río y la situación del mirador hace que el lugar no luzca demasiado, siendo imposible intuir dónde está exactamente ese desagüe natural. ![]() Manos a la obra ![]() El Forau de Aiguallut, difícil de retratar Rodeamos el Forau por su izquierda y, tras una última curva, aparece a lo lejos la Cascada de Aiguallut. Desde aquí la vemos de frente, y cuando alcanzamos su posición pasamos a verla de forma lateral justo en el sitio en el que las aguas empiezan a precipitarse al vacío. Por ahora estamos prácticamente solos, pero poco a poco van llegando otras parejas y alguna familia con niños. ![]() Seguimos tras el Forau ![]() Y alcanzamos la Cascada de Aiguallut ![]() Aquello que le decía Rose a Jack en el camarote ![]() La cascada, ahora desde más cerca ![]() Y por último junto a ella desde un punto elevado La catarata nos gusta, pero lo mejor estaba por llegar justo tras ella. Se nos aparece de frente el Plano de Aiguallut, una vasta explanada en la que el río serpentea dejando a lado y lado un prado que, como ya observamos el día anterior al llegar a La Besurta, conserva todavía más tonos verdes de los que esperábamos para esta época. Los visitantes gozan aquí de total libertad para desplazarse por el valle, misma libertad de la que disfruta un grupo de patos que vemos aproximarse por el agua remontando el río a contracorriente. Si levantamos la vista y miramos hacia el otro extremo del Plano tenemos casi de frente la muy característica silueta de la Tuca de Aiguallut. Y como colofón, a mano derecha queda la cumbre del Aneto, que pese a tratarse de la cumbre más alta de la zona no destaca tanto como cabría separar dada la nada despreciable altura del resto de cimas cercanas. Esta primera y obligatoria parada en el Plano de Aiguallut avanza nuestros relojes hasta las 12:15. ![]() ¿Fotografiar el paisaje teniendo esto? ![]() La panda del barrio ![]() ¿Puedo jugar? ![]() No, no puedes ![]() Y ahora sí, el Plan de Aiguallut ![]() Prado, río y montañas todo en uno Atravesamos el valle pero es imposible hacerlo de una sola tirada. Cada pocos metros nos detenemos, miramos alrededor y tomamos más fotografías. Cuando alcanzamos el extremo contrario se presentan nuevas señales indicando los desvíos a varios collados e ibones, todos subiendo varios escalones la dificultad de la ruta realizada hasta ahora. Nosotros tenemos planes más conservadores, y bajo el cobijo de varios árboles que se elevan en un montículo echamos mano de los bocadillos que traemos preparados. Un niño pasa junto a nosotros a toda velocidad pero se toma la molestia de pararse y desearnos buen provecho. Así, sí. Un par de metros por debajo de nosotros una familia ha establecido su campamento base en compañía de un precioso husky siberiano que hace muy difícil levantar la vista y fijarse en el paisaje. ![]() Nuestras vistas al Plan durante la comida A las 13:10 decidimos comenzar el camino de vuelta, empezando por atravesar de nuevo el Plano de lado a lado cruzándonos ahora con los grupos menos madrugadores. Entre ellos muchos niños y también perros, que en su mayoría aprovechan su libertad sin ataduras de collares para zambullirse en los lugares donde el río tiene más profundidad. ![]() Despidiéndonos del río que sigue hacia el sur ![]() La inmensidad del Plan, ahora en dirección contraria ![]() Seguimos perdiendo altura... ![]() La señal donde se separan los caminos hacia el Refugio y el Forau El camino de vuelta transcurre más rápido que el de ida, si bien no hace falta batir ningún récord y medimos cada paso sobre todo en los tramos con pendiente de bajada más pronunciada. A las 14:20 estamos de nuevo en La Besurta, en la que hoy sí nos toca esperar hasta 20 minutos para que llegue el próximo autobús. Mientras esperamos las nubes cruzan el cielo a toda prisa, por ahora sin concentrarse lo suficiente como para dar inicio a esas lluvias que la AEMET vaticinaba a partir del mediodía. Contemplamos por última vez desde los asientos del autobús el valle que separa La Besurta de Llanos del Hospital. Si en un futuro muy probable volvemos a visitar la zona, es posible que decidamos hacer el camino de vuelta a pie, ya que en su mayoría transcurre en descenso y es un valle digno de atravesar a un ritmo más pausado. ![]() Nuestro último paso por La Besurta Ya de vuelta en nuestro vehículo nos despedimos de Benasque para dirigirnos a la zona del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Para hacerlo debemos previamente abandonar el valle, cosa que hacemos recorriendo en sentido inverso una carretera de curvas ya conocidas no sin antes repostar en una gasolinera muy barata. El buen ritmo que llevamos saliendo de Benasque se ve interrumpido por un rebaño de ovejas que pasa tan cerca del coche que llega a rozarnos en alguna ocasión. Abandonado el valle, avanzamos ahora a mucha mayor velocidad hasta alcanzar la población de Aínsa, última gran concentración de casas antes de adentrarnos en Ordesa. Y también una sartén, con el termómetro del coche marcando 35 grados cuando regresamos a él tras hacer varias compras en un Supermercado Día. En nuestro próximo alojamiento disponemos de cocina y nevera y debemos aprovecharlo para abaratar costes haciéndonos nuestras propias comidas. Para adentrarnos en Ordesa nos aguardan otros buenos 30 minutos de carretera de montaña superando pueblo tras pueblo. El penúltimo de ellos es Broto, claramente el más turístico y que acoge la mayor concentración de empresas de oferta turística tales como la excursión en todo terreno que traemos reservada para una jornada posterior. Tras Broto nos espera Oto, un pueblo compuesto íntegramente por casas de estilo antiguo y rústico con paredes de grises adoquines y en el que nos vemos obligados a contactar por teléfono con la anfitriona de nuestro próximo alojamiento ya que es imposible encontrarlo por nuestros propios medios transitando por las estrechas no, estrechísimas calles entre fachada y fachada. Es como Sóller, pero levantado en la ladera de una montaña con lo que ello supone en cuestión de desnivel. Nos recibe Montse, la propietaria de una Casa Alba Ara que reservamos a través de Airbnb y cuyas instalaciones nos introduce con mucha amabilidad. Nos espera la planta baja de una casa rústica en la que se reparten el espacio una sala principal con mesa y cocina, una sala anexa de lectura y música en la que originalmente se guardaba a las bestias, un baño con ducha, un dormitorio y un cuarto de lavadora. Todo tras acceder al interior a través de una terraza con vistas a algunos de los montes más cercanos. La casa mantiene todo lo que puede la forma original, con vigas de madera y paredes que trazan formas irregulares. Junto a nosotros han llegado las nubes, y según una aplicación de seguimiento de precipitaciones que traemos instalada en el teléfono las tormentas ya han empezado a azotar las poblaciones cercanas. ![]() La fachada de nuestra casa en Oto ![]() Y las vistas al huerto y el final del pueblo Preparamos un ciclo rápido de lavadora para no acumular más ropa sucia de la que llevamos tras los dos primeros días, nos damos una ducha y solo nos queda relajarnos durante lo que queda de día. Mientras preparamos la cena y los bocadillos para mañana un gato de tonos grises viene a darnos la bienvenida. Cuando a las 20:00 nos disponemos a cenar en la terraza, el gato insiste en acompañarnos y no se da por vencido y no nos abandona hasta que le hemos servido la tapa de un mousse de nueces que parece que le gusta. ![]() Nos vigila... ![]() ... en todo momento A las 21:25 estamos ya metidos en la cama, muy temprano en previsión a una jornada siguiente que queremos empezar muy pronto para aprovechar al máximo las horas previas a unas lluvias que la AEMET vuelve a vaticinar a partir del mediodía. No soy capaz de ver más de medio capítulo de The Leftovers debido al peso de los párpados, y a las 22:00 ya no quedan luces encendidas en el que será nuestro alojamiento para los próximos dos días. Mañana comenzamos a descubrir Ordesa. Etapas 4 a 6, total 17
4 de septiembre de 2018
