Un trocito de Alemania en tren (Agosto 2012) ✏️ Blogs de Alemania

Hoy repetiremos la "jugada" del día anterior, pero con un destino diferente: cogemos un tren de ida sobre las 9 y uno de vuelta sobre las 19, esta vez con destino Erfurt. El día está nublado y al salir de la estación nos reciben unas gotas de lluvia, pero serán prácticamente las únicas de todo el día. Eso sí, hoy no apetecía tanto estar en manga corta

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Erfurt es la capital del estado de Turingia y fue un importante núcleo comercial. Aquí se produjo durante mucho tiempo el glasto, un colorante que se utilizaba para obtener el azul, hasta que se empezó a utiliar el índigo. Tiene un casco histórico primorosamente conservado con las típicas casas de entramado. Es atravesada por el río Gera, que es cruzado por una gran cantidad de puentes: según la página de Turismo de Alemania, 142 (tantos no vimos, pero unos cuantos sí que nos cruzamos, y hay que tener en cuenta que no nos movimos del centro).

Preparando el viaje había visto alguna foto de la ciudad y pensaba "bueno, ésas son las casas o las calles que te encontrarás de vez en cuando" pero una vez allí comprobamos que realmente es así, y es que está llena de rincones acogedores. En mis viajes muchas veces enamoro de algo, un edificio, un paseo, un país entero, ... Pues esta vez me he enamorado de Erfurt No me malinterpretéis, el resto del viaje me gustó mucho, y la visita a Berlín para alguien a quien le gusta la Historia del Siglo XX y especialmente el período posterior a la Primera Guerra Mundial ya contaba con que sería estupenda, así como otras cosas de cada una de las ciudades visitadas, unas más inesperadas que otras... Pero es que Erfurt es tannnnnnnnn bonita...
Además, me llevé una gratísima impresión de sus habitantes.

Nada más salir de la estación nos acercamos a la Oficina de Turismo de Turingia, para conseguir un plano y comprar un folleto en español con un paseo detallado por la ciudad que había leído que existía en el magnífico diario de antoni54 (no dejéis de leerlo si vais por la zona). Nos costó menos de dos euros y la verdad es que nos fue muy útil. El chico de la oficina nos indicó donde estaba la Oficina de Turismo de la ciudad, por si queríamos pasar por allí.

Enfilamos la Bahnhof-strasse rumbo a la calle Anger y pasamos por la primera de las iglesias que nos encontraremos a la largo del día: la Reglerkirche. Seguimos un poco más adelante y dejamos a un lado el Angermuseum.

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Y seguimos sólo unos pasos para encontrarnos con el edificio de las Oficinas de Correos y empezamos a ver algunas de las casas de curioso nombre que hay por toda la ciudad. Ah, y por supuesto, alguna iglesia más, como la Iglesia de San Lorenzo (Lorenkirche), la Iglesia de los Comerciantes (Kaufmanmskirche) o el Convento de las Ursulinas (Ursulinenkloister).

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Este convento no estaba en la "lista" de cosas imprescindibles, pero ya que estábamos... Entramos y llegamos a una especie de patio buscando la puerta de la iglesia. No la vimos y cuando nos vamos a dar media vuelta vemos a una monjita ya entrada en años en una especie de garita de guardia de seguridad que nos dedica la mejor de sus sonrisas y nos indica dónde está la puerta de la iglesia. Ésta es muy sencilla, pero nos quedamos un ratito porque después de verle la cara de ilusión a la mujer...

Pues bueno, salimos y nos ponemos a mirar el plano/folleto decidiendo en qué orden seguir y nos "asalta" una abuelita alemana y empieza a hablarnos (¿he dicho que nosotros nada de alemán ya, no? ). Un minuto o así le pillo la palabra "kirche" y creí que nos estaba preguntando si esa iglesia era una iglesia que ella estaba buscando; pero no, un par de minutos más y ya le pillé palabras como Augustinerkloister, Domplatz, Krämerbrücke (bueno, ésta no se la pillé pero seguro que la dijo ) y entonces caí en la cuenta de que nos estaba orientando de lo que había para visitar Entonces ya la dejé hablar, porque nos dijo dos o tres cosas y nos señalaba el camino. Un agradecimiento y una sonrisa y listo. Yo creo que se fue contenta pensando que había ayudado a dos turistas descarriados.

