![]() ![]() Vacaciones en el Iberostar Grand Hotel Paraiso en Riviera Maya 2012 ✏️ Blogs de Mexico
Vacaciones en el Iberostar Grand Hotel Paraiso en Riviera Maya 2012Autor: Lou83 Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.7 (21 Votos) Índice del Diario: Vacaciones en el Iberostar Grand Hotel Paraiso en Riviera Maya 2012
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Etapas 7 a 9, total 11
¡Sale el sol! Las 7 de la mañana son en esta ocasión mucho más luminosas, y un cielo abierto nos recibe al abrir las cortinas de la habitación. Las piscinas no abren hasta las 8:00, pero desde la terraza vemos que no somos los únicos que ansiábamos el calor desde primera hora: ya hay alguien metido en la piscina tranquila.
Pero tras la de arena, llega la de cal. En su ronda matutina L confirma que el día 1 de julio pasará a trabajar 2,5 horas más a la semana y que, además, se ha suprimido un premio de 5 días extra de vacaciones a los que optaba por haber realizado y presumiblemente superado un curso. El desayuno empieza con dos de esos detalles insignificantes pero que no deberían ocurrir en un supuesto hotel de gran categoría. La jarra de leche que nos sirven junto al café está fría, y el queso de uno de los cruasanes mixtos que vemos al pasar por la barra empieza a mostrar motas verdes. Mientras hago un recorrido en video de toda la oferta para desayunar, la cámara me muestra por primera vez en su historia el mensaje "Tarjeta de memoria llena". Se me fue la mano grabando videos del Rock Show hace un par de noches. Me veo obligado a pasar por la habitación para descargar el contenido de la cámara al ordenador, y aprovecho para dejar una nota preguntando si sería posible tener algo de champán en el minibar. Salimos hacia la playa no sin antes hacer una pequeña parada en las terrazas junto a los restaurantes de la planta superior, el Haiku y el Toni's. Desde aquí, donde ayer parecían estar grabando una entrevista para televisión, las vistas a la piscina principal y su enlace con el mar son inmejorables. Bajo nuestros pies aparecen, otra vez, los Señores Heineken. ![]() ![]() Parada de rigor en el mostrador junto a la piscina para coger toallas y colchoneta inflable. La bandera amarilla sustituye a la roja, que es con la que siempre parecemos empezar el día. Sin embargo, las olas no parecen tener intención de mermar y la colchoneta en el mar sigue siendo una aventura. ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() Ya bañados preferimos pasar directamente a la piscina en lugar de tumbarnos en la playa. Lo que nos interesa del Caribe es remojarnos, pero para achicharrarnos al sol preferimos la comodidad y falta de arena de una construcción artificial. Cae el primer latigazo, que para L es un daiquiri de fresa y plátano que parece llevar un extra de ron y para mi un Baileys granizado, tras comprobar que la horchata no está entre todas esas botellas que tienen en el bar. Avanza la mañana y la piscina principal sigue mostrando un aspecto muy tranquilo, con poca gente. Suena por el hilo musical una versión jazz de Live and let die de Guns'N'Roses. Parece que los discos de Vintage Café no son una tendencia solo en The Royal Suites. El sol ha vuelto con tanta fuerza que tras 15 minutos tumbado boca abajo podría hacer una tortilla sobre mi espalda. Parece que esté sudando aceite. Son las 11:00 cuando empieza el jaleo en la piscina principal en forma de música estridente y animación, así que es el momento perfecto para hacer el traslado a la piscina tranquila. En la retirada me engancha un animador que me anuncia que el concurso de hoy es chutando un balón de fútbol. Charlo con él un rato: se llama Eder Alberto y resulta que hace 3 semanas estuvo en Ses Covetes, a 40 kilómetros de mi casa. Hizo todo un itinerario en el que visitó, entre otras, Barcelona, Madrid, Mallorca y París. La Tranquility Pool sigue dando lo mejor de si misma. L descubre una puerta pseudo-clandestina que nos lleva directamente a las plantas que hay justo debajo del ala de nuestra habitación, con mucho menos rodeo que el camino que tomábamos hasta ahora. Lo aprovecha para ir al cuarto a por un sobre de Almax, tras comprobar que el extra de ron del primer cóctel le está haciendo mella. Mientras tanto, la