Portugal 2019 ✏️ Blogs de Portugal

17/05/19 viernes
Empuriabrava - CATALUÑA

08:45 llueve y hay 15 grados. Parece que vamos a tener un viaje fresquito.
09:05 escuchando Alaska vamos haciendo kilómetros. N-II, AP-7, de Vilademuls hasta salida cerca del aeropuerto, después C-25 y salimos de Cataluña a la altura de Cervera.

ARAGÓN

Como siempre, es un gusto ver que la zona de Bujalaroz, en Zaragoza, sigue estando poblada de cigüeñas. Un bonito paisaje, donde estas zancudas llenan postes eléctricos, telefónicos, ya los poquitos que quedan y cualquier estructura vertical que tenga una relativa tranquilidad.
13:42 hace fresquito, 15 grados.
Seguimos por la E-90 hasta Épila, en Zaragoza, donde paramos para comer.
Hasta ahora llevamos 440 km.
14:00 el edificio, ocupa el solar donde había una antigua venta, ya en la puerta, una piedra reza, “Venta La Romera 1389”
Restaurante El Navarro, la Encarna se come unas judías verdes salteadas con taquitos de jamón y yo un risotto de verduras, de segundo pedimos, a medias, merluza a la andaluza y un bistec con patatas, agua, cerveza y dos cafés por 23 €
Comida de carretera, rápida, buena y barata.
Una hora después seguimos camino.
Vamos pasando campos de tierras blancas, muy típicas de Aragón.
Vamos por la A2 y la R4, ya que el GPS nos ha dado esta opción por tráfico lento cerca de Madrid, llegamos muy cerquita de Alcalá de Henares.

COMUNIDAD DE MADRID

Hemos pagado dos tiques de autopista, uno de 1.35 € y 4.65 € hasta Aranjuez. Por cierto, igual de cara en todas partes.
De Aranjuez hasta Tembleque, por la A4 muy bien.

CASTILLA-LA MANCHA

18:00 llegamos a Tembleque, provincia de Toledo.
Hasta aquí 800 km
Estamos ya en tierras del Quijote.
Visitamos la Plaza Mayor que es muy bonita. Sus arcos de la entrada, te dan la bienvenida. Es la típica plaza manchega, y posiblemente de las más bonitas.
Entramos en la Oficina de Información, que está ubicada en una de las casas de la plaza. Es un gusto ver su pequeño pero amable museo etnológico. Austeridad y rudeza en la ropa, en los aperos del campo. Hay vasijas, mobiliario doméstico y medidas para el grano. El centro de la casa, lo llena un patio con un pozo y el tejado está abierto al cielo; la casa es muy bonita.
Pedimos algo de información y nos vamos a ver los pueblos más cercanos.
Aquí mismo, en Tembleque, ya vemos los primeros molinos, se encuentran muy cerca del pueblo, su silueta corta el horizonte manchego.
Por las calles se respira el Quijote. Vemos varios edificios que, aunque abandonados, siguen siendo atractivos y te hablan orgullosos de su pasado. En uno de ellos, en una de sus maltrechas torres cría una cigüeña.
Visitamos Consuegra, en Ciudad Real, los molinos ubicados en el cerro dominan junto al castillo el pueblo, por cierto, pueblo bastante bonito también. Esta localidad está a media hora de viaje y otros tantos kilómetros.
Seguimos hasta Camuñas, dónde me hago una foto junto al busto de mi temido enemigo infantil, aunque ahora que lo veo, tiene cara de buena persona; se lo envío a mi hermana, que también lo sufría.
Cuando éramos pequeños y habías sido un trasto, intentaban asustarte con la frase, “va a venir a por ti el Tío Camuñas”. Y la vida, que es sabia como un demonio milenario, me pone ahora a los pies del verdadero Tío Camuñas, para demostrarme que, en el folclore, siempre hay algo de ilusión, pero también hay posos de realidad.
Además, aprendemos que Francisquete, es otro de esos “héroes nuestros olvidados”. Luchó contra las tropas napoleónicas a finales del siglo XVIII. Una historia conmovedora, con un hermano muerto y el castillo de Belmonte de por medio.
Seguimos camino.
Llegamos a Campo de Criptana, ya en la provincia de Toledo, a 38 km y a una media hora de camino. Más manchego no lo hay.
Allí nos espera otra hilada de molinos de viento, todos ellos en lo alto del Cerro de La Paz, cerro que forma parte del pueblo. Aquí, de los diez que hay, aún queda alguno de los originales, por lo que se ve perfectamente su funcionalidad. Como antes, todos tienen su nombre y una historia; como El Burleta, Pilón, Poyatos o El Sardinero. La zona es muy bonita y el ocaso la hace especialmente colorida. Somos unos poquitos, los privilegiados que a esta hora estamos haciendo fotos y visitando el lugar. No hay mucha gente, lo que hace agradable la visita.
Los molinos, sin ser grandes son robustos, sus aspas inmóviles, son brazos de gigantes que te quieren atrapar, cómo hicieron con el ilustre manchego hace 500 años. La verdad que imponen un poquito; de lejos parecen grandes, te acercas y no lo son tanto, pero a pie de ellos vuelven a crecer. Nos parece curioso el palo que tienen desde el capirote del tejado hasta el suelo. Este largo palo se usa para moverlo y que las aspas cojan todo el viento de frente o para cuando están sin trabajo, entonces lo atan y se aseguran de que no gire. Los molinos están pintados de blanco y el capirote es negro. Echamos de menos, la lona que llevan cuando están en funcionamiento, supongo.
Buscamos un sitio para dormir y nos quedamos en la pensión Ego´s ** por 45 €. La habitación está bien, está limpia y es grande.
Bajamos a tomar dos cervecitas, por 4 €, al bar del mismo establecimiento antes de subir a descansar, una de las cañas nos la han servido en una jarrita de barro que tenían en la nevera; un detalle rústico y fresquito al estilo sanchopanzil.
Después de esto nos retiramos. El día ha sido movidito. La pequeña ruta de los molinos, de diseño propio, nos ha llevado dos horas y son unos 100 km.
Hasta este punto llevamos 925 km.


18/05/19 sábado
Campo de Criptana – Ciudad Real


07:00 diana. Hay 11 grados y el cielo está muy nublado.

Desayuno: Tostadas caseras, mermelada, mantequilla, zumo y café.

Después del check out salimos hacia Belmonte, Cuenca.