Y después de este rollo que os he soltado, seguiré con el paseo. Vamos hacia la calle JohannesStrasse, con casas que en su día pertenecieron a los ricos comerciantes del glasto. En una de ellas, la del Bacalao Seco, se encuentra el Museo Municipal (que no está dedicado al bacalao ). Seguimos por la calle Futterstrasse (Calle del Forraje) donde vemos algunas casas barrocas de los comerciantes de forraje para caballos, con nombres tan curiosos y largos como "Casa del León Coronado y de la Pequeña Montaña de Cera", ahí queda eso. Desde esta calle, al fondo, podemos vislumbrar la torre de la Iglesia Ägidienkirche, nuestro próximo destino, en la Wenigemarkt.

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La Ägidienkirche es la única iglesia de cabeza de puente que aún existe de las cuatro que hubo en la ciudad. Es "cabeza" en EL puente Krämerbrücke, típica imagen de Erfurt, el único puente al norte de los Alpes con casas residenciales. Muchas de ellas tienen instalados en la planta baja tiendecitas y cafés. Subimos a la torre de la iglesia (por 1,50) después de tomar una cerveza en una de las terrazas de la plaza. La subida merece mucho la pena porque, además de las vistas de la ciudad, se aprecia lo estrecha que es la parte peatonal del puente en comparación con las casas.

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Antes de cruzar el puente, nos dirigimos hacia Gotthardtstrasse donde vimos la Casa del Cisne Viejo, y estuvimos un buen rato haciéndole fotos a la parte exterior del puente (es fotogénico, mucho).

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Con todas las fotos exteriores del puente hechas (en realidad no, luego habría alguna más ), lo cruzamos para luego seguir a lo largo del río dirección al Convento Agustino (Augustinenkloister), pasando por "El pequeño dique", algunas casas con historia, nombre y apellidos y algún que otro puente más.

En este convento vivió Martín Lutero durante varios años y se puede visitar una exposición sobre su vida y obra. Para bordearlo completamente hay que pasar por la Kirchgasse, una preciosa callecita que hace que todo el que ve la foto me diga "que es un pueblo muy bonito".

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Como ya va siendo hora de comer, vamos hacia la Michaelistrasse para aproximarnos a algo con más opciones. De camino, y como no podía ser de otro modo, cruzamos otro puente (Lehmannsbrücke) y pasamos junto a alguna que otra torre o iglesia (torre la Iglesia de San Nicolás, Iglesia de San Miguel).
Comimos en la terraza el restaurante Wirtshaus Christoffel, un restaurante de ambientación medieval en la propia Michaelistrasse. Y con una camarera que era encantadora. Nos costó un poco comunicarnos con ella para explicarle cómo de hecha queríamos la carne. Y nos pidió perdón y todo (¡pero si yo no sé alemán perdón lo debería pedir yo!). La comida estaba muy buena, pero el dumpling de uno de los platos era tamaño familiar.

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Seguimos hacia la plaza de la Catedral, pasando por la Allerheiligenstrasse, con más casas señoriales, más callejuelas con casas de entramado y más iglesias: en la esquina de esta calle con el Markt se encuentra la Allerheiligenkirche (Iglesia de Todos los Santos). Desde aquí, y tras callejear un poco y ver algún que otro edificio como el antiguo almacén de glasto, llegamos a la Domplatz, presidida por la Catedral de Santa María y la Parroquia de San Severino.

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Una vez visitadas ambas, vistas la sillería del coro, las vidrieras y el retablo de la Catedral y el precioso órgano de San Severino, nos vamos hacia Petersberg (Cerro de San Pedro), para verlas desde arriba junto con la plaza.

