Nos levantamos con la sensación de que los simpáticos mosquitos, cual reyes magos, nos han hecho una visita. El desayuno es buffet, se esmeran en ponerte comida occidental pero lo que ponen no es muy acertado la verdad, así que tostada de pan con mermelada de naranja, muy rica, zumo de algo parecido a naranja también, y sandía y piña. Las frutas aquí son espectaculares, sobre todo la piña. Aparece la pequeña Pai con una sonrisa de oreja a oreja preguntando si somos nosotros los que vamos de excursión. “Pues ala, tragaros la tostada que nos vamos”. La excursión de hoy consistía en un baño en unas cascadas, visita al show de los elefantes, treking por la jungla, rafting en canoa de bambú y visiting a la granja de orquideas. Todo ello por 750 bahts cada uno. En la furgoneta vamos una familia de rubios cabellos, una pareja de croatas y nosotros. En la hojita que nos da el guía para rellenar y poner nuestras nacionalidades descubro que los del pelo amarillo son holandeses y ellos descubren que somos españoles: “Oh, Spain”, es entonces cuando me doy la vuelta, le planto una patada en el pecho y le digo: “De parte de Xabi Alonso, ¿algún problema?” Se levanta un pequeño revuelo pero al final la guía y los croatas ponen paz. Llegamos a la granja de elefantes en primera instancia, del baño en las cascadas nada de nada. Nos sentamos a ver el espectáculo de elefantes.
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Nos quedamos embobados mirando todo lo que hacían, pintar, jugar al fútbol (mejor que los holandeses), tocaban la armónica, movían troncos a su antojo, te saludaban…alucinante.
Al final del espectáculo se acercaban al público y jugaban con la gente, y te podías subir en su trompa. Es totalmente distinto a la trompa que me cogí yo en la boda de mi primo. Luego estuvimos viendo como los bañaban en el río y nos mojaban con chorros de agua.
Siguiente atracción: paseo en un carro tirado por bueyes, cosa que no venía en el programa. Montamos en un carro que daba miedo como sonaba aquello, tirado por dos bueyes. A mitad del paseo la mujer que los dirigía, se ofrece para hacernos un par de fotos, que al final fueron tres y con mi cámara, y eso tampoco estaba en el programa. Al final del trayecto nos dejan en un mercadillo donde volvemos a hacer más compras. Lo primero que te sale al encuentro es un niño de unos cinco años intentando vendernos unas pulseritas de colorines. Dan mucha pena la verdad. En un sitio tan turístico como es la granja de elefantes, creo que podrían hacer un esfuerzo e intentar dar una educación a esos niños, construyendo una escuela o algo por el estilo. Terminado el corto paseo por el mercadillo toca otro paseo pero esta vez a lomos de un elefante. ¡¡Qué pasada!! Por lo menos para mí, no tanto para mi novia que se escurría por debajo de la barra de la cesta en la que íbamos y en más de una ocasión estuvo a punto de besar el suelo, y os puedo asegurar de que la caída puede ser interesante. Pero aparte de los pequeños contratiempos que derivan de un paseo en lomos de un elefante, nos gustó a los dos. El paseo era por la selva, cruzando ríos, subiendo y bajando cuestas. Recomendado 100 %. Si alguna vez vais a una granja de elefantes no dudéis en hacer un paseo. Fin del paseo de una media hora. Después de comer tocaba rafting por el río en barcas de bambú. En realidad tocaba treking pero empezó a caer agua a cantaros, como suele pasar de repente, y se tuvo que suspender. Otra experiencia más, bajar por el río en balsa de bambú cayendo agua sin parar.
El balsero saca de debajo de su chubasquero otros dos chubasqueros para las dos parejas que íbamos en la balsa que nos tenemos que echar por encima a modo de capa. No nos sirve de mucho porque ya estábamos empapados cuando subimos. En la balsa íbamos la pareja croata y nosotros. Yo iba ataviado con un bonito sombrero de forma cónica típico tailandés y el resto con un bonito sombrero de ala ancha típico mexicano. A mitad del camino y sin ningún sobresalto más, para de llover y el simpático balsero nos ofrece el remo para remar nosotros, hacernos la foto y descansar él un rato, tío listo. Y así fue que pasamos la pareja croata y yo por el momento remo y le tocó el turno a mi novia. Dos remadas, foto, y…pierde el control de la balsa y en consecuencia el remo que cae al fondo del río. Los intentos del balsero por recuperar el remo, una caña de bambú, son estériles ante los “sorry, sorry” de mi novia y el despelote de los demás. Pero le hizo un favor al balsero ya que con la mano se enganchó a la balsa de los holandeses y llegamos a buen puerto. Llegados a este punto no sabemos cual es la siguiente parada en la excursión y Pai nos propone como parada opcional el Tiger Kingdom, el “Reino del Tiger”. Nosotros aceptamos porque era una de las excursiones que queríamos haber hecho pero nos salía muy cara. El sitio en cuestión es un zoo en el que predominan los tigres, y te dan la opción de entrar en la jaula con los tigres, y dependiendo del tamaño del felino pues cuesta más o menos. Nosotros como somos los más guays entramos en la jaula de los cachorros que en contra de lo que piense la gente era la más cara. ¡Cómo molan!
