3 de septiembre de 2018
Mapa de la etapa 2
Alcanzamos las 7:00 y ya estoy harto de dar vueltas en la cama. Durante la última hora he repetido una y otra vez el ciclo de abrir los ojos, mirar la hora, concluir que todavía era muy temprano, cerrarlos y, al volver a abrirlos creyendo que había pasado ya mucho tiempo, comprobar con asombro que apenas habían transcurrido cinco minutos. La cama es cómoda y la habitación ha permanecido silenciosa toda la noche, pero esto de no conseguir dormir del tirón ya es habitual en mí incluso en casa.
Todavía sin cargar con nuestras cosas ni tramitar la salida, nos dirigimos para desayunar a una “granja” -por lo menos así conozco yo a los locales que combinan panadería y unas pocas mesas- puerta con puerta con el Bar La Morera que visitamos la noche anterior. L nunca quiere arriesgar y se queda con un café con leche y un cruasán, pero yo soy más aventurero y finalmente desayuno una taza de chocolate con naranja y una torta casera que, al igual que mi postre de la noche anterior, deja un regusto a anís. Ya que estamos aquí compramos una barra de pan que completamos con un refresco y un par de tomates en un pequeño colmado en el camino de vuelta al hotel. En ese mismo camino “cazo” una conexión a Internet abierta llamada “Internet rural” y que todo parece indicar que proviene de un albergue junto al que pasamos. Lo aprovecho para subir algunas imágenes del día anterior a las redes sociales y pre-descargar varias porciones de mapa de Google Maps con el fin de no gastar datos de nuestra tarifa innecesariamente.
Castejón de Sos ha amanecido cubierto por una niebla que poco a poco va ganando altura hasta disiparse, pero que de inicio no nos permite ver las cumbres de más al sur. De vuelta en la habitación, preparamos nuestras mochilas del día antes de volver a cargar el maletero. La previsión para hoy incluye cascadas que siempre prefiero inmortalizar con efecto de “agua sedosa”, así que no tengo más remedio que incluir el trípode a mi arsenal fotográfico. Y aunque sea un trípode diseñado para viajes y de peso muy contenido -apenas kilo y medio-, unido a la botella de dos litros de agua añade un peso a mi espalda que ayer no estaba ahí y se hace notar desde el primer momento. Tramitamos la salida en recepción pagando nuestra reserva y abandonamos el aparcamiento junto a otros dos de los cinco coches que seguíamos estacionados. Son las 9:10 y el termómetro del coche marca 13 grados, dando a entender que el frío con el que ha amanecido Castejón no tardará en dar lugar a temperaturas más cálidas.
Niebla mañanera en Castejón de Sos
Nos dirigimos de nuevo al aparcamiento de Vado de Llanos del Hospital, y estábamos haciendo una buena media de velocidad hasta que alcanzamos una zona con un apartadero en el que instalar las cadenas a las ruedas del coche en los meses de más frío. Ese aparcamiento, que ayer estaba completamente desierto, hoy está hasta la bandera de coches y unos metros más allá, al alcanzar la rotonda contigua, comprendemos por qué.
La Guardia Civil está cortando el tráfico para permitir que un ejército de vacas debidamente dirigidas por pastores y sus perros descienda desde las alturas del valle que ayer atravesamos en autobús. El despiste de los guardias, que deberían habernos dado el alto varios metros antes para que nos sumáramos a la cola en el apartadero, consigue que nos colemos involuntariamente en posición de salida y seamos los primeros en retomar la marcha cuando las bestias abandonando el asfalto. Sin tráfico por delante, podemos ir a toda la velocidad que la carretera permita en dirección a Llanos del Hospital. Aunque más que asfalto, el coche avanzar sobre un manto de heces de vaca que cuando alcanzamos el aparcamiento a las 9:45 ha dejado los bajos de nuestro coche en un estado muy lamentable.
Aunque a nuestra llegada tengamos ya esperando a uno de los autobuses que ascienden hasta La Besurta no es hasta 15 minutos después cuando el coche empieza a andar, previsiblemente a sabiendas de que muchos visitantes estaban de camino y no tardarían en llegar tras nosotros ahora que el reino animal ha permitido que se reanude el tráfico. Tras atravesar un valle ahora libre de animales, bajamos los primeros del autobús al alcanzar La Besurta y salimos disparados para coger algo de ventaja inicial respecto al resto de senderistas. Esta vez tras cruzar el pequeño puente de madera y a diferencia de ayer, no tomamos ningún giro y seguimos de frente siguiente las señales para un itinerario que por ahora comparten tanto Aiguallut como el Refugio de La Renclusa.