Belmonte está a 45 km de Campo de Criptana, unos 40 minutos por carreteras secundarias en buen estado.

Al llegar al castillo, dónde se rodó parte de la película “Los Señores del Acero”, en los años 80, unos sones andaluces salen de la espesura cercana; los fandangos suenan ya desde por la mañana y desperezan a los romeros que han pasado la noche al resguardo de los pinos. Entre sus copas se escapa el humo del desayuno.

El castillo es de arte mudéjar y aún resisten sus murallas y almenas, sus torres circulares le dan un aire aún más romántico.
Es relativamente joven, siglo XV y está considerado como Bien de Interés Cultural.
El enclave, fenomenal está entre pinares, en la parte más alta del pueblo. Tiene puente levadizo y su puerta la guarda un rastrillo, como debe ser, aunque suponemos qué todo esto está restaurado.

Con la fiesta romera en el cuerpo, nos dirigimos hacia nuestro siguiente destino, que no es otro que el Algarve portugués.

Seguimos camino por Castilla-La Mancha, no sin antes hacernos una foto con Don Quijote y Sancho Panza en la plaza del pueblo.

09:00 salimos ya de Belmonte.

10:45 pasamos por Santa Cruz de Mudela, Ciudad Real.

Seguimos camino.

13:00 paramos a comer en un área de servicio; unos sándwiches que nos sobraron ayer. Adornamos el retrovisor del coche con un ramillete de buganvillas.

13:20 seguimos camino

Llevamos ya 1500 kilómetros.


ANDALUCÍA


De camino a Écija.
El campo cambia de la vid al olivo y ahora tan solo se ven árboles de aceite, monte tras monte. También hay trigo.
Hay nubes y claros, lo que hace que baje un poco la temperatura. El camino se va haciendo poco a poco.

Pasamos Córdoba.

A la altura de Carmona, hemos visto un brillo a lo lejos. Mirando por internet, vemos que pertenece a la planta fotovoltaica más grande de Andalucía.

Seguimos camino, un camino muy bonito ya que, de la mediana de la autovía, está plantada de adelfas y están en flor.

Hacia Sevilla, ha habido un poco de retención en la salida de Camas; el GPS nos ha dirigido por el camino menos congestionado, una app muy práctica.
Ya está aquí el calor andaluz.

Esto va despejando y apenas hay una nube, 25 grados.

Llegamos a Huelva, vuelven los atascos.


PORTUGAL


16:20 cambiamos la hora española a la portuguesa, qué es una hora menos; 15:20

La frontera, “Portugal cuenta con las fronteras más antiguas del mundo, de 1249”, con su puente colgante en obras, nos abre las puertas al país luso.
El primer punto que encontramos, es una oficina de información. Es muy práctico, ya que nada más pasar el Puente Internacional del Guadiana, es esta pequeña “embajada”, dónde te dan la bienvenida y te informan muy amablemente de lo que vas a encontrar más adelante.

Hacemos el chequeo del paso de la autopista, con EasyTool, una manera muy sencilla; lo único que hay que hacer es pasar por esta barrera, hay otras entradas, introducir una tarjeta de crédito, esperar que la cámara haga una foto de la matrícula y esperar a que salga el recibo, que te asocia tarjeta y vehículo. Y ya está. Aunque no tenemos muy claro cómo actuar más adelante, este sistema nos ha parecido el más cómodo, ya veremos cuando pasen cuentas.


ALGARVE


Se ve una zona muy rural, con muchas parcelas, muy buena pinta por ahora.

Llegamos a Olhão, donde pasaremos la primera noche.
AL Hospedería Por Do Sol.

Hemos cogido la habitación por una noche, con desayuno incluido, 45 €. Amplia, limpia, moderna y la terraza da a poniente; y a estas horas la baña el bonito sol portugués. Hace un poquito de aire.

El wifi va muy bien. Este hotel está en una urbanización a 15 minutos del pueblo, en una zona que parece muy tranquila, por la que apenas pasa un coche. Parece estar fuera del circuito turístico.

Bajamos a Olhão.

Dejamos el coche al lado del mercado, que lo forman dos edificios gemelos de ladrillo rojo.
Una sorpresa es el pavimento; está adoquinado con pequeños trozos de piedra a modo de mosaico en color blanco roto, muy bonito. Los detalles y dibujos están en la misma piedra, pero en negro.

Paseando, nos hemos encontrado por una de las calles del pueblo, como lo estaban colocando y parecía que eran los mismos vecinos; participaban todos, hasta los niños.

Por todos lados hay pastelerías, donde matizan que la suya es de fabricación propia, tanto los pasteles como el pan, que por cierto está muy rico. El “pasteis de Belen”, está omnipresente. Compramos un panecillo y una napolitana, 2.50 €

Parece una zona muy turística, pero casi todo es gente más bien mayor.

Hay mucho edificio y solar en ruinas o abandonado, aunque no le da este aspecto, si no casi nostálgico.

En cambio, me encantan las chimeneas, son como pequeños faros marinos, coronados por un peón de ajedrez. Son preciosas y vemos que están en todos los tejados, debe ser típico en la zona.
En el hotel hay aparcamiento justo en la puerta.

Los precios son más o menos como en casa, aunque parece que el nivel de vida no se corresponde.
Olhão, es un pueblo bastante, bastante pintoresco.

Escribir el diario y a descansar.

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19/05/19 domingo
Olhão – Algarve

