![]() ![]() Atenas y unas cuantas islas ✏️ Blogs de Grecia
Atenas, Santorini, Paros, Mykonos y RodasAutor: Juanmaycarol Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.8 (49 Votos) Índice del Diario: Atenas y unas cuantas islas
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Etapas 4 a 6, total 6
Mykonos
Por tercera vez en nuestro viaje, nos dejamos abordar por la gente que ofrecía un sitio donde dormir. Aquí queríamos quedarnos en la propia ciudad de Mykonos, capital de la isla, y finalmente aceptamos la oferta de una simpática señora que nos ofrecía una habitación con baño en su propio domicilio, en el centro de la ciudad, y nos prometió que era muy tranquila. Y en verdad el sitio cumplió todas las expectativas. Y por sólo 40 euros. Esta mujer fue la que nos comentó que en las islas griegas los meses de julio y agosto son temporada alta, y el resto temporada baja. De hecho, dijo que esa misma habitación la alquilaba por 120 euros en verano, y sólo por Internet, de manera que en esos meses no se acercaba al puerto a buscar inquilinos porque la tenía reservada de antemano.
![]() ![]() Una vez instalados, dimos un primer paseo por Mykonos. Esta isla, al igual que Santorini, ofrece unas imágenes realmente pintorescas: las calles de detrás del puerto, imposible orientarse en ellas; los cinco molinos de viento juntos; la zona de la Pequeña Venecia; los pelícanos deambulando por los sitios más insospechados; las magníficas vistas del atardecer…
![]() Comenzamos caminando hacia la zona de la Pequeña Venecia, suponemos que llamada así no tanto por tener canales, sino porque las casas están construidas sobre el mar. Después continuamos hasta llegar a los molinos de viento. Al llegar allí tuvimos nuestro primer encuentro con un pelícano. Estaba justo por donde queríamos pasar, y no sabíamos muy bien qué hacer para “sugerirle” que se apartara un poco. Al fin y al cabo, en el pico de ese animal cabe un brazo entero y parte del otro. Ahí andábamos nosotros con nuestras dudas, tratando de ser amables con el bicho para que se apartara (el cual, por supuesto, no nos hacía ni caso), hasta que llegó una nativa y empezó con mucha convicción a dar unas palmadas y a decir algo en griego. El pelícano, aunque hizo una especie de ademán como insinuando que no le gustaba que perturbasen su paz (al menos esa es la sensación que nos dio, no somos ornito-especialistas), no sabemos si porque entendió las palabras o qué, muy mansamente se apartó y dejo libre el camino. Tras esta curiosa experiencia pudimos finalmente disfrutar de la vista de la Pequeña Venecia desde la zona de los molinos de viento. ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() Después volvimos al centro para comer, y lo hicimos en un restaurante al aire libre, en el que comimos muy bien, aunque claramente más caro que en las dos islas anteriores. Después nos echamos una siestecita, y por la tarde salimos a pasear otro rato. Estuvimos dudando si alquilar una moto, como hicimos en Parikia, pero al final decidimos optar por dejar vía libre a la posibilidad de beber unas cervecitas en cualquier agradable terraza, y no tener que andar preocupados por el alcohol. Dimos un paseo más amplio que el matutino, llegando a sitios un poco más alejados, y callejeando por la zona del centro. Estuvimos un buen rato perdidos (aunque quién no lo estará por esa zona de calles estrechas todos muy parecidas entre sí) hasta que sin saber muy bien cómo, salimos a la calle que bordea el mar. Así pudimos orientarnos, y decidimos volver a la zona de la Pequeña Venecia, donde entramos en un bar llamado Sunset Bar, desde cuya terraza supusimos se podría contemplar el atardecer, como así fue. Estábamos agradablemente sentados en la terraza, bebiendo un cóctel y contemplando el atardecer, cuando aparecieron los señores norteamericanos que habíamos conocido esperando el ferry en Santorini. Estuvimos charlando un poco con ellos, pero se marcharon porque habían conocido a su vez a otra pareja que vivía en el mismo estado que ellos en USA, y habían quedado para cenar juntos. Así que nos quedamos contemplando el atardecer en Mykonos, que fue bastante bonito pero nos gustó más el de Oía en Santorini.
