![]() ![]() El pueblo de al lado (Jersey City - Nueva York) ✏️ Blogs de USA
Alguien me dijo una vez: "Nueva York se puede visitar muchas veces, pero solo hay una vez en la vida que se va a Nueva York por primera vez".
Esta fue mi primera vez. Autor: Sarmale Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.6 (19 Votos) Índice del Diario: El pueblo de al lado (Jersey City - Nueva York)
01: Mi viaje de despecho.
02: Los preparativos y el último trayecto
03: Al final todo llega
04: Aeropuerto
05: Camino de Jersey City
06: Robert y Boule
07: Ellis Island
08: Miss Liberty
09: South Street Seaport
10: Los barcos del puerto
11: Theater District
12: En el Rockefeller y más allá
13: America Today
14: SoHo
15: Chinatown y Little Italy
16: El rito diario
17: Derechos civiles
18: Midtown Comics
19: Robados
20: Come fly away
21: Dos
22: Historic Richmond Town y Ganas
23: Historic Richmond Town
24: El huracán que no llegó
25: El puente y un regreso
26: Un desayuno de horas
27: Un paseo cotidiano
28: Woodbury
29: Hudson Valley
30: TriBeCa
31: Encuentros y sonidos
32: Irish Hunger Memorial
33: Una botella de vino
34: Una mujer del barrio
35: En el Funayama
36: De tabernas y de series
37: Nocturnas en Jersey
38: Union Square
39: Strand
40: Pete's Tavern
41: Old Town Bar
42: Flatiron
43: La importancia de un nombre
44: Lo que me llevé de la Strand
45: Dos rayos de luz
46: Upper East Side
47: Por Hacer
48: Feliz no cumpleaños
49: Enjoy
50: Historias de Nueva York
51: Upper West Side
52: Smile
53: The Colossus
54: Tamales y coyotes
55: Cumpliendo órdenes
56: El puente de Brooklyn
57: De fotos y relaciones
58: El brunch del domingo que no fue
59: Jairo
60: Revelando
61: Lunes y 13
62: Nombre y apellidos
63: Central Park
64: Una lista pequeña de sitios
65: Tompkins
66: East Village
67: Despedida
68: Robert
69: Anne's Morgan War
70: Paseando a Boule
71: En Paterson
72: Legal Grounds
73: Recuerdo
74: Fotos
75: Manhattan bajo la lluvia
76: El último día
77: Aeropuerto
78: Epílogo
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Etapas 13 a 15, total 78
En el 1260 de la Sexta Avenida, entre las calles West 51st y West 52nd, están los frescos que Thomas Hart Benton pintó entre 1930 y 1931. Los tituló America Today. No dejan hacer fotografías y, para grabármelos bien, me detengo mucho rato ante esas pinturas que parece que retratan una guerra contra el tiempo. Los aviones surcan el cielo, los obreros -camisas arremangadas, enjutos, con sombrero, las caras afiladas y contraídas- clavan, transportan, golpean con el martillo y saltan chispas, aquí un edificio a medio hacer, allí una grúa. Muchos de ellos serían los inmigrantes que llegaron a Ellis Island con lo puesto. Paseo sin detenerme por un montón de tiendas: Bergdorf Goodman, Dior (para fotografiar el LMVH), Chanel, Nike... el colmo del lujo. He señalado en el mapa los sitios importantes, pero ninguno me parece tan apetecible ahora como el Green Cafe para tomar un batido de frutos rojos. Es una excusa porque necesito un baño y sentarme de nuevo. Agradezco no venir con nadie, pero lo cierto es que son las seis de la tarde, llevo doce horas despierta y en la calle y tengo los brazos amoratados de sacarme y ponerme la mochila de la cámara.