![]() Mapa de la etapa 3 El sol no empieza a bañar las paredes de las casas de piedra en Oto hasta que pasan unos minutos de las 7:00. El día parece arrancar con una climatología estable, dejando atrás el sonido de la lluvia rebotando contra los adoquines y de los truenos que asolaban la zona. Habiendo dormido una cantidad de horas suficiente gracias a acostarse muy pronto, desayunamos en silencio mientras planificamos el contenido de la mochila para hoy. Es turno de hacer algunos sacrificios, ya que aunque durante el recorrido planificado para la excursión de esta jornada se sucedan varios saltos de agua -algunos de ellos muy característicos-, la distancia que estimamos recorrer es larga y superando tal desnivel que cargar con el peso adicional del trípode se hace muy cuesta arriba, valga la redundancia. Cuando salimos a la terraza de nuestra casa la anfitriona Montse nos ha dejado unos paraguas junto a la puerta. ![]() Amanece en Oto En menos de 10 minutos al volante nos desplazamos de Oto a Torla, lugar del que parten los autobuses que permiten subir a la Pradera de Ordesa. A nuestra llegada se acaba de ir un servicio, pero el siguiente aparece pocos minutos después para comenzar a cargar un nuevo pasaje. Paramos en el mostrador del centro de visitantes de parque para conseguir un mapa sobre el que la empleada nos dibuja en bolígrafo la ruta que queremos realizar y pagamos en el kiosco anexo los 4,5 euros por persona que cuesta el billete de ida y vuelta. Nos subimos a bordo y enseguida arrancamos, con el televisor del autocar proyectando un cortometraje documental sobre la historia del Parque Nacional. El conductor mantiene constantemente una conversación con la coordinadora y el resto de chóferes mediante una frecuencia privada. Ante nosotros una autocaravana hace caso omiso de las señales indicando que no está permitido el acceso a vehículos particulares, pero enseguida parece darse cuenta de su error. Nuestro conductor para el vehículo y se acerca a pie hasta su ventanilla, donde parece darle indicaciones sobre cómo dar media vuelta. Vuelve a su asiento y espera a que uno de sus colegas aparezca en dirección contraria por la carretera que queremos subir. A su paso junto a nosotros y con la autocaravana observando la maniobra desde una mediana, nuestro chófer le dice a su compañero “ahí tienes al artista”. A partir de aquí, empezamos a subir y oímos como va informando por radio de su posición para que la chica que está coordinando los coches de las órdenes necesarias para que dos autocares no coincidan en un tramo sin espacio suficiente para que se crucen. No tardan en aparecer baches, y a las 9:05 ponemos ya nuestros pies sobre la Pradera de Ordesa. Venimos a lo inevitable en Ordesa, que es alcanzar la catarata conocida como Cola de Caballo. Para hacerlo se presentan dos alternativas: la primera, más asequible y recomendada para el público general, exige 17,5 kilómetros de ida y vuelta atravesando las Gradas y el Circo de Soaso y superando un desnivel de 500 metros. La segunda se conoce como Senda de los Cazadores y lleva a los excursionistas por la Faja de Pelay, y aunque el punto de inicio y final sea el mismo, requiere de una subida inicial que añade una distancia y un desnivel a superar en muy poco tiempo que hace que no sea apta para todos los públicos. Nosotros volvemos a optar por una estrategia conservadora y, a la vista de todo lo que nos queda por caminar en los próximos días, nos decantamos por la opción “fácil”. Pese a ello, sobre el papel será la excursión más larga de todo nuestro viaje. Echamos a caminar siguiendo las estratégicamente situadas señales y tras los dos primeros kilómetros el camino comienza a dibujar un clásico “zig-zag” de los que permiten ganar mucha altura en poca distancia. A las 9:50 llegamos al mirador a la Cascada de Arripas, la primera de las tres cataratas que se suceden durante esta primera mitad del recorrido. El mirador queda algo lejos de ella, pero no está nada mal como primer entrante del menú. ![]() Echamos a caminar ![]() El sol y el bosque juegan con nosotros ![]() Una pequeña caída de agua como anticipo ![]() Cascada de Arripas Seguimos avanzando y ganando altura y pasamos de largo el desvío que nos llevaría hasta la Cascada de la Cueva, decididos a tomarlo durante el camino de vuelta para no repetir exactamente el mismo recorrido en ambos sentidos. Sin embargo no podemos evitar salirnos de la senda principal levemente para asomarnos ya a los miradores a la Cascada del Estrecho, en este caso mucho más cerca de nuestro posición y permitiendo ver con todo detalle unas aguas de color gris claro que nos recuerda mucho al de las Athabasca Falls de la Columbia Británica de Canadá. Más paradas, más miradores inundados, más fotos, y seguimos ganando altura en “zig-zag”. ![]() Las aguas de la Cascada del Estrecho ![]() Una solitaria cabaña en el bosque ![]() Sigue la subida... El bosque de los últimos kilómetros se abre para dar paso a un prado y la reacción