Hemos dormido bien, sin ruidos y muy tranquilos.
08:30 en el desayuno, probamos los “pasteis de Belem”; están muy ricos, aunque son demasiado dulces. Daniel nos dice, que son mejores que los de las pastelerías de Belén, de dónde son originarios, o eso dicen sus clientes. Les hemos probado con y sin canela.
Vamos a visitar la zona de Santa Luzía en Tavira.
En su puerto, nos sorprende ver a los cangrejos violinistas, que con sus trifulcas y su baile nos hace pasar un buen rato.
De ahí vamos a Tavira, que está cerquita.
Hay unos árboles con unas flores violetas preciosas, calles y jardines los tienen, es el jacaranda, un árbol traído de América.
Todo está muy florido. Visitamos el castillo y su jardín, donde volvemos a ver jacarandas, trompeta de Venus y buganvillas.
Hemos visitado también la parte vieja del pueblo y su puente. Hay mucho turista por todas partes, aunque sin agobiar.
Tavira nos ha gustado mucho más que Olhão.
12:40 buscando cocina local, encontramos el restaurante Zica da Bica. Un lugar interesante, así como su comida.
La Encarna pidió “iscas”, que es hígado encebollado, con la cebolla caramelizada por encima y yo pedí “bacalhau con natas”, platos de la comida tradicional portuguesa.
Todo riquísimo. El bacalao estaba desmigado, con cebolla y bechamel, rico, rico. Dos cervezas y dos cafés, todo por 25.90 €
Nos ofrecieron los típicos entrantes, “couvert”, pero ya habíamos leído que te los ponen sin que los pidas, es tradición, pero luego te los cobran. Como no tenían una pinta muy allá, eran aceitunas, un poco de paté y mantequilla y no nos apetecía, le dijimos que se lo llevarán.
Paseíto por la parte alta, dónde hay unas vistas preciosas.
El aparcamiento 7 €
Las fachadas de las casas son, algunas claro, preciosas, y hasta los buzones de correo me parecieron curiosos y les dediqué alguna foto.
Paseíto por la orilla del río.
14:00 salimos hacia Faro y Portimão.
En un principio, la opción era hacer noche en Portimão, pero nos quedamos en Carvoeiro.
Después de 90 km y una hora de camino, llegamos al hotel. Hacemos el check in, Quinta do Paraíso. 165 € por tres noches con media pensión. El precio nos ha parecido increíble.
Está situado en una urbanización a las afueras de Carvoeiro, entre pinares.
El complejo, son pequeños apartamentos de una planta. Es enorme y nos ha tocado planta baja, por lo que tenemos, en la parte de atrás una terracita, eso sí compartida, ya que tenemos vecinos al lado.
La habitación es muy amplia y tiene cocina y baño aparte. Aunque es tipo años 70, está limpia.
Después de deshacer la maleta, bajamos al pueblo, que está a menos de un cuarto de hora en coche.
El pueblo es muy chulo, con vistas a los acantilados y al infinito mar. Es muy colorido y hay murales por todas partes, ya lo vimos en Olhão; grafitis y pintura urbana. No son reivindicativos, son artísticos. Hasta los registros de las cajas de la luz, en las calles, están decorados.
La playa, es como una cala resguardada entre paredes de arena, roca y si te acercas, ves más o menos hasta los dos metros, que está llena de fósiles de conchas, vieiras, berberechos y otras.
A esta zona se llama Algar Seco, y sale una pasarela de madera que bordea el acantilado a modo de camino de ronda, muy cuidado. Hay una placa, qué agradece a una tal Señora Encarna su donación.
La pasarela continúa algún km más hacia al este.
Por esta zona transcurre, lo que se conoce como, Los Siete Valles Suspendidos; un trekking que pensamos hacer.
Hay una máquina Tomy; un panel táctil, al estilo de un gran móvil, que no solo da información, también se pueden hacer fotos, selfis y enviar correos. Es muy chulo y tienes una instantánea sin necesidad de disponer de móvil, una gran idea.
Después de usarlo, se pusieron todos a hacer cola; parece que nadie sabe el secreto. Esta máquina la descubrió la Encarna; Encarna la exploradora.
Llegamos casi hasta el agua por unas escaleras y por unos accesos, que estaban labrados en el mismo lecho de fósiles. Aunque hay carteles por todas partes, del peligro por derrumbe, vimos gente haciendo caso omiso a estas advertencias.
Después de estar un rato paseando por el pueblo, preguntamos en un chiringuito de la playa por la excursión en barco a las grutas.
La haremos mañana o pasado mañana.
Volvemos al hotel.
Nos cambiamos de ropa y bajamos dando un paseo hasta el restaurante.
El buffet no es muy esplendido, pero lo que tiene, tiene buena pinta. Hay poca gente por lo que cenamos prácticamente solos; suponemos que, al ser domingo por la tarde, muchos clientes ya se han ido.
Cenamos una ensalada, un trozo de carne y un plato con cositas variadas. 2 cervezas, no incluidas en la media pensión, por las que pagamos 4.80 €
Volvemos dando un paseíto y sale a saludarnos un curioso rabilargo. Córvido, que por cierto no se ve por donde vivimos; allí tenemos urracas.


20/05/19 lunes
Carvoeiro – Algarve

08:00 diana.
Hoy hemos racaneando un poco más de lo habitual, ya lo necesitábamos, después del palizón en coche hasta llegar aquí.
11:20 llegamos a Silves. 14 km desde Carvoeiro y a una media hora de camino.
Vemos su castillo, que es de un color rojo ladrillo muy llamativo. Esta fortificación, fue construida para protegerse contra las incursiones árabes del siglo VIII y es el castillo árabe mejor conservado del país. Desde las murallas del castillo panorámica del pueblo y de la zona.
Mires donde mires, hay una cigüeña, un pollo de cigüeña, un nido de cigüeña. Aquí las vemos con el plumaje muy sucio y pensamos que puede ser por la contaminación, sobre todo de los coches.
Precio 7.80 € pero también puedes visitar el Museo Arqueológico y hacer una pequeña cata de vinos, fuera del recinto amurallado.
En un kiosquillo de la plaza, un hombre nos ha explicado las diferentes clases de vinos y el porqué de cada elaboración; tomamos un sorbito y seguimos hasta el museo.
El Museo de Arqueología, aunque pequeño es bastante completo y muy interesante, además hay que añadir una exposición, sobre la influencia de la música en los años 70 y 80.
Hemos entrado en el mercado, ya cerrado, pero tenía alguna parada; los precios de los productos un poco elevados, para lo que se ofrecía.
En una tienda cercana, compramos un mantel de gallos por 12 €
Portimão está a 20 minutos en coche. Entramos al Primark. Compras, compras y más compras.
Salimos hacia la playa.
16:15 llegamos a la Praia da Rocha, después de ir a Três Irmãos, que están arreglando.
Una playa enorme, muy chula, de auténtica arena marina con conchitas minúsculas y granos dorados finísimos. El Atlántico, por supuesto helado, pero como soy un valiente, me he pegado un buen baño disfrutando y luchando contra la resaca. No hay mucha gente y el aire es un poco molesto.
Hemos estado una horita más o menos. De ahí volvemos al hotel.