Entramos en una jaula con tres cachorros y bajo la supervisión de un cuidador. La única pena era que cachorro estaba dormido y no pudimos jugar con él. Estuvimos jugando con otro que estaba despierto. Nuestro cuidador muy dulcemente, despertó al que estaba con nosotros a base de tirones de cola, arrastrarle por el suelo y cosas así. No paramos de hacernos fotos. Eran como gatitos, con la diferencia de que los gatitos te dan un arañazo y al día siguiente no tienes ninguna marca. En cambio estos como te pillen jugando te hacen un arañazo que te tienen que poner la cara nueva. Por eso antes de entrar te advierten que nada de flashes, nada de cordones y nada de correr que el minino se puede poner nervioso y dejarte la cara como Carmen de Mairena. A la salida nos pasamos a ver el resto de los tigres, jóvenes y adultos, los cuales, coincido en lo que he leído en foros y comenté con los croatas, hay una alta probabilidad de que estén drogados. Están despiertos, pero no se mueven nada. Porque yo me imagino que un animal de estos por muy domesticado que esté se puede cruzar un cable y hacerse un llavero para el coche con la cabeza de un niño. A la salida del recinto nos hicimos una foto con una serpiente pitón que no sabemos si estaba drogada pero se movía y sacaba la lengua.
De lo poquito gratis que hubo porque los tigres fueron 520 bahts por persona. Sobraba tiempo para cubrir el horario previsto así que nuestra amiga Pai nos llevó a la granja de orquídeas y mariposas. Parada de relleno, porque se tarda poco en ver y es el tiempo justo para volver a Chiang Mai a la hora prevista. La granja por lo menos es más bonita que la que vimos en Bangkok, tiene mucho más colorido, vamos, que se podía ver.
Y en un jardincito contiguo estaba la granja de mariposas más grandes en mi vida, son del tamaño de palomas, bueno, quizá exagere un poco, pero son grandes y si vuelan cerca de ti se agradecía porque con el aleteo de sus alas te daban un airecito…
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En un descanso que tenemos antes de marchar comentamos con los croatas y con los holandeses que la excursión es un timo y que a cada uno nos han cobrado una cosa. Por lo menos nosotros salimos ganando porque somos a los que nos ha salido más barato. Llegamos al hotel con ganas de cama, porque mañana además toca excursión de nuevo. Tras toda la tarde echados la siesta nos levantamos para ir al Sunday Walking Street, un mercado que se pone los domingos y en el que predominan las piezas de artesanía. Por decirlo de alguna manera, tiene más nivel que el Bazar Night, y es mucho más grande. El caudal de gene que por la calle es impresionante, y eso que estamos en temporada baja. Y claro con estos precios, regalo por aquí, regalo por allá…esto me gusta pa mí… Total, que volvemos al hotel que parece que le hemos robado el puesto a alguno de la cantidad de bolsas que llevábamos. Al final te acostumbras a regatear y crees que te lo has llevado por buen precio y realmente el tío ha hecho el agosto con nosotros. Pero bueno, algunas veces sabes que lo podías haber sacado por menos. Por ejemplo algo que estaba a 400 bahts, te lo llevas por 300 y piensas que te lo podías haber llevado por 250, pero creo que uno o dos euros al vendedor le hacen más falta y a mí no me van hacer rico. Tras esta clase de matemáticas y economía totalmente gratuita, nos vamos a nuestro hotel. Dejamos las cosas y nos vamos a cenar. En la calle de nuestro hotel, en 300 metro nos podemos encontrar entorno a 20 ó 25 bares y no os exagero. Y todos son de estética semejante: billar, televisor con fútbol y señorit@s en la puerta que reclaman tu atención. Y todos ellos vacíos o con dos o tres personas que son los que van a lo que van: señores como cangrejillos de 50 años para arriba y rodeados de dos o tres chicas o chicos. Cenamos en el único local donde la chica estaba en la puerta tenía pantalones en vez de minifalda. Muy barato. Dos pizzas, dos refrescos y un postre no llega a los 6 euros. Notamos que los precios en el norte son mucho más baratos que en Bangkok. Nos cubrimos de “rico” repelente para dormir, ponemos a tope el aire para espantar a los mosquitos y apagamos la luz. Mañana toca Chiang Rai, Triángulo Dorado, río Mekong, todo ello a las 7:30 a.m. Terminé el día con la sensación de haber estado en el trabajo. Había estado con elefantes, bueyes, tigres, serpientes y mariposas, justo. Igual que en el trabajo.
