Pirineos 2018 ✏️ Blogs de Europa SurBienvenido al relato de nuestro viaje de 13 días a los Pirineos durante septiembre de 2018.Autor: Lou83 Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (7 Votos) Índice del Diario: Pirineos 2018
01: Introducción
02: Día 0: Unos por aire, otros por mar
03: Día 1: Ibones de Villamuerta
04: Día 2: Excursión al Aiguallut
05: Día 3: Cola de Caballo por las Gradas de Soaso
06: Día 4: Miradores de Ordesa y Barranco de Igüer
07: Día 5: Aguas Tuertas
08: Día 6: Recorriendo el Valle de Tena
09: Día 7: En lo alto del Pico Pacino
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Etapas 7 a 9, total 17
6 de septiembre de 2018
Mapa de la etapa 5 Nos desperezamos a las 6:15 deseando que ninguna otra jornada del viaje requiera un madrugón tan escandaloso como el de hoy. La habitación de la Casa Rural Marín en Hecho pasará por nuestro diario sin pena ni gloria: una ducha decente, una cama suficiente, manipular lo mínimo posible el equipaje y a por un nuevo día. Salimos sin siquiera desayunar y siguiendo las instrucciones de la anfitriona de dejar las llaves en el buzón junto a la entrada desde la calle. El motivo de esta salida tan apresurada es que nuestro plan para hoy es visitar las praderas de Aguas Tuertas, sabedores de que si bien existe un aparcamiento junto al camping ubicado en la pista forestal que conecta con ellas, existe la posibilidad de avanzar cuatro kilómetros más con cautela y ahorrarse así esa distancia tanto para la ida como para la vuelta. Pasar de una excursión de 14 kilómetros a una de tan solo 6 es una recompensa que bien merece el esfuerzo. Solo lamento que tras haber llegado a Hecho en plena tormenta y abandonarlo todavía bajo el manto de la noche, no voy a tener posibilidad de hacerle unas cuantas instantáneas a un pueblo que se intuye debe ser bastante fotogénico cuando le baña la luz del sol. No son todavía las 7:00 cuando estamos echándonos ya a la carretera acompañados de una niebla en algunos tramos bastante densa que obliga a ser todavía más prudente a la hora de conducir. Somos las únicas almas en pie cuando superamos las localidades de Siresa y Selva del Ozo. Alcanzamos el aparcamiento junto al camping tras unos dos kilómetros que ya habían presentado algunas dificultades, y temiendo por cómo deben ser los cuatro restantes. Pero a veces olvidamos que ya tenemos algo de experiencia en estos escenarios, especialmente gracias a sendas visitas a Islandia en las que no nos privamos de alcanzar algunas cascadas pese a lo difícil que lo ponían sus pistas de acceso -ejem, Háifoss-. Tras sortear varias decenas de baches, grandes rocas que sobresalen del piso y algunos charcos de profundidad misteriosa a las 7:45 hemos conseguido alcanzar el final de la vía transitable. Se nos ha ido la mano con lo de llegar pronto, y somos los primeros en aparcar. Pasada la incertidumbre de poder llegar hasta aquí, nos lo tomamos ahora con mucha más calma para desayunar, preparar dos pequeños bocadillos para la mañana y ponernos alguna capa más de ropa ante los nueve grados que marca el termómetro. Todavía estamos enfrascados en los últimos preparativos cuando aparece un Renault Clio del que se baja otra pareja y sigue un ritual similar al nuestro. Echan a andar antes que nosotros, que no comenzamos a caminar hasta las 8:30. Preparándonos para arrancar La ruta hasta Aguas Tuertas no tiene pérdida, ya que consiste en seguir a pie por la misma pista de tierra que nos ha traído hasta aquí sobre ruedas. Pista que en ningún momento deja de ascender, si bien lo hace con una pendiente lo suficientemente suave como para poder mantener un ritmo constante. Cada vez que giramos la vista hacia atrás, la altura ganada y el aumento de la luz natural hacen que la panorámica sea mejor que en la parada anterior. Cuando alcanzamos lo que parece el final del valle, debemos escoger entre dos opciones para el último y más pronunciado tramo de subida hasta alcanzar Aguas Tuertas. La primera consiste en seguir por la misma pista, que hace ahora un rodeo para poder ganar la altura de forma gradual. La segunda nos invita a abandonar la pista y comenzar a ganar altura a través de piedras y escalones naturales que nos harán alcanzar el collado ante nosotros en muchos menos pasos -tantos como un kilómetro menos-. Nos decidimos a hacer la versión dura ahora, y dejar la versión suave para un regreso mucho más pausado. Cuando alcanzamos el collado también damos caza a nuestros precursores, y cruzamos el paso cercado justo después de ellos para pasar al otro lado. Son las 9:35 cuando