![]() ![]() TAILANDIA. 15 DIAS DE EXPERIENCIAS ✏️ Blogs de Tailandia
15 días por Tailandia, en el que recorrimos Bangkok, norte y playa. Un mundo de experiencias.Autor: Vituko28 Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.8 (40 Votos) Índice del Diario: TAILANDIA. 15 DIAS DE EXPERIENCIAS
01: 21 de julio de 2010. MADRID
02: 22 de julio de 2010.BANGKOK
03: 23 de julio de 2010.BANGKOK
04: 24 de julio de 2010. BANGKOK-CHIANG MAI
05: 25 de julio de 2010. CHIANG MAI
06: 26 de julio de 2010. CHIANG MAI-CHIANG RAI-CHIANG MAI
07: 27 de julio de 2010. CHIANG MAI.
08: 28 de julio de 2010. CHIANG MAI-KRABI.
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Etapas 1 a 3, total 16
Por fin el ansiado viaje a Tailandia. El vuelo sale a las 9 p.m. de la mañana y la escala es en Amsterdam. Allí estamos 3 horitas y salimos a Bangkok. Pero…los planes sufren un pequeño cambio debido a nuestros amigos controladores de Francia, que están en huelga. El vuelo sale con retraso de más de media hora. Pero no contentos con eso el comandante del avión nos dice que vamos a tener que dar un rodeo para ir a Amsterdam, ir a A Coruña, desde allí a Londres y de Londres a Amsterdam. El caso es joder, no contentos con volcarnos los camiones, encima nos cierran el cielo francés. Con el retraso y la vuelta que dimos llegamos a Amsterdam con el tiempo justo de sacar la tarjeta de embarque y embarcar. Al llegar a la puerta de embarque de la China Airline, me dio la sensación de estar metido en el casting del actor secundario para la próxima película de Van Damme. Todos con los ojos rasgados y mirándote como con mala leche. Yo iba a Bangkok pero el vuelo luego seguía hacia Vietnam y luego a Taipei, así que el ojo rasgado era lo que se llevaba. El avión era un bicharraco de narices. Dos pisos, una fila de tres asientos, otra de cuatro y otra de tres. Era más grande que la casa de Norma Duval. He de reconocer que yo lo más lejos que había ido en avión hasta hace unos años era Toledo, así que esta clase de aviones para mí eran una novedad. También era la primera vez que veía una azafata asiática. Son iguales de simpáticas que la china que te vende rosas pero estas llevaban uniforme. Comienza mi tortura en el momento que sé que el vuelo va a durar 10 horas y 55 minutos y veo que la distancia que hay entre asientos es menor que la que hay con la persona de delante cuando bailo Paquito el Chocolatero. Empiezo a hiperventilar. Encima no me toca ventanilla. Levamos dos minutos de vuelo y ya no sé como ponerme. Me consuelo sabiendo que sólo me quedan 10 horas y 53 minutos. Me digo: “Víctor, hay que buscar un entretenimiento” Ya está. Empiezan a proyectar una película. Veo tres cuartos de la pantalla. Me pongo los auriculares. Doblaje en inglés y chino, pero tengo el problema que os podéis imaginar, efectivamente. No sé inglés, y ver “Liberad a Willy 2” en chino pues no me apetecía. Además ya había visto la primera parte en filipino y no me convenció, así que intento dormir. Logro poner las piernas de tal manera que las chinas-azafatas no tropiecen con mis pies o me aplasten con el carrito de las bebidas. A los 17 minutos me duele el cuello, las piernas, la espalda y una ceja. A mi chica que mide menos que yo le pasa lo mismo. Nuestro compañero de fila duerme como un niño pequeño. Le pellizco para ver si es real y no se queja. Entonces confirma mis sospechas, es de atrezzo, de cartón-piedra. Hora de comer. Llega la azafata con el carrito y nos dice: “Chicken rice or Spandau Ballet” y yo en cuestión de comida lo único que me sonaba era lo primero. Arroz con pollo al limón, macedonia de frutas, ensalada de gambas con cebolla y cilantro, un trozo de tarta de chocolate y un vasito de 7 cl de coca-cola. Todo eso era chicken rice, y sí, todo eso cabía en la bandeja. Y claro, yo me preguntaba que si todo eso cabía en la bandeja, a lo mejor se iba más a gusto sentado en ella. No lo intenté. Quedaban sólo 9 horas de viaje y ahora tocaba una película de Jennifer Aniston. Me puse los cascos sólo por saber como hablaba la Jennifer en chino. Igual que la Duquesa de Alba. La niña de al lado puede tumbarse en el asiento, darse la vuelta, estirarse y hacer el pino puente. Ya estamos llegando, quedan 7 horas, y en la pantalla toca “Furia de Titanes”. