![]() ![]() Malasia, por fin ✏️ Blogs de Malasia
Mi viaje por la Malasia continental y Borneo el verano de 2009Autor: Caylleann Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.8 (21 Votos) Índice del Diario: Malasia, por fin
01: Preparativos
02: Parque Nacional Gunung Mulu
03: Kinabatangan
04: Cuevas Gomantong
05: Danum Valley I
06: Danum Valley II
07: Kuala Lumpur I
08: Cameron Highlands
09: Ipoh
10: Indulgence Living and Restaurant. Ipoh
11: Pangkor Laut Resort
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Etapas 7 a 9, total 11
A las ocho de la noche ya estábamos en el aeropuerto de Kuala Lumpur. Allí compras un ticket para el taxi que te llevará a la ciudad (que alegría, nos ahorramos el interminable regateo) y, camino del hotel, POR FIN, pudimos ver las torres Petronas, más y más grandes a medida que nos acercábamos al centro. Qué bonitas, pero que bonitas y qué grandes! Y que poco original el comentario, ya lo sé, pero es que son preciosas, sobretodo si la primera visión la tienes de noche, todas iluminadas.
![]() La impresión general de Kuala Lumpur fue de desorden, sobre todo habiendo estado antes en Singapur pero para unos urbanitas como nosotros era como volver a casa. Nos movemos mucho mejor entre embotellamientos y clàxons que entre barro y sanguijuelas, la verdad. Aquella misma noche ya pudimos ver las torres desde el Sky Bar del Traders, que era donde estábamos alojados. El bar en sí mismo ya es toda una atracción. Funciona como piscina de día, pero por la noche es centro de reunión de la beautiful people. A parte de extranjeros, los malayos que quieren estar a la moda pasan por aquí a dejarse ver. Entre sus atractivos está la posibilidad de caerte a la piscina (dependiendo de las copas ingeridas) y, como no, la visión de las torres de noche, bien iluminadas. ![]() El hotel nos invitó a una copa mientras acababan de preparar la habitación (habíamos reservado hacía seis meses y aún no habían hecho la cama???) y aprovechamos el rato para perder el portadocumentos con TODA la documentación del viaje, reservas, vuelos, targetas, pasaportes y algo de dinero en efectivo. ¡Qué crisis! En diez minutos sudamos más que en todos los días en la selva. Afortunadamente, los camareros lo habían encontrado en la barra (fiuuuuuu...) y nos lo guardaban amablemente. Superada la crisis disfrutamos de nuestra copa y de la vista antes de irnos a dormir para poder madrugar por la mañana a visitar las Petronas antes de nada. Cosa que al final no hicimos, porque ir a las ocho de la mañana ya es llegar tarde. Bueno, al cabo de diez días volvíamos otra vez a Kuala Lumpur... Para movernos por la ciudad probamos tanto el metro como el monorail, que resultan una buena forma, rápida y económica de ir de un lado al otro. ![]() Los taxis también van bien, claro, y si consigues que pongan el taxímetro, son muy económicos. Pero primero has de conseguir que reconozcan que lo tienen. porque tú lo ves, está delante de tus narices, pero ellos niegan que lo tienen. Cuando finalmente lo reconocen, ahhh, no les funciona. De más de un taxi y de dos nos bajamos, pero también es verdad que muchos lo ponen sin problema. Cuestión de probar. La primera mañana la dedicamos a caminar y caminar y caminar. Fuimos a la plaza Merdeka y al Padang, a la estación central, a Jalan Petaling, a mercados y centros comerciales... Como nuestra mochila estaba ya viejecilla y la jungla le había sentado fatal estuvimos buscando una en los tenderetes callejeros hasta encontrar una autética mochila ESPPIT (jejjeje). Muy bonita, fuerte y barata. ![]() ![]() ![]() ¿Cómo sabíamos que estábamos en Kuala Lumpur y no en Singapur? Los graffiti son el mejor indicador. Bueno, la rata muerta en medio de Jalan Petaling también nos dió una pista. Y el ruido. La sensación que yo tuve es que Kuala Lumpur aspira a parecerse a Singapur, pero aún le queda camino por recorrer. Las dos ciudades se parecen también en la diversidad cultural. Mezquitas, templos chinos y templos induistas comparten el espacio, aunque el Islam sea mayoritario. Esta diversidad se ve también en los restaurantes y en los vestidos. Todo esto convierte la ciudad en un mosaico complejo y dinámico. Es suficiente con visitar un mercado para verlo. ![]() ![]() Entre paseo y paseo encontramos tiempo para ir al museo de las civilizaciones islámicas (que bonito, con su aire acondicionado...). Cenamos en el Suria, el centro comercial que está en la base de las Petronas y volvimos al hotel con el trenecito que el Traders pone a disposición de sus clientes para ir del hotel a las torres. El día siguiente decidimos visitar Melaka. Un mal día. Recién llegados a la estación de autobuses (Puduraya) empezó el estrés. Estaban en obras, y eso dificultaba el acceso. Todo