Aguas Tuertas se aparece ante nosotros. Encarando la subida final... ... y subiéndola Basta con un simple vistazo para entender por qué hemos incluido Aguas Tuertas en nuestro itinerario. Su extensión, su forma en U, la perspectiva de los miradores ya desde su inicio y, lo más importante, el serpenteante río que traza numerosas curvas a lo largo del valle hacen de esta postal algo totalmente diferente a cuánto se puede visitar a lo largo de los Pirineos. Los colores no son tan intensos como los que hemos podido ver en algunas fotografías tomadas en pleno verano y lo encontramos cubierto de un manto de nubes que le impide jugar con las luces y sombras del sol, pero aún con todo la visita queda más que justificada. Pasamos el homónimo refugio situado a nuestra izquierda y avanzamos unos pocos metros por su lado derecho, en lo que se sería el inicio de una ruta que llega hasta el Ibón de Estanes pero cuya longitud y desnivel a superar no encaja en nuestra agenda y forma física. Paramos aquí durante unos primeros minutos, pero enseguida vemos que el mirador ideal está a nuestra izquierda, centrado y todavía más elevado. Aguas Tuertas La pequeña cabaña de pastores tras alcanzar el collado Encontramos el punto idóneo y establecemos aquí lo que será nuestro campamento base durante más de una hora. Dejo una de las cámaras disparando hacia el valle con la esperanza de conseguir un vistoso “timelapse” y mientras tanto descendemos hacia la izquierda, donde las aguas del Río Subordán abandonan la pradera y siguen su curso en paralelo a la pista por la que hemos subido. Aquí encontramos el Dolmen de Aguas Tuertas, una rudimentario construcción de tres rocas cuyo origen se calcula hace 5.000 años. Con la tranquilidad que nos brinda la ausencia de más gente -la otra pareja sí ha continuado la ruta hasta el Ibón- y con la esperanza de que el cielo que a nuestra espalda está totalmente despejado vaya ganando terreno a las nubes que cubren la pradera, permanecemos aquí bastante rato sin abandonar ningún momento este extremo del valle. Inmejorable mirador Yo me encargo... El dolmen de Aguas Tuertas Panorámica desde el dolmen Esperando al cartero Los residentes del lugar (I) El Subordán, antes de empezar a serpentear Los residentes del lugar (II) Las nubes se resisten a disiparse y cuando ya llevamos más de una hora en el lugar decidimos que es el momento de regresar. Antes de caminar hacia el refugio, ganamos un poco más de altura para ver el valle contiguo por el que hemos venido con la mejor perspectiva posible. Resulta que este ascenso era también el más conveniente para el propio Aguas Tuertas, del que ahora podemos abarcar todavía más extensión con la mirada. Además el momento coincide con la primera vez en la que algún tímido rayo de sol se atreve a iluminar las vacas que permanecen junto al río, pero no parecen seguirle otros y las nubes vuelven a prevalecer. Más fotos mientras vemos como ya empieza a llegar más gente hasta el refugio y llega el momento de emprender el camino de vuelta cuando el reloj pasa de las 11:00. Da pena darle la espalda Aunque al otro lado del collado tenemos esto Tomando la versión larga pero más suave para evitar ese empinado atajo que no haría ningún bien a nuestras rodillas en el descenso, no llegamos de nuevo a nuestro coche hasta las 12:15, tan rodeado de cencerros y mugidos como a primera hora de la mañana. Lo que a nuestra salida eran dos vehículos ahora ya son doce, pero hasta el aforo calculado de más de 30 automóviles todavía hay sitio de sobra. Nos podríamos haber ahorrado madrugar tanto. La jornada de hoy tenía dos objetivos: el primero, visitar Aguas Tuertas, lo hemos cumplido con creces. El segundo consistía en recorrer en coche el Valle de Ansó con una pequeña incursión en Navarra, sin estar muy seguros de qué nos íbamos a encontrar o dónde íbamos a poder parar. Para hacerlo primero regresamos hasta Hecho, por esa misma carretera bacheada por la que ahora, sin niebla y con la luz del sol, es mucho más sencillo transitar. Desde Hecho cogemos el desvío hacia Ansó y una bifurcación nos obliga a elegir en qué sentido rodearlo. Sin mucho tiempo para pensar según se acerca la señal, en un impulso giro a la derecha por ser el camino ascendente y seguir la máxima de “cuánto más arriba, mejores vistas”. Es probable que aquí naciera el error que nos impidió disfrutar del valle en mayor medida. Al girar a la izquierda, el recorrido circular alrededor del valle tiene lugar en sentido antihorario. Esto implica que las vistas panorámicas quedan a nuestra izquierda y, por lo