es de decir “guau”. Una señal indica que todavía estamos a más de una hora de la meta de nuestro recorrido y nuestras cabezas dicen “buf”. Tras caminar un poco más llegamos al inicio de las Gradas de Soaso y no podemos evitar pensar “wow”. Decenas de saltos se suceden a lo largo de varios cientos de metros en paralelo a la senda señalizada, si bien la mejor vista está al inicio donde el terreno permite acercarse todo lo posible al agua y ver la caída en toda su longitud. ![]() Las Gradas del Soaso ![]() Un detalle de los múltiples saltos que da el agua ![]() ¡Agua! ![]() Panorámica de las Gradas desde su lateral Los últimos dos kilómetros hasta la Cola de Caballo se harían muy pesados de no ser porque consisten en atravesar el Circo de Soaso. Pero es que el Circo resulta ser uno de los parajes que con posterioridad situaremos como uno de los más bonitos que habremos visto a lo largo del viaje. Un valle que cubre una distancia muy grande de lado a lado y se extiende hasta el horizonte en el que esperan numerosas cimas sobre nuestras cabezas, siendo la más relevante la del Monte Perdido que figura en el propio nombre del Parque Nacional. Llamado así por los franceses ya que en su vertiente francófona no es detectable hasta prácticamente alcanzar su falda pese a ganar a toda su competencia colindante con sus 3.355 metros de altura. ![]() El fantástico Circo del Soaso ![]() Una injusta panorámica del Circo Atravesamos el Circo sin dejar de mover la cabeza para saborear toda la panorámica. En la pared izquierda, la más cercana, pequeños hilos de agua caen por aquí y por allá por la pared. A mano derecha, algo más lejos, vemos pequeños puntos recorriendo lo que son los últimos metros de la Senda de los Cazadores. Ya desde aquí se hace evidente que ese camino debe ser mucho más duro que el que hemos recorrido nosotros. Cuando miramos al frente no quitamos ojo del Monte Perdido, tras el cual se encuentra el Circo de Gavarnie francés en el que esperamos encontrarnos dentro de varios días. La Cola de Caballo todavía no es visible, ya que se esconde tras un montículo que marca el final del recorrido y sobre el cual por ahora solo vemos una pequeña esquina que es el agua comenzando a caer. ![]() Con este paisaje importa menos cuánto falte para llegar Rodeamos el montículo y ahí la tenemos. Sí, la Cola de Caballo está a la altura de su fama. Su nombre está perfectamente asignado, ya que el triángulo que dibuja el agua al caer unido a que el agua se distribuye en pequeños hilos a lo ancho consigue proyectar esa figura similar a la cola del animal. Hay mucha gente y todavía llegará más durante nuestra estancia, pero está bastante repartida a lado y lado de la catarata y salvo puntos muy concretos no hay una sensación de saturación. No nos cuesta encontrar un buen sitio elevado en el que sacar los bocadillos de las mochilas sin dejar de mirar a la catarata. En lo que estamos comiendo los relojes alcanzan las 13:00 y entre idas, venidas, una foto por aquí, otra por allá, deja que la mire un rato, etcétera, nos dan las 14:00 cuando decidimos comenzar el camino de vuelta. ![]() Les presento la Cola de Caballo ![]() Buscando el mirador en el que retratarla sin gente ![]() ¡Más agua! ![]() Entre la Cola y el Circo Atravesamos de nuevo el Circo de Soaso, esta vez en dirección contraria dejando lo mejor de sus vistas a nuestra espalda y apartando moscas según avanzamos. A las 15:40 llegamos a esa Cascada de las Cuevas que habíamos aplazado durante la ida. Tiene una forma curiosa, pero el mirador es tan impracticable como los demás y el agua no permite asomarse todo lo que nos gustaría. Desde aquí podríamos volver a la senda de la ida recuperando la altura perdida, o bien cruzar el río en un puente para regresar a la Pradera por el otro lado de éste. Nos decidimos lo segundo para aportar algo de variedad al regreso durante los tres kilómetros y casi una hora que nos queda por delante hasta alcanzar el aparcamiento de la pradera. ![]() Despidiéndonos de la Cola ![]() Despidiéndonos del Circo ![]() La pared norte del Circo Este regreso alternativo comienza con un descenso bastante pronunciado, pero no tarda en suavizarse hasta convertirse en un agradable paseo. Y lo mejor de todo, apenas tenemos compañía mientras lo recorremos. Un bosque con aspecto ya completamente otoñal nos acerca hasta