París, je t´aime ✏️ Blogs of France

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El día fue intenso pero muy agradecido, uno de los mejores.

En primer lugar teníamos programado ir a ver qué era eso del mercado de las pulgas. El metro con destino Porte de Clignancourt nos transportó al mercadillo más grande que había visto. Era impresionante, y eso que casi decidimos descartarlo.

Cuando acabamos de ver los puestos de la primera calle pensamos que no era para tanto, que era normalito. Nuestra sorpresa fue al cruzar la calle, teníamos calles y calles llenos de puestos y tiendas para comprar todo lo que se tuviera en mente.

Me llamó en especial la atención ese mini centro comercial en el que había zapatos muy baratos, playeras por 5 euros. Lo mejor del mercado fue la compra que hicimos, una máscara por la que tuvimos que regatear; no lo hubiera imaginado. También tenía su encanto la "tienda militar", los sellos y las obras de arte y objetos varios que podrían decorar cualquiera de nuestras casas.

La segunda parada fue el barrio de Montmatre. Nos bajamos en Anvers (metro línea 2) tras hacer la correspondencia con la línea 4. De primeras no veíamos el Sacre-coeur, pero siguiendo uno de los consejos que pudimos encontrar en uno de los diarios de París que hay por esta web, seguimos la maraña de gente. Aquello parecía el momento antes de la entrada a un gran concierto. Era increíble divisarlo a lo lejos, un impresionante edificio que nada tenía que ver con los que veríamos los días posteriores.

Con el aviso en mente de los pulseras-men pasamos muy bien la entrada ya que escondimos las manos y pasamos de ellos mucho ya que sabíamos lo que querían. Las escaleras nos amenazaban con empezar con el cansancio a esas alturas del día pero la lluvia estaba aún más cerca de lo que pensábamos. Subimos tranquilamente y nos sentamos en unos bancos a disfrutar de la que fuera nuestra primera comida en París. Sacando la tortilla de patata (que vaijó con nosotros desde Bilbao), la baguette y demás objetos comestibles pasamos un gran momento. Las fotografías son pedacitos de nuestra memoria y de ahí tenemos muchos pedacitos.

La lluvia hizo de las suyas, estábamos preparados con chubasqueros y paraguas. Tras cobijarnos en los árboles que se encuentran a la entrada de la basílica para esperar el cese de la lluvia pudimos observar que la gente seguía viniendo. Fotos y más fotos.

Rodeamos el monumento para observar toda su grandeza y más tarde adentrarnos en él. Por dentro también era espectacular. Para nuestra ignorancia el mejor momento de esa visita estaba por llegar. En las escaleras de acceso a la basílica había un músico anónimo que nos hizo pasar un muy buen rato. Todos los visitantes que pasábamos por allí y nos apetecía escuchar al músico nos sentamos a su alrededor a escuhar sus canciones. Éstas eran bien conocidas: Imgine, La bamba... Nos animó a todos a que le acompañáramos cantando y allí entre toda la gente, sin importar de que parte del mundo fuera cada uno, estábamos cantando las canciones. Fue un momento muy bonito. Y claro, el artista era muy amable y había que darle su merecido recompensa.


Cuando decidimos decir adiós al Sacre-coeur, nos perdimos por las calles de los souvenirs. Lo que teníamos en mente es que ahí eran relativamenre baratos los recuerdos (según recomendaciones de los diarios que leímos)y la verdad que encontramos mejores precios en otros sitios. En la Place du Tertre nos quedamos impresionados con el ambiente tan bohemio que allí se respiraba, nos dimos varias vueltas por si nos pasábamos algo por encima. Primer crépe del viaje.


Al tener esa zona un encanto especial, decidimos perdernos por las calles sin importar lo que dijera el mapa. Compramos una lámina muy bonita del Moulin Rouge en una tienda de un auténtico pintor en la rue Chappe y la tienda se llama Atelien 16. Nosotros íbamos con la simple intención de dejarle unos eurillos para llevarnos un recuerdo de París pero nos encontramos con una persona encantadora. Sabía castellano bastante bien y nos preguntó de dónde éramos, le debimos de recordar alguna etapa de su vida o no sé pero se fue y nos regaló 5 postales para que escribiésemos a las personas que quisiésemos. Un gesto increíble, y además argumentó que él era pintor no comerciante.

