Desierto Erg Chebbi ✏️ Blogs de Marruecos

Marruecos es un país predominantemente rural. Casas de adobe, barro mezclado con paja, gente que trabaja el campo, zonas áridas, rocosas, rotas de vez en cuando por los oasis, palmerales y arroyos que consienten que haya vida. Y es un país de gente acogedora, pobre, curiosa, risueña, donde toda verdad es relativa. Lleno de niños que salen corriendo de las casas cuando oyen el ruido del coche para ver si sacan un caramelo, una gorra o un bolígrafo. No nos podemos detener en todas partes y el corazón se nos encoge al ver la miseria persiguiéndonos sin conseguir ningún premio. Silencio dentro del coche. Silencio con sabor de frustración.

Ait Benhaddou es un castillo de barro. Literalmente. Como Taourit. Fortalezas en medio de un desierto de piedras y de polvo, en medio de la nada desde siempre. Son las Kasbash construidas por los bereberes para defender pequeños retales del suelo fértil en torno a un río, casi siempre seco. Y todavía más pueblecitos camuflados entre las rocas, del mismo color de barro rojizo, de la misma miseria, auténticas ruinas habitadas. Estamos en el desierto de piedra.

Y más allá, Merzouga, el desierto de arena.

Si cogéis un puñado de aquella arena y lo extendéis encima de una superficie blanca veréis que los granitos son de colores diversos. La mayoría tienen un tono amarillo fuerte, casi naranja, pero en ningún caso uniforme. En un grano de 0 '06 milímetros todavía hay espacio para un degradado. También los hay transparentes, como si fueran añicos de cristal o polvo de diamante. Y todavía algunos son negros un poco mayores que los otros y mucho menos abundantes.

Todos juntos adoptan una tonalidad marronácea, que en función de la luz coge matices diversos. Y unos millares de toneladas conforman un paraíso yermo.

Erg significa mar de dunas en árabe. Es la mejor manera de llamar al desierto que, efectivamente, parece un mar de arena fina, seco, inhóspito, silencioso, arisco ... pero con un magnetismo singular. Un mar resultado de la erosión del viento sobre las rocas durante miles de años. El erg Chebbi es el único erg del Sáhara en Marruecos.
Un paraje donde la vida es difícil, el sol quema y la noche es muy fría. Más de cien kilómetros cuadrados de dunas de hasta ciento cincuenta metros de altura donde no tienes ninguna otra referencia que el sol. En el desierto no hay caminos y las montañas van cambiando de forma y de lugar a golpes de viento. Y las pisadas se borran deprisa. Nuestro rastro es efímero ...
Sobrela joroba de un dromedario es una buena manera de moverse por este territorio hostil. Camina, indiferente y con mucha parsimonia, sin ansia, por el canto de las dunas, que parece afilado y cortante pero que se deshace y cede al pisarlo, siguiendo el paso seguro y descalzo de Joseph, nuestro guía, cocinero, casi amigo bereber. El ritmo lento te deja saborear cada paso, atento, sin embargo, a no bajar la guardia y acabar rodando duna abajo.
La haima es a casi dos horas de camino, arena adentro, y cuando pruebas la dificultad de avanzar a pie agradeces la insegura incomodidad del animal.
El sol se pone detrás nuestro y nos regala todas las luces del atardecer. Mañana nos hará un regalo todavía mejor.Al atardecer, cuando el sol ya se ha puesto, y la oscuridad se hace cada vez más honda, el desierto se vuelve más inhóspito. Más arisco. Sólo queda la luz tibia de la luna y de los millares, de los millones de estrellas que nos hacen de techo. Incapaces de reconocer ninguna constelación, por la gran acumulación de puntos luminosos, nos dedicamos simplemente a mirar y a callar.

