![]() ![]() Nueva York y Washington DC ✏️ Blogs de USA
Diario del viaje realizado en mayo de 2009 a Nueva York y Washington DCAutor: Lou83 Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.8 (27 Votos) Índice del Diario: Nueva York y Washington DC
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Etapas 4 a 6, total 8
Nuestro periplo estadounidense da un giro radical en su cuarto día. Para mi pareja y para mi comienza una etapa nueva, desconocida de las vacaciones. Para mi cuñado, empieza el viaje de verdad, ya que es una persona acostumbrada a visitar una sola ciudad durante mucho tiempo. Para mi suegro todo sigue siendo una novedad, por lo que el día de hoy no era más que una etapa más en la aventura en la que le habían metido sus dos hijos y su yerno.
Tan solo unos minutos después de despertarnos, el grupo ya se divide. Mi pareja y su padre se quedan en el hotel bajando el equipaje hasta recepción y tramitando nuestra salida. Mi cuñado y yo, por otra parte, cogemos un desayuno itinerante en un Starbucks y paseamos durante cinco calles al norte, hasta el cruce de la calle 50 con Lexington Avenue. Allí nos espera una de las oficinas de National Car, una de las empresas de alquiler de coches más económicas que pudimos encontrar. Pasamos en la cola de espera más tiempo del que esperábamos por la poca cantidad de gente ya presente cuando llegamos. Cuando llega nuestro turno, todo marcha como la seda. Por algun extraño motivo, estábamos convencidos de que algun "pero" nos íbamos a encontrar, pero no ocurrió nada fuera de lo habitual. Nos confirmaron que nuestra reserva incluía una cobertura total ante colisiones, y que podíamos devolver el vehículo a cualquier hora gracias al servicio de Parking de 24 horas. Tras los trámites, bajamos hasta el aparcamiento y un empleado nos trae nuestro medio de transporte para los próximos 3 días. Tal y como solicitamos, un Chevrolet Impala, considerado coche de la categoría "Fullsize", en el límite entre las categorías más modestas y las de lujo. Color rojo, y matrícula de Massachussets. Una vez acomodados y con el GPS que traíamos de casa debidamente instalado, mi cuñado hace gala de todo su potencial: en menos de un minuto ya está circulando por las calles de Manhattan como si llevara toda la vida haciéndolo. En realidad, se podría decir que efectivamente lleva toda la vida al volante: un profesional del transporte con más de un millón de kilómetros a sus espaldas repartidos entre autocares, utilitarios, taxis, coches de lujo, etc. ![]() Tras cruzar Park Avenue y disfrutar de la vista más frontal posible del Edificio Metlife, llegamos a la puerta principal del Hotel Roosevelt. Allí todo ha sido según lo previsto y los otros dos miembros del equipo están esperando a nuestra llegada. Con los cuatro listos para la carretera, ponemos rumbo a Washington DC. Salimos de Manhattan a través del Lincoln Tunnel, el más cercano a la bahía de los que cruzan por debajo el Hudson River. Al otro lado del túnel ya nos espera Nueva Jersey, que sería nuestro acompañante durante alrededor de 110 millas, unos 180 kilómetros. Antes de pasar a otro estado, hacemos una primera parada en la típica estación de servicio, cuya extensión es casi la de un centro comercial en España. ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() La siguiente etapa en carretera es la más amena de todas, gracias a los eventuales cambios de estados y a bordear algunos nombres conocidos. Algo que no esperábamos es entrar en el estado de Delaware, conocido como "The First State" (El Primer Estado) gracias a ser el primero que reconoció la Constitución de los Estados Unidos. En realidad fue un paso casi anecdótico, ya que apenas rodamos sobre él los 7 kilómetros necesarios para cruzar el Delaware Memorial Bridge y pagar su peaje. El Delaware Memorial Bridge es un doble puente colgante de vastas