Con la sensación mágica de haber encontrado a una persona tan atenta vimos por primera vez la Torre Eiffel a lo lejos; estaba ahí y no la teníamos que ver pintada en ningún cuadro ni a través de ninguna cámara. Fotos y más fotos. Más tarde en una de las calle de este encantador barrio vimos cómo una pareja de novios estaban haciéndose fotos ya que era el día de su boda.


Les hicimos fotos también nosotros y sin darnos cuenta llegamos al Lapin Agile. Estábamos un poco flacos de fuerzas pero nos quedaba por ver el Moulin Rouge, antes que éste vimos uno de los molinos que aparecían en el mapa.

Conseguimos llegar a la zona X de París en la que se encontraba el famosísimo Moulin Rouge, la verdad que fue menos de lo que me esperaba. Para reponer fuerzas comimos en el Quick que hay justo al lado del Moulin.

La última parada del día fue la del paseo en barco por el Sena(con vedttes de pont neuf), muy recomendable. Al habernos informado de ésto, nos sacamos dos tickets por internet y así rebajarnos 4 euros por persona. Además de sólo costarnos el paseo 7 euros por cabeza, nos evitamos toda la cola al tener ya los billetes. Había una cola importante , así que pasamos sin esperar y encima elegimos sitio. He de decir que hay que tener valor para ir a París de viaje con niños pequeños, a parte de griten y lloren en sitios donde hay que atender a las personas que trabajan para informar a lo turistas, pueden desesperar a sus padres. El paseo fue estupendo, así nos hacíamos a la idea de cuántas cosas nos quedaban por ver.

Tras la hora y cuarto de recorrido estábamos agotados y fuimos a descansar a nuestro pequeños hotel Les Chansoniers en Menilmontant.

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Primero de todo quiero pedir disculpas por tardar tanto en reanudar este diario, ha sido larga la espera pero espero que a alguien por lo menos le agrade esta vuelta.

En nuestro tercer día parisino ya nos creíamos uno más en aquella cinéfila ciudad. Tuvimos suerte que este día estuviera incluido en nuestro viaje. Aunque había varios festejos a temprana hora, decidimos esperar a la noche para contemplar lo que iban a ser unos fuegos artificiales únicos.

Tras levantarnos y tener las provisiones suficientes para pasar otro día en esta ciudad decidimos ir al cementerio Pére-Lachaise. Ese cementerio es diferente, porque es el único turístico que conozco y que tenga un mapa a la entrada. La idea de visitar este lugar no me resultaba demasiado agradable pero fue una cosa más que ver. A medida que íbamos avanzando e íbamos viendo más gente como nosotros, turistas, la cosa parecía que cambiaba. Nos propusimos ver donde estaban algunos personajes famosos franceses que nosotros conociésemos; es decir muy pocos. Ese cementerio más bien parecía un lugar de entrenamiento que un lugar de descanso; los miles de caminos y piedras así lo constataban. La verdad que cementerios no conozco muchos, pero ese me llamó especialmente la atención ya que estaba señalizado con calles. Nos costó mucho encontrar donde estaba enterrada Edith Piaf junto a su familia y eso que llevábamos el mapa. Jim Morrison más bien pasa desapercibido por el lugar en donde se encuentra enterrado, es "pequeño" para lo que hay por allí. Es de destacar la vigilancia que había especialmente por esa tumba ya que había lo que akí se conoce como "seguratas". Para mí el lugar de descanso más impactante fue el de Oscar Wilde. Curioso donde los haya, lleno de besos, cigarros, botellas vacías y te quieros en varios idiomas. Es curioso que la gente escribiera en la tumba como si de una escayola de un amigo se tratase. Fue un camino largo y eso que solo vimos pocos personajes famosos.
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Fuimos camino del medio de transporte por excelencia para dirigirnos a ver que era eso de Tullerías. El metro era lugar de reunión de todo tipo de culturas, me alegro que por lo menos haya algún lugar en el que los colores de la piel no importen. Te podías juntar con muchísimas nacionalidades en apenas 20 minutos. No recuerdo exactamente en que viaje de metro fue pero pudimos observar una mini-excursión de un colegio, sólo había 4 niñ@s. Estas personitas pequeñas cantaban una canción muy curiosa, algo así como chalalalá porquoi??chalalalá monsieur monsieur...
El parque de Tullerías me cambió completamente mi significado de parque, no había apenas hierba y la que se podía visualizar carecía de fuerza en cuanto a color verde se refiere. Había bancos como en todos los parques pero nos costó lo suyo encontrar uno para poder comer los bocadillos que teníamos esperando impacientes a ser devorados que guardábamos en la mochila. Tras el momento de sobremesa fuimos a ver que había por eso lares.