la Pradera previo paso por unas pasarelas de madera que nos recuerdan a las habilitadas por Yosemite Valley. El cielo nos ha dado una tregua hasta 15 minutos antes de alcanzar la pradera, momento en el que la lluvia suave da rápidamente paso a una tormenta en toda regla que nos empapa durante los últimos metros hasta la parada del autobús. No podemos subir al primero, que cuelga el cartel de completo cuando solo tenemos dos personas más delante de nosotros en la cola. Pero enseguida llega un nuevo servicio a cargo del mismo chófer que nos llevó esta mañana. Son las 16:50 cuando el motor arranca e inicia el camino de vuelta hasta Torla. ![]() Descendiendo por el bosque ![]() Con tanta foto se me escapa ![]() Cascada de la Cueva ![]() Todavía hay tiempo para algún mirador ![]() Últimos instantes soleados De nuevo en el Centro de Visitantes, descubrimos que hay conexión a Internet gratuita previo registro aportando una dirección de correo electrónico. Y además es bastante rápido, cosa de agradecer tras batallas con conexiones Wifi lentas e inestables en nuestros dos alojamientos hasta la fecha. Pasamos unos minutos aprovechándolo y regresamos a nuestro coche para ponernos en marcha. Antes de alcanzar Oto, paramos unos minutos en Broto para completar nuestras previsiones en uno de sus supermercados ya que en Torla no parece haber ninguno. A las 18:20 ya estamos de nuevo en la Casa Alba Ara. ![]() Regresando a Torla ![]() Las calles de Broto Por hoy ya solo queda aprovechar las que serán nuestras últimas horas en este rústico y agradable alojamiento. Aprovechamos de nuevo el ciclo rápido de la lavadora para lavar la ropa de hoy y utilizamos la cocina para preparar un plato de pasta con tomate y queso para cenar. Las horas pasan en el silencioso Oto mientras el cielo va oscureciéndose hasta derivar en tormenta. En el exterior, mi cámara Yi 4k registra un timelapse que inicialmente iba a ser solo del anochecer pero termina reflejando también la llegada del agua. De nuevo, nos vamos a la cama tan pronto como a las 21:00 con la previsión de salir mañana muy temprano para aprovechar las horas en las que el tiempo sea favorable antes de que lleguen las lluvias que ya empiezan a ser una tradición a partir del mediodía. Suenan truenos en el exterior mientras caemos dormidos por última vez en Oto. Etapas 4 a 6, total 17
5 de septiembre de 2018
![]() Mapa de la etapa 4 Vibran nuestras pulseras a las 7:00, aunque para entonces yo ya llevaba un rato despierto. Durante las noches, los riñones me sugieren que debería ir planteándome cambiar mi mochila actual por una más adecuada para el senderismo. Uso una Lowepro Compuday Photo 250 que si bien es perfecta para llevar encima el equipo fotográfico en paseos ligeros, no cuenta con el acolchado y las sujeciones adecuadas para excursiones más exigentes como las que estamos realizando estos días. No tardaría en pasearme por Amazon para explorar alternativas. Gran parte de la noche estuvo acompañada del sonido de los truenos, y creemos que esa debe ser la razón de que hayamos amanecido incomunicados. La conexión a Internet del alojamiento ha dejado de funcionar y no hay cobertura de móvil ninguna, así que no hay opción de ponerse al día con las redes sociales antes de pasar a desayunar. Tal y como hemos acordado con Montse y debido a que hoy es el día en el que debemos dejar libre la casa, guardamos al salir todo nuestro equipaje en un segundo cuarto anexo que ahora mismo la anfitriona no tiene reservado. Pasaremos a buscarlo al mediodía, cuando demos por finalizado nuestro paso por Ordesa y debamos continuar con la ruta. Al salir al exterior vemos que Montse nos ha dejado un par de paraguas junto a la puerta y que alguien -probablemente alguien que camina a cuatro patas, no hace ningún ruido y es bastante esquivo- se ha interesado por la basura que dejamos en el exterior durante la noche. Son las 8:00 cuando volvemos al volante y ponemos rumbo al cercano pueblo de Broto. ![]() Nueva y última mañana en Oto El plan para hoy es repetir los paisajes de ayer, pero desde otro punto de vista. Mientras que la jornada anterior la protagonizó atravesar la Pradera de Ordesa, las Gradas de Soaso y finalmente el Circo de Soaso para alcanzar la cascada de Cola de Caballo, hoy esperamos hacer un recorrido similar pero desde las alturas. Y no es que nos