21/05/19 martes
Carvoeiro – Algarve

Hoy toca la visita a la gruta de Benagil.
Cogemos los billetes en Carvoeiro, en la misma playa; playa que fue premiada como la mejor de Europa de 2018. La compañía es “Glorioso Boat Trips”, y hemos pagado 25 € cada uno. Este trayecto es más largo, hasta Praia do Marinha. El corto costaba 20 euros.
10:00 después de ver como echan la barca al agua, entre cuatro fornidos chicos, embarcamos 5 parejas, cada una de un país diferente.

Ruta de Las Grutas
De Praia do Carvoeiro a Praia do Marinha.
Trayecto: 1 hora la ida y 20 minutos para volver.
11:07 Praia do Carvoeiro. Fósiles en sus paredes. 11:11 cueva.
La zona por donde navegamos se le llama Algar Seco y está llena de cuevas y grutas, formaciones rocosas con formas extrañas, unas semejantes a caras, otras a animales.
11:12 cueva.
El agua tiene un bonito color turquesa y aunque el mar está en calma, la velocidad de la barca nos zarandea a todos.
11:15 Praia do Vale Covo.
11:18 cueva.
11:21 Praia de Vale Centeanes.
11:25 Gruta da Cara. En una de sus paredes, se ve el perfil de la cara de Cristo.
11:26 Cova do Farol de Alfanzina.
Fabio, el capitán, nos comenta los nombres de las diferentes playas y grutas. Es atento y simpático y su cara está surcada por muchas horas de navegación y curtida por la sal y la brisa del mar. Su inglés por supuesto, inglés de turista, nos viene muy bien, ya que hemos podido entender algo entre líneas. El viaje se iba haciendo ameno con la charla.
11:28 Faro de Alfanzina.
11:31 Cova do Paraíso. Una de mis favoritas.
11:33 Praia Vale Espinhaço, donde ha habido derrumbes con consecuencia grave.
11:36 Cova Zorreira. La que más me ha gustado.
Sus paredes son verdes, moradas y lilas. Las rocas que tocan el mar, tienen todos los tonos imaginables, y despiden una luz parecida al de las geodas.
11:39 cueva pequeña.
11:43 Praia do Carvalho.
Seguimos viaje; gruta, playa, gruta playa.
Los huecos, a veces son tan grandes que entra entera la embarcación, y Fabio la mantiene un instante con la proa hacia la entrada, para después con un golpe de gas, salir de allí a cierta velocidad y sacarnos un ¡ohhhh! general.
11:44 cuevas de colores.
11:48 Praia do Benagil.
11:50 Cova do Benagil. Llegamos a la guinda del pastel y por lo que hemos cogido esta excursión en particular. Está casi al acabar el trayecto, y por supuesto ya hay gente haciendo fotos.
La cueva es una sala enorme, con un gran agujero en el techo, por el que el sol ilumina el suelo, que es una playa de arena fina. Para acceder a esta cueva y a su playa, hay que entrar desde el mar; o en barca o nadando, ya que no tiene acceso por tierra.
En la playa, ya había un par de barcas con turistas asiáticos, haciéndose fotos desde todos los puntos de vista posibles.
En unos minutos, la boca de la cueva se ha ido llenando de las más diversas embarcaciones, entre ellas canoas; otra opción que teníamos.
Esperamos un poquito a ver si se iban, pero al ver que no, nuestro patrón decide dar la vuelta y seguir camino. Cada vez se ven más canoas.
Hay compañías, que te ofrecen la opción de desembarcar y estar un rato haciendo fotos en la playa de la gruta, hicimos bien en no pagar este extra, por qué en un momento, pasó de no haber nadie a llenarse de gente.
A las rocas era mejor ni acercarse, porque tenían pinta de estar afiladas como cuchillas.
11:55 Praia do Corredoura.
11:56 cueva.
11:58 Praia Cao do Rabioso.
En alguna de las cuevas hay una pequeña playa, en otras, se ven los derrumbes, muy peligrosos y que han causado varias muertes entre ellas a gente local, no solo turistas.
12:00 Arcos dobles naturales.
12:01 Praia do Mezquita.
12:02 Praia do Marinha.
Arenas naranjas y blancas, aguas turquesas, rocas en color malva, violetas morado, verde y una paleta infinita de tonalidades.
Playas y acantilados, una zona monumental.
En los acantilados anidan palomas, gaviotas y vencejos, al igual que en las cuevas, y pasan revoloteando a menudo.
La vuelta, se hace ya a buena velocidad, lo que hace que fuéramos dando pequeños saltitos de un lado a otro, desbaratando la armonía que llevábamos a la ida. Nos lleva unos 30 minutos.
En total, la excursión es de casi hora y media de navegación; esta excursión merece la pena, es tranquila, bonita, relajante y la costa se ve y se disfruta de una manera diferente a estar en tierra.
En la playa de Carvoeiro, las conchas son grandes, gruesas y pesadas.
El cielo está nublado, pero hay 25 grados.
Después de hacernos otro Tomy, salimos para Cabo Sao Vicente, la punta más al sudeste de Portugal; la idea era haber ido al atardecer para ver la puesta de sol, pero hemos cambiado el plan.
11:45 salimos ya.
13:00 al llegar, nos quedamos sorprendidos de la cantidad de gente que hay. Hay puestos de comida rápida y tenderetes que te venden camisetas, collares o fósiles.
Estamos un rato haciendo fotos y disfrutando de las vistas, que la verdad es que son espectaculares y salimos del faro buscando ya un lugar para comer.
Esta zona le ha gustado mucho a la Encarna.
Paramos a comer en Sagres. La primera parada la hemos hecho en un restaurante muy chulo, a pie de la carretera, A Sagres se llamaba. Hemos visto que la carta anunciaba “sardinhas assadas”, pero el camarero nos ha dicho que no es temporada y que no tenían.
Nos recomienda un restaurante que hay en el pueblo, medio escondido y decidimos dale una oportunidad. Nos hemos quedado con ganas de comer en este sitio, era encantador.
14:55 el restaurante se llama “Adega Dos Arcos”. Está a reventar y no me extraña. Tienen las parrillas a tope y el pescado lo eliges directamente tú y lo pagas al peso. La Encarna cogió una dorada de casi 800 gramos para los dos, una ensalada, una cerveza y un agua.
No nos toca esperar mucho y eso que el restaurante está lleno. Comida casera, pescado fresco y buenos precios es una fórmula sobradamente conocida.
Después de comer nos tomamos dos cafés y pagamos por todo 25.85 €
De allí, nos fuimos a la fortaleza de Sagres. No entramos, ya que nos parece que es una explanada más, una almena más de las que ya hemos visto tantas veces. Decidimos andar por los alrededores. Casi me hago daño en el tobillo, la zona es pedregosa y hay mucho ajo salvaje, me encanta.
Hay turistas que se atreven a andar por aquí en chancletas; he echado de menos mis Merrell.
16:15 llegamos a Ponta da Piedade, en Lagos.
Esta zona es preciosa, llena de acantilados, formaciones rocosas espectaculares, como el Arco de Abandeira, llamado "sala", qué es por lo que veníamos.
Una vez más, el contenido se ve eclipsado por el continente y nos vuelve a sorprender el entorno más que el propio arco.
La zona es muy tranquila y eso que está llena de gente, pero al ser un espacio tan grande, da sensación de estar solos. Hay un faro y muchas fotos por hacer.
Las formaciones rocosas, son como las de las películas de piratas. Las vistas más espectaculares hasta ahora, seguro.
Hemos estado un buen rato paseando, al calor de la tarde y al airecito costero.
17:30 vamos a Lagos a unos tres km
Nos hemos encontrado un pueblo lleno de vida, de música, pinturas en las paredes, chimeneas, puertas; en fin, he disfrutado parándome casi a cada momento. La zona centro, es el lugar perfecto para pasar el resto de la tarde paseando. Hay mucha gente joven que viene y va entre las callejuelas, por donde apenas pasan dos coches a la vez, con sus bicis y motos. En las plazas, los músicos hacen arremolinarse a la gente al son de sus guitarras.
Hemos visto en la bocana, una réplica del Boa Esperanza, la carabela que 1488 doblo el Cabo de Buena Esperanza en África, en tiempos de los grandes descubrimientos.
Paseíto hasta el coche, que hemos dejado aparcado fuera de la muralla.
Volvemos al hotel
Otro día interesante, lleno de acantilados infinitos, paseos en barca, músicos callejeros.
Lagos le ha gustado mucho la Encarna.