camarera Mirna y sus constantes rondas por la piscina siguen otorgándole el premio de Empleada del Viaje. ![]() Aunque ni por asomo encontramos tantas como en nuestra estancia en The Royal Suites, aquí también hay iguanas. En concreto, una me da un susto de muerte al caer desde los árboles a pocos metros de mí cuando me disponía a entrar en el cuarto de baño de la piscina. Medio metro de diferencia y aterriza justo sobre mi cabeza. Las picaduras, que empezamos a sospechar que son compartidas entre los mosquitos y unos muy pequeños insectos que pueblan las tumbonas, siguen su curso. La peor parece ser la primera que sufrí, que sigue hinchada a mi espalda y me pide a gritos un poco de pomada para aliviar el dolor. Más que de un mosquito, parece la picadura de un dragón, pero no se si ha sido Drogon, Viserion o Rhaegal. Hoy la comida vuelve a ser en el buffet Bellavista. Se vuelve a habilitar una pequeña barbacoa en la terraza exterior, y hoy si me animo a probar las hamburguesas completas con su queso, su colchón de tomate y cebolla y su pan tostado. Y qué lástima no haberlas probado antes, porque me faltan números una escala del 1 al 10 para decir cómo están. Desde la seguridad de nuestras sillas en el comedor vemos como empieza el enésimo diluvio universal, cortesía de nuevas nubes grises que han entrado por el mar. Uno de esos simpáticos animales se resguarda de la lluvia en la terraza cubierta y, ya de paso, intenta conseguir algo de comida de los huéspedes. Tras investigarlo posteriormente, se les conoce como Coati y entre sus numerosos nombres populares el que más gracia nos hace es "cucurucho", quedando para nosotros con el nombre de "ruchos". Cuando salimos del comedor empieza a tronar fuerte, y nosotros hemos dejado toallas y cremas solares sobre la tumbona de la piscina tranquila. Salgo a por ellas rápidamente, en una carrera de 20 metros en sandalias para ir, recogerlas y volver a cubierto. Suficiente para quedar calado hasta los huesos. Habrá que ir a cambiarse. En la habitación nos está esperando una cubitera, dos copas y una botella de champagne procedente de Portugal. Yo me refería más bien a botellas pequeñas que pudieran almacenarse en el minibar pero claro, aquí querer champán suele significar esto. La tormenta no parece ser momentánea, y dura más que ninguna hasta el momento. Los pasillos de la villa están llenos de empleados cubriendo el suelo allí donde caen goteras, y fregando las zonas de paso. El acceso a Internet se corta, tanto desde la recepción con el teléfono como desde la habitación con cable. Y el chaparrón sigue y sigue y no parece que vaya a parar. Son quizás nuestros peores momentos del viaje, tanto por el presente como por el temor a que la situación se alargue durante el resto de nuestros días en el Caribe. ![]() ![]() ![]() La conexión vuelve y nos permite por lo menos aprovechar el momento para llamar a casa. Al cabo de un tiempo la lluvia empieza a amainar, pero más como fruto de que las nubes siguen aligerando su carga que porque el viento las esté desplazando. Sigue sin ser ni mucho menos un clima propicio para tomar el sol y bañarse. Dado el escenario, parece obvio aprovechar para hacer otra incursión en el gimnasio, así que no hay mal que por bien no venga. Al pasar por la piscina climatizada del spa apenas hay dos o tres parejas resguardándose de la lluvia, por lo que hay espacio de sobra en caso de decidir venir aquí. L sin embargo ha preferido quedarse en la habitación, dormitando. Cuando termino en el gimnasio y vuelvo hacia la villa, las palometas han formado ejército y debo entrar corriendo al edificio. La terraza está casi inundada, con un gran charco ocupando todo el suelo de madera. Imposible y absurdo plantearse tender la ropa en el exterior, así que hay que improvisar con la bañera. ![]() Tras cinco largas horas recluidos en la habitación (algo menos para mi gracias al gimnasio), salimos rumbo a la cena en L'Atelier, el restaurante "gourmet" con aires franceses. Dos camareros parecen no ponerse de acuerdo sobre a quién le corresponde nuestra mesa, y recibimos por duplicado las visitas para servir agua, tomar nota, sustituir cubertería, etc. Es gracioso ver como el segundo en llegar hace el amago y tras un derrape modifica su