El silencio tiene sabor propio, en el desierto. Sabor de momento importante. Y acabamos susurrando, por miedo a romperlo y deshacer el encanto.
¿Son de colores las estrellas? ¿Dudo de si los hay de rojos y de azules, o son mis ojos que me engañan, deslumbrados de tanta belleza?
Degustamos el espectáculo ... único ... hipnótico.
La mágica noche pasa tranquila, y una tímida luz empieza a avisarnos de que el sol está a punto de renacer, como cada mañana. Desde la duna más alta, la arena vuelve a tomar vida y ofrecernos de nuevo todos sus matices. Sentados, musitando alguna palabra o callados, asistimos al prodigio, mirando y esperando que el primer rayo de sol nos deslumbre y todo vuelva a ser como ayer. Y se repita el milagro. El milagro de la luz suave, cálida, descarada, cegadora. El negro de la noche deja paso al gris, al beige, y de golpe estallan los amarillos, los magenta, los naranjas y los rojos. Entre el cielo y la tierra viven todos los colores. Y nos rodean.
Tenemos que pasar todavía dos horas dejándonos balancear bruscamente encima del mar de dunas, escoltados por nuestras sombras dalinianas, para volver a pisar tierra firme. Dejamos atrás el más bonito y misterioso de los paisajes, el más extraño. Todavía se ven nuestras pisadas, que desaparecerán a la primera ola de viento, hasta que alguien las quiera volver a dibujar.

Nos llevamos a casa un sueño más para nuestra colección. Y un puñado de arena.


Toni

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Son las seis de la mañana. Medio en sueños escucho una voz lejana. Alguien que chilla cada vez más en una sugerente mezcla de gemido y cante jondo.
Entreabro los ojos y todavía está oscuro, aunque un hilode luz empieza a querer entrar por la ventana. Me voy ubicando y la voz que todavía se escucha es la del Muacín que desde el Alminar llama a los fieles a la oración. Lo hace cincoveces al día. Las paredes blancas, las cenefas en torno a las ventanas y un extraño olor a mezcla deespecias me confirman lo que hace rato que intuyo. Me despierto en el Magreb, en Marruecos, en la ciudad que para mí tiene las resonancias más exóticas. Marrakech.

Hace calor, las calles empiezan a hervir de gente, y los gritos se mezclan con los ruidos de las motos, las bocinas y la música que sale de algunas tiendas. Nos sumergimos en el caos, en el mágico ruido de los zocos de alfombras, de pañuelos, de plata, de babuchas, de lámparas, y de todo lo que se pueda vender y comprar. Un hombre mayor tiene una puesto en el suelo y parece que no haya vendido nada.
Sólo tiene un miserable surtido de mendrugos de pan. Otro unas zanahorias medio podridas. Pero allí mismo un hombre gordo se sienta en una pequeña silla ante una exposición de pañuelos bereberes de todos los tamaños i colores. Tienen buena pinta. Y más allá dos chicos hablan animadamente delante de una gran bañera de cobre, reclamo de otros objetos más pequeños, de oro y plata ... Entre un escaparate inundado de babuchas de colores y otro lleno de bolsos de cuero hay un carnicero, que es quien tiene más clientela.
El hedor de la carne se mezcla con el olor del cuero y los aromas de menta, azafrán, cardamomo y jengibre. Las motos y las bicicletas se entrecruzan arriba y abajo, entre mujeres vestidas de negro hasta los pies, con guantes también negros, que sólo enseñan los ojos y de otras con tejanos, la negra cabellera al aire y zapatos de tacón, carros arrastrados por asnos famélicos, hombres empujando pesadas carretillas, criaturas que van a la escuela, y nos dicen "bon jour, madame.., bon jour monsieur..." Hombres barbudos de largas chilabas y birrete a la cabeza, o con turbante, quizás bereberes o tuaregs y chicos con gafas de sol Ray ban y cazadoras de cuero con el cuello subido, quizás también tuaregs o bereberes.


Y nosotros, los que venimos del norte a dejarnos seducir, a empaparnos de màgia, i a comprar pensando que lo haremos barato y que sabremos negociar un precio justo, y nos dejamos engañar como niños ...