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22/05/19 miércoles
Carvoeiro – Algarve

08:40 salimos hacia Lisboa, nuestra siguiente parada. Hay 24 grados y el solete se agradece en el coche.
Llevamos hasta ahora 1900 km y el C3 no para, menos mal.

LISBOA

En unos campos, el trigo amarillo como el oro, termina de madurar al sol, en otros ya está recogido.
Se ven granjas de cerdos y mucha encina por los campos que vamos pasando, aunque animales de granja no hemos visto muchos.
Vamos por la IC1 dirección Grandola.
13:15 parada para comer.
Seguimos viaje; el cielo se está nublando.
A2 hacia Lisboa, ahora ya se empieza a ver algo más de tráfico.
14:15 peaje en Setúbal, 2 €
Ya se ve la enorme estatua de Cristo Rey, antesala de la capital lusitana; al otro lado del Tejo, Lisboa.
Cruzamos el imponente Puente 25 de Abril. Cruzarlo cuesta 1.85 euros. Es muy parecido al Golden Gate de San Francisco y tiene casi 2 km de largo.
De Carvoeiro a Lisboa hay 280 Km; nosotros, con paradas incluidas hemos tardado 5 horas. Aunque por la autopista, se tarda mucho menos, probablemente la mitad.
14:45 Lisboa
Check in en el Dynia Lisbon Hostel **, con desayuno, la habitación es pequeña y da a un patio interior.
Salimos a inspeccionar los alrededores del hotel. Una vez más, nos deja sorprendidos los murales y el stretart de la ciudad.
Lisboa, también tiene el mismo tipo de suelo que hemos visto en el sur del país. Leyendo un poco, descubrimos el motivo, por el que las calles están adoquinadas de esta manera. La idea fue del Marqués de Pombal, cuya plaza está muy cerca del hotel, al que se le ocurrió, como forma de abaratar costes y aprovechar los materiales del terremoto que asoló esta ciudad en 1755.
Vemos mucho negocio de ciudadanos chinos y mucho restaurante hindú, que nos lleva a pensar en la antigua colonia portuguesa india de Goa.
Cogemos la calle Dos Reis para abajo y llegamos hasta el Castillo de San Jorge. De ahí, por una plaza llena de jacarandas, llegamos a la seo o catedral.
Los tranvías suben y bajan por las empinadas calles a un ritmo lento, pausado y con un sonido muy particular. Hay muchos tuck-tuck y las bicis de renting se encuentran casi por cualquier rincón. Las bicis a veces aparecen tiradas, quisiéramos pensar que caídas, aunque da una sensación de dejadez muy mala y afea la ciudad en sí.
La jacaranda le ha encantado a la Encarna; ya cogí unas semillas en Lagos.
Estamos en el barrio de Alfama, las calles son muy coquetas. Los raíles del tranvía, sus cables eléctricos, las coloridas jacarandas, su empedrado y el color de sus edificios te transporta a los tiempos de Verne o Edison, dándole a todo el conjunto un estilo industrial. Solo falta la máquina de Wells, apareciendo detrás de una esquina.
Seguimos callejeando.
17:20 llegamos a Casa dos Bicos. Un edificio, curioso por su fachada de picos de piedra, en forma de diamante, que actualmente alberga la Fundación José Saramago. Esta zona está bastante animada.
Enfrente, en una parte del puerto, hay un gran trasatlántico, perdón, crucero, dominando el Tejo.
Pasamos por la enorme Plaza del Comercio y su enorme Arco de la Rúa Augusta.
Próximamente hay elecciones en el país y se ven pequeños actos electorales; aquí y allá gente con banderas y pancartas reivindicativas, cánticos, y fiesta en general.
Paradita para refrescarnos con dos cañitas, que nos cobran 10 €, un poquito caro la verdad.
Me llamó la atención, ver en un escaparate una noria que lo llenaba todo, al acercarme eran latas de sardinas. La tienda parecía una librería antigua o una especie de biblioteca, pero cuando entramos, en los anaqueles no había libros, estaban llenos de latas de sardinas con motivos y colores en tonos pastel; muy bonitas, pero a un precio de casi 8 €, más caro que un libro. Un souvenir muy vendido en la capital.
Vamos subiendo a Alto y por unas escaleras, vemos a un viejo músico, que nos dedica un fado al son de una vieja guitarra española.
Desde el Elevador de Santa Justa, hay unas buenas vistas de esta parte de la ciudad y aunque el elevador es curioso por fuera, decidimos no pagar los 2 € que cobraban por subir.
Se dice que lo construyo un alumno de Eiffel, pero no está probada su relación con el arquitecto francés. Desde arriba se ve, lo que queda del Convento do Carmo y sus arquerías a cielo abierto.
La Plaza del Rossio está muy concurrida.
Hacemos el camino de regreso al hotel callejeando, qué es lo bonito de Lisboa. Esta ciudad invita al paseo. Aunque nos ha llamado la atención, la cantidad de sin techo que hemos visto por todas partes, sobre todo de camino al hotel; lacra que sufren todas las grandes ciudades seguramente.
Lisboa es muy fácil y nos recordó un poco a Roma.
20:30 buscando un sitio para cenar, encontramos cerca del hotel, un restaurante recomendado en los foros, dónde servían comida casera tradicional. Se llama Floresta da Estefanía.
A la vez que pruebas especiales portuguesas caseras a mas no poder, estás en un ambiente lisboeta típico, con gente de aquí. Y comes codo con codo, con los trabajadores de la ciudad y en menor medida con algún turista despistado, que, como nosotros, quiere vivir Lisboa desde dentro.
Nos pusieron un entrante junto a las cervecitas que era un plato de choricitos al estilo portugués, cortados muy pequeñitos y con un toque picante justo; muy ricos.
Pedimos “alheira”, típico embutido con carne a la brasa y también calamares, “lulas”; los dos platos venían con una buena ración de patatas fritas, arroz blanco, y un huevo frito por encima. Riquísimo, riquísimo y todo solo por 15 €
La comida muy rica, pero lo mejor la experiencia de comer en una tasca típica lisboeta de las que, según dicen, quedan ya bien pocas; los camareros muy atentos, había un run run muy amable y aunque las sillas se tocaban, en ningún momento tenías la sensación de haber perdido intimidad.
Volvimos al hotel, que está justo detrás y a descansar, otro bonito día.