*** Imagen borrada *** ![]() (Esta foto no es mía, claro. Está sacada de Shafe). Lo maravilloso es la cantidad de buena música que ponen en los bares. Ahora canta Jim Morrison: cuánto tiempo hace que no escuchaba a los Doors: me doy cuenta ahora, cuando tarareo People are Strange. En este viaje hay mucha música: comenzó en el avión, con Every little thing she does is magic, de Sting, que pusieron al despegar y al aterrizar; esta mañana, en Legal Grounds, sonaba Empire State of Mind de Alicia Keys... y como sigan poniendo a los Doors (love me two times, baby...) no me levanto hasta que no se acabe el disco. *** Imagen borrada *** Reviso las fotos. En dos días llevo tarjeta y media. Si sigo así, deberé pasarme por la B&H de nuevo alguna vez. Y cuando llegue a Badajoz, tendré que limpiar la cámara: he cambiado unas diez veces de objetivo al día. Pero es que cada edificio tiene detalles únicos. En la puerta de Alwyn Court Apartments, un mendigo con una camiseta de I love NY me comenta que el símbolo de los arquitectos (Harde & Short) es la salamandra. Se decoró en terracota, en estilo renacentista francés. El portero, un chaval joven, y yo nos ponemos a hablar de cámaras y precios, porque quiere comprarse una. Cuando sigo mi camino busco, ya sí, el Equitable (paso por el Carnegie Hall, con la fachada llena de andamios, y por el NY City Center of Music and Dance, con su pared extraña en estilo morisco). El Equitable está cerrado, pero la puerta es de cristal y se puede ver perfectamente el fresco de Roy Liechtenstein. Es un niño con una pelota, una mano de mujer con una esponja y muchísimas figuras geométricas. *** Imagen borrada *** Se me ha hecho de noche, pateando. Entro en la tienda de M&Ms, que me hace mucha gracia (es asombrosa la cantidad de merchandasing que inventan para unas pastillitas de colores). Al salir de allí, guardo la cámara. Estoy muerta. Y me queda una larga caminata hasta el Path. Cuando llego a Jersey City, Robert ha hecho palomitas y se está tomando una cerveza. Le hace muchísima gracia que haya pasado por un montón de tiendas sin mirar siquiera los escaparates. *** Imagen borrada *** Etapas 13 a 15, total 78
![]() Hoy es el cumpleaños de Robert y me invita a desayunar. De hecho, me hace el café él mismo, en Legal Grounds. Hablamos de libros, me recomienda la Strand y decido que hoy recorreré el SoHo. Va a hacer 35 grados. Con humedad. Va a ser divertido caminar por Nueva York en esas condiciones, con cinco kilos de más encima (y los muchísimos que arrastro yo de cosecha propia). Lo bueno es que en esta ciudad hay un bar en cada esquina. ![]() Ahora escribo desde McNally Jackson Books, una librería encantadora con baño y café. Los edificios del SoHo son más altos de lo que yo pensaba, pero es un barrio muy bonito. Hay edificios preciosos: yo he anotado unos cuantos. Comienzo por el Bayard Condict Building, en el 65 de Bleecker Street. Los construyó el maestro de Francis Lloyd Wright, Louis K. Sullivan: es el único suyo que hay en la ciudad. Se suceden las tiendas de ropa, jabones, bolsos maravillosos, marcas y más marcas en los bajos de esas construcciones de hierro colado. Los hay pintados de gris, de azul, de verde. Las fachadas tienen detallitos en altorrelieve: angelitos, sobre todo: caritas gordas de querubines. Es curioso, porque en la calle de Robert, no son querubines, sino vikingos. Se está muy bien aquí. He pasado por la tienda de Apple y he usado un iPad. Leo que mi sobrino está dando señales de vida (habrá que comprarle algo) y que mi móvil tiene que ser 3G para funcionar en Estados Unidos. Mis amigas me dicen que escriba mucho. Yo sólo mando un correo, para contarle a alguien que soy agua y que la ciudad me está cuidando muy bien. Eso sí: ya sé que todo toma el doble de tiempo de lo previsto, que las calles son inmensamente largas, que sólo podré ver pequeños pedacitos de cada barrio. No podría hacerme una idea de cómo se vive aquí por más tiempo que pasara. Cuando caminaba por el SoHo, a mi lado ha pasado un chico llorando. A moco tendido. La gente cruza por las calles con el semáforo en rojo, los coches hacen sonar la bocina a cada rato y los bares son un pequeño oasis de tranquilidad. Yo escribo a mano: todos los demás son maqueros. Y hablan por el móvil a todas horas, pero veo a muy poca gente acompañada. Tampoco es raro ver a alguien comiendo solo: los hay que se suben a los poyetes de las ventanas o que comen un poco de sushi en Dean & Deluca, de pie. Yo tengo por norma no comer de pie, así que lo intento en dos sitios y luego me meto, para variar, en el primero que veo: Jacques Bistro, se llama. Hamburguesa de salmón. Tengo un hambre canina y además voy muy cargada, porque de la McNally he salido con la Guía de Arquitectura del AIA y con un libro de Cartier-Bresson para Robert. Me ha encantado este lugar. ![]() Podría ser un buen sitio para vivir, el SoHo. Hay una tienda preciosa con cuadernos, tarjetas y papeles de todas clases. Papyre, se llama. Luego veo Sur la table, que es realmente -Bea tenía razón- como para volverse loca. A mi favor tengo que no puedo calcular cuánto dinero hay en mi cuenta y que ya llevo suficiente peso. También paso por la tienda del MoMA y me enamoro de unos reposapalillos a por los que luego iré si no son muy caros (ACLARO: sí que lo eran): hay utensilios que no sé ni para qué sirven. Antes de comer he estado leyendo la guía del AIA: si fotografiara todos los edificios de la ciudad, tardaría años. Sí me detengo ante el Haughwout Building, gris