Continuamos camino de vuelta de la estación, pasando por el FischMarkt (Plaza del Mercado del Pescado), con el Ayuntamiento neogótico y más casas de comerciantes de glasto.

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Y ya sí que sí, nos vamos a coger el tren, pasando por el Molino Nuevo y la Cancillería.

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Ya vuelta en Leipzig, parada en el hotel y búsqueda de un sitio para cenar que se nos ha hecho un poco tarde y no todo tiene ya la cocina abierta.
Ante la duda de qué pedir, la hora y que la carta que estaba sólo en alemán, acabé pidiendo "esto que entiendo que pone salchichas, patatas y no sé qué (2 de esto, 3 de aquello, no sé cuantos de lo otro, parece un plato variado)", y me costó un buen rato dar cuenta del platito
Ayer fue el día de la comida italiana, hoy de la alemana.

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Un bañito en la piscina, y a recoger todo, que mañana cambiamos de hotel.

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Hoy dejamos Leipzig y ponemos rumbo a Dresde, donde pasaremos dos noches. Como no tenemos que volver, cogemos el tren algo más tarde.

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Dresde durante mucho tiempo fue residencia de los gobernantes de Sajonia (actualmente es capital de este estado), quienes ordenaron la construcción de una serie de edificios que hacen que la ciudad cuente con un espléndido conjunto arquitectónico. Muchos de estos edificios sufrieron graves daños en los bombardeos a que fue sometida la ciudad durante la Segunda Guerra Mundial. Afortunadamente, han sido reconstruidos o reparados.

Nos dirigimos al hotel, a través de la comercial Pragerstrasse. El camino con las maletas se nos hizo más largo de lo esperado. A la vuelta, ya habíamos aprendido qué tranvía era el que nos ahorraría volver a hacerlo

Los planos turísticos tienen muy bien indicados los tranvías y autobuses y para algunos desplazamientos esta información es muy útil. Aparte de billetes sueltos, compramos bonos diarios y otros de cuatro viajes. Estos últimos pueden ser utilizados por varias personas, basta con validarlo tantas veces como personas.

La habitación estaba lista, así que una vez "hecha nuestra" nos dirigimos a conocer el centro histórico (Altstadt).

Lo primero con lo que nos encontramos es la Kreuzkirche (Iglesia de la Santa Cruz). Esta iglesia se ha incendiado varias veces (y todas ellas la han vuelto a reconstruir) y las paredes están "al natural". Es sede del coro Kreuzchor, y en ella se organizan conciertos, algunos gratuitos. Por ejemplo, se pueden escuchar gratis 15 minutos de música de órgano los martes y jueves desde Pascua hasta el primer domingo de Adviento.

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Comprobamos a lo largo de todo el viaje que hay mucha oferta de conciertos en iglesias (aunque en Agosto se reduce sensiblemente el asunto).
Pasamos por el Altmarkt y comimos algo ligero en un sitio cerca del Palacio, que era nuestro próximo objetivo.

El Palacio fue destruido en la Segunda Guerra Mundial, pero las obras de arte que albergaba habían sido sacadas previamente. Dentro del Palacio hay varios museos a visitar. Lo mejor es seleccionar aquéllos que se quieran ver y comprobar si hay alguno cerrado por reformas en su página web. Por ejemplo, cuando fuimos estaba cerrado por reformas el Salón Matemático-Físico.
Queríamos visitar la Cámara Turca, con una colección de objetos otomanos, lo más espectacular para mi gusto una tienda de las que se utilizaban en los campamentos militares (aunque fijo que no era del soldado de más baja graduación). No hay entradas individuales, sino que hay que sacar la conjunta para las colecciones del Palacio, que las incluye todas excepto la Histórica Bóveda Verde.

Ya que nuestra entrada lo incluía, visitamos la Nueva Bóveda Verde, con audioguía gratuita y que alberga una colección de obras de arte que no sabría resumir: hay miniaturas, relojes, artesanía con metales y piedras preciosas, objetos de cristal.