23/05/19 jueves
Lisboa
08:00 bajamos a desayunar. El desayuno austero, pero variado; hay fiambre, mantequilla, mermelada, cereales y zumo.
Salimos para Belén en coche, ya que igualmente tenemos que pagar el aparcamiento.
09:30 hemos dejado aparcado el coche cerca de la estación de trenes de Belén, a unos 15 minutos andando. Hay bastante sitio por la zona y es gratuito.
10:00 vemos La Torre de Belén, que ya estaba atestada de turistas, sobre todo grupos de turistas asiáticos. Se trata de una torre aislada en la orilla, es bonita, pero me ha dejado un poco frío.
De ahí, dando un paseíto, llegamos a los Jerónimos, esto ya es otra cosa. Tardamos un cuarto de hora más o menos en llegar al monasterio.
10:30 visita al monasterio. Patrimonio de la Humanidad desde 1983.
El monasterio precioso, qué voy a decir yo que me encanta la piedra.
La entrada es conjunta con el Museo de Arqueología y cuesta 12 € por persona, pero merece mucho la pena.
El templo es espectacular bastante alto y tiene unas vidrieras muy coloridas. Es de estilo manuelino, un estilo que es típico portugués y aunque algo recargado me encanta tiene detalles por cada sitio que mires, columnas parecen no tener fin, hasta que alcanzan las arquerías en la bóveda. Está lleno, lleno de gente; grupos con sus guías comentando cada detalle de cada rincón.
Aquí están enterrados Luis Camoes y Vasco de Gama. Subimos al coro, desde donde las vistas de la nave es lo más espectacular.
El claustro es muy bonito, sus columnas retorcidas y sus arcos casi imposibles, son otro claro ejemplo de que este estilo arquitectónico está emparentado con el gótico. En una de las esquinas, una fuente con la efigie de un león, que más bien parecía una esfinge, era bastante bonita y muy retratadas. Mucha gente.
La visita, en total la hemos hecho en hora y media.

Al lado del Monasterio de los Jerónimos, está el Planetario y el Museo de la Marina y también el Museo Arqueológico.
Algo más alejado, está el Museo del Combatiente; en la entrada, dos soldados guardan un pebetero y presentan armas ante una tumba, en recuerdo, respeto y agradecimiento a los soldados muertos en las campañas militares, tanto en tiempos de paz como en los de guerra.

12:10 cogemos el nuevo y flamante tranvía 14E hasta la Plaza del Rocío dónde bajamos.

El tranvía 14E, recorre toda la Avenida da India, desde la Torre de Belén hasta el Puente 25 de Abril, sigue la misma dirección, que ahora se llama C/ 4 de Julio, después comienza a callejear por las estrechas calles, cada vez más inclinadas de Baixa y Chiado.
El trayecto en tranvía es una gozada.

Comimos en el Buddha Palace, después de estar buscando algún restaurante que tuviera en el menú las tan afamadas sardinhas assadas y no encontrarlo.

Un plato de sardinas, (tres para ser exactos), para cada uno, tres cervezas y dos cafés 28 €. Qué razón tenía el muchacho que nos atendió en Sagres, cuando nos dijo que no era temporada; las sardinas que hemos comido, eran un poquito más grandes que boquerones.

Y de ahí, nos vamos al mirador de Santa Lucía que también estaba hasta arriba de gente.

Buganvillas, jacarandas, pocas prisas, es una gozada pasear por Lisboa.

Seguimos camino y vemos un poco más del barrio de Alfama. Un barrio muy colorido y a la vez con mucho encanto; unos chicos cantaban y tocaban sus instrumentos de un balcón, mientras una señora les ponía monedas en una cesta que habían descolgado desde la primera planta, de un piso seguramente ocupado. Pintoresco barrio.

14:45 cogemos de nuevo el tranvía, esta vez el número 28E, uno de los antiguos. Esta línea recorre las callejuelas de la vieja Lisboa, precio del ticket 3 € por persona.

Al llegar al final del recorrido, bajamos, esperamos un rato y montamos en el 25E y regresamos, esta vez sentados, hasta la Plaza del Rossio. El tiempo que hemos estado en el tranvía, más o menos una hora, ha sido interesante, viendo sus callejuelas y sus gentes a sus cosas diarias, apenas ajenos a nuestra presencia, ha sido muy estimulante, descansado, entretenido y una experiencia, eso seguro.

15:50 Plaza del Rossio.

De nuevo pasamos por el Elevador de Santa Justa, donde unos jóvenes nos ofrecen hachís, sin esconderse mucho de la vista de los demás peatones; algo habitual y ya comentado por muchos viajeros.