también, con sus columnas: el primer edificio con ascensor de la ciudad. ![]() Creo que si sigo a este ritmo me voy a quedar sin pies. Desde el café veo Broadway: sus mil tiendas: Dolce&Gabbana, GAP, Levi's. Me asombra la cantidad de niños guapos que hay en este lugar: no de tíos buenos, que también, sino de niños guapos, con facciones más que correctas. Eso sí: Nueva York tiene algo muy negativo. Mucho. Sudo tantísimo y bebo tantísima agua que paso por un sinfín de pastelerías apetitosas (alguna con reseña del New York Times incluida contando que tienen la mejor tarta de chocolate de Manhattan) y ni me detengo. A este paso, los únicos dulces que voy a probar van a ser los muffins del Legal Grounds. Y también sé que voy a tener que venir a Nueva York muchas más veces, porque son las cinco y media de la tarde y yo ahora mismo me iría a dormir hasta mañana. ![]() Dos nuevas paradas. Tres: en Armani Exchange, en la que no duro ni tres minutos (la música es un chunda-chunda atronador y la ropa es made in China); en Kate`s Papier, también lleno de cuadernos deliciosos y en Papabubble, donde hacen caramelos artesanos. Me paro en el Caffe Roma después de comprarle un botecito a Robert. Ya pueden estar buenos: los venden a precio de oro. Estoy en Little Italy, ya he pateado el SoHo (aunque debe de haber infinidad de edificios hermosos que no he visto), me he parado en no sé cuántas galerías de arte, me he dado cuenta de que también hay que mirar al suelo (porque sólo así se ve el Subway Map Floating de Françoise Schein), sonrío ante ciertos lofts y pretendo no levantarme de aquí hasta que mis pies descanses. Que eso puede ser mañana por la mañana. ![]() 1 de septiembre de 2010. Etapas 13 a 15, total 78
El Caffe Roma tiene más de cien años, el techo artesonado de color verde y un café riquísimo que paladeo como si me estuviera bebiendo a dios. Marco en el mapa los puntos de interés del siguiente recorrido: Chinatown y Little Italy. Ahora que pienso en los plannings de la gente del foro de Nueva York, no sé cómo les da tiempo a ver tantísimas cosas. Bueno, reconozco que yo no tengo mucho fondo: comer fuera de casa y andar a todas horas es realmente agotador y eso que llevo aquí sólo dos días. No he visto el puente de Brooklyn (sólo un par de torrecillas, a lo lejos) ni me he acercado al Chrysler, más que cuando me saluda, a lo lejos, entre la niebla de la ciudad, como una promesa. Y he visto el Empire sin fotografiarlo. El viernes o el sábado iré a Governor's Island y debería también pasear por Battery Park algún día. Es curioso: llevo dos días y medio en la ciudad, cojo el metro como si fuera neoyorquina y (casi) he aprendido a leer un mapa. Me encuentro con turistas, pero no son demasiados: deben de estar todos en Times Square, ese hervidero de hormiguitas y de luces. Espero que mi hermano no me llame cateta cuando le diga que es lo que menos me ha gustado de la ciudad. Su esquina más emblemática, que en los 80 era pasto de putas y drogadictos.
![]() Me quedo con los detallitos pequeños: las salamandras del Alwyn Court, el espacio de petanca en Bryant Park, los múltiples parques para esos niños a los que vivir en una gran urbe les impide ocupar las calles, las escaleras pintadas y repintadas del SoHo, el trajín de los trabajadores en los bares y colocando banderitas para la fiesta de San Gennaro al lado de la Old St Patrick's Cathedral, la mezcla de idiomas (eso sí: a mí ni dios me habla en español) y la sonrisa del dependiente de McNally Jackson Books mientras me daba a elegir la cinta que adornaría el regalo de Robert. Roja, por supuesto. *** Imagen borrada *** En este viaje camino y observo: tampoco es que yo sea muy observadora, que todo hay que decirlo, pero intento detenerme un poco en cada sitio que me gusta. Mis pies siguen sin responderme, pero ya va siendo hora de que me levante... ![]() Chinatown no me gusta, pero se me hace de noche allí buscando la esquina sangrienta, la plaza de Confucio -con su gesto adusto y solemne- y el Manhattan Bridge Approach, de Carrère y Hastings, un arco monumental que, según dicen, recuerda a la puerta de Saint-Denis en París, cosa que desconozco porque no la he visto nunca. Enfrente del antiguo edificio de la Policía, enormemente grande y ornamentado, hay un banco rojo que aprovecho. Detrás está el Onieal's, el bar de Steve y Aidan en Sexo en Nueva York. Luego me percataré de que no he visto el Puck Building por ninguna parte, pero sí otros muchos edificios hermosos de los que no sé el nombre. Eso sí: no me pierdo la Edward Mooney House, 18 Bowery Street, la casa unifamiliar más antigua de Estados Unidos y, mientras cambio y cambio de objetivo y pienso en el polvo neoyorquino que debe de estar acumulando mi cámara, me doy cuenta de que debería dedicar un día a sacar robados contra la ley de la cantidad de expresiones curiosas que he visto en Nueva York: un brazo con mil gotitas de sudor refulgente en un chaval negro que corría por Grand Street (bueno, eso es en Jersey); una mujer china cansada sentada en una puerta; un hombre con un carrito sorteando los coches, un señor mayor que me preguntó algo que yo entendí como Are you flesh?; la mirada de un niño entusiasmado ante el carrito de los helados de Ferrara Bakery. ![]() Busco West Broadway. Y, cuando no sé si tirar hacia arriba o hacia abajo, aparece el Chrysler, a lo lejos, como un faro en alta mar, indicándome el camino. 1 de septiembre de 2010. Etapas 13 a 15, total 78
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