trayectoria como si se dirigiera a otro sitio. ![]() ![]() De entrante, sopa de cebolla para ella y dados de salmón con soja para mí. De segundo, costillas de cordero, aunque en la carta reflejaba que se trataba de lomo. Reticentes inicialmente a hacerlo, al final no queda más remedio que soltar los cubiertos y recurrir a las manos. De postre, un hojaldre con mousse de chocolate y vainilla. Todo lo baño en mi caso con dos copazos de vino tinto Cabernet Sauvignon de Burdeos, las cuales hacen mella cuando me levanto de mi asiento. Pese a que sigue con algo de acidez, L se anima a nuestra visita rutinaria al Mirador Bar para la última copa del día, que en su caso suele ser una manzanilla con hielo. En realidad, lo que le puede es otra obsesión: las palomitas que sirven junto a la bebida. Yo sigo con mi tradición de pasar al ruso blanco al caer la noche. Otra vez nos acompaña una mesa escandalosa, en este caso llena de americanos. Gritan y ríen como un grupo de chavales de 20 años. En el regreso a nuestra habitación pasamos de nuevo frente a dos locales curiosos: el salón para fumadores, bien abastecido de pipas de fumar en las mesas, y el Rhapsody Musical Bar, que hasta donde vemos desde el exterior parece estar siempre vacío. En esta zona común, la de la plaza con fuentes, vegetación y el gran mural en el techo, siempre hace un frío considerable. Con la excusa de que es un espacio inmenso, se les va la mano con la temperatura y potencia del aire acondicionado. Los cristales que dan al exterior están totalmente empañados, en contraste con los 20 grados que debemos tener al aire libre. Etapas 7 a 9, total 11
Vuelven las nubes. Lejos quedan ya los chaparrones prolongados de los dos últimos días, pero parece que serán pocos los días que restan en los que vayamos a tener un sol radiante y un cielo totalmente despejado. Empezamos por el desayuno de cada mañana, y ya solo quedan 3 más. El toque innovador de hoy lo pone mezclar yogur líquido de fresa y plátano con Fruit Loops, que son unos cereales de colores con forma de aro y sabor a fruta... aunque al final todos saben igual que los de color morado, de sabor a uva.
Como ya es tradición, al desayuno le sigue una vuelta por la piscina principal para evaluar si nos quedamos... y decidimos que sí. Previamente, eso sí, nos bañamos en OFF (el repelente de mosquitos por excelencia) porque con la humedad y las sombras por las nubes los insectos están más vivos que nunca. Las lluvias también provocan que las manchas de humedad y goteras en los pasillos de las villas no desaparezcan. Feo detalle que desmejora la imagen del hotel. El sol gana terreno y disfrutamos del ansiado calor en nuestra pequeña parcela, hoy situada bastante cerca del Sirena Bar. Lo cual es bueno cuando tienes sed... pero malo cuando la sed la tienen los demás. Unos afroamericanos llegan al más puro estilo película de Eddie Murphy, voceando de lado a lado de la piscina. Libro en mano, es el momento de mudarse a la piscina tranquila. Vigilamos nuestro balcón desde la comodidad del jacuzzi. ![]() ![]() Corre una agradable brisa, el sol está descubierto y por ahora somos cuatro gatos. Por eso la Tranquility Pool termina siendo el lugar más socorrido de nuestro viaje. Me paseo hasta la habitación para sacar de su envoltorio una colchoneta inflable de nuestra propiedad. Las que ofrece el hotel escasean y las mejores, con reposacabezas, suelen durar poco. En ese mismo mostrador me ahorran desgastar mis pulmones gracias a un inflador de aire caliente con el que la empleada casi se quema los dedos. En otro momento como tantos en los que la piscina tranquila es para nosotros solos, sugiero una combinación que sería la perdición de L a partir de este momento. Batido (o licuado, según le llaman aquí) de fresa y plátano. Ganador absoluto entre todos los tragos sin alcohol acumulados durante el viaje. Sigue sin aparecer más gente, reforzando mi teoría de que ni mucho menos el hotel debe presentar una ocupación completa. ![]() ![]() Antes de ir hacia el buffet para comer, toca encender la cámara y pasar por un clásico ya de nuestros viajes: grabar un recorrido completo en video por nuestro cuarto. En el capítulo de hoy, la habitación 7433. Volvemos a encontrar barbacoa al aire libre