hayamos decidido por realizar la ruta más exigente de la Senda de los Cazadores, sino que hemos contratado una excursión organizada en grupos en la que nos transportan en todoterreno hasta el balcón sur de la pradera para desde allí iniciar un recorrido en paralelo a ella en la que poder ir asomándose a sus profundidades. Existen varias empresas que ofrecen este mismo servicio, y nosotros nos decidimos anticipadamente por Miradores de Ordesa. Por un precio de 30 euros por persona que abonamos al llegar a la recepción del Hotel Sorrosal, dos guías y conductores nos llevan hasta las alturas a bordo de dos jeeps con capacidad para hasta ocho personas. Lo hacen tomando una pista forestal que nace en la cercana población de Buesa y cuya circulación está vetada a todo el que no sea residente de la zona. Durante el camino, que ya deja de manifiesto que las condiciones de la carretera no son adecuadas para un turismo convencional, la conductora que lleva a nuestro grupo va hablando de la historia y geografía de los pueblos y valles que vamos dejando a nuestros pies. El terreno se va complicando cada vez más según atravesamos un bosque, y cuando este se abre todavía quedan varios minutos subiendo y bajando colinas hasta detener el motor en una pequeña explanada donde los dos vehículos se reagrupan. Al salir al exterior notamos frío, pero previsiblemente irá a menos a medida que un sol que ya asoma comience a calentar el suelo. Cuando las 15 personas presentes entre guías y clientes estamos listos, echamos a andar y no tardamos en seguir ganando altura. ![]() Pues ya estamos aquí arriba ![]() Veremos cómo evolucionan esas nubes... No tardamos en hacer la primera parada del itinerario, correspondiente a un mirador hacia la Catarata de Cotatuero. Se trata de un salto de agua de más de 200 metros de altura en el lateral opuesto del valle, y que se puede alcanzar mediante una excursión que supera un desnivel de 380 metros a lo largo de algo menos de tres kilómetros. Apreciamos desde aquí el generoso caudal que lleva y podemos distinguir ligeramente las texturas de la pared tras el agua pese a la ligera niebla que todavía no ha terminado de disiparse. Mirando hacia la profundidad del valle distinguimos uno de los autocares como el que tomamos ayer desde Torla aparcado en la Pradera de Ordesa, permitiéndonos así hacernos una idea mucho más clara de cuánta altura hemos ganado respecto a la ruta de ayer. ![]() Comencemos ![]() Catarata del Cotatuero ![]() La panorámica que incluye la catarata ![]() La Pradera donde ayer nos dejaba el autobús, ahora desde las alturas ![]() El inundado mirador Abandonamos el mirador y seguimos avanzando en paralelo al recorrido de ayer, parando cada pocos minutos en un nuevo saliente que ofrezca un nuevo punto de vista hacia el interior del valle. A media excursión podemos ya distinguir las Gradas de Soaso, siendo mucho más disfrutable verlas desde las alturas tras haberlas presenciado de cerca para poder hacerse una idea mejor de la envergadura de los múltiples saltos que el agua realiza a lo largo de su recorrido. Con ayuda de los prismáticos que los guías traen consigo, podemos ver desde la distancia cómo corretean varias de las esquivas marmotas que son habituales en la zona. ![]() Intrépidos exploradores ![]() Apreciando las vistas Seguimos con el recorrido hasta alcanzar el punto en el que daremos la vuelta. Es un mirador muy amplio en el que ya se pueden distinguir los primeros cientos de metros del Circo de Soaso y que aprovecha la forma en U del valle para ofrecer vistas de 180 grados. Vemos varios metros bajo nosotros por dónde pasa la exigente Senda de los Cazadores. Para conseguir vistas hacia la Cola de Caballo deberíamos seguir todavía un largo rato de camino subiendo y bajando colinas, e incluso podríamos continuar la travesía hasta alcanzar el Refugio de Goriz desde el cual podríamos plantearnos el descenso hasta la Cola de Caballo y desde allí repetir el mismo camino de vuelta que realizamos ayer. Pero eso sería una exigente caminata que nos llevaría el día completo y para la que no hemos venido mentalizados, así que al igual que el resto del grupo y tras un alto para merendar, iniciamos el camino de vuelta a los vehículos cuando se acerca el mediodía. Justo cuando estamos recogiendo nuestras cosas y estamos listos para echar a andar