dimensiones que atraviesa el Delaware River. Dedicado a las víctimas de Nueva Jersey y Delaware en la Segunda Guerra Mundial, la guerra de Corea y la de Vietnam, es reconocido por las autoridades de Delaware como "el doble puente colgando más largo del mundo", y si no tienen razón no deben andar lejos. La intensidad del viento mientras se cruza a unos 100 kilómetros por hora es tal que apenas puedes respirar al sacar la cabeza por la ventanilla para tomar una fotografía. ![]() ![]() Llegamos tras el peaje al estado de Maryland, protagonista de los siguientes 100 kilómetros. Han pasado ya unas 5 horas desde que salimos de Nueva York, ya que a los límites de velocidad (por debajo de los de España) se suma la no excesiva prisa y varias paradas por el camino. Llega la hora de comer y, más por no saber si más adelante podríamos parar que por hambre, pasamos por otra estación de servicio. Hubiéramos preferido poder detenernos en pueblos, pero al circular por interestatales no podemos abandonar la ruta sin pasar por un peaje de salida. ![]() ![]() Tras pasar bordeando la ciudad de Baltimore, todavía con restos de un batido hipervitaminado con más de 10 tipos de fruta que mi pareja compró en la anterior parada, tomamos ya las indicaciones hacia el Distrito de Columbia. Son ya las cinco de la tarde cuando vemos en el horizonte el obelisco del Monumento a Washington, y posteriormente el Capitolio asoma entre las primeras calles de Washington DC. ![]() Nuestro destino final es un hotel situado en la frontera entre Columbia y Virginia, y el itinerario del GPS nos hace pasar por pleno corazón de la capital estadounidense. Empezamos a notar un ajetreo mayor del esperado, incluso para un sábado del mes de mayo. El Memorial Day está llevando montones de turistas nacionales a la capital del país, que celebrará numerosos actos en recuerdo de las víctimas en guerra. En lo que respecta a reservas de hotel fuera de Nueva York, nos relajamos creyendo que no habría problemas por encontrar habitaciones disponibles, pero ahora empezamos a temer por nuestro plan inicial. El viaje que nos obsequia el GPS nos permite ver desde la ventanilla los jardines entre el Washington Memorial y La Casa Blanca. A cambio, retrasa demasiado nuestra llegada al hotel para dejar el coche, que habíamos estimado a primera hora de la tarde. Finalmente abandonamos Washington DC y, rodeando el Pentágono, el Cementerio de Arlington y el monumento de Iwo Jima, alcanzamos el Best Western de Arlington. Nuestros malos presagios se cumplen, y el hotel está completo. Su ubicación estratégica, fuera de los altos costes y la inseguridad nocturna de Washington pero a tira de piedra en metro, lo hace una opción muy apetecible para los asistentes al Memorial Day. Gracias a la hospitalidad del personal de recepción contactamos por teléfono con nuestra segunda opción, un hotel de la misma cadena situado en Alexandria, a unos 15 minutos de carretera. ![]() Tramitamos la reserva todavía desde Arlington, pero miramos el reloj y nos vemos obligados a cambiar de planes. Si seguimos con la estrategia de dejar el coche en el hotel y desplazarse hasta la capital en metro, las idas y venidas nos dejarán en la ciudad pasadas las 8 de la noche, con muy poco tiempo para una primera toma de contacto. Decidimos por lo tanto aparcar el coche cerca de la estación de metro de Rosslyn, todavía en Virginia, aprovechando que los parkímetros dejan de estar operativos en sábado a partir del mediodía. Entramos por primera vez en el Metrorail, la red metropolitana que conecta Washington DC, Maryland y Virginia. Sus instalaciones merecerían un artículo entero para ellas solas. Empezando por la arquitectura de todas las estaciones, con unos materiales y una pobre iluminación más cercana a lo que se espera de un búnker que de una estación. En realidad, no es algo tan descabellado: toda la red de metro parece diseñada con la intención de servir de refugio a toda la ciudad en caso de un ataque a ésta. Teniendo en cuenta que su inauguración tuvo lugar en 1976, no sería de extrañar que en su concepción los ingenieros y políticos tuviera muy presente la Guerra Fría contra Rusia. ![]() ![]() No es menos extravagante la forma de utilizar el metro para realizar un trayecto sencillo. Dejando de lado bonos de varios viajes que no nos interesaban para nuestro propósito, el modo de obtener un billete sencillo desde el punto A hasta el punto B es observando una tabla disponible en todas las estaciones indicando el importe para llegar a cada estación de la red. Posteriormente, se indica en las máquinas expendedoras la cantidad por la que estás interesado mediante unos botones de subir y bajar centávos, y finalmente obtienes el billete de metro que tanto sudor y esfuerzo te ha costado conseguir. Cuando finalmente embarcamos en uno de sus vagones, confirmamos una de las leyendas que habíamos leído en experiencias de otros internautas: el Metro de Washington... está enmoquetado. Creíamos que se referían a las estaciones, pero en realidad es el piso de los vagones el que está cubierto de una silenciosa moqueta roja. En alrededor de 15 minutos el tren recorre el trayecto desde la estación de Rosslyn hasta la de Metro Center, una de las principales de la capital. Al salir a la superfície nos encontramos a pocos metros de la esquina noreste de La Casa Blanca. Ante nosotros una de las vías principales, Pennsylvania Avenue, se extiende hacia el sureste para desembocar en un Capitolio blanco y brillante. ![]() Tras dar un paseo rodeados por edificios gubernamentales, alcanzamos finalmente el punto más cercano a la fachada de La Casa Blanca. La pequeña area de asfalto que separa los jardines de la residencia de los Obama y los jardines de The Elipse está atestada de gente que no para de fotografiarse con una de las construcciones modernas más famosas del mundo. Mientras tanto, el Marine One, el helicóptero presidencial, se exhibe repitiendo una y otra vez el trayecto entre los jardines de la Casa Blanca y el Monumento a Washington. ![]() ![]() Agobiados por el tumulto, nos alejamos de La Casa Blanca dirigiéndonos al enorme obelisco. Si bien existe la posibilidad de acceder por pequeños grupos a lo alto de la construcción, la lista de espera ya era lo suficientemente larga meses atrás para no ser una opción viable para nosotros. De todas formas, encontramos una alternativa que disfrutaríamos la mañana del día siguiente. ![]() Llegamos a lo alto de la pequeña colina sobre la que se eleva el Washington Memorial, en una plaza rodeada de banderas norteamericanas. Desde este punto es posible divisar los principales puntos de interés de la capital sin dar un solo paso. Hacia el norte, La Casa Blanca se aprecia mucho mejor que desde la verja que limita su acceso. Al este, el Capitolio, visible desde los cimientos hasta la cúpula. Al sur, el monumento a Thomas Jefferson, con su enorme lago desgraciadamente oculto por los árboles. Al oeste se extienden los Constitucion Gardens (con su característica piscina alargada) para llegar hasta el Monumento a Lincoln, en cuyo interior espera una enorme estatua del primer presidente repúblicano de los Estados Unidos. Y mirando hacia las estrellas, la cima del obelisco del Monumento a George Washington. La esencia de Washington DC en todas direcciones. ![]() ![]() ![]() Alcanzando las 9 de la noche y satisfechos por haber salvado la tarde pese a los retrasos, tomamos el camino hacia el metro con la esperanza de encontrar antes un sitio para cenar. Terminamos caminando por Pennsylvania Avenue, pasando frente a la Vieja Oficina de Correos y el Edificio J. Edgar Hoover, más conocido como el Cuartel General del FBI. Precisamente cerca de allí, nos decidimos finalmente