en el buffet Bellavista. Para no repetir hamburguesa, hoy apostamos por perritos calientes y filetes de angus de buey. No tienen nada que hacer con el manjar del día anterior, aquello pertenecía a otra dimensión. En el postre caigo por enésima vez en un helado de coco creyendo que era de nata. Mientras desde la habitación cumplo con la llamada del día a mis padres, L da a Mirna, la camarera de la piscina tranquila, nuestro particular premio a empleada que mejor servicios nos ha dado. 200 pesos, lo cual para un alemán quizás sea una miseria, pero para nuestro estándar de propinas es un gesto bastante generoso. Aunque yo no estaba presente, L me explica que Mirna se queda sorprendida al recibirlo. A partir de ese día nos saludaría siempre efusivamente al vernos llegar y marcharnos de la piscina. ![]() El que me haya visto a la vuelta del viaje sabrá que me he presentado a principios de junio con un color de piel más propio de finales del verano. La culpa la tienen los siguientes 5 minutos, tumbado a pleno sol desde la comodidad de la colchoneta inflable en pleno centro de la piscina tranquila. Si me hubiera metido un puñado de maíz crudo en la boca, habría sido una fuente de palomitas. Horas después descubriríamos en el espejo de nuestro cuarto un tono de rojo que nunca creí que pudiera tomar nuestra piel. ![]() Aparece por la piscina tranquila una de las pocas parejas españolas que nos cruzamos durante la estancia. ¿Y cómo sabemos que son paisanos? La camiseta de la selección española que lleva él enfundada no deja lugar a dudas. Es curioso que los norteamericanos, con su consabida afición por cientos de deportes, raramente se dejen ver por el hotel con una camiseta de un equipo de béisbol, baloncesto o fútbol americano. La chica española ve pasar su vida ante sus ojos tras 10 minutos de tos sin pausa. Digo yo que beber un poco de agua tras el tercer ataque de tos hubiera sido una buena opción. Según el sol va descendiendo por el oeste, aparece por debajo de los toldos de algunas camas de la piscina tranquila, dejando éstas de ser recomendables si no se quiere sufrir una insolación. Cambiamos de tumbona y en ese momento mi sandalia entra en coma, despegándose la lengüeta de la base. Por ahora presionando vuelve a quedarse pegada, pero las esperanzas son pocas. Raro era que, bien entrada la tarde, nuestros "queridos" vecinos escandalosos no se hubieran dejado caer con todo su arsenal de ruido por la piscina tranquila. Y aquí los tenemos, preparados para tensar sus cuerdas vocales e incluso acompañados de unos altavoces para el iPod y que así todos conozcamos sus gustos musicales. Cuesta creer que ellos mismos no se den cuenta de que a su llegada siempre reine el silencio, y al instalarse la gente empiece a desfilar con cara de desagrado. Incluso deberían disfrutar más de la piscina principal, si música y gritos es lo que buscan. Sin más remedio que dejar la Tranquility, volvemos a la piscina principal. O eso intentamos, porque tras dar vuelta y media completa al perímetro no encontramos ni una sola tumbona que no esté ocupada. Afortunadamente, cuando ya pensábamos en un plan de emergencia, una pareja mayor hace amago de marcharse y me lanzo en barrena. Tras preguntarles si dejan libre su sitio y confirmármelo amablemente, el hombre se despide con un "Disfruten" que no me deja entrever de dónde puede ser. Quizás italiano. Instalados en el inesperado hueco, aprovechamos la cercanía a la playa... a la que voy descalzo, porque es en este momento cuando se confirma el fallecimiento de mis sandalias. Me tocará visitar las tiendas en recepción y asumir el precio de unas nuevas, que presumo que no será bajo. ![]() Nos recibe en la orilla la bandera amarilla, pero el oleaje es tan fuerte como siempre. Y con él las rocas traicioneras enterradas que se descubren solo cuando pasas el pie rozando por ellas. Un regreso hacia la piscina principal tras quitar el 95% de arena en las duchas y el 5% restante con un chapuzón rápido, y damos por cerrada la jornada de baños. Parada por la tienda antes de ir a la habitación, el mismo local donde compré espuma de afeitar los primeros días. En la puerta indican que está cerrado hasta dentro de 5 minutos, a las 18:05. Sin embargo, se impone la ley del "ahorita" y no es hasta aproximadamente las 18:20 cuando llega la chica encargada del turno de tarde. Tras un vistazo al género, me quedo con las sandalias más básicas por 350 pesos, unos 21 euros. Las que son más elaboradas alcanzan precios de hasta 35 o 40 euros. Mientras pagamos, la chica exhibe todo su potencial comercial insistiendo una y otra vez en todos los preciosos artículos de recuerdo, para el niño y para la niña, la madre y el abuelo, que tiene a precios (según ella) más bajos que los de Playa del Carmen. Un poco... no, dejémonos de eufemismos, muy pesada. Con L retirada ya a la habitación, dedico algo más de media hora en el gimnasio, minutos compartidos con el clon de vacaciones de Stannis Baratheon. Ya en el cuarto, mientras tiendo la ropa de deporte lavada en la terraza, me sorprende la luz del atardecer proyectada sobre las villas de las Ocean Front Suite. Un contraste de amarillos y naranjas con el azul del cielo y el mar que bien merecía una foto que no conseguí sacar. ![]() Por enésima vez, las luces de la habitación se apagan sin haber dado la orden. Al parecer hay unos sensores de movimiento repartidos entre el cuarto y la entrada de éste, decidiendo por si mismos que no queda nadie ocupándo la habitación y por lo tanto se pueden apagar las luces. El problema es que a veces ignora que sí estamos en la habitación, y nos obliga a hacer aspavientos para no quedarnos a oscuras. Más divertido es cuando se apagan estando sentado en el retrete, donde no llegan los sensores y te ves obligado a permanecer en la oscuridad hasta que termines tus labores. Este comportamiento es un problema en cuanto a cargar baterías de cámaras, portátiles, etc., ya que no te permite dejar los aparatos enchufados cuando te marchas de la habitación. Confirmamos antes de la ducha que esos 5 minutos entregados al sol en la piscina tranquila han traído consecuencias. Y tras empaparnos de crema after-sun para hidratar la piel, nos vamos hacia la recepción ya con ropa de noche. El primo hermano de El Koala, aquel que cantaba "Opá, yo via hasé un corrá" se encarga de los carritos y es él mismo quien nos lleva hasta la recepción del Paraíso Maya. La recepción está a rebosar de adolescentes y niños por todas partes, muchos de ellos enganchados a sus móviles aprovechando que es en este rincón donde se encuentra la mejor conexión a la red sin cables de todo el complejo. Y no es ninguna broma decir que tras varios días sin salir de un hotel solo para adultos, se hace muy extraño volver a ver niños correteando y gritando por todas partes. ![]() Entramos a las 21:00 en La Marina, uno de los dos restaurantes situados en el Paraíso Maya. Se nota un pequeño bajón en cuanto al protocolo de los camareros respecto a los restaurantes del Grand Paraíso, pero mientras se coma bien, no nos importa lo más mínimo. Fuera de los locales del Grand Hotel, los entrantes sí se sirven en modo buffet, tal y como recordábamos en el caso de los restaurantes del Grand Palladium hace dos años. En este caso tenemos para escoger entre pescado frito de varios tipos, marisco variado, ensaladas, pulpo, etc. Nos sirven una crema de marisco tras el entrante y antes del plato principal. Yo acompaño la velada de vino rosado, que en este caso es el que dispone el local y no te dan a elegir entre varias cosechas. Creo que se trataba de un Penedés. Empieza a demorarse un poco más de la cuenta el plato principal, y echando un vistazo al resto de mesas parece ser un problema generalizado. Una mujer protesta a uno de los camareros y su segundo argumento es "Es que los nenes nos han comido". Sé que soy una especie de Herodes en potencia, pero me revienta esa obsesión por usar siempre un argumento basado en los niños con la intención de que hacer más presión. Si están tardando, están tardando, y que tengas niños en la mesa no va a hacer que sea más o menos cierto. ¿O acaso si vinieras sola estarías encantada por esperar una hora a que te sirvan? Llega nuestra parrillada de pescado para dos. La langosta nos sigue pareciendo de sabor muy débil, como una gamba grande (y no una gamba de las mejores). El arroz debe estar empapado en mantequilla, porque conserva su sabor. Pese a lo anterior, el plato sale bastante bueno. ![]() Para el postre