tanto, hacer paradas rápidas en el arcén o los pequeños ensanches de la carretera no es una práctica tan cómoda y segura como si circulásemos en sentido contrario. Por ese motivo vemos como el valle va quedando bajo nosotros pero no podemos detenernos a contemplarlo con más calma. El camino nos lleva, todavía en territorio oscense, a la entrada al Valle de Zuriza. Y lo que vemos desde los asientos del coche nos gusta, pero volvemos a cometer otro error. Justo en este punto un desvío a la izquierda indica el camino para entrar a Navarra, y siendo como es uno de los objetivos de esta ruta decidimos tomarlo en lugar de dedicar unos minutos a parar dentro del valle. De ese modo pasamos de largo la posibilidad de visitarlo. Con el giro hacia Navarra empieza una nueva ascensión, por lo que retomamos la esperanza de encontrar un buen mirador que nos permita bajar del coche y admirar las vistas. Pero nada más lejos: el límite entre Aragón y Navarra tiene lugar en un pequeño altiplano rodeado de vegetación que no ofrece vistas a ningún sitio en particular, y no queda más que hacer que seguir la carretera. La última decisión es si continuar conduciendo hacia el sur para seguir recorriendo carreteras en Navarra, o girar a la izquierda allí donde las señales indican el camino de regreso a Ansó, completando así el recorrido circular al valle. Nos decidimos por lo segundo y la decisión nuevamente no nos recompensa con ninguna vista relevante. Lo único digno de mención es que se hace muy evidente el nuevo cambio de Comunidad Autónoma, estando en muchas mejores condiciones el asfalto en la parte navarra que en la aragonesa. Navarra por este lado... ... y Huesca por este otro Terminamos el círculo alrededor del valle, habiendo disfrutado del paseo pero algo frustrados por no haber colmado las expectativas. Por solo dos kilómetros no volvemos a entrar en Hecho -el cuál, según qué cartel leamos, lo encontramos con H o sin ella-. Ponemos ahora rumbo a Jaca donde a las 15:10 y gracias a unas agradecidas carreteras nacionales exentas de curvas, nos espera un McDonalds que nos resulta muy oportuno para hacer la pausa para comer. Con el estómago lleno saltamos de Jaca a Sabiñánigo para volver a recaer en el supermercado Mercadona en el que hoy sí podemos hacer una compra más generosa teniendo en cuenta que al final de la jornada nos espera un apartamento con nevera y cocina. Dicho alojamiento pertenece a los Apartamentos Casa Isabale de Biescas, población de trágico recuerdo -camping, crecida del río…- que nos recibe a las 18:00 y para variar lo hace con lluvia. Tras dejar el coche en un parking particular junto al edificio lo que nos espera es probablemente el mejor alojamiento de todo el viaje. Un piso en toda regla situado en la segunda planta, de generosas dimensiones con un buen dormitorio, baño suficiente y un generoso salón con lavadora y cocina además de un pequeño balcón con vistas al campanario de la iglesia. Viendo que vuelve a salir el sol, me ducho a toda prisa y vuelvo a la calle cámara en mano antes de que el cielo cambie de opinión. Biescas resulta ser un lugar muy agradable para pasear. Conserva el encanto de un pueblo de montaña y ha sabido camuflar la cantidad de servicios turísticos disponibles, no siendo tan evidente la explotación de sus calles más comerciales hasta que te fijas en el interior de los locales. En apenas un par de minutos me planto en la plaza de un desmejorado Ayuntamiento que sirve de antesala al puente sobre el Río Gállego que une las dos mitades del pueblo. Los alrededores del río son lo más vistoso del recorrido. Regreso sobre mis pasos y voy más allá para subir hasta la iglesia, donde la panorámica permite ver los uniformes tejados y fachadas de todo el pueblo. Con estas vistas desde casa, como para no salir La Plaza del Ayuntamiento Una calle cualquiera naciendo de la plaza Y el inevitable Río Gállego El río separa las dos mitades del municipio Otro detalle del Ayuntamiento La Calle Mayor, la más comercial Nuestra vecina iglesia, ahora desde abajo Las vistas desde la Iglesia Parroquia del Salvador Vuelvo ya al apartamento donde solo queda disfrutar de las instalaciones, la tranquilidad y concretar los planes para mañana. Planes que relajamos mucho respecto a los originales, ya que decidimos descartar la subida a los Ibones de Ordicuso con tal de dar un descanso a las piernas -queda mucho por hacer en futuras fechas- y en su lugar dedicar la jornada a visitas más cortas y asequibles esparcidas por todo el Valle de Tena. Nos planteamos si disfrutar de las instalaciones del cercano Balenario de Panticosa, pero los 32 euros por persona que cuesta realizar el circuito termal de 90 minutos se nos antojan excesivos. El día termina con una última maniobra. Mientras nos familiarizábamos con el apartamento, ambos coincidimos con que el colchón de la cama de matrimonio era algo duro para lo que estamos acostumbrados. Sin embargo, el sofá del salón es terriblemente cómodo, por lo que nos preguntamos si en realidad será un sofá-cama… y resulta que lo es. Sin embargo el salón tiene el inconveniente de recibir más ruidos del exterior, ya que el balcón apunta a una zona de paso en la que constantemente se oyen conversaciones. Así que decidimos quedarnos con lo mejor de ambos mundos, abrir el sofá-cama, coger su colchón y colocarlo encima de la cama. Con la promesa de dejarlo todo como estaba cuando abandonemos el apartamento dentro de dos días, apagamos las luces del dormitorio tras cerrar la ventana para evitar que entren unas moscas que esta noche en Biescas parecen estar alteradas. Etapas 7 a 9, total 17
7 de septiembre de 2018
Mapa de la etapa 6 Cerrar la ventana para que no entraran moscas, conversaciones ajenas ni el emergente fresco de la fría noche de Biescas ha sido una buena decisión. Llevar al dormitorio el cómodo y blando colchón del sofá-cama del salón, una todavía mejor. Despertamos tras una de las hasta ahora noches más plácidas y en las que mejor hemos descansado. Cuando entramos de nuevo al salón, cuyo balcón ha permanecido abierto mientras dormíamos, el golpe de fresco es notable. Tras el cambio de planes de ayer por el que la jornada de hoy estará dedicada a visitas más cortas y esparcidas por la zona -en lugar de una sola excursión-, desayunamos con la tranquilidad que da no tener una hora límite para salir. Repasamos una vez más todo lo que sabemos sobre el Valle de Tena y sus alrededores, y aceptamos sugerencias de amigos y conocidos que han estado en la zona. Cuando ya tenemos un plan aproximado, nos echamos a la calle. Comenzamos a pie, recorriendo las calles de Biescas esta vez en pareja tras mi escapada rápida y solitaria tras nuestra llegada de la tarde anterior. El pueblo permanece en completo silencio pese a alcanzar ya las 9:30 de la mañana, y en nuestro recorrido por la zona alta junto a la iglesia podemos ver el balcón de nuestro apartamento desde las alturas. De nuevo aquí arriba La Parroquia del Salvador, desde otro ángulo Las irregulares calles de Biescas Nuestros pasos nos llevan al Río Gállego, junto al cual la Oficina de Turismo permanece abierta. Encontramos en su puerta conexión a Internet gratuita, rápida y bastante más estable que la de nuestro alojamiento. Entramos al interior y una amable chica nos completa la información necesaria para nuestros planes de hoy con algunas indicaciones y folletos para llevar con nosotros. Nos dirigimos ya hacia el coche, donde verificamos que la ruta nos permita recaer de nuevo en Biescas alrededor del mediodía. Hemos visto un par de locales de restauración que no nos importaría probar para la comida de hoy. Cada calle, una foto De nuevo a la vera del Río Gállego La mitad norte desde la mitad sur Alguien se quiere mudar Nuestro primer tramo en coche nos lleva hasta la zona de Baños de Panticosa tras conducir 35 minutos hacia el norte, siendo los 15 últimos ascendiendo desde Panticosa hasta Baños por una carretera asfaltada en muy buen estado que gana altura a toda prisa gracias a un largo zig-zag. Nos encontramos los aparcamientos prácticamente vacíos, estacionando el coche junto al Refugio de Casa de Piedra junto al cual nuestro sendero comienza a subir. La subida es corta pero intensa El ascenso es muy intenso pero también muy corto. En apenas 15 minutos y tras ganar 90 metros de altura respecto al aparcamiento, alcanzamos un mirador hacia toda la explanada donde tanto el hotel como el balneario conviven rodeados por las montañas y acompañados de un Ibón de los Baños de grandes dimensiones. Completa la escena un helicóptero que carga materiales, desaparece tras unas colinas y regresa sin ellos, previsiblemente dejándolos en un refugio situado por encima de nosotros. Le quita algo de tranquilidad el ruido de los martillos neumáticos procedentes del valle, donde con la temporada baja parecen haberse iniciado algunas tareas de ampliación del complejo turístico. El entorno natural es bonito, pero la parte construida nos resulta antigua y desangelada, casi ruinosa y con aspecto de haber vivido tiempos mejores. Un helicóptero que va y viene Baños de Panticosa Una pausa en el Río Caldarés Para no