![]() ![]() Por la noche pudimos comprobar el ambiente que ha hecho de esta isla una de las más marchosas de las islas griegas (si no la que más). Y si había ese bullicio y animación en temporada baja, no podemos imaginar lo que debe ser en julio o agosto. Con razón dicen que la gente no va a Mykonos a de turismo, sino de fiesta. A la mañana siguiente compramos los billetes del ferry que nos llevaría de vuelta a Atenas, ya que al día siguiente teníamos un temprano vuelo con dirección a Rodas. Llegamos por la tarde a Atenas con el tiempo suficiente para dar una pequeña vuelta por la ciudad. En esta ocasión habíamos reservado un hotel cerca de la Plaza Syntagma, que es el centro de la ciudad, ya que desde allí salían los autobuses hacia el aeropuerto, y como nuestro vuelo salía a las cinco de la mañana, nos permitía tomar un autobús temprano sin tener que caminar mucho. ![]() Etapas 4 a 6, total 6
Rodas
Cuando aterrizamos en Rodas lo primero que hicimos fue alquilar un coche para los dos días que habíamos previsto estar ahí. Afortunadamente, a pesar de lo intempestivo de la hora, la oficina de alquiler de coche estaba abierta y no tuvimos ningún problema para conseguir uno. Comenzamos bajando hasta un pequeño pueblo llamado Lindos, que hemos de reconocer hizo honor a su nombre. Cuando llegamos y aparcamos el coche, las calles estaban desiertas. Estaba claro que la actividad en el pueblo y la llegada de turistas comenzaba más tarde. Eso nos permitió dar un agradable y solitario paseo por sus callejuelas. En cuanto encontramos un madrugador bar que estaba abierto, entramos a desayunar sin pensarlo. Después, continuamos paseando, contemplando lo que quedaba de un pequeño anfiteatro que había sobre una ladera de una colina, y haciendo tiempo porque hasta las nueve de la mañana no abrían la Acrópolis (o lo que queda de ella), situada en lo alto de una enorme roca. Según leímos en la guía, la ascensión hasta la Acrópolis se puede hacer en burro, pero a esas horas los pobres animales debían estar todavía durmiendo. Cuando llegamos a lo alto, después de subir una larga y empinada cuesta, pudimos visitarla prácticamente solos, y contemplar las bonitas vistas panorámicas que hay del pueblo desde allí. Cuando bajamos al pueblo el ambiente era completamente distinto. Los autobuses repletos de turistas comenzaban a llegar, las tiendas vendiendo recuerdos y artesanía típica estaban todas abiertas... El pueblo estaba despierto y listo para comenzar la rutina de un día más. Era el momento de marcharse. Fue toda una experiencia poder visitar Lindos sin gente.
![]() ![]() ![]() Volvimos al coche y pusimos dirección a Petaloudes, una zona en la que hay un parque natural que es el hábitat de una mariposa llamada “Callimorpha qyuadripunctareia”. Hicimos la visita sugerida por el parque, en el que seguimos un sendero que iba subiendo y bajando por una montaña y bordeando ríos y riachuelos. Tuvimos ocasión de disfrutar de la naturaleza y de observar las famosas mariposas, a pesar de la incomodidad de que numerosos turistas no muy respetuosos estuviesen constantemente dando palmadas para ver cómo volaban las susodichas, pues se encontraban generalmente posadas sobre los árboles, ya que al parecer se sienten atraídas por el aroma de su resina. Después decidimos que era el momento de ir a la ciudad de Rodas, capital de la isla. Una vez llegamos a la ciudad estuvimos dando alguna que otra vuelta más de la debida, hasta que conseguimos encontrar la ciudad antigua, y aparcamos el coche cerca de una de las puertas de la muralla que la rodea. Lo primero que hicimos una vez estuvimos en el interior de la muralla fue buscar alojamiento. Y no fue tarea fácil. En primer lugar porque no veíamos muchos hoteles, y en segundo porque los pocos alojamientos que encontrábamos estaban llenos. Finalmente dimos con una especie de casa de huéspedes, con un bonito jardín, en donde alquilaban habitaciones. El precio era muy superior al que nos habíamos acostumbrado durante nuestro viaje (75 euros) pero decidimos aceptarlo, en parte porque estaba muy cerca de donde habíamos dejado el coche, en