por un restaurante de una categoría un poco mayor de lo que esperábamos encontrar. Es un local especializado en mariscos, pero que incluye entre su carta unas hamburguesas de cangrejo, formando nuestra elección junto a una ensalada. ![]() Nos atiende un hombre camino de los 30 años, de color y un acento que no nos parece exactamente americano. Así era, ya que acaba presentándose como un francés que abandonó París hace unos años. Mi cuñado y mi suegro charlan con él, aprovechando que vivieron en Francia durante varios años. Tras una cena aceptable, tomamos la estación de metro frente al edificio del Archivo Nacional. Otra vez escaleras mecánicas eternas, enormes bloques de hormigón formando las paredes ovaladas, y una iluminación escasa. Recuperamos nuestro coche, y tomamos el camino a Alexandria. Pasadas las 11 de la noche aparcamos en el Best Western Old Colony Inn. Una vez dentro, lamentamos llegar sin tiempo más que para dormir y marcharnos al día siguiente. El hotel ofrece un sinfin de comodidades por solo 100 dólares la noche y habitación. Pequeña cocina con todo tipo de artículos a disposición de los huespedes, gimnasio, jacuzzi... Nuestras dos habitaciones están comunicadas por una segunda puerta, por lo que la sensación es la de tener alquilado un apartamento a pie de carretera. Llega la medianoche cuando las luces se apagan y dan paso al día siguiente. Etapas 4 a 6, total 8
Amanece en Alexandria, una ciudad de 140.000 habitantes justo en el límite entre el Estado de Virginia y el Distrito de Columbia, con el que limita a través del río Potomac.
Tras una buenísima primera impresión la noche anterior, comprobando a contrarreloj las prestaciones del hotel sin nada más en mente que caer redondos en la cama, durante la mañana confirmamos que hemos acertado en la elección. Habitaciones de dimensiones más que suficientes, limpias, bien equipadas, conexión a Internet gratuita, cercanía del personal del hotel. ![]() ![]() ![]() Bajamos al comedor antes de que termine el horario de desayunos y las sensaciones no hacen más que mejorar. Una mesa alargada cubre todo un fondo con artículos de repostería, cafés, zumos, cereales, incluso una plancha para hacer gofres y todos los ingredientes necesarios. Como en lo que respecta a Washington vamos muy perdidos en el ámbito gastronómico, aprovechamos el desayuno incluído con la reserva por si llegado el momento no encontramos ningún local que sacie nuestro apetito. Decidiendo relajar la tensión por llegar en hora a todas partes, desayunamos y nos preparamos tranquilamente, hasta abandonar el hotel a las 11 de la mañana. El servicio de transporte gratuito que ofrece el hotel hace cambiar nuestros planes iniciales de desplazaranos en coche. En su lugar dejamos el Impala con todo nuestro equipaje en el aparcamiento para clientes, y una furgoneta nos lleva hasta la estación de metro más cercana, además de un número para contactar de nuevo con el chófer a nuestro regreso, todo ello de forma gratuita. Todo ello en un momento en el que ya no seremos clientes del hotel, pasadas las 12 del mediodía. ![]() ![]() La furgoneta nos deja en la estación de Braddock Road, la última disponible en Alexandria. Lamentando no disponer de más tiempo para disfrutar de una ciudad que hasta el momento parece encantadora, nos subimos al vagón para volver al núcleo de Washington DC. ![]() Bordeamos por la superfície el Aeropuerto Internacional Ronald Reagan, cruzamos los túneles subterráneos del Pentágono, pasamos de largo en el Cementerio de Arlington, y tras varias paradas llegamos a Federal Triangle. A pocos metros, en una Pennsylvania Avenue que horas antes habíamos recorrido de noche, se levanta el Old Post Office Pavillion, lo que en otra época fue la oficina central de correos. ![]() ![]() ![]() Damos una vuelta completa a la manzana buscando un acceso abierto, ya que