- 1200? No, no, como a máximo 300,

- ¿Estás en broma, oi? Vous este un farceur ... Por vous, precio de ami 1000

- Imposible, pero si esto no vale pas ni 400

- Mais este hecho a main avec productos de primera.. ¿Qual tú último precio?

- Plus de 500 no puedo pagar.

- Si vous voulez deux bourses, 600 chacun ...

- ¡750 las deux!

- Ok mon amie, 800 las deux. Chucran madame te monsieur.

- ¡Chucran!


Apretón de manos y ya tienes dos monederos que no te hacen ninguna falta a 40 euros chacun.

O quizás no es un engaño, sino un juego donde todos lo pasamos bien. "Catalán contento, bereber contento..." nos decían a menudo.
Nosotros estamos para comprar y ellos para vender.

La rue Mouassine baja entre tiendas de todo tipo y entre chicos diciéndonos ¿"que vous cherchez?" "solo mirar" "muy cojonudo" "visca el Barça" o "il este fermé", para hacernos creer que la calle está cortada y llevarnos por el buen camino ... todos buscan lo mismo: dinero!! pero que simpatia !!

Con una sonrisa y uno "no, Merci" hay bastante para que te dejen pasear tranquilamente. Bien, alguna vez es mejor un "laisse-moi tranquille, monsieur!!


Pero nosotros buscamos la plaza, y simulando que sabemos dónde vamos, con paso seguro, nos perdemos una y otra vez por las callejuelas, hasta que, ya perdidos del todo, llegamos, de forma irremisible, allí donde desembocan finalmente todas las calles. La gran plaza de Marrakech.

Es la plaza de la gente, de los encantadores de serpientes, de los monos, de las naranjas y de los frutos secos. De las tatuadoras de henna, de los cuentacuentos, de los dentistas, de los caballos y de los asnos. La plaza del tiempo perdido, del tiempo congelado, del tiempo frenético y del tiempo pasado. La plaza de las terrazas y de los terrados, del sol radiante y de la luna. La de la luz, la calma, la prisa, la miseria, la comida, el hambre. La plaza para ser abierto, para reír y llorar, para mirar y escuchar, para engañar, para beber, para vivir. Djema el fna es la plaza de todos. La plaza de todas las cosas. La plaza de todas las horas.

Deslumbrados, admirados, cautivados, nos dejamos llevar por las piernas, saboreando cada paso, cada olor, cada mirada, hasta el corazón de los zocos otra vez, hasta la garganta del lobo de la medina(no sé si esta expresión se usa en castellano. En catalán és "la gola del llop", en referencia a un lugar profundo i oscuro) . Y así un día y otro, y todavía estaríamos allí ...

Tenemos la suerte, también, de contar con un refugio. El oasis donde digerir todas las emociones y las vivencias, donde reponer fuerzas después del paso por la máquina del tiempo, que agota. Riad Clementine, por los cuatro mandarinos que tiene en el patio. El patio de la fuente, para leer, charlar, pensar y para comer ... tajine, cuscus, cordero ... dulce y salado, cocina tradicional y moderna, especias, sabores nuevos y vinos del Marruecos. Y te a la mente ... buenísimo te a la mente ... siempre te a la mente.

Aire fresco en un entorno sobrio, decorado con un gusto exquisito, con Fatiha, Simó, Antoine i Angela, discretos, pero pendientes de nosotros, que estuviéramos a gusto !

La piscina, la habitación, la terraza ... perfectos.


Y me revuelvo entre las sábanas todavía medio adormecido. El Muacín ha callado, y sólo oigo los pájaros en el patio. Sé que todo no ha sido un sueño, pero casi me lo ha parecido. De aquí a cinco minutos nos tenemos que levantar. Un bereber llamado Abdou nos espera para llevarnos al desierto ... pero eso ya será otro sueño ...

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