Plaza de Figueira, donde había una enorme carpa, llena de tiendas, tenderetes con todo de productos portugueses, comida casera, bocadillos, infinitas clases de queso, jamón, carne de cerdo troceada, en tiras, asada, cocida, al horno. Locales con cerveza, vino, ginjinha. Había también puestos con artesanías de corcho, manteles, textiles.

17:00 cogimos el 14E, hicimos el viaje de vuelta hasta el coche. Por el camino pasamos por las cocheras del tranvía, dónde se veía algún vehículo bastante antiguo.

Vamos al hotel, no aseamos, nos cambiamos y salimos a cenar.

20:30 entramos a cenar en el Zaafran, un restaurante hindú que está cerca del hotel.

Hoy había velada especial, amenizada con baile, con lo que no hay carta, el menú se basa exclusivamente en thali, mi plato favorito de la cocina hindú.
No sirvieron dos thalis, en una bandeja circular como es tradición. Con platillos de verduras, lentejas, dhal, salsa de yogur, curd, una salsa picante, gambas al curry, pollo especiado. Acompañado de papadam, uhmmm que ricas las papadam; repetimos arroz y papadam, por supuesto. De postres, nos ofrecieron tres delicatessen; una caliente, una templada y una fría. Ricas, ricas las tres.
Para beber pedimos, una caña y una Cobra, recordando viejos tiempos.
Durante la cena, dos jovencitas nos mostraron sus dotes con su dominio de la de danza oriental, que junto a la iluminación y la decoración del local hicieron una velada deliciosa.

Nos gustó mucho y aunque al principio, el local daba aspecto de caro, los 47 € que pagamos, nos parecieron, cuando menos, “poco caros”, la verdad, para lo que nos ofrecieron esta noche.

Volvemos al hotel con una sonrisa.





24/05/19 viernes
Lisboa


El día se ha levantado con algunas nubes, la mañana es fresquita pero el sol ya pega.

08:50 salimos ya.
09:30 llegamos al pueblo de Sintra. El camino, una vez aquí es muy sencillo, ya que desde el mismo pueblo solo hay una carretera posible y esta es de único sentido. Esta carretera, te deja en las mismas taquillas del Palacio, y hay varios aparcamientos por toda la zona.

Ya estamos en el Palacio da Pena.

10:00 entramos al palacio, una verdadera obra de arte declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1995. Es de estilo romántico y tiene algo más de 180 años.
La entrada, qué es conjunta con el parque, cuesta 14 € por persona. Este palacio está en lo alto de la peña y desde sus almenas se ve el mar.
Dominan los colores amarillos, mostaza, azafrán, el gris azulado de sus fachadas y el rojo.
Una vez dentro y sin que nos desanimen las colas, por cierto, hemos hecho bien en venir a primera hora, ya que a esta hora ya está bastante lleno y hay muchos grupos esperando entrar.

Una vez dentro hay que disfrutar de la ventana de Tritón, de sus patios, sus terrazas y sus mil detalles.

Hace muchísimo viento, y todos los lugares abiertos, sobre todo los patios y las murallas están casi vacíos. Visitamos el palacio; hay estancias llenas de sorpresas, muebles, tapices, objetos, siempre interesantes.
Se visitan las estancias del rey, de la reina y de sus doncellas, comedores, salas para todos los usos posibles, cocina y salones y salones.
Muebles bellos a veces, otras estrambóticos.

El palacio de cuento, sin poner más apelativos, y no me extrañaría nada, que hubieran acordado, Disney y Dalí en diseñar esta verdadera obra de arte.

Al bajar la cuesta de camino a la salida, la cola para entrar ya llega hasta casi la entrada, seguramente dos horas de espera para los que llegan ahora.

En busca del lugar perfecto para sacar esa foto qué sale en los folletos, nos perdemos por jardines que bordean el palacio, exuberantes en esta estación y llenos de sombras, lo que hace que la zona sea fresquita y algo húmeda.

Llegamos a una roca desde dónde se ve el palacio, aún más mágico si cabe. Los colores se ven más marcados y el misterio lo envuelve todo en un tono verde vegetal.

Hay unos árboles muy curiosos, con sus copas en forma de paraguas invertido, araucaria del Brasil, una más entre las 500 especies de árboles, que hay en estos jardines; extraordinario.

Después de disfrutar por las cuestas y los bosques por las rocas y los senderos volvemos al coche y bajamos al pueblo.

Ya en el pueblo, paramos para comer en el restaurante Porto dos Sentidos. Comimos dentro, ya que el aire era bastante molesto. Pedimos chuleta de cerdo a la parrilla y nos lo sirvieron con arroz, verduras y unas bolas de puré de patata, con forma de estrella, muy rico, comida casera, casera. Para beber, una cerveza, Coca Cola y dos cafés; todo por 36 €

El local era como de otro tiempo, con los asientos como los de los trenes antiguos, de skay rojo, las paredes llenas de botellas de vino y un aire a taberna de carretera.

14:00 entramos en Quinta da Regaleira, 8 euros la entrada.
Nada más entrar, los antiguos establos, ahora en desuso, muy bonitos. El edificio principal, con sus largas agujas y estructura estilizada, es precioso nada que ver con el Palacio da Pena, es otro estilo totalmente diferente.
Hay una pequeña capilla, pero estaba cerrada, aunque el edificio en sí es una delicia.
Los jardines que la envuelven son para el descanso y la meditación. Rincones como el portal del Guardian, que estaban restaurando, la torre del Zigurat, preciosa, o el fantástico y algo mareante Pozo Iniciático. Un pozo circular, te adentra a casi 30 metros, en lo profundo de la montaña para dejarte salir un poco más allá entre pasadizos y pozos excavados.

Algo enigmático, pero sin duda hermoso, nos recordó algo la escalera del Bovolo en Venecia.

Disfrutamos, sobre todo, del aire puro y limpio del bosque, aquí y allá gente buscando rincones nuevos, pasajes secretos y medio perdida, como nosotros dando vueltas, buscando algo nuevo, inexistente en los mapas.

Las espectaculares secuoyas con sus sombras eternas, los cuidados edificios, un capricho y un gustazo.
También se puede visitar el edificio principal y es al estilo del da Pena, con estancias y multitud de detalles por descubrir.
Araucarias y tejos ayudan con su sombra a aplacar el sol del mediodía.

16:00 salimos hacia Lisboa.