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Nos quedamos embobados mirando todo lo que hacían, pintar, jugar al fútbol (mejor que los holandeses), tocaban la armónica, movían troncos a su antojo, te saludaban…alucinante.
Al final del espectáculo se acercaban al público y jugaban con la gente, y te podías subir en su trompa. Es totalmente distinto a la trompa que me cogí yo en la boda de mi primo. Luego estuvimos viendo como los bañaban en el río y nos mojaban con chorros de agua.
Siguiente atracción: paseo en un carro tirado por bueyes, cosa que no venía en el programa. Montamos en un carro que daba miedo como sonaba aquello, tirado por dos bueyes. A mitad del paseo la mujer que los dirigía, se ofrece para hacernos un par de fotos, que al final fueron tres y con mi cámara, y eso tampoco estaba en el programa. Al final del trayecto nos dejan en un mercadillo donde volvemos a hacer más compras. Lo primero que te sale al encuentro es un niño de unos cinco años intentando vendernos unas pulseritas de colorines. Dan mucha pena la verdad. En un sitio tan turístico como es la granja de elefantes, creo que podrían hacer un esfuerzo e intentar dar una educación a esos niños, construyendo una escuela o algo por el estilo. Terminado el corto paseo por el mercadillo toca otro paseo pero esta vez a lomos de un elefante. ¡¡Qué pasada!! Por lo menos para mí, no tanto para mi novia que se escurría por debajo de la barra de la cesta en la que íbamos y en más de una ocasión estuvo a punto de besar el suelo, y os puedo asegurar de que la caída puede ser interesante. Pero aparte de los pequeños contratiempos que derivan de un paseo en lomos de un elefante, nos gustó a los dos. El paseo era por la selva, cruzando ríos, subiendo y bajando cuestas. Recomendado 100 %. Si alguna vez vais a una granja de elefantes no dudéis en hacer un paseo. Fin del paseo de una media hora. Después de comer tocaba rafting por el río en barcas de bambú. En realidad tocaba treking pero empezó a caer agua a cantaros, como suele pasar de repente, y se tuvo que suspender. Otra experiencia más, bajar por el río en balsa de bambú cayendo agua sin parar.
El balsero saca de debajo de su chubasquero otros dos chubasqueros para las dos parejas que íbamos en la balsa que nos tenemos que echar por encima a modo de capa. No nos sirve de mucho porque ya estábamos empapados cuando subimos. En la balsa íbamos la pareja croata y nosotros. Yo iba ataviado con un bonito sombrero de forma cónica típico tailandés y el resto con un bonito sombrero de ala ancha típico mexicano. A mitad del camino y sin ningún sobresalto más, para de llover y el simpático balsero nos ofrece el remo para remar nosotros, hacernos la foto y descansar él un rato, tío listo. Y así fue que pasamos la pareja croata y yo por el momento remo y le tocó el turno a mi novia. Dos remadas, foto, y…pierde el control de la balsa y en consecuencia el remo que cae al fondo del río. Los intentos del balsero por recuperar el remo, una caña de bambú, son estériles ante los “sorry, sorry” de mi novia y el despelote de los demás. Pero le hizo un favor al balsero ya que con la mano se enganchó a la balsa de los holandeses y llegamos a buen puerto. Llegados a este punto no sabemos cual es la siguiente parada en la excursión y Pai nos propone como parada opcional el Tiger Kingdom, el “Reino del Tiger”. Nosotros aceptamos porque era una de las excursiones que queríamos haber hecho pero nos salía muy cara. El sitio en cuestión es un zoo en el que predominan los tigres, y te dan la opción de entrar en la jaula con los tigres, y dependiendo del tamaño del felino pues cuesta más o menos. Nosotros como somos los más guays entramos en la jaula de los cachorros que en contra de lo que piense la gente era la más cara. ¡Cómo molan!