parte porque no se nos estaba dando muy bien la búsqueda, y en parte porque el sitio tenía muy buena pinta. Además, los dueños eran una atípica y simpática pareja anglo-japonesa, que no sabemos muy bien qué pintaban en Rodas regentando un pequeño edificio como ese. La ciudad que se encuentra en el interior de la muralla es la típica ciudad medieval, con sus edificios representativos bastante bien conservados, sus calles adoquinadas, sus tiendas para turistas... Y es que los cruceros que navegan por esa zona del Mediterráneo tienen parada obligada en el puerto, que se encuentra junto a una de las puertas de entrada a la ciudad. Durante la tarde había auténticas riadas de turistas, pero según fue anocheciendo se fueron yendo hacia sus respectivos barcos, y la ciudad se quedó en calma. ![]() Esa tarde, mientras paseábamos, cayó una tormenta descomunal acompañada de un granizo enorme. Nosotros nos pusimos nuestros plásticos salvadores que guardamos desde que nos los regalaron durante nuestra visita a las cataratas del Niágara, y nos pusimos debajo de un toldo para esperar a que escampase, pues se trataba de la típica tormenta veraniega. Así estábamos cuando pasaron unos señores por delante de nosotros que se estaban mojando de lo lindo. En ese momento, la señora se percata de los plásticos tan majos que llevábamos puestos y le comenta al señor “¿dónde habrán comprado estos dos esos plásticos?”, a lo que nos quedamos mirando fijamente a la señora y le decimos “en Canadá”. La señora se ruborizó un poco y dijo un simple “ah”, porque sin duda pensaba que éramos turistas pero no seríamos españoles y no comprenderíamos lo que decía.
Una vez escampó, seguimos paseando hasta que la gente fue desapareciendo hacia sus barcos y la ciudad se quedó desconocida. Después fuimos a cenar a un sitio bastante cutre que nos recomendaron los dueños del alojamiento y que fue todo un descubrimiento. ![]() ![]() ![]() ![]() A la mañana siguiente nos dieron un desayuno auténticamente para campeones, tras lo cual nos despedimos de la simpática pareja. Seguimos dando una vuelta por Rodas, y fuimos hasta el puerto, estuvimos viendo los barcos que por ahí pululaban y viendo la ciudad amurallada desde el exterior.
Después de comer algo, y en nuestro camino hacia el aeropuerto hicimos una parada en la antigua Ialysos, de la que queda más bien poco: tan solo un monasterio y una capilla, ambos en buen estado, y una fortaleza en ruinas. A nuestra llegada al aeropuerto devolvimos el coche de alquiler y nos subimos al avión que nos llevó de vuelta a Atenas, donde íbamos a pernoctar en el tercer hotel distinto en menos de una semana. ![]() Etapas 4 a 6, total 6
Atenas
Esta vez el hotel lo habíamos reservado en el céntrico barrio de Monastiraki. La zona estaba muy bien, muy animada y llena de tiendas y de restaurantes, pero el hotel fue realmente cutre. Está visto que hay sitios en los que es mejor no escatimar euros en el alojamiento, y Atenas parece uno de esos sitios. En fin, como no teníamos previsto pasar demasiadas horas en el hotel (las estrictamente necesarias para dormir), decidimos ponernos en marcha. Fuimos a ver el atardecer a lo alto de la colina de Licabeto, para lo cual tuvimos que subir en funicular, desde donde se obtiene una vista verdaderamente amplia de toda la ciudad, y especialmente de la Acrópolis, que aunque está bastante alejada, al estar también sobre otra colina se puede contemplar perfectamente. Allí vimos como iba anocheciendo y como se iluminaba el Partenón. Al día siguiente, nada más levantarnos iniciamos nuestra visita a la capital helénica por la Acrópolis, como no podía ser de otra forma. En la Acrópolis se halla el Partenón, que aunque está un poco machacado por los avatares de la historia, deja entrever la importancia y magnitud que debió tener allá por el siglo V cuando fue construido. Cerca del Partenón se encuentra el Erecteion, donde están las famosas Cariátides, que son las estatuas que sujetan el pórtico con la cabeza. Las que se ven son una réplica, pero nosotros nos hicimos a la idea de que eran las originales y nos fuimos tan contentos.