Vistas desde el autobús, capítulo uno
Vistas desde el autobús, capítulo dos
El sendero comienza a ganar altura y tras otros diez minutos el camino se bifurca, siendo el giro a la izquierda el que nos interesa a nosotros. La subida aumenta ahora su pendiente y en algunos tramos la tierra compactada da paso a las rocas que ir superando como si de escalones se trataran. Unos 30 minutos más tarde alcanzamos el balcón al Forau de Aiguallut, un tramo en el que el el río alcanzar una suerte de embudo natural por el que el agua se cuela antes de seguir su curso. Sin embargo el bastante bajo caudal del río y la situación del mirador hace que el lugar no luzca demasiado, siendo imposible intuir dónde está exactamente ese desagüe natural.
Manos a la obra
El Forau de Aiguallut, difícil de retratar
Rodeamos el Forau por su izquierda y, tras una última curva, aparece a lo lejos la Cascada de Aiguallut. Desde aquí la vemos de frente, y cuando alcanzamos su posición pasamos a verla de forma lateral justo en el sitio en el que las aguas empiezan a precipitarse al vacío. Por ahora estamos prácticamente solos, pero poco a poco van llegando otras parejas y alguna familia con niños.
Seguimos tras el Forau
Y alcanzamos la Cascada de Aiguallut
Aquello que le decía Rose a Jack en el camarote
La cascada, ahora desde más cerca
Y por último junto a ella desde un punto elevado
La catarata nos gusta, pero lo mejor estaba por llegar justo tras ella. Se nos aparece de frente el Plano de Aiguallut, una vasta explanada en la que el río serpentea dejando a lado y lado un prado que, como ya observamos el día anterior al llegar a La Besurta, conserva todavía más tonos verdes de los que esperábamos para esta época. Los visitantes gozan aquí de total libertad para desplazarse por el valle, misma libertad de la que disfruta un grupo de patos que vemos aproximarse por el agua remontando el río a contracorriente. Si levantamos la vista y miramos hacia el otro extremo del Plano tenemos casi de frente la muy característica silueta de la Tuca de Aiguallut. Y como colofón, a mano derecha queda la cumbre del Aneto, que pese a tratarse de la cumbre más alta de la zona no destaca tanto como cabría separar dada la nada despreciable altura del resto de cimas cercanas. Esta primera y obligatoria parada en el Plano de Aiguallut avanza nuestros relojes hasta las 12:15.
¿Fotografiar el paisaje teniendo esto?
La panda del barrio
¿Puedo jugar?
No, no puedes
Y ahora sí, el Plan de Aiguallut
Prado, río y montañas todo en uno
Atravesamos el valle pero es imposible hacerlo de una sola tirada. Cada pocos metros nos detenemos, miramos alrededor y tomamos más fotografías. Cuando alcanzamos el extremo contrario se presentan nuevas señales indicando los desvíos a varios collados e ibones, todos subiendo varios escalones la dificultad de la ruta realizada hasta ahora. Nosotros tenemos planes más conservadores, y bajo el cobijo de varios árboles que se elevan en un montículo echamos mano de los bocadillos que traemos preparados. Un niño pasa junto a nosotros a toda velocidad pero se toma la molestia de pararse y desearnos buen provecho. Así, sí. Un par de metros por debajo de nosotros una familia ha establecido su campamento base en compañía de un precioso husky siberiano que hace muy difícil levantar la vista y fijarse en el paisaje.
Nuestras vistas al Plan durante la comida
A las 13:10 decidimos comenzar el camino de vuelta, empezando por atravesar de nuevo el Plano de lado a lado cruzándonos ahora con los grupos menos madrugadores. Entre ellos muchos niños y también perros, que en su mayoría aprovechan su libertad sin ataduras de collares para zambullirse en los lugares donde el río tiene más profundidad.
Despidiéndonos del río que sigue hacia el sur
La inmensidad del Plan, ahora en dirección contraria
Seguimos perdiendo altura...