el mundo gritaba a la vez, para anunciar que vendían billetes, que salía un autocar, que tenían fruta fresca... Yo qué sé!! Todo el mundo gritaba por todo. Compramos el billete a Melaka y nos sobró tiempo para comprar otro para el día siguiente, a las Cameron Highlands. Afortunadamente, nuestro autocas (de dos pisos) salía de la acera de enfrente de la estación, donde pasaba el aire y la gente no gritaba tanto. Una vez instalados, nos dedicamos a descansar las dos horas de trayecto hasta Melaka, donde vovió el estrés. Cuatro taxistas encima de la Lonely Planet no fueron suficiente para entender donde queríamos ir (AL CENTRO TURÍSTICO, OIGA, DONDE VA TODO EL MUNDO) y tuvieron que avisar a un quito más viejo que, finalmente, sí sabía qué era Melaka, hacia donde quedaba y a qué calle queríamos ir. Desayunamos mermelada de coco, típica de allí y muy, muy, muy empalagosa y después visitamos una típica casa baba nyonya (la comunidad china del estrecho). Eso fue lo mejor del día. Más bien, lo único bueno. No sé si era por la calor, la cantidad de gente, la decepción de las bolas de arroz (ya no quedaban fritas ni con pollo) o todo junto, pero la verdad es que las ganas que teníamos de ver Melaka se fueron transformando poco a poco en decepción. Cansados, agobiados de tanta calor y tanta gente, cogimos un taxi para ir al fuerte portugués y el taxiata (como no) se equivocó y nos dejó en medio de la nada: el barrio portugués de Melaka, una especie de Disneyland en tierra de nadie. Con mucha paciencia, iniciamos el camino de regreso... hacia donde? No teníamos ni idea de donde estábamos, pero afortunadamente los malayos son gente civilizada y muy amables. Mientras, sudados de pies a cabeza, consultábamos la guía y nos preguntábamos qué hacer en medio de una calle que no sabíamos cual era, justo delante nuesto, en un mercado, un grupo de malayos, clientes y vendedores (unidos en común esfuerzo solidario hacia la, suponemos, enésima pareja de guiris perdidos por al zona) empezaron a gritar y por gestos, señalaron un autobús que venía hacia nosotros. Por pura casualidad estábamos a dos pasos de una parada. ¡Qué gran cosa, la empatía! El autobús se dirigía a la estación central de Melaka y, ya que el día no pintaba mejor que cinco minutos antes, decidimos volver a Kuala Lumpur dos horas antes de lo previsto. No tenenmos ni una triste foto de Melaka. No creo que sea culpa de nadie, sencillamente, a veces las cosas no salen como esperabas. Aprovechamos el trayecto de vuelta para descansar (dependiendo de las compañías, los autobuses malayos pueden ser muy cómodos, y así lo eran los de la Transnational). Etapas 7 a 9, total 11
Tocaba volver al estrés de la Puduraya. Solo eso ya me hacía temblar, pero descubrir que las maletas se tenúian que subir a pulso por las escaleras fue todavía peor. Por suerte, ya teníamos los billetes y sabíamos a que taquilla había que ir para que nos dijesen de dónde salía el autocar. Todo el esfuerzo para que nos dijesen que teníamos que volver a salir (bajada a pulso de las maletas), cruzar la calle e ir a una tiendecilla de electrónica-snacks-minikiosko-bebidas y agencia de viajes. Una vez allí (sí, sudados de pies a cabeza ya a las ocho de la mañana), la chica que nos atendió, amabilísima, nos dijo que pagando un poco más (no llegaba a dos € más) en vez del autocas a Tanah Rata, podíamos coger una van hasta la puerta del hotel The Lakehouse. No fué más cómodo, pero sí más rápido. La mayoría de las veces, en Asia un transporte de este tipo solo sale cuando teine ocupadas todas las plazas. Conductor, amigo del conductor, nosotros, cuatro holandeses y una señora malaya nos acabamos embutiendo junto con maletas y mochilas (las que no cabían en el maletero tenían que ir con el pasaje, claro) Después de colocar las piernas en la posición que tendrían que mantener el resto del trayecto, nos pusimos en marcha: ¿qué son tres horitas de nada? Afortunadamente, hacia la mitad del viaje hubo una parada técnica para poner gasolina. Si alguna vez hemos necesitado estirar las piernas era esta!! Al cabo de dos horas el paisaje empezó a cambiar (aparecían las primeras colinas y los primeros campos de et) y el aire era más fresco y respirable. Llegamos sin novedad a la Lakehouse (un pedazo de Escocia trasplantado a Malasia, con casa Tudos y todo), nos instalamos como siempre y dedicamos un rato a inspeccionar el hotel y sus alrededores. ![]() The Lakehouse es una mansión Tudor perdida en medio de Malasia. La mayoría de propietarios de campos de te eran de origen escocés y en este ambiente de colinas y clima fresco se debieron encontrar como en casa. El hotel no tiene aire acondicionado, ni falta que le hace. De hecho, agradecimos la manta por la noche. Nuestra habitación