deberíamos poder acceder ya a su anterior y sin embargo todas las entradas parecen cerradas. Es una vuelta muy grande, y cuando volvemos al punto de inicio se ha formado una cola en las escaleras principales, presumiblemente para acceder al interior. Al fin se abren las puertas, y dentro nos esperan decenas de terrazas, tiendas de souvenirs y locales de restauración en lo que antaño debieron ser ventanillas y almacenes con todo el tráfico postal de la zona. En una de las esquinas, debidamente indicado está el ascensor para acceder a la Torre de Correos. ![]() La Old Post Office Tower es la alternativa para aquellos que quieren disfrutar de Washington DC desde las alturas, pero no han llegado a tiempo para reservar acceso al Monumento de Washington. Con un acceso totalmente gratuito, sus casi 100 metros de altura permiten divisar gran parte de los puntos de interés de la capital. Uno de los mejor ubicados es el Capitolio, íntegramente visible allí donde termina Pennsylvania Avenue. Antes, la fragmentada fachada del Cuartel General del FBI se percibe mucho mejor que desde pie de calle. Al otro lado, el omnipresente Monumento de Washington está rodeado de un entramado verde en el que se insinúan los monumentos a Jefferson y Lincoln, así como la Casa Blanca oculta tras varios edificios. A los pies del mirador se extiende el Ronald Reagan Building, hogar de varios departamentos gubernamentales. ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() Tras pasar alrededor de media hora en la Torre de Correos, volvemos al nivel de calle para tomar rumbo al sur. Cruzamos con esfuerzo la Constitution Avenue, cortada toda la mañana al tráfico debido a un desfile de moteros con motivo del Memorial Day. El ambiente es festivo, pero no más que un domingo cualquiera. Parece que los que mejor se lo pasan son los propios moteros, y un armario empotrado de color y con cojera que no dejaba de repetir "Thank you! Thank you!" a cada moto que pasaba, apretando el hombro de decenas de cazadoras de cuero a cada minuto. ![]() ![]() Por fin conseguimos aprovechar una brecha entre motos para pasar al otro lado de la avenida, y cuando alcanzamos los parques del National Mall, empieza a dislumbrarse la fachada de nuestro próximo destino. El principal motivo por el que mi cuñado dijo sí a este viaje fue visitar el Smithsonian Museum of Air & Space, uno de los más populares museos decidados a la aviación y la astronomía. ![]() ![]() La recepción del museo representa la mejor bienvenida posible. Enormes cabinas de aviones clásicos colgando del techo, cohetes que parecen listos para elevarse hasta el cielo, los primeros modelos de aeronaves que se utilizaron para poner a astronautas en órbita. Todos los progresos tanto estadounidenses como soviéticos concentrados en una extensión de varios cientos de metros cuadrados. ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() Mi cuñado no tarda en perderse entre las salas disponibles, no tan excesivas como en algunos museos más universales, pero suficientes para invertir varias horas empapándose de ciencia. Salas dedicadas a las misiones Apollo, a las estaciones espaciales, a los primeros vuelos de los Hermanos Wright. Mi pareja y mi suegro deciden quedarse sentados frente a una recreación de las pruebas de acomplamiento entre un módulo Apollo y otro Soyuz. Yo temo desperdiciar un tiempo precioso en el que me gustaría visitar un par de lugares más, y decidimos dividirnos. Cuando ellos hayan terminado en el museo, me avisarán por teléfono y nos reencontraremos en la estación de Alexandria, pensando ya en el regreso al Este. Tomo el metro en la estación de L'Enfant Plaza y una frecuencia menor de la deseada provoca que pase casi una hora hasta que llego al Cementerio de Arlington. Al salir a la superfície, la tarde se antoja mucho más interesante. A pocos metros, una verja me separa de