repetir el mismo camino que a la ida, descendemos por una ruta alternativa que nos lleva 25 minutos con nuestros pies literalmente sobre un torrente casi sin agua y nos hace reaparecer en el valle por detrás del edificio del balneario, en el que ya se ven varios huéspedes disfrutando de las termas calientes al exterior. Desde abajo los edificios ya no tienen un aspecto tan soviético, gracias a quedar escondidas esas terrazas llenas de vegetación que podíamos distinguir desde el mirador. Antes, poco después de haber comenzado el regreso, el camino nos ha llevado por un puente que atraviesa un vistoso tramo del Río Caldarés. Una versión menos vistosa pero más amplia Edificios en ruinas a pocos metros del hotel y el balneario Caídas de agua escondidas El Ibón de los Baños Melancólico Tramacastilla de Tena Abandonamos Baños de Panticosa más tarde de lo que preveíamos, y siguiendo un consejo cercano nos desviamos de nuestro regreso hacia el sur en el municipio de Tramacastilla de Tena para buscar Casa Blasco, un restaurante con buenas referencias. Sin embargo a la entrada descartamos esta opción por precio y tiempo: el menú nos resulta algo caro para lo que ofrece, y además el lugar tiene aspecto de ser más ideado para largas sobremesas que para una comida rápida antes de continuar el camino. Regresamos a nuestra idea inicial de comer en Biescas, pero antes hacemos un nuevo desvío -esta vez a mano izquierda y que nos introduce en una subida de montaña de unos 10 minutos- hacia el municipio de Hoz de Jaca. Alcanzamos aquí un anunciado mirador que consiste en una jaula suspendida en el vacío, permitiendo de ese modo vistas con la mayor panorámica posible hacia lado y lado del Embalse de Búbal. Es fácil deducir por el dibujo de la orilla que el embalse ha vivido momentos de mayor capacidad. A nuestro lado una pareja se lanza en tirolina durante varios cientos de metros a un precio de 18 euros. Me quedo con las ganas. Embalse de Búbal, mirando al sur Embalse de Búbal, mirando al norte La jaula-mirador Tramacastilla, ahora desde lejos Sin miedo Antes de las 15:00 ya hemos vuelto al aparcamiento junto a nuestro apartamento y caminado un par de minutos hasta el Bar L’Aspiga, uno de los locales que por la mañana habían captado nuestra atención. Al entrar descubrimos un interior reducido pero acogedor, en el que solo dos meses están ocupadas. Tras la barra varios motivos futboleros, algunos del Huesca pero otros del equipo local. Lo que nos ha convencido es el anunciado menú del día por 11 euros, del que consumimos un arroz a la cubana, una crema de verduras y sendos churrascos de segundos. Las raciones son suficientes -bueno, el arroz a la cubana traía mucho arroz-, queda claro que se trata de comida casera, lo sirven rápido a la mesa y está sabroso. Hemos acertado. Menos florituras... ... y más comida Con el estómago haciendo su trabajo, hacemos una parada en boxes en nuestro apartamento hasta algo más de las 16:00 antes de ir a por la segunda tanda de paradas de la jornada. Para la siguiente tendremos que explorar un poco, ya que no nos queda nada claro con qué nombre debemos buscar una catarata que una amiga nos ha recomendado. Cascada de Orós Alto, de Orós Bajo, de Lucas… al final encontramos el lugar correcto buscando un término medio entre lo que nos indica Google Maps y lo que dice Maps.me. Encontramos el aparcamiento donde se inicia el camino en la población de Orós Bajo, y tras 15 minutos caminando en paralelo al Barranco Dos Lucas, la encontramos. La Cascada de Oros Alto (según Google Maps), Cascada dos Lucas (Según Maps.me) o Cascada de Oros Bajo (según una web de excursiones) es un salto dividido en dos partes que termina en un pequeño lago ideal para venir a refrescarse en familia. Eso es precisamente lo que nos encontramos: un matrimonio con sus dos hijas desafiando al frío de unas aguas que, al tocarlas con la mano, no resultan tan gélidas como cabía esperar. Tras lo de la tirolina, es la segunda vez que me quedo con las ganas. No haber cargado con bañador y toalla podría superarlo, pero sin un calzado apropiado no quiero arriesgarme a pisar el irregular fondo del agua con los pies descalzos. Procesando... Procesado Lástima de toalla que se ha quedado en el apartamento Caminando junto al Barranco Dos Lucas Con esto damos por acabadas las visitas turísticas de hoy, menos de las esperadas pero que nos han dejado satisfechos. Por tercera vez recaemos en el Mercadona de Sabiñánigo para completar nuestras provisiones y hacer realidad algunos planes para la cena de esta noche, y emprendemos el