volvemos a recurrir al pequeño buffet habilitado en un rincón. Entre los dos probamos el arroz con leche, la tarta de San Marcos y los inevitables helados. Quedamos satisfechos, con el único inconveniente del tiempo que han tardado en servir. Aunque a tenor de las expresiones de los camareros, apostaría a que no se trata del caso habitual y deben haber sufrido algún problema, quizás la ausencia repentina de algún cocinero. Salimos hasta la recepción esperando conseguir un carrito de vuelta a nuestro hotel y no encontramos a nadie del personal, solo otros huéspedes esperando. Aparece al cabo de unos minutos nuestro viejo conocido El Koala y avisa a un compañero para que venga a buscarnos. Estamos rodeados de incipientes que parecen preparados para salir de marcha. Ya que entramos al hotel por la recepción, paramos en el Mirador Bar para seguir nuestro ritual de manzanilla para ella y Baileys o ruso blanco para mí. La camarera nos recuerda de la noche anterior, y recuerda también que olvidó servir a L el vaso de hielo que había pedido junto a la manzanilla. Se disculpa más de lo necesario, pero es agradable ver que los empleados empiezan a reconocerte. Echo de menos algo más de la cercanía que sí teníamos con el personal de The Royal Suites. Tras la copa, último paseo del día hasta la habitación, a la que entramos cuando el reloj ya marca las 23:00. Al contrario que en otras tardes, hoy no hemos probado el cómodo colchón en todo el día, así que era de esperar que cayéramos redondos. Y que mañana el sol siga con nosotros, que esto empieza a acabarse. Etapas 7 a 9, total 11
Muy nublados empezamos. Todavía antes de salir a desayunar, un fuerte viento amenaza con llevarse por los aires la ropa tendida en la terraza, así que salimos rápidamente a recogerla junto a la colchoneta inflable, que de lo contrario podría acabar en Playa del Carmen.
Hoy falta algo en el desayuno del Bellavista. El maravilloso melón naranja ha desaparecido sin previo aviso, y no hay atisbos de él ni en las bandejas de fruta fresca, ni entre las jarras de zumos. Pero que no cunda el pánico: una crepe de fresa y plátano con un toque de crema de avellanas (la Nutella de toda la vida, vamos) tampoco es motivo de queja. Nos quedan dos noches más por delante, y solo tenemos cena reservada para la de hoy. Decidimos que nuestra última noche del viaje debe estar destinada a uno de los cuatro restaurantes ya descubiertos de nuestro hotel, y tras un proceso de descarte quedan como finalistas el italiano Venetia y el que fue nuestro debut, el Toni's Surf & Turf. Tras consultar las cartas de uno y otro, el New York Strip sumado a nuestra pasión por las carnes dictaminan que el Toni's sea el ganador. Ya desde primera hora nos cruzamos por las villas y comedores con caras que nos resultan conocidas. Todo un elenco de personajes secundarios que refuerzan la historia de nuestro viaje. Tenemos a "La fumet", una mujer francesa de avanzada edad que mantiene una digna figura a base de comer acompañada de champagne y tener siempre un cigarro en la mano. O la Kischner, una exuberante chica cuyo origen sospechamos que es argentino. O los anteriormente mencionados Heineken, que tras tres días paseando sus pronunciadas barrigas siempre con una lata verde en la mano desaparecieron sin dejar ni rastro. O a "los hermanos", un par de chicos chilenos alrededor de la treintena supuestamente hermanados, pero de cuya verdadera relación tenemos nuestras sospechas. El paseo preliminar por la piscina tras el desayuno nos hace decidir que hoy no tenemos el clima más apropiado. Toca volver a la habitación para cambiarse y dirigirse al spa, que L tiene prácticamente abandonado y yo solo he visitado últimamente como zona de paso hasta el gimnasio. Empezamos tranquilos, con apenas otras 2 o 3 personas en la piscina climatizada, pero no tarda en venir el grueso de la clientela hasta llegar al punto en el que no quedan tumbonas libres. Incluso con el aforo completo y con una clase de yoga teniendo lugar a pocos metros, se sigue estando a gusto gracias al hilo musical y el comportamiento respetuoso de la gente. Incomprensible que el personal del spa procure mantener las dos accesos al exterior abiertos, dejando así vía libre para que todos los mosquitos