las enormes extensiones de césped plagadas de lápidas en memoria de los caídos en guerra. Al otro lado de la carretera, el Arlington Memorial Bridge me separa del Monumento a Lincoln, con Abraham esperándome en su interior. Pero apenas camino cien metros, y la emoción desaparece. Mi teléfono comienza a sonar y debo tomar el camino hacia Alexandria, por el bien de todos teniendo en cuenta los kilómetros que debemos recorrer en lo que queda de día. ![]() Me despido a lo lejos de Lincoln y de los caídos, y vuelvo a los túneles del metro. Nos reencontramos en Braddock Road, y allí la misma furgoneta nos devuelve a la entrada del Best Western Old Colony Inn. Nos acomodamos, configuramos el GPS y ya volvemos a estar en carretera. Pasan las cinco y media de la tarde ![]() Los primeros kilómetros no son en dirección a nuestro destino, ya que no queremos desperdiciar la oportunidad de visitar un sitio... diferente. A menos de quince minutos en dirección norte, acompañando por el oeste al Potomac River, se encuentra el pueblo de Langley. No es un lugar conocido por ningun acontecimiento especial, o por ver nacer a alguna celebridad. En Langley se encuentra el Cuartel General de la CIA, y lo más cerca que estamos de comprobarlo es un cartel que así parece indicarlo justo antes de un paso con barrera debidamente vigilado. ![]() ![]() Satisfecha nuestra curiosidad, paramos a repostar y ahora si ponemos rumbo al este. No volvemos a Manhattan, aunque así podría parecerlo durante gran parte del camino. Tras casi seis horas de viaje y con varias paradas a nuestras espaldas -la última de ellas en una lúgubre gasolinera en la que solo quedaban camioneros durmiendo en sus cabinas-, llegamos al hotel Best Western Inn at Hunt's Landing en el distrito de Matamoras, en Pennsylvania. A un tiro de piedra tenemos los estados de Nueva Jersey y Nueva York. ![]() ![]() ![]() Más cerca de la una que de las doce de la noche, la llegada al hotel es similar a la de la noche anterior, sin tiempo para disfrutar de lo que nos rodeaba. Afortunadamente, la agenda para mañana no es nada apretada y es más que probable que al despertar tengamos tiempo de sobra. Dormimos a unos 60 kilómetros de Woodbury Common Premium Outlet, el paraíso de las compras que nos mantendrá ocupados durante todo el día siguiente. Etapas 4 a 6, total 8
Pasadas las 9 de la mañana empezamos nuestro sexto día desde que despegamos de Mallorca. Ya estamos encarando el tramo final de nuestro viaje, y no queda mucho más pendiente de visitar en nuestra planificación.
El día empieza en un hotel del que no sabemos prácticamente nada. La hora a la que llegamos ayer, tras varias horas de carretera, y con un notable cansancio acumulado, no invitaba a perderse por las instalaciones para saber dónde nos albergábamos, yendo directos desde la recepción hasta las camas de nuestras habitaciones. Ahora era el momento de saber qué nos ofrecía el Best Western Inn at Hunt's Landing, situado casi en el cruce exacto entre los estados de Pennsylvania, Nueva Jersey y Nueva York. La primera sorpresa nos la depara la ventana cuando apartamos la cortina. Aunque un árbol se interponga, entre sus ramas podemos adivinar una estampa relajante, con un estanque rodeado de césped y ni un solo edificio hasta donde llega la vista. ![]() Tras ducharnos y dejar todo listo para abandonar la habitación, bajamos al comedor antes de que termine el horario de desayunos. Allí nos espera una imagen similar a la de mañana anterior, quizás con algo menos de surtido para escoger entre bollería, cereales y otros alimentos. En cambio, la reserva de este hotel incluye, además de acceso a la barra de buffet, un desayuno continental a elegir entre varias opciones. Todas las posibilidades suenan a "creo que hoy no voy a comer al mediodía", incluyendo huevos, tortillas, tostadas, bacon, etc. Pedimos nuestros desayunos