No hay fotos porque no estaban permitidas

Ambos museos (como todos los que hemos visitado en el viaje) son físicamente abordables. Me explico: si alguien se quiere entretener en alguno mirando una por una con el máximo detalle todas las obras de arte, puede pasarse horas, pero no son museos con una enorme cantidad de salas que agoten al visitante sólo con mirar el plano.

A la Histórica Bóveda Verde no entramos porque iba a ser saturación de museos para un día. Sí vimos un vídeo en el que se veía cómo había ido avanzando la reconstrucción a lo largo del tiempo. Habían dejado una cámara fija en un punto y se veía en diferentes fechas cómo estaba la misma sala.

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Frente al Palacio, se encuentra la Catedral Católica de la Santísima Trinidad, oscura por fuera y luminosa por dentro con un precioso púlpito barroco y un espectacular órgano. Antes de convertirse en catedral, fue la iglesia católica de la Corte.

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Seguimos por la calle AugustusStrasse, observando el Fürstenzug, el enorme friso de más de cien metros y más de 20.000 de azulejos con todos los gobernantes de Sajonia hasta principios del siglo XX. Es enorme y con todo lujo de detalles. Al fondo divisamos la cúpula de la Frauenkirche. Os dejo sólo un detalle del friso, pero es tan casi tan largo como la pared de la foto de la izquierda.

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Y llegamos al Neumarkt (Mercado Nuevo) con sus edificios de estilo barroco, presididos por la espectacular Frauenkirche (Iglesia de Nuestra Señora).

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La rodeamos entera antes de entrar, no porque quisiéramos sino porque empezamos a hacerlo buscando la puerta de entrada (tiene unas cuantas, pero sólo se entra por una) en sentido contrario
En este viaje hemos visto muchas iglesias protestantes con galerías laterales a diferentes alturas, pero ésta realmente me encantó. Está decorada en colores pastel (rosa y azul) y tiene que ser una gozada escuchar un concierto en ella. Se puede subir a la cúpula, pero las piernas a estas alturas del viaje no estaban muy por la labor.

Y si la iglesia me pareció preciosa, me gustó mucho más su historia. La iglesia parece nueva, ¿cierto? No lo parece, lo es. Debido a los bombardeos (sí, otra vez) se derrumbó, y no fue consagrada de nuevo hasta 2005, antesdeayer como quien dice. Eso sí, la rehicieron siguiendo el diseño original. Aún se puede observar un trozo de la cúpula "auténtica" en una calle cercana.

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Para fotos interiores os dejo su web, ya que no estaban permitidas.

Y ahora, después de un café (que hoy no había salido aún ) nos vamos a otra de mis aficiones particulares: ¡a por el funicular! Para los que hayáis leído algún otro diario mío no os sorprenderá; para los que no, debéis saber que soy "fan incondicional" de tranvías, funiculares, trenecitos y artefactos similares.
Desde el Neumarkt, y utilizando el plano turístico, nos dirigimos a coger el tranvía número 12, que nos dejaba cerca del puente Blaues Wunder (Maravilla Azul).
Camino al tranvía vimos el Albertinum, algún que otro edificio como la Comisaría de Policía (en la foto) y un semáforo que seguro que si fuera conduciendo la liaría
Compramos un bono de cuatro viajes, que eran los únicos que íbamos a usar ese día, y salía algo más barato que cuatro sueltos.

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Llegamos al puente Blaues Wunder, y lo primero que me llama la atención son las casas junto al Elba, rodeadas de verde. Es como salir de la ciudad al pueblo. Seguramente a alguien a quien viva en un pueblecito del Norte de España no le parecerá curioso, pero es que por aquí el verde está en los parques y poco más

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Llegamos por fin a la estación del funicular (o teleférico o monorraíl suspendido, que lo he visto de todas las formas). Hay que sacar un billete especial. Subimos en el de las 19:00 y bajamos en el de las 19:30 ya que sólo queríamos hacer algunas fotos de las vistas.
También tenemos un reportaje completo nuestro porque le pedimos a una amable señora que nos hiciera una foto, pero se entusiasmó y nos hizo media docena por lo menos

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Cogimos el tranvía de vuelta al hotel y, tras un descansito, buscamos un sitio para comer. Nos fuimos hacia Pragerstrasse, donde habíamos visto varios sitios, pero no había demasiado abierto (es que ya era tardecillo para los horarios alemanes). Pues ala, hoy toca kebab, que está abierto, y muy rico, por cierto.

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Hoy es el primer día que no tenemos que coger ningún tren, nos quedamos en la ciudad. A cambio, usaremos unas cuantas veces el tranvía, por lo que compramos el bono diario. Y lo usaremos porque nos vamos a acercar al barrio de la Ciudad Nueva, tanto Interior como Exterior.

Lo primero que hicimos fue llegarnos (bueno, yo no fui 8) ) a recuperar todos los mapas y la información impresa con horarios y demás que nos habíamos dejado en el sitio donde cenamos la noche anterior. Empezamos bien...

Cogimos el tranvía 11, con la idea de que nos llevara a la Ciudad Nueva Exterior, pasando por la Yenidze, la antigua fábrica de tabaco, y según nos gustara o no el edificio, bajarnos para hacer unas fotos y coger el siguiente tranvía. Pero el tranvía tenía sus propios planes, y es que por mantenimiento habían desviado su recorrido por el puente Marienbrücke al Augustusbrücke. Cuando nos dimos cuenta del cambio, nos bajamos, miramos en la parada cuáles nos servían, vimos el cartel avisando del cambio y las paradas afectadas y cogimos el siguiente que nos valía que era ¡el próximo 11 que pasara!

Y después de unas cuantas paradas, llegamos a la Martin Luther Kirche, en la Martin Luther Platz, junto a la Martin Luther Strasse (fácil de recordar) de la que sólo pudimos ver su exterior.

Muy cerca hay un pequeño Cementerio Judío, el más antiguo de Sajonia, al que tampoco pudimos pasar. Según la página de Turismo es visitable, previa cita, de pago.

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Nos dirigimos a la Pfunds Molkerei, la "lechería más bonita del mundo". No sé si es la más bonita del mundo, ya que normalmente no visito lecherías, pero es preciosa. Y algo de verdad debe tener cuando consta en el libro Guinness. Aprovechamos para comprar alguna postal (no se pueden hacer fotos en el interior) y alguna cajita de caramelos de recuerdo con una vaquita Descartamos los productos lácteos porque quedaban muchos días de viaje, aparte de que el precio no tenía aspecto de ser "el más bonito del mundo".

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Callejeamos un poco por el barrio, lleno de calles bastante uniformes con bloques de casas muy cuidadas, y nos dedicamos a buscar el KunsthofPassage, un pasaje comercial que comunica Görlitzer Strasse con Alaunstrasse. El pasaje está señalizado con un cartel de una vaca. Como era de esperar (para los que no entendáis por qué, mirad mi avatar), me fijé en ella, pero no me di cuenta qué señalaba, así que de estar en la acera de enfrente de la puerta pasamos a recorrer todo el resto de Görlitzer Strasse, llegar a Alaunstrasse, entrar por la puerta opuesta y volver a salir por donde estábamos. Se ve que el café de esta mañana ha sido descafeinado por lo menos 8)

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Los cinco patios que forman el pasaje son muy coquetos. No había demasiado movimiento de gente, pero eso debía ser porque eran algo más de las diez de la mañana.

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Rumbo al tranvía para visitar ahora la Ciudad Nueva Interior, el barrio barroco fruto de la reconstrucción de esta parte de la ciudad después de un gran incendio.
Empezamos el paseo en el Mercado de la Ciudad Nueva, presidida por la estatua dorada de Augusto el Fuerte a caballo, el Caballero Dorado, que fue testigo junto con nosotros de un alcance múltiple entre coches sin mayores consecuencias que el revuelo generalizado y algo de chapa y pintura.