aparece un autocar todoterreno que ofrece una versión mucho más cómoda y “puerta a puerta” del recorrido de miradores que estamos realizando. ![]() Las Gradas de Soaso, más pequeñas que ayer ![]() Todo nuestro recorrido de ayer en una sola imagen ![]() Pues sí que está alto esto, sí... ![]() Una panorámica un poco más amplia hacia el Circo Durante el camino de vuelta, entre paradas para que los guías aporten más explicaciones sobre la flora y fauna que vamos observando, empiezan a sobrevolar nuestras cabezas una pareja de quebrantahuesos. Se trata de una especie autóctona que estuvo en serio peligro de extinción pero que empieza a estar de nuevo a salvo gracias a los esfuerzos de repoblación realizados en la última década en la zona. Al igual que ocurrió durante la ida, en el camino de vuelta las nubes nos privan de poder ver desde aquí la Brecha de Rolando, una caprichosa mella con paredes de casi 100 metros de altura en lo más alto de la cordillera y que marcó la ruta a seguir para cruzar entre Francia y España a más de 2.800 metros de altura. Aligeramos el paso y evitamos pararnos más de lo necesario ante la inminente tormenta que está entrando por el este y viene hacia nosotros. ![]() En grupo también para la vuelta ![]() Las vistas que dejamos en el lado contrario a los balcones de Ordesa ![]() El vuelo del Quebrantahuesos ![]() Siempre ha habido clases Llegamos a los vehículos a tiempo para huir de la tormenta, y comenzamos a descender. Esta vez y a diferencia de la ida, nos sentamos en la parte de atrás de nuestro jeep, en la que dos bancos con capacidad para dos personas se miran el uno al otro. Y resulta durísimo. El constante e intenso traqueteo y la rápida pérdida de altura nos deja doloridos y a mí completamente sordo durante varios minutos. Nos recuperamos ligeramente y a las 14:10 estamos ya de nuevo en nuestro coche abandonando Broto. Pasamos fugazmente por Oto para recoger nuestras cosas y despedirnos de Montse, y ponemos rumbo al oeste abandonando antes la zona de Ordesa. Nuestro próximo destino se encuentra en el Valle de Hecho pero antes haremos algunas paradas. ![]() Listos para la vuelta ![]() Buenas ruedas... ![]() ... peor conductor La primera tiene lugar en la población de Sabiñánigo, en la que un Mercadona nos resulta el lugar perfecto para abastecernos. Sin embargo no podemos tampoco cargar con muchas provisiones ya que para esta noche no tendremos ni cocina ni nevera. Tras una compra muy básica, echamos un vistazo al mapa de precipitaciones para decidir si correr el riesgo de hacer una última visita antes de acabar la jornada. Nos atrevemos y configuramos la navegación para que nos lleve hasta el Valle de Aísa, donde tenemos la esperanza de que la meteorología nos permita un pequeño recorrido por las proximidades del Barranco de Igüer. La ruta nos lleva primero por la autopista hacia Jaca y luego por una carretera de montaña muy estrecha pero en muy buen estado, más allá de la población de Asín. Un cartel nos anuncia que estamos entrando en el Parque de Valles Occidentales. Llegamos a las 16:30 al final de la pista forestal, en lo que se conoce como Parking de Rigüelo. Por el camino no se ha cruzado ni un solo vehículo en dirección contrario, y aquí nos encontramos solo dos coches aparcados con matrícula francesa. Paramos el motor justo antes de la verja y nos ponemos en marcha sabiendo que nos espera una buena subida para empezar. Y vaya subida. Los primeros 15 minutos ganan altura a un ritmo frenético mediante una fortísima cuesta pavimentada que nos deja ya tocados para el resto de la visita. Si no supiéramos de antemano que lo que queda a continuación es mucho más llevadero, viendo esta pendiente nos hubiéramos planteado dar media vuelta. Con las últimas reservas de aliento alcanzamos el altiplano en el que nos esperan ya decenas y decenas de vacas que hacen sonar sus cencerros y se nos quedan mirando cuando pasamos a pocos metros de ellas siguiendo el camino. ![]() Caray con la subida inicial... ![]() El Barranco de Iguer más bien seco, pero siempre nos queda el Valle ![]() ¿Y tú qué miras? ![]() Cuidando del vecindario Avanzamos hasta lo que esperábamos fuera un pequeño salto de agua que en las fichas de la ruta por Internet parecía muy atractivo, pero nada más lejos de la realidad. En esta época del año el agua escasea en este valle y