acudan a la llamada de la humedad. ![]() ![]() ![]() ![]() Desde el agua y asomándome a los cristales que separan la piscina del gimnasio, veo que Federer está pasando serios apuros en Roland Garros. Al cabo de un rato empiezan a frecuentar los aledaños de la piscina los animadores del hotel, que con una lluvia en los exteriores que no cesa se han quedado sin trabajo en la piscina principal. Traen juegos de mesa y dan conversación. Conversación que no siempre es del todo deseada. Pese a que tanto L como yo estamos concentrados leyendo acerca de las Tierras de Poniente, un animador, de nombre Eduardo, se nos engancha y entabla conversación. Decirle que somos españoles provoca que el tema no sea otro que la economía. Ese es el escenario, hace unos años la respuesta hubiera sido "Ah, qué lindo país, me gusta mucho" y ahora lo más habitual es recibir un "Vaya, ¿está la cosa tan mal como dicen?". Nos pregunta acerca de una supuesta tasa que hicieron pagar a un amigo durante su visita a España, de 6 euros al día. Para mí que le timaron a base de bien. Los siguientes veinte minutos son un repaso al pasado, presente y futuro del país... si es que tiene algo parecido a un futuro. Tras una muy larga estancia en la piscina climatizada, dejamos las mochilas en la habitación y vamos hacia la recepción a por un carrito. Aprovechando que la lluvia ha cesado, es turno de visitar otro de los hoteles vecinos. Debemos esperar a un carro eléctrico más de lo esperado, ya que hay mucho ajetreo de gente que hoy termina sus vacaciones y el personal de transporte está desbordado. Mientras tanto, en el Mirador Bar los animadores organizan un bingo y varias partidas de juegos de mesa. Está bien lo de tener un Plan B de animación cuando el tiempo no acompaña. Finalmente un carrito carga con cinco huéspedes: tres se dirigen hacia el centro comercial y nosotros dos al hotel Paraíso del Mar. Nuevamente nos espera una recepción al aire libre. Hay bastantes niños por la zona, pero no hacen un excesivo ruido. Un estanque alberga a patos, cisnes, flamencos y pavos reales. Algunos incluso se pasean por los caminos y no parecen inquietarse por la presencia cercana de personas. ![]() Visto el salón de juegos cercano a la recepción, que no es más que una sala con tres mesas de billar, caminamos hacia el este a la búsqueda de las piscinas y la playa. Las villas que vamos atravesando tienen un aspecto mucho más humilde, algo que ya anticipábamos al tratarse éste del hotel más económico de los del complejo. Además, algunos de los edificios, los más cercanos a la recepción, están considerablemente lejos de la zona de las piscinas, por lo que las idas y venidas de sus huéspedes suponen un largo paseo. ![]() ![]() ![]() Llegamos al fin a las primeras piscinas y resultan algo menos decoradas que las del Paraíso Maya, sin rastro de esas grandes cascadas y fuentes. Sin embargo, no están nada mal. Y todo está tranquilo, mucho más de lo que esperábamos y probablemente menos ajetreado que en los correspondientes hoteles más económicos del complejo Grand Palladium. Puede que sea lo habitual, o sencillamente que los estemos visitando en unos días de baja ocupación. No sabría por qué apostar. ![]() ![]() Alcanzamos la orilla, y aquí si tenemos un bar a pie de playa, como cabía esperar. Ya desde aquí divisamos hacia la derecha nuestro hotel a muy corta distancia, así que volvemos a él caminando sobre la arena. Resulta ser el modo más rápido y agradable de hacerlo, provocando que lo de coger carritos para visitar a los vecinos carezca de mucho sentido. Ir acercándose a las elegantes fachadas del Grand Hotel caminando por la arena merece la pena, y en un momento ya nos hemos plantado frente a ellas. ![]() ![]() ![]() Aprovechamos que ya es hora de comer y estamos junto a él para entrar en el buffet La Brisa. Evitamos las carnes a sabiendas de que la cena de hoy las tendrá como elemento principal, dando prioridad para el mediodía al pescado y marisco. En apenas una semana he comido más salmón y langosta que en toda mi vida. Me apetece un refresco de limón, pero me ofrecen una limonada natural y por curiosidad la acepto. Y no podía ser en mejor momento, es todo un descubrimiento. Las ventanas a pie de playa nos permiten ver que las nubes están dejando espacio para el sol según comemos. Sumado a un calor que en ningún momento nos abandonó, el próximo destino está claro: la Tranquility Pool. Esperando siempre que no hayan llegado allí antes los escandalosos de siempre. Afortunadamente no están, pero sí encontramos en cambio otro más de los simpáticos coati. ![]() L se queda en nuestra piscina favorita, y a las 15:30 un servidor sube a la habitación para el Skype diario y baja luego al gimnasio, con la esperanza de ver la segunda parte del partido de fútbol España China mientras hago algo de ejercicio. Al llegar me encuentro sintonizado otro canal diferente, así que pido amablemente en recepción si sería posible cambiarlo. Me dicen que enseguida viene el chico encargado, y ese "enseguida" se traduce en 40 minutos, por lo que a su llegada tanto yo como el partido ya hemos terminado. Así que en lugar del fútbol disfruto de un apasionante partido de rugby entre dos equipos que ni siquiera se de qué país debían ser. Y lo de "apasionante" no es un sarcasmo. Incluso me divierto. Paso por el cuarto para una ducha rápida y recupero a L en la piscina tranquila. Hoy nos invaden los turistas asiáticos, pero no tengo ninguna queja. Mucho me extrañaría que fueran tan escandalosos como los norteamericanos reincidentes. Mirna, nuestra camarera favorita, se despide a las 17:45 diciendo que es su último servicio del día. Normalmente sobre las 10:00 ya está por aquí y no para nunca de recorrer el camino entre la piscina y el desconocido sitio en el que se abastece de provisiones. Ya de regreso al cuarto, un artículo en un blog televisivo sobre la muerte de una entrañable actriz provoca que pasemos 30 minutos viendo videos de El Ala Oeste de la Casa Blanca. Asomado a la terraza, un rucho está colgando de una rama de un árbol cercano, mientras un pájaro no deja de hacer caídas en picado sobre él para atacarle. No es la primera vez que vemos un enfrentamiento así: nuestra teoría es que los coati, aprovechando que trepan los árboles, deben atacar los nidos de esos pájaros. A las 20:15 salimos rumbo a por un nuevo carrito. Por segundo día consecutivo, nos vamos al Paraíso Maya para cenar. Si ayer fue a una marisquería, hoy es turno de un steakhouse. Lo cual en nuestro caso es sinónimo de éxito casi asegurado. No tenemos que esperar para que un carrito nos lleve, así que nos sobra tiempo para visitar el "rincón del wifi" en la recepción del Paraíso Maya. Una vez más, compartimos la enfermiza estampa de 10 o 12 personas sentadas mirando a la pantalla de sus teléfonos móviles. Entramos a las 21:00 en El Rancho. Nos atiende el clon mejicano de Hiro Nakamura, el personaje de Héroes. Al igual que en el restaurante de ayer, los entrantes se disponen a modo de barra de buffet. El surtido es bueno, aunque da la sensación de que en este último turno ya no reponen las bandejas y algunas están casi o totalmente vacías. A destacar las costillas de res adobadas, que L no puede evitar probar. El portavelas que preside cada mesa es adorable: una versión en miniatura de la pirámide de Kukulkán. No bromeo si digo que me gustaría llevarme uno, pero ni están en venta ni el considerable peso del susodicho lo hacen muy aconsejable para cargarlo en el equipaje. ![]() Llega el plato principal... y no defrauda. Para ella un tenderloin (solomillo extraído únicamente del lomo de la ternera) y para mi un beef plate, que solo se sirve de músculo para los cortes. No sabría con qué quedarme: sabrosos y jugosos como deben ser. Para el postre esperan profiteroles y helados. Muy buen restaurante, sin duda entre las tres mejores cenas de nuestro viaje. ![]() Volvemos hacia la recepción del Grand Hotel mediante carrito. Seguimos el ritual de una manzanilla con hielo y un ruso blanco, pero esta vez evitamos los sofás del bar y nos escondemos en los bancos de la plaza central. Por la noche, los animadores se visten de etiqueta y siguen empeñados en dar conversación. Con la media hora de Eduardo de esta mañana ya hemos tenido suficiente. ![]() Recogiendo las cosas para irnos a dormir, algunas prendas se retiran ya a la maleta para no volver a salir en lo que queda de viaje. Esto se acaba. Etapas 7 a 9, total 11
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