camino a Biescas. Durante unos instantes nos planteamos un cambio en nuestros planes que serían una locura: en la ciudad de Calatayud, unas dos horas en coche al sur de Biescas, esta noche celebran un concierto varios de los ex-concursantes de una edición de Operación Triunfo que hemos seguido muy de cerca. Sin embargo el concierto sufrió un retraso hace unos días y no empezará hasta bien entrada la madrugada, lo que supondría el suicidio de no regresar hasta Biescas hasta prácticamente el amanecer. De no haberse atrasado, hubiéramos llegado de vuelta al apartamento algo más tarde de medianoche y todavía sería factible, pero en estas condiciones solo planteárselo ya parece una locura. Así que nuestro plan es mucho más tranquilo. Esperar a que Javier, uno de los encargados del negocio, venga a visitarnos al apartamento para rendir cuentas y pagar los 140 euros de la reserva por dos noches. Darnos una ducha. Y por último, darnos un pequeño homenaje en forma de cena. Una bandeja de nachos con salsa boloñesa, queso y guacamole cortesía del horno que disponemos en la cocina y hemos encendido de todas formas para preparar unas pizzas que llevar mañana de excursión, casi media sandía entera y un par de postres de tarta de queso. Acabamos tan llenos, que la intención original de volver a la calle para tomar un mojito en un local cercano se diluye en favor de meternos en la cama. Echaremos de menos Biescas. El cómo se hizo Un pato feliz Etapas 7 a 9, total 17
8 de septiembre de 2018
Mapa de la etapa 7 Toca despedirse de Biescas. O eso creíamos en este momento… pero no adelantemos acontecimientos. Nos despedimos sin prisas del que ha sido nuestro alojamiento más completo hasta la fecha, del que nos alejamos con el coche de nuevo cargado en dirección norte a las 8:30. Creíamos que era un adiós... pero era un hasta pronto Pasamos de largo el desvío para entrar en Sallent de Gállego, un municipio que nos prometemos visitar más tarde antes de despedirnos de Huesca por unos días. Poco más allá encontramos la pista a mano izquierda de la carretera que tras unos pocos metros de subida nos lleva a la zona donde poder dejar el coche para iniciar nuestra excursión. Nada más salir del vehículo podemos ver ya perfectamente la meta del día: la cima del Pico Pacino, situada a 1969 metros de altura -casi 600 por encima del aparcamiento- y la cual promete una de las vistas panorámicas más completas del Valle de Tena. Mirando hacia el otro lado, las nieblas de la mañana todavía no permiten ver con todo el detalle deseado las cimas que quedan al norte, pero tenemos la esperanza de que con el paso de las horas eso cambiará. Nos reciben unos muy agradables 14 grados de un cielo despejado y a las 9:15 echamos a andar. Mirando al objetivo No hay visibilidad, pero tenemos espectáculo igualmente A lo que vamos El primer tramo de pista presenta un aspecto inmejorable, perfecto para comenzar. La pendiente va aumentando a cada paso, y las piernas se van calentando al mismo ritmo. El sendero de piedra da paso a un denso hayedo en el que ganamos altura todavía más rápidamente, tal y como demuestra el hecho de que nuestro coche es ya un pequeño punto brillante cuando los árboles se abren y nos lo dejan ver. El sol ha ido ganando la batalla a la niebla y, mirando hacia el noroeste, la población de Formigal ya es perfectamente visible. Es cuestión de tiempo que ocurra lo mismo con Sallent, que al estar más escondida entre montañas se resiste a dejarse ver tan claramente. Primeros metros rodeados de árboles A las 9:55 hemos superado este primer hayedo y nos encontramos de bruces con la torre que veíamos desde el aparcamiento. En una investigación posterior comprendimos que se trata de una “chimenea de equilibrio” que compensa los golpes de presión del agua que circula por los tubos que conectan Sallent de Gállego con la Estación Hidroeléctrica homónima. Dada su altura, sería todo un logro conseguir ascenderla para disfrutar de las vistas desde su último piso, pero la ausencia del primero de los tramos de escalera de mano -por seguridad, supongo- frustra esa ilusión. La chimenea de equilibrio No es hasta las 10:50 cuando alcanzamos el collado previo a la ascensión final. Hubiéramos llegado antes, pero las vistas que dejábamos a mano izquierda ya nos obligaban a detenernos más frecuentemente. El castigo por habernos retrasado es que en estos últimos minutos se comienza a nublar, poniendo en riesgo ver alguna de las cumbres. Afortunadamente las nubes más densas parecen quedarse hacia el sur, donde el espectáculo es menor. Seguimos ya