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Un café en una panadería/confitería (a pesar de las fotos, de verdad que sólo fue un café)

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y continuamos hacia la Dreikönigskirche, otra iglesia con recuerdos de los bombardeos de 1945, no hay más que fijarse en el altar. También es interesante el relieve "La Danza de los Muertos", que estuvo en una de las puertas de acceso al Palacio.
A la torre se puede subir, aunque indican que la subida no es adecuada para personas con marcapasos. Son cerca de 90 metros.

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Nos acercamos a los Pasajes de los Artesanos con más tiendecitas con unos escaparates muy bien decorados.

Frente a la iglesia está el Mercado de la Ciudad Nueva. No, no es una errata, es que partimos de la plaza (Neustädter Markt) y llegamos a un mercado dentro de un edificio (Neustädter Markthalle). Lo más bonito, para mi gusto, es la estructura en sí, y una tienda con juguetes de madera.

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Y por si no hemos tenido suficientes "tiendas y pasajes con encanto" por hoy, nos dirigimos hacia la Königstrasse, donde encontraremos más. Al fondo podemos ver el Palacio Japonés, sede, entre otros, del Museo de Historia Natural, que en esas fechas tenía una exposición que o encanta o aterroriza: arañas.

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Y bordeándolo llegamos al río Elba, y tendremos esas imágenes de postal de la Ciudad Vieja vista desde la otra orilla

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Y de paso, a lo lejos, la Yenidze

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Comimos algo rápido cerca de los Pasajes de los Artesanos, en un sitio donde había varios locales diferentes que compartían las mesas de la terraza. Pedías lo que querías y te lo llevabas a la mesa. Los locales compartían la terraza, y los clientes compartían la mesa con unos osados (y bien nutridos) pajaritos, que se iban comiendo los restos que caían al suelo o que la gente dejaba.

Y ahora nos toca un rato de museo. Ponemos rumbo al Zwinger, previo paso por la Semperoper.

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En el Zwinger hay varios museos, pero sólo queremos visitar la Armería. Justo en la puerta de enfrente hay una espléndida pinacoteca (por lo leído durante la preparación), la Galería de los Viejos Maestros, pero nos apetecen más las armas.
Hay gran cantidad espadas de todo tipo, escudos, dagas, puñales, ballestas, pistolas, mosquetes, lanzas, picas, alabardas, etc. así como armaduras tanto de caballeros como de caballos.
Aquí tampoco están permitidas las fotos

Y una vez instruidos en el noble arte de la caballería, y recorridos los jardines del Zwinger, con su espectacular Puerta de la Corona vamos a descansar un rato al hotel,

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dando un "pequeño" desvío por la Iglesia Rusa (sin entrar)

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Para despedirnos de la ciudad, unas compras de algunos recuerdos, un paseo por la Brüchlsche Terrase y un paseo en barco de vapor de dos horas y media hasta el Castillo de Pillnitz. En el barco se puede tomar algo e incluso cenar.
El paisaje se va haciendo cada vez más rural según se aleja del centro histórico. El barco pasa bajo el puente "Blaues Wunder", por los palacios del Elba (Albrechtsberg, Lingner y Eckberg) y sus viñedos, zonas de casas con caballos pastando, un astillero y al final llega al Castillo de Pillnitz pasando por la Iglesia Maria am Wasser.
A lo largo del trayecto veremos gente a la orilla del río que nos saluda, pasando la tarde de "campo/playa", en bici, corriendo o remando.
Es muy agradable, y sobre todo, una buena y relajada forma de despedirse de la ciudad.

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El paseo termina sobre las diez de la noche, así que ahora había que buscar algo para cenar. No vimos muchos sitios con ambiente de cena, así que decidimos ir a lo seguro y volver a Pragerstrasse, que ya teníamos experiencia. Pero esta vez no fue kebab, fue McDonald's. Ya sé que la gastronomía alemana tiene mucho que ofrecer, pero teníamos hambre y queríamos algo rápido.

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