Por fin llegó el día esperado: la boda. Pero antes, qué mejor que hacer una visita por Zagreb previo paso por el mercadillo de los sábados de Samobor.
El mercadillo allí es como el Rastro en Madrid, hay de todo y para todos los gustos, incluso animales (gallinas, cerdos, etc.) y puestos de comida. Uno allí no puede aburrirse y más difícil aún es volver con las manos vacías.
Y ya llegamos a Zagreb, en el autobús que une Samobor con Zagreb (20-25 minutos) donde en la calle más céntrica, Ilica, nos esperaba otra amiga croata que habla español, Marija, a la que hacía 6 años que no veía. Ya teníamos nuestra guía turística personal y empezamos la visita por la capital.
La primera parada fueron las tiendas de la calle Ilica, y ya sí a continuación, empezó el "turismo". Zagreb es una ciudad hecha a partir de dos antiguas ciudadaes, Gradec (ciudad baja) y Kaptol (ciudad alta).

En la foto está Ban Josip Jelacic, quien abolió en el siglo XIX la servidumbre en Croacia, en la plaza del mismo nombre y el lugar de encuentro de los zagrebíes por ser el más céntrico. De hecho, los tranvías a distintos puntos de la ciudad tienen su cabecera en esta plaza. Y hablando de tranvías, en Zagreb podemos ver desde los más antiguos hasta los más modernos:



En un lado de la plaza hay unas escaleras que llevan al famoso mercado de Dolac. Cabe destacar que nada más subir los escalones, hay una escultura de una mujer ataviada con un traje de campera y un cesto en la cabeza. En ese momento, el mercado se acercaba ya a la hora del cierre, pero aún pudimos disfrutar de sus puestos y la amabilidad de las gente. Aquí se puede comprar desde comida hasta los souvenirs y regalos más bonitos, baratos y originales, como los corazones de jengibre, muy típicos en Croacia ya que la forma del país se asemeja a un corazón (o eso creen ellos).
En la plaza, a la derecha queda la catedral de Zagreb y a la izquierda la iglesia de Santa María. Continuamos hacia la catedral y como ya había visto en fotos anteriores, estaba en obras. Según nuestra guía personal, lleva años en obras. Por suerte, el interior de la catedral es bonito, aunque realmente, es como cualquier otra catedral de estilo gótico.


Se dice de Zagreb que es una ciudad que muere a partir del sábado a las 2 de la tarde, y algo de verdad debe ser como comprobamos después y especialmente, al día siguiente.
Tampoco hay muchas tiendas de regalos típicos, tan sólo una en los soportales del mercado de Dolac y otra entre el mercado y la catedral. No son caras, pero tampoco muy baratas, especialmente los paraguas que sí son caros.
Continuamos hacia la otra parte de la ciudad, la zona alta, Kaptol, y empezamos entrando por la Puerta de Piedra, la única de acceso a la ciudad alta que quedó en pie después de un incendio. En la actualidad es un santuario o una pequeña capilla donde se reza a la Virgen y se dejan placas con mensajes de ayuda o agradecimiento a ella. Se la venera ya que tras el incendio, la imagen no se quemó y por tanto, se cree en su poder.

Nada más pasar la Puerta de Piedra y dejando a un lado el Sabor (Parlamento) llegamos a la plaza donde se encuentra la preciosa iglesia de San Marcos. Una vez más, las obras nos persiguieron, pero al menos pudimos disfrutar de su maravilloso tejado donde se observan dos escudos: el del país y el de la ciudad de Zagreb.