y disfrutamos durante media hora de él, observando mientras tanto a los ventanales que apuntan al estanque. Incluso el café parece saber mejor, pese a seguir arrastrando ese hábito americano de mezclarlo con algo parecido a la leche, pero que no es leche. ![]() ![]() Tras el desayuno, no podemos resistir la curiosidad y salimos al exterior. La ventana no engañaba, y los jardines del hotel son increíbles. Patos, topos, incluso algún ciervo a lo lejos, dan la bienvenida a los huéspedes, en su mayoría matrimonios de avanzada edad que pretenden alejarse del bullicio de las ciudades. ![]() ![]() ![]() Atravesamos un camino entre la fachada del hotel y el estanque, hasta llegar a una piscina cubierta en la que varios niños ya están arrugados del rato que llevan allí. Al igual que en el anterior Best Western, lamentamos no disponer de margen para disfrutar más a fondo del hotel. Nunca he sido muy partidario de planificar vacaciones en las que el hotel es un fin y no un medio, pero con sitios como éste empiezo a verlo justificado. Quedan pocos minutos para las 11 cuando volvemos a guardar nuestro equipaje en el maletero del Chevrolet Impala. Hace una hora que abrió el centro comercial al que nos dirigimos, pero ha valido la pena a cambio de descansar un poco más y disfrutar del hotel. Ahora si, arrancamos el motor y ponemos rumbo hacia el este, dispuestos a recorrer unos 60 km que nos parecen irrisorios tras todo lo que llevamos recorrido. ![]() ![]() A las 11:30 llegamos a Woodbury Common Premium Outlet. Considerado por algunas listas como el segundo outlet (algo así como "centro comercial de descuento") más recomendable del mundo, se trata de nuestra segunda visita en menos de un año. La ocasión anterior aguantamos hasta la hora del cierre, cargados con una maleta llena de calzado, pantalones, camisas y camisetas. A pesar de existir un debate entre partidarios de llegar hasta aquí y defensores de permanecer en Manhattan y ir comprando durante su estancia en la ciudad, nosotros lo tenemos claro. A cambio de invertir un día en visitar el centro comercial, el resto del viaje nuestra preocupación por aprovechar los precios económicos es menor, permitiéndonos estar más centrados en visitar los lugares. Además, tener todas las marcas que te interesan concentradas en un pequeño poblado artificial te ahorra tener que buscarlas una a una. Por no hablar de los precios, que aquí son todavía más baratos y con la posibilidad de disfrutar de descuentos gracias a un talonario que te entregan por darte de alta gratuitamente en su web. ![]() ![]() ![]() ![]() Tras visitar la oficina de información para conseguir nuestros descuentos, comenzamos el itinerario que tenemos marcado para tener tiempo de visitar todo lo que pretendemos. A modo de resumen, estos son algunos de los precios que nos encontramos: Tommy Hilfiger: camisetas, camisas, polos y jerseys de hombre y mujer entre 15 y 20 dólares, pantalones tejanos por 25 dólares, bañadores por 20 dólares. Levis & Dockers: tejanos por 30 dólares, camisas y camisetas entre 10 y 15 dólares. Aerosoles: zapatos por 35 dólares. Nike: pantalones de deporte por 10 dólares, calzado deportivo por 50 dólares. Skechers: calzado informal por 40 dólares. Adidas: camisetas entre 5 y 20 dólares, sudaderas por 25, calzado deportivo por 50 dólares. DKNY Jeans: camisetas por 16 dólares. Converse: calzado de la marca entre 20 y 30 dólares. Perry Ellis: camisas por 24 dólares. Calvin Klein: cinturón de mujer por 20 dólares. Carter's: ropa infantil de todo tipo siempre por debajo de los 15 dólares. Polo Ralph Lauren: Camisas y camisetas por 10 dólares. Mi pareja y yo dedicamos todo el día, desde nuestra llegada a las 11 de la mañana hasta el cierre a las 9 de la noche, a visitar todas y cada una de esas tiendas cargando periódicamente las bolsas en el maletero del coche. Mi suegro y mi