por un camino más abierto La panorámica va formándose Formigal en la distancia Se está haciendo largo esto... Señales en el collado Alcanzamos la cima 25 minutos después, tras un último esfuerzo por un camino que, si bien es ya mucho más silvestre, en todo momento tiene señalizado mediante hitos cuál es la mejor ruta para alcanzar el punto más alto. Nos recibe aquí arriba más frío y viento que durante todo el camino, y confirmamos que las vistas al sur, más allá del Embalse de Escarra, están perdidas debido a las nubes. Afortunadamente el norte resiste, y ahí podemos ver con claridad uno de los objetivos de la excursión: la característica cima partida en dos del Midi d’Ossau, ya en territorio francés. Bajando la vista vemos en la distancia dos coches más aparcados junto al nuestro y a algunas personas alcanzando el collado y que pronto estarán aquí arriba con nosotros. Lo peor de estos minutos en soledad en la cima es la insistencia de decenas de hormigas voladoras que se empeñan en que no podamos comer nuestra pizza fría en paz. Cuando ya no queda un centímetro del paisaje que fotografiar, aparecen dos halcones que dan varias vueltas sobre nuestra posición obligándome a volver a sacar la cámara de la mochila. Aquí arriba parece no haber un instante en el que aburrirse. Y finalmente la cima Accesos a las pistas de Formigal Formigal -España- en primer plano y Midi d'Ossau -Francia- al fondo Unas vistas tremendas Embalse de Escarra Embalse de Lanuza junto a Sallent Prioridades No sé si vienen a por la pizza o a por Pato Majestuoso Al cabo de un rato llega compañía, y vaya compañía. Tres chicos entre los 30 y los 40 acompañados de hasta cuatro perros. Nos hacen de guías inesperados, ya que en cuanto sueltan las mochilas comienzan a repasar en voz alta todas las cimas de alrededor. Podemos saber así cuáles se corresponden con, por ejemplo, el Anayet, un volcán casi en la frontera entre Francia y Aragón y de más de 2.500 metros de altura. No podemos evitar sonreír al oírles hablar, y es que son muchas horas de escuchar a Paco Martínez Soria como para no detectar el parecido en el acento. Mientras tanto los perros corretean a un lado y otro dejando de explorar solo cuando les sirven comida y bebida. De los cuatro tenemos un claro favorito en Kiro, un border collie que tal y como se comporta deducimos que es el líder de la manada. Son las 12:15 cuando decidimos que es hora de iniciar el descenso, algo acalorados tras desaparecer el fuerte viento que nos recibió al alcanzar la cima. ¡Kiro! Todo lo que sube... Las vistas desde el collado Entre grillos, saltamontes y alguna parada de vez en cuando, son las 13:50 cuando alcanzamos de nuevo el aparcamiento. Por el camino, poco después de abandonar la cima, Kiro y sus secuaces nos adelantaron a toda velocidad y empezaron a coger atajos que les hicieron regresar al punto de partida mucho antes que nosotros. Durante el descenso las nubes alcanzaron al fin el Midi d’Ossau, que ya no pudimos volver a ver durante toda la jornada. Los hombres de Kiro, dándonos alcance El camino parece que nos llevara a Formigal La chimenea y Sallent Mezclando naturaleza y construcción El sitio, fotogénico es un buen rato La hora es perfecta para cumplir dos objetivos: atravesar algunas calles de esa localidad de Sallent de Gállego que hemos visto toda la mañana desde la distancia, y buscar algo que echarnos a la boca. Nuestra búsqueda de un lugar recomendado a través de las redes nos lleva a la puerta de Bar Willy, pero lo que no sabía Google es que el local ha empezado hace un día sus a buen seguro merecidas vacaciones. Así que recorremos la calle principal a la búsqueda de algo que nos entre por los ojos, pero llegamos hasta el aparcamiento público al final de ella sin tenerlo del todo claro. Tras descartar un par de opciones por parecernos demasiado caras para lo que andamos buscando, recaemos en las mesas interiores del Bar Biloba, con la expectativa de que malo no debe ser si uno de los maños con los que hemos coincidido en la cima del Pico Pacino está aquí sentado comiendo. Tejados de Sallent de Gállego No es que hagamos un gran pedido: con dos muy buenas enormes croquetas de jamón y una ración de bravas junto a dos claras de limón estamos servidos. Los altavoces del local saltan de Dua Lipa a Malumba, luego a Manuel Carrasco y finalmente a Bruno Mars. Vaya una montaña rusa de emociones. Cuando vamos a pagar, vemos que quien ha bajado a echar una mano a la apurada camarera -el interior está casi vacío, pero la terraza en la calle está a reventar- es precisamente nuestro viejo conocido, el dueño de Kiro. Veamos... Pues esto mismo Toca seguir la marcha y reducir la distancia con nuestro destino final del día. Y tras pasar de largo los múltiples accesos a la descomunal estación de esquí de Formigal, a las 15:30 esa ruta nos lleva nada más y nada menos que al extranjero. Francia nos recibe por un descenso de montaña que sigue, y sigue y no parece terminar nunca. Tras un par de desvíos sin perder el paisaje de montaña, pasamos de largo Eaux-Bonnes, un pueblo con aspecto desértico y que rezuma Francia en cada baldosa que nos acogerá las próximas dos noches. Pero antes de detenernos en él por primera vez, seguimos conduciendo dos kilómetros más allá para llegar a nuestra próxima parada. A pocos pasos de la carretera, en la que podemos dejar el coche gracias a un pequeño apartadero justo antes de una curva en el que solo hay espacio para dos o tres vehículos, se encuentra la Cascade du Gros Hêtre. Tras superar una casa con el mismo nombre -no sabemos quién le coge prestado el nombre a quién-, debemos superar unos pocos metros de delicado descenso por tierra y piedras totalmente empapadas debido al agua que emana del salto de agua. El mirador no es ideal, siendo difícil encontrar un punto en el que la valla de seguridad no entorpezca la vista y la seguridad de uno mismo no esté en riesgo, pero vale la pena pasarse por aquí dado el poco esfuerzo que requiere. Cascade du Gros Hêtre Eau! La cascada y su rudimentaria barandilla La casa de mismo nombre que la cascada De vuelta en el coche llamamos a la anfitriona de nuestro próximo hogar, anunciándole que en cinco minutos estaremos ya en la dirección indicada. Ahora que nos detenemos en Eaux-Bonnes y podemos ver con más detenimiento sus fachadas… el “encanto francés” comienza a dar un poco de miedo. A la poca gente que se puede ver paseando se le suma el aspecto decrépito, descolorido y en algunos tramos casi ruinoso de las casas que nos observan a lado y lado del pueblo. Más que a hacer senderismo, parece que hayamos venido a rescatar a Matt Damon. Una de esas fachadas que parece que hayan bombardeado recientemente es la que se corresponde con nuestra próxima casa, y el interior del vestíbulo totalmente invadido por andamios y con unas escaleras frías y con aspecto soviético no aportan ninguna tranquilidad. Buscando al Soldado Ryan La alarmante entrada al edificio Pero respiramos aliviados cuando pasamos el umbral de la puerta junto a Caroline, una mujer que intenta hacerse entender en español con poco éxito pese a estar viviendo en el País Vasco. El interior del piso tiene un aspecto mucho mejor que el exterior, con un salón con sofá, cocina y mesa, un cuarto de baño con ducha y un dormitorio con una cama demasiado cerca del suelo para nuestro gusto pero de dimensiones suficientes. Parece que podremos sobrevivir durante dos noches. Acordamos cómo entregar las llaves a nuestra salida dejándolas en un pequeño casillero junto al portal asegurado con una combinación numérica, y salimos a la calle a buscar una barra de pan que a estas horas y con el aspecto que tiene el pueblo se antoja imposible. Tenemos suerte y al final de la calle, en una suerte de colmado en el que tres jóvenes -una de ellas la dependienta- bromean a la entrada, nos podemos llevar esa ansiada baguette. Vemos durante el camino un Ayuntamiento que tiene tan mal o peor aspecto que el resto de los edificios, y un Casino que parece el edificio más cuidado de todo el pueblo. De un extremo al otro, podemos ver como muchos de esos edificios ruinosos parecen abandonados cuando los observamos desde cerca. Vaya cuadro. Nuestro coche es el único con matrícula española de todos los que vemos aparcados. La solitaria calle principal de Eaux-Bonnes Es que ni el Ayuntamiento tiene buena pinta... A las 18:00 estamos ya de nuevo en el piso listos para ducharnos y planificar la jornada de mañana, algo que se antoja más que necesario tras las últimas noticias. Las tormentas están anunciadas para el mediodía, y por la mañana una prueba ciclista cortará parte de la carretera que separa Eaux-Bonnes de nuestra siguiente excursión, así que la ventana de tiempo que nos queda es muy ajustada y nos obliga a despertarnos muy temprano. Por esa razón antes de las 23:00 estamos apagando las luces de un dormitorio en el que hemos puesto por encima de la cama la funda nórdica intentando suavizar un poco el duro colchón. En pocas horas comenzaremos una nueva etapa de senderismo y naturaleza… o eso creíamos. Etapas 7 a 9, total 17
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