era grande y decorada con una cierta anarquía. Además de la cama teníamos un sofá ideal para la siesta, un armario macizo y una mesita con las tea facilities que, en este caso incluían un pote de te Boh, además de las típicas bolsitas (aquí también de te Boh). También había una cestita con fruta y tomates cherris (son típicos de allí). ![]() ![]() La cama con dosel, un poco excesiva, pero relativamente cómoda. La primera noche, para variar, se fue la luz, pero como aquí no necesitábamos desesperadamente el aire acondicionado tampoco importó mucho. ![]() El baño estaba decorado en blanco y negro y era correcto, con ducha y bañera. El jabón de canela nos gustó tanto que compramos para nosotros y para regalar. ![]() Los saloncitos comunes son muy acogedores, con butacas comodísimas y, si no hace mucho frío o llueve, puedes salir a las mesas de la terraza con vistas al lago y las montañas. Las chimeneas acaban de ambientar los salones, aunque durante nuestra estancia no hiciera demasiado frío. Justo enfrente de la casa hay un lago y, en la orilla, un pequeño mercado, en el que compramos productos locales (fresas, tomates y una rosa de regalo) y bebida. ![]() Algo más lejos descubrimos el proyecto de centro comercial (o algo similar) decrépito, medio abandonado o inacabado, no sabemos, con su fantástico restaurante chino, donde comimos, claro, no había muchas opciones. Por lo menos, no era caro. De vuelta a la Lakehouse descansamos un rato y fuimos al salón para disfrutar nuestro “tea with scones”. Estuvimos un rato viendo las fotos que habíamos hecho hasta el momento en el portátil que nos prestaron en recepción y arovechamos también para enviar algún email. Al día siguiente teníamos contratada una excursión de día completo para ver el paisaje, los campos de te, Tanah Rata (donde comimos) y la plantación y factoría Boh. En la factoría, además, puedes degustar los tes de la casa en la cantina para decidir con conocimiento de causa cual comprarás después en la tienda. Dimos un paseo por el bosque para ver las plantas carnívoras, las orquídeas y la pareja de novios que había ido a hacerse las fotos pre o post boda. El guía nos explicó los usos medicinales de algunas plantas. Allí siempre te dicen que la selva lo es todo: tienda de alimentos, farmacia, materiales de construcción... ![]() ![]() Por lo que respecta a las plantaciones de te, a parte de ver las plantas en diferentes etapas de crecimiento, también se pueden ver obreros recogiendo el te a mano o a máquina y los poblados donde viven. Como la mayoría de trabajadores son hidús, no falta el templo local. ![]() ![]() Comimos en Tanah Rata, en un indio (bueno, en dos, que en el primero nos quedamos con hambre). A estas alturas ya estaban claras nuestras preferencias en materia gastronómica: nos habíamos hecho adictos al dahl (sopa de lentejas), al roti y al naan. Por la tarde, seguimos recorriendo la zona, hasta que una tormenta tremenda hizo aconsejable que volviesemos al calor del hogas. Cena en el hotel, copita en el salón, a dormir y a prepararse para el traslado a Ipoh al día siguiente. Etapas 7 a 9, total 11
Salimos de la Lakehouse en un taxi, camino de Ipoh, con muchas ganas de llegar. No podíamos saber que nuestro hotel, con un nombre suficientemente elocuente, Indulgence, acabaría siendo un oasis de estilo en un desierto decadente. No es que la ciudad sea fea. Es que, como todas las capitales mineras venidas a menos, lleva tiempo sin levantar cabeza. Pero la visita de un par de días a Ipoh vale la pena, aunque solo sea para ver como va la vida fuera de los destinos turísticos típicos. Cuando paseas po Ipoh no dejas de ver shophouses que, restauradas, serían más que interesantes, y no te puedes explicar porqué un negocio cerrado tiene un aparato extractor escupiendo aceite en la acera en un paseo, por lo demás, muy agradable. El calor, por su parte, contribuye a que los paseos por Ipoh acaben en algún local con aire acondicionado, como el centro comercial. Por si hay dudas sobre la temperatura, que los ventiladores lancen agua vaporizada te acaba convenciendo de que no es una pesadilla. ![]() Lo que no puede faltar en Ipoh es la visita a los templos chinos de los alrededores. ![]() Con una ojeada basta para darte cuenta que toda la mistificación de la espiritualidad oriental es eso, una mistificación. Pueden ser tan o más kitch que cualquier iglesia barroca pero más exóticos, eso sí, sin faltar a veces un aire entre manga y disneyland. ![]() No obstante los fieles son tan respetuosos con sus deidades aquí como en cualquier otro templo. Pese a la decoración abigarrada de colorines, algún rincón precioso sí que encontramos. ![]() ![]() ![]() Etapas 7 a 9, total 11
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