Este lugar nos ha parecido algo precioso y sin duda algo imprescindible.

Cogemos el metro en la cercana estación de Anjos, al lado del hotel.
Sacar el ticket es sencillo, aunque nos ha tocado preguntar. La máquina te cobra, por la cartulina 0.50 € y luego el viaje cuesta otro 1.50 €
Bajamos en Baixa-Chiado.

Vamos disfrutando de la bonita tarde que se ha quedado y de camino al hotel descubrimos una callecita muy empinada, donde estaba parado en tranvía que hacía el trayecto, arriba y abajo, encantador. Aunque esta vez estaba todo de feos grafitis, tanto el tranvía como las paredes.

En una plaza cercana, unas parejas bailan al son de una música caribeña, muy animados sus bailes. Seguimos camino hasta el hotel, llegamos rendidos, otro día después de todo, completo.

25/05/19 sábado
Lisboa

Hacemos el check out, 338 € más 4 euros de tasas.
Salimos hacia Batalha.

LEIRIA

11:00 llegamos a Batalha.
11:20 entramos en el monasterio. La entrada, conjunta con las Capillas Inacabadas, cuesta 6 € por cabeza.
El monasterio, su iglesia se asemeja, vagamente por sus agujas y su estilismo a la catedral de Burgos.
Se construyó hacia el siglo XIV y es de estilo gótico flamígero, de ahí semejanza con la catedral castellana. Su fachada está llena de tallas, que, por su simbología, bien pudieran ser románicas. Como la de la señora, a la que le sale por la boca otra persona, en clara alegoría al parto, o la de San Dionisio en la misma entrada, que tiene la cabeza fuera de su lugar, entre los brazos en mitad del cuerpo.
El templo es amplio, muy alto y me sorprenden las vidrieras y los irisados que se forman en el suelo, al traspasarlos la luz solar.
El claustro, está lleno de columnas y de arcadas con filigranas talladas en piedra, con muchos y delicados detalles. Las gárgolas, de formas diferentes, te observan al pasar, en su quietud.
En el primer piso, en la terraza, hay un reloj o lo que queda de su mecanismo, interesante, como interesante darte la vuelta y encontrarte, en la piedra, grabado un reloj de sol, que resiste el paso de un tiempo, que nadie mide ya y al que aún le quedan los agujeros para el gnomon.
De ahí salimos para ver las capillas imperfectas o inacabadas, visita que entra también con la entrada al monasterio.
Esta, es la parte que más me ha gustado, ya que es el sitio perfecto donde se unen, lo humano y lo divino, aunque uno no sea religioso se puede llegar a entender algo de la carga emocional que estos lugares albergan.
El rey Duarte lo mandó construir, pero falleció a los cuatro años de comenzarla, por lo que no hay techo y las columnas se funden con el azul infinito del cielo, dándole un aspecto místico, fantástico. Una visión extraña del templo.
Una vez fuera, el conjunto bien pudiera haber servido como fondo para la serie Juego de Tronos, por sus características torres.
Nos acercamos hasta Alcobaça, que está a 30 minutos y unos 26 km de Batalha.
Aquí queremos visitar el monasterio, pero se celebra una boda y no queremos molestar. Lo vemos por fuera. Es muy diferente al de Batalha, es un monasterio cisterciense de 1178, austero, pero enorme.
Salimos en busca del sustento del mediodía y paramos a comer en el restaurante Antonio, que viene muy recomendado en varios foros.
El sitio es un encanto, lleno de detalles bonitos, la atención del personal inmejorable y la comida espectacular, roza el 11.
Pedimos los couvert, que esta vez, tenían una pinta estupenda. A base de patés, embutidos, quesos, mermeladas y tiras de pan de varias clases.
La Encarna pide, “polvo a lagareiro”, pulpo al horno, y yo “bacalhau a la portuguesa”. De postre una tartaleta de almendras, exquisita; nos comentaron, que este postre había ganado un premio.
Una comida delicatessen, el menaje curioso, el servicio cuidado, fuimos muy bien atendidos, todo perfecto. Cerveza, Coca Cola, postre y cafés. 52 baratos euros, para la calidad que vimos.
Salimos para Óbidos.

OESTE Y REGIÓN CENTRO

16:15 estamos ya en Óbidos.
Este pueblo amurallado, junto con los monasterios de Batalha, Alcobaça y el de Los Jerónimos, el Palacio da Pena, la Torre de Belén y el Castillo de Guimarães, que veremos en una próxima visita al país lusitano, fue elegido el 07/07/07, como una de las 7 maravillas de Portugal, que se dieron a conocer el Lisboa, junto con las 7 maravillas del mundo moderno, en una votación a nivel mundial.
El pueblo es encantador, tiendecitas y calles a resguardado de las altas murallas. Está muy bien cuidado y había un buen ambiente; estuvimos disfrutando un buen rato por sus empinadas callejuelas. Pagamos el aparcamiento a 3 € unas 3 horas.
Vimos otra tienda con las famosas latas de conserva, llena hasta los topes, de latas y de gente.
Nos despedimos de Óbidos y ponemos rumbo a Évora.
Este trayecto ha sido extraño, cuando menos, pensamos que estamos perdidos, que no funcionaba el GPS, no sabíamos hacia donde tirar. Menos mal que la carretera estaba más o menos arreglada.

ALENTEJO

Si se quiere conocer el Alentejo profundo, lo mejor es hacer esta ruta, eso sin duda.
Vemos una carbonera, dónde estaban haciendo carbón vegetal, los montones de arena aún echaban humo. Pasamos por zonas de bosque tupido, humedales, pasamos puentes, pero no llegaba ninguna indicación de una población grande, todo eran pequeños núcleos rurales. Hasta que, llegó un cartel que anunciaba Évora, lo que hizo que respiramos aliviados.
Un viaje lleno de dudas.
20:30 entramos en Évora, por fin.
El hotel está bien situado y en pleno centro. El coche lo hemos dejado al lado del hotel.
Chek in en Stay Hotel Evora ***, 70 €. La recepción es buena y el personal amable, pero al entrar a la habitación, horror, un fuerte olor a humedad, debido seguramente a que no han dejado secar completamente de moqueta; a mí me huele a orín de gato, lo que ha roto el encanto del momento.
Va a ser solo una noche, y la verdad, nos las hemos visto en peores situaciones.
Salimos a dar una vuelta por los alrededores, pero el cansancio nos hace volver.

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