Después paramos a descansar en un parque cercano desde donde disfrutamos de bonitas vistas de la ciudad.
En este momento decidimos parar a comer en el restaurante Leonardo en la calle Skalinska, una calle pequeñita delante de la catedral y frente a la Puerta de Piedra. Por un precio bastante barato, comimos ensalada, calamares, pulpo, carne, etc. No quisimos pasarnos mucho ya que para la cena nos esperaba la boda.
Después de bajar de nuevo a la plaza Ban Josip Jelacic, continuamos el paseo hacia el Jardín Botánico. Por el camino pudimos ver el Museo Mimara o el Teatro Nacional:

También en ese camino, visitamos la Torre Cibona (sede del equipo de baloncesto Cibona de Zagreb) que tiene delante una escultura dedicada al ex-jugador de este equipo y del Real Madrid, Drazen Petrovic, que falleció en un accidente.

Un poco cansados, decidimos coger un tranvía que nos dejó en la estación principal de autobuses, Glavni Kolodvor, donde paseamos por el parque de la plaza Kralja Tomislava y visitamos las tiendas del centro comercial subterráneo que hay, y que viene muy bien para librarse del calor de la calle y refrescarse con el aire acondicionado.

En este momento, decidimos poner punto y final a la visita a Zagreb y despedirnos de nuestra amiga Marija hasta la hora de la boda. Eso sí, nos pilló un buen chaparrón mientras cogíamos el tranvía 6 que nos llevaba a la estación de donde salía el bus a Samobor.

El 26 de Julio es Santa Ana, día de fiesta en Samobor, por lo que hay pasacalles, mercadillo medieval, etc.
Por fin, a las 20.30 llegó el momento esperado, el de la boda. Lo primero, a todos los invitados se les pone en el traje una ramita de romero con flores que reparten las amigas de la novia. También nos llamó la atención que sólo el novio lleva traje, los demás invitados, van en camisa y pantalón, sin corbata. En realidad, el que se casaba parecía que era mi novio, si no fuera porque no hablaba croata, y eso que a mí ya me había oído hablar bastantes palabras y alguna frase en el idioma.
Tras las fotos con los novios, pasamos a la ceremonia, católica, pero en la que no entendimos más que la palabra "amén". Al salir, fuimos al restaurante, en Gradna, una pedanía de Samobor. Al llegar al restaurante, la novia reparte ramos de flores que le llevan las amigas. Ni qué decir tiene que el mío volvió conmigo a Madrid.
En la mesa de los novios se sientan los padrinos con sus parejas. Allí no es típico que sean padrinos las familias, sino amigos de los novios. La madrina, por suerte, también era una amiga a la que ya conocía y que también habla español, y a la que había conocido 2 años antes.
A nosotros nos sentaron frente a nuestra guía de Zagreb y una amiga de su hermana que también hablaba español. En ningún momento nos sentimos solos, y sino por gestos nos entendíamos con la gente cuando no hablaban inglés o alemán (los idiomas más hablados allí). Un inciso: las mujeres hablan muchas español porque ven las telenovelas que no están traducidas, sino subtituladas.
El baquete consistía en una especie de buffet. Se sirven las bebidas (zumos, agua, cerveza, etc.) en botellas grandes y se empieza la cena con dulces típicos:

A continuación vino el primer plato: ensalada de col y puré. Después de este primer plato, vienen los primeros bailes, y en esto consiste una boda croata: comer, bailar, comer, bailar, etc. y así hasta la madrugada. Después del baile, vino la sopa y a bailar de nuevo. Luego el pollo y a bailar de nuevo; el cordero y el cerdo, y a bailar de nuevo hasta que, finalmente, vino el momento de cortar la tarta y los bailes, esta vez, ya sin comida de por medio.
Allí debíamos ser el centro de atención, porque la gente quería saber quiénes eran los españoles que habían ido, así que se sentó todo el mundo y la banda de música nos dedicó dos canciones para que bailáramos en la pista: La Bamba y Nel pinto di blu (aunque no sea en español). ¡Qué vergüenza! Bailando mientras los demás miraban y aplaudían.
A las 5 de la mañana ya nos arrastrábamos por allí así que la hermana de la novia nos acercó al hotel en Samobor.