del salto apenas queda un ridículo hilo de agua. Por suerte, decidimos ascender un poco más para obtener una panorámica de los Llanos de Nazapal, y es aquí donde consideramos amortizada la fuerte subida del inicio. Aunque los tonos verdes más propios del verano ya hayan empezado a perderse, la amplia planicie que atravesándola nos llevaría hasta el circo frente a nosotros ofrece unas muy dignas vistas de 360 grados. Sin más compañía que el ejército de vacas que supondría un problema si supiera organizarse en nuestra contra, pasamos aquí largo rato disfrutando de la ausencia total de ruidos que no procedan del entorno. Sin ninguna intención de realizar el recorrido circular completo que nos llevaría hasta el final de los llanos para luego volver, tomamos un pequeño atajo para remontar hasta un punto en el que podemos ver a lado y lado dos mitades muy diferenciadas del valle. Nos dan las 18:00 y no nos ha caído todavía ninguna gota cuando hemos vuelto hacia el coche, siguiendo así con una racha de suerte que sabemos que no durará eternamente. ![]() Meditando sobre la existencia bovina ![]() El Valle de Aisa para nosotros solos ![]() ¿Dónde estamos? ¿Dónde vamos? ¿Y luego? ¿Dónde? ¿Dónde? ![]() Dejando atrás el refugio del inicio ![]() Panorámica del valle ![]() Y hasta aquí llegamos ![]() Un último vistazo... ![]() ... y de nuevo en nuestro bote salvavidas Todo lo que queda recorrer por hoy son los 40 minutos que separan nuestra ubicación actual de la población de Hecho. Otra vez, estrechas carreteras serpenteantes en las que afortunadamente no encontramos tráfico de frente. Solo los últimos cinco kilómetros de recorrido se hacen más pesados, cuando la lluvia al fin hace acto de presencia y se torna rápidamente en una cortina de agua que desluce nuestra llegada al pueblo. Tras un par de vueltas buscando dónde dejar el coche en las estrechas calles salimos al encuentro de la dueña de la Casa Rural Marín en la que nos alojaremos esta noche. Nuestra anfitriona no parece tener muchas ganas de conversación, y nos despacha rápidamente tras darnos las instrucciones sobre cómo entrar y salir del edificio y dónde dejar las llaves cuando nos marchemos al día siguiente. Con la reserva todavía por pagar, nos insta a que dejemos en una de las mesitas junto a la cama los 52 euros que cuesta la habitación. Nosotros estamos convencidos de que durante la reserva el precio indicado era de 48, pero no tenemos ganas de discutir. Nos mojamos en el par de viajes necesarios para traer todo el equipaje desde el coche hasta la habitación, que es sencilla pero junto al baño con ducha nos bastará para esta noche. Tras una ansiada ducha dedicamos un rato -peleando con una conexión a Internet inestable, para variar- a estudiar opciones para la cena de hoy. Nos decidimos por el cercano Bar Subordan, hacia el que partimos a las 20:30. En el portal nos encontramos con la anfitriona, que ahora que ya se dirige hacia su casa parece más amigable y nos da algo de conversación durante el camino. La elección del Bar Subordan sale razonablemente bien. Recurrimos al menú para cenar un muy acertado solomillo y una aceptable carrillera de cerdo, acompañados de sabrosas patatas caseras. Improvisando ante la noticia de que ya no quedan unas atractivas copas de tiramisú que hemos visto aterrizar en otras mesas, pedimos de postre un densísimo mousse de chocolate y un plato de queso con mermelada que pido sin mucho tiempo para pensar. Me arrepiento en un inicio creyendo que debería haber pedido torrijas, pero la verdad es que la mezcla del queso con la mermelada de tomate sabe a gloria. Pagamos con gusto los 30 euros que vienen en la cuenta. ![]() La carrillera ![]() Y el solomillo Ya de vuelta en el complejo de habitaciones y antes de alcanzar la nuestra, paramos en la primera planta para sentarnos en el salón en el que está instalado el router que nos abastece de conexión a Internet, aprovechando que aquí es algo más estable. Son las 22:00 cuando no tenemos más remedio que irnos a dormir, ya que mañana es más necesario que nunca darnos un buen madrugón. Llegar a nuestro próximo destino suficientemente temprano nos puede ahorrar ocho kilómetros a pie entre ida y vuelta, y eso bien merece irse a dormir ya. ![]() Las oscuras calles de Hecho Etapas 4 a 6, total 17
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