cuñado, tras visitar solo un par de tiendas, deciden separarse y visitar Central Valley, el pueblo más cercano. Solo hacemos una parada para reencontrarnos al mediodía, a la hora de la comida. El centro comercial dispone del "Salón de la comida" donde se concentran varios locales de restauración. Pero hay uno de ellos que está separado de la zona. Se trata de AppleBee's. AppleBee's es una franquicia con locales repartidos por todo el país. Se caracteriza por una buena carta de comida americana y una ambientación agradable y familiar. Probablemente sea el sitio donde mejor hemos comido tanto en éste viaje como en el anterior. ![]() ![]() Como suele ocurrir, al entrar en el local damos nuestras señas y esperamos durante unos 20 minutos a que quede un sitio disponible para nosotros. Durante la espera, voy anotando en un papel lo que vamos a pedir. Cuando llegamos a nuestra mesa y entregamos el papel a la camarera (alta, rubia con coleta, piel muy pálida, como una animadora con 10 años más a las espaldas), nos la hemos ganado para el resto de la jornada. Pedimos como entrantes unos nachos espectaculares y una bandeja de aros de cebolla para los cuatro. Para cada uno, nos decidimos entre varias carnes y hamburguesas. Yo me decanto por una ensalada de búfalo, la ensalada por aquello de variar un poco y el búfalo por lo de probar especialides autóctonas. Está increíble, saciando más que muchos platos a priori más "densos". ![]() Pedimos postres, seguimos bromeando con la camarera y finalmente pagamos 93 dólares por toda la comida. Un precio razonable (unos 20 euros por cabeza), teniendo en cuenta que no parece que vayamos a tener apetito durante tres días. A las 9 de la noche, con la mitad de los locales ya cerrados y la otra mitad echando el cierre, volvemos a reencontrarnos en el aparcamiento, nosotros dos cargando con las últimas bolsas del día. Demoramos un poco nuestra salida, esperando que el parking vaya quedando desierto y con la esperanza de no coincidir en carretera con todos los neoyorkinos que vuelven a casa tras un fin de semana de tres días. ![]() ![]() ![]() ![]() A las nueve y media pasamos por el peaje de salida de Woodbury, y en menos de una hora nos sorprenden las primeras luces de la gran ciudad. A través del puente de George Washington nos encontramos con la silueta de Harlem, destacando los neones del estadio de béisbol de los New York Yankees. Bajamos hacia el sur por el lado oeste de Manhattan, hasta adentrarnos bajo tierra y cruzarla de lado a lado para aparecer junto al East River. Viendo a nuestra izquierda la Roosevelt Island que pisamos hace pocos días, volvemos a emerger en la superfície alrededor de la calle 50. Dejamos a mi pareja y su padre en el hotel (de nuevo el Roosevelt) para ir tramitando la entrada y subir el equipaje, y mientras tanto mi cuñado y yo volvemos hacia el garaje de National para entregar el coche. ![]() ![]() Dos empleados latinos comienzan a revisar el vehículo, y observan una pequeña rozadura en la puerta del acompañante delantero. Mi cuñado asegura que ya estaba allí cuando se nos entregó (yo, sinceramente, no me fijé), y ellos parecen no preocuparse demasiado. De todas formas, el coche estaba asegurado contra cualquier problema de ese tipo, por lo que seguramente sea un formalismo para poder justificarse a la hora de llevarlo al chapista. Poniendo fin a nuestros días motorizados, descendemos a pie las 5 calles que separan el garaje del hotel. Allí los otros dos miembros del equipo ya han subido todo el equipaje, por lo que no queda mucho más por hacer. Obtengo un pase de 24 horas a Internet por 15 dólares para poder navegar y comprobar el correo, además de algunos datos de cara a nuestra agenda de mañana. Alrededor de las 12, apagamos las luces, de nuevo en Nueva York. Etapas 4 a 6, total 8
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