Había las típicas barracas que se pueden encontrar en cualquier fiesta. En una de ellas había una chica a la que su falda le jugó una mala pasada, se le levantó por una ráfaga repentina de viento y claro el problema para ella es que decidió ponerse "poca" ropa interior; llevaba un tanga. Tras el momento gracioso-bochornoso (para la chica) decidimos mirar la gente que se montaba en las atracciones pk superaban con creces nuestro presupuesto del día. En una de ellas había los típicos coches para niños a modo de mini-montaña rusa. Al lado de ésta había una gran noria, nos apetecía mucho dar una vuelta para ver París desde ahí arriba pero 10 euros por persona nos pareció demasiado. Somos estudiantes así que miramos todo al detalle. En la noria en cuestión te hacían una foto de recuerdo por la que te clavaban 7 euros, salía caro el viajecito.

Andando y andando se podría empezar a ver un extraño y antiguo edificio, se trataba del Louvre. El sol ese día apretaba, así que nos hicimos con una botella de los puestos ambulantes a pies del museo. Si alguien ha leído el código da Vinci o simplemente ha oído hablar o ver algo sobre el Louvre es de sobra conocida la pirámide que lo caracteriza. Para nuestra sorpresa había más y más pequeñas. Nos sentamos en los estanques a hacer lo que muchos de los que allí estaban haciendo, referescarnos. La cámara echaba humo pk la velocidad a la que se sacaban las fotos no era normal. Después decidimos contemplar al Louvre por fuera y vimos que era impresionante.
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Salimos por una calle con la intención de comprar tabaco y se convirtió en toda una aventura. Resulta que en los bares de allí no era normal vender tabaco en ellos, sólo en unos pocos. Total que con el poco francés que sabía nos pudimos hacer con un tabaco por el "módico" precio de 7,50 euros.

Para completar la tarde nos dirigimos a los Champs Elysées a mezclarnos con la gente que por allí circulaba. Increíblemente larga y llena de tiendas para todos los gustos, desde Zara a Dior. Merece la pena andar por allí sobre todo sabiendo que al final te espera el archiconocido Arco del Triunfo. Lo curioso de todo ello es que está en una rotonda enorme en el que el caos gobierna a los vehículos que por allí circulan. Luego también hay algún que otro Kamikaze ya que pasar por esa rotonda a pie sorteando los coches es toda una aventura. Ningún vehículo se chocaba, era curioso.

Tras descrubrir que se accedía al Arco vía subterránea decidimos hacernos con una Paris Musseum Pass ya que es muy rentable al conocer el truco del boli. La cosa es que la activas poniendo tu nombre y fecha en la que la empiezas a usar, todo ello con un boli que se pueda borra. Te compras la tarjeta más barata, la de 2 días y borras la fecha para actualizarla cuando te haya "caducado". Truco que por cierto obtuvimos de un diario que leímos aquí y que es el mejor que obtuvimos. La cosa es que no pudimos hacernos con ella ya que se nos pasó la hora de venta. Aún así vimos la tumba del soldado desconocido y lo que se podía ver sin necesidad de pagar.

Como ya se acercaba la hora de los fuegos artificiales nos dirigimos a Trocadero para verlos desde el que nosotros decidimos que era un sitio estratégico. Dimos unas vueltas para hacernos con algo de cenar mientras asistíamos a ese mágico espectáculo. Tras mezclarnos con toda la gente que esperaba a esos grandiosos fuegos artificiales juntos a la Torre Eiffel, íbamos consumiendo nuestra compra. El espéctaculo de fuegos fue increíble, el mejor que haya visto. Como sabíamos que el metro tenía horario de cierre "temprano" nos fuimos antes de que se acabara el espéctaculo para tener una vuelta segura a nuestro pequeño y humilde hotel.

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