La señal donde se separan los caminos hacia el Refugio y el Forau
El camino de vuelta transcurre más rápido que el de ida, si bien no hace falta batir ningún récord y medimos cada paso sobre todo en los tramos con pendiente de bajada más pronunciada. A las 14:20 estamos de nuevo en La Besurta, en la que hoy sí nos toca esperar hasta 20 minutos para que llegue el próximo autobús. Mientras esperamos las nubes cruzan el cielo a toda prisa, por ahora sin concentrarse lo suficiente como para dar inicio a esas lluvias que la AEMET vaticinaba a partir del mediodía. Contemplamos por última vez desde los asientos del autobús el valle que separa La Besurta de Llanos del Hospital. Si en un futuro muy probable volvemos a visitar la zona, es posible que decidamos hacer el camino de vuelta a pie, ya que en su mayoría transcurre en descenso y es un valle digno de atravesar a un ritmo más pausado.
Nuestro último paso por La Besurta
Ya de vuelta en nuestro vehículo nos despedimos de Benasque para dirigirnos a la zona del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Para hacerlo debemos previamente abandonar el valle, cosa que hacemos recorriendo en sentido inverso una carretera de curvas ya conocidas no sin antes repostar en una gasolinera muy barata. El buen ritmo que llevamos saliendo de Benasque se ve interrumpido por un rebaño de ovejas que pasa tan cerca del coche que llega a rozarnos en alguna ocasión.
Abandonado el valle, avanzamos ahora a mucha mayor velocidad hasta alcanzar la población de Aínsa, última gran concentración de casas antes de adentrarnos en Ordesa. Y también una sartén, con el termómetro del coche marcando 35 grados cuando regresamos a él tras hacer varias compras en un Supermercado Día. En nuestro próximo alojamiento disponemos de cocina y nevera y debemos aprovecharlo para abaratar costes haciéndonos nuestras propias comidas.
Para adentrarnos en Ordesa nos aguardan otros buenos 30 minutos de carretera de montaña superando pueblo tras pueblo. El penúltimo de ellos es Broto, claramente el más turístico y que acoge la mayor concentración de empresas de oferta turística tales como la excursión en todo terreno que traemos reservada para una jornada posterior. Tras Broto nos espera Oto, un pueblo compuesto íntegramente por casas de estilo antiguo y rústico con paredes de grises adoquines y en el que nos vemos obligados a contactar por teléfono con la anfitriona de nuestro próximo alojamiento ya que es imposible encontrarlo por nuestros propios medios transitando por las estrechas no, estrechísimas calles entre fachada y fachada. Es como Sóller, pero levantado en la ladera de una montaña con lo que ello supone en cuestión de desnivel.
Nos recibe Montse, la propietaria de una Casa Alba Ara que reservamos a través de Airbnb y cuyas instalaciones nos introduce con mucha amabilidad. Nos espera la planta baja de una casa rústica en la que se reparten el espacio una sala principal con mesa y cocina, una sala anexa de lectura y música en la que originalmente se guardaba a las bestias, un baño con ducha, un dormitorio y un cuarto de lavadora. Todo tras acceder al interior a través de una terraza con vistas a algunos de los montes más cercanos. La casa mantiene todo lo que puede la forma original, con vigas de madera y paredes que trazan formas irregulares. Junto a nosotros han llegado las nubes, y según una aplicación de seguimiento de precipitaciones que traemos instalada en el teléfono las tormentas ya han empezado a azotar las poblaciones cercanas.
La fachada de nuestra casa en Oto
Y las vistas al huerto y el final del pueblo
Preparamos un ciclo rápido de lavadora para no acumular más ropa sucia de la que llevamos tras los dos primeros días, nos damos una ducha y solo nos queda relajarnos durante lo que queda de día. Mientras preparamos la cena y los bocadillos para mañana un gato de tonos grises viene a darnos la bienvenida. Cuando a las 20:00 nos disponemos a cenar en la terraza, el gato insiste en acompañarnos y no se da por vencido y no nos abandona hasta que le hemos servido la tapa de un mousse de nueces que parece que le gusta.
Nos vigila...
... en todo momento
A las 21:25 estamos ya metidos en la cama, muy temprano en previsión a una jornada siguiente que queremos empezar muy pronto para aprovechar al máximo las horas previas a unas lluvias que la AEMET vuelve a vaticinar a partir del mediodía. No soy capaz de ver más de medio capítulo de The Leftovers debido al peso de los párpados, y a las 22:00 ya no quedan luces encendidas en el que será nuestro alojamiento para los próximos dos días. Mañana comenzamos a descubrir Ordesa.