![]() ![]() ![]() ![]() Desde la Acrópolis se tiene una buena panorámica del Teatro de Dioniso y del de Herodes Antico, ambos situados en la ladera derecha según se sube hasta el Partenón. En este último se celebran actuaciones de teatro, música y danza por las noches. También se puede ver el Templo de Zeus Olímpico, o más bien lo poco que queda de él. Se supone que era el mayor templo de Grecia y de hecho tardaron más de setecientos años en construirlo.
![]() Cuando nos cansamos de deambular por la zona, y de sortear los miles de turistas que, como nosotros, inundábamos la Acrópolis, nos encaminamos a la colina de Filopappos, situada frente a la entrada. Había un agradable camino entre árboles, y se llega hasta un punto en el que, en nuestra opinión, se obtiene la mejor y más espléndida vista del complejo de la Acrópolis, con el Teatro de Herodes Antico en primer plano y el Partenón dominando la estampa. Fue una vista sublime (se nos acabarían los adjetivos para describirlo).
![]() ![]() ![]() Cuando nos regocijamos lo suficiente con la panorámica, caminamos hasta el Ágora, donde vimos el Templo de Hefesto, que según leímos en la guía, es el templo dórico mejor conservado de Grecia.
Desde ahí seguimos caminando hasta el antes mencionado Templo de Zeus Olímpico, donde pudimos observar más de cerca las pocas columnas que todavía quedan en pie, y continuamos hasta el Estadio Panateneo, o Estadio Olímpico, pues en él se celebraron, en 1896, los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna. El estadio está construido en mármol y tiene capacidad para 50.000 personas, algo que parece increíble pues no parece que sea tan grande como para poder albergar tanta gente. A la derecha de la valla desde la que se ve el estadio hay unas placas conmemorativas hechas de mármol en las que están grabados (en griego, por supuesto) los nombres de todas las ciudades que han albergado unos Juegos Olímpicos, junto con las fechas en que se celebraron (aunque en el momento en que fuimos no estaba muy actualizado, ya que habían grabado sólo hasta Atenas 2004). En otro mármol estaban los nombres de los Presidentes del Comité Olímpico Internacional (COI) y las fechas de sus respectivos mandatos. ![]() ![]() ![]() ![]() Tras esto marchamos al barrio de Plaka, famoso por sus callejuelas adoquinadas y empinadas (se encuentra en una ladera de la colina donde está la Acrópolis), por sus bares y restaurantes, y por sus tiendas de recuerdos. Allí aprovechamos para comer en el típico sitio plagado de turistas, aunque la calidad nos pareció bastante buena, y después nos tomamos un café frappé en un bar muy ameno.
Tras recobrar fuerzas continuamos nuestra visita por la Atenas romana, donde vimos el Ágora y la Torre de los Vientos. De ahí nos fuimos a la plaza Syntagma, donde visitamos el Parlamento, en cuya entrada había dos garitas con sendos guardias vestidos con falda y zapatos con pompones, en lo que suponemos será el traje típico. A su lado se encuentra el hotel Grande Bretagne, famoso porque fue el cuartel general de los nazis durante la segunda guerra mundial y escenario de un atentado contra Churchill en la nochebuena de 1944 (no estamos tan puestos en historia como pudiera parecer: estos datos los hemos sacado de la guía, pero los plasmamos aquí porque nos parecen bastante curiosos). A esas horas ya empezaba a anochecer, y aunque nuestros pies nos pedían una tregua, decidimos volver hasta la colina de Filopappos, para grabar en nuestra retina una última vez la impresionante vista de la Acrópolis, esta vez iluminada. ![]() Después nos fuimos al barrio de Monastiraki, donde teníamos el hotel, y donde tomamos nuestra última cena griega, regada por nuestra amada cerveza Mythos.
Al día siguiente cogimos un autobús en la plaza Syntagma que nos llevó al aeropuerto, donde nos subimos al avión que nos trajo de vuelta al hogar. Para ser un viaje improvisado, nos quedó bastante apañado y desde luego disfrutamos de lo lindo. TODOS NUESTROS VIAJES EN NUESTRA PÁGINA WEB Etapas 4 a 6, total 6
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