Entramos en una jaula con tres cachorros y bajo la supervisión de un cuidador. La única pena era que cachorro estaba dormido y no pudimos jugar con él. Estuvimos jugando con otro que estaba despierto. Nuestro cuidador muy dulcemente, despertó al que estaba con nosotros a base de tirones de cola, arrastrarle por el suelo y cosas así. No paramos de hacernos fotos. Eran como gatitos, con la diferencia de que los gatitos te dan un arañazo y al día siguiente no tienes ninguna marca. En cambio estos como te pillen jugando te hacen un arañazo que te tienen que poner la cara nueva. Por eso antes de entrar te advierten que nada de flashes, nada de cordones y nada de correr que el minino se puede poner nervioso y dejarte la cara como Carmen de Mairena. A la salida nos pasamos a ver el resto de los tigres, jóvenes y adultos, los cuales, coincido en lo que he leído en foros y comenté con los croatas, hay una alta probabilidad de que estén drogados. Están despiertos, pero no se mueven nada. Porque yo me imagino que un animal de estos por muy domesticado que esté se puede cruzar un cable y hacerse un llavero para el coche con la cabeza de un niño. A la salida del recinto nos hicimos una foto con una serpiente pitón que no sabemos si estaba drogada pero se movía y sacaba la lengua.
De lo poquito gratis que hubo porque los tigres fueron 520 bahts por persona. Sobraba tiempo para cubrir el horario previsto así que nuestra amiga Pai nos llevó a la granja de orquídeas y mariposas. Parada de relleno, porque se tarda poco en ver y es el tiempo justo para volver a Chiang Mai a la hora prevista. La granja por lo menos es más bonita que la que vimos en Bangkok, tiene mucho más colorido, vamos, que se podía ver.
Y en un jardincito contiguo estaba la granja de mariposas más grandes en mi vida, son del tamaño de palomas, bueno, quizá exagere un poco, pero son grandes y si vuelan cerca de ti se agradecía porque con el aleteo de sus alas te daban un airecito…
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En un descanso que tenemos antes de marchar comentamos con los croatas y con los holandeses que la excursión es un timo y que a cada uno nos han cobrado una cosa. Por lo menos nosotros salimos ganando porque somos a los que nos ha salido más barato. Llegamos al hotel con ganas de cama, porque mañana además toca excursión de nuevo. Tras toda la tarde echados la siesta nos levantamos para ir al Sunday Walking Street, un mercado que se pone los domingos y en el que predominan las piezas de artesanía. Por decirlo de alguna manera, tiene más nivel que el Bazar Night, y es mucho más grande. El caudal de gene que por la calle es impresionante, y eso que estamos en temporada baja. Y claro con estos precios, regalo por aquí, regalo por allá…esto me gusta pa mí… Total, que volvemos al hotel que parece que le hemos robado el puesto a alguno de la cantidad de bolsas que llevábamos. Al final te acostumbras a regatear y crees que te lo has llevado por buen precio y realmente el tío ha hecho el agosto con nosotros. Pero bueno, algunas veces sabes que lo podías haber sacado por menos. Por ejemplo algo que estaba a 400 bahts, te lo llevas por 300 y piensas que te lo podías haber llevado por 250, pero creo que uno o dos euros al vendedor le hacen más falta y a mí no me van hacer rico. Tras esta clase de matemáticas y economía totalmente gratuita, nos vamos a nuestro hotel. Dejamos las cosas y nos vamos a cenar. En la calle de nuestro hotel, en 300 metro nos podemos encontrar entorno a 20 ó 25 bares y no os exagero. Y todos son de estética semejante: billar, televisor con fútbol y señorit@s en la puerta que reclaman tu atención. Y todos ellos vacíos o con dos o tres personas que son los que van a lo que van: señores como cangrejillos de 50 años para arriba y rodeados de dos o tres chicas o chicos. Cenamos en el único local donde la chica estaba en la puerta tenía pantalones en vez de minifalda. Muy barato. Dos pizzas, dos refrescos y un postre no llega a los 6 euros. Notamos que los precios en el norte son mucho más baratos que en Bangkok. Nos cubrimos de “rico” repelente para dormir, ponemos a tope el aire para espantar a los mosquitos y apagamos la luz. Mañana toca Chiang Rai, Triángulo Dorado, río Mekong, todo ello a las 7:30 a.m. Terminé el día con la sensación de haber estado en el trabajo. Había estado con elefantes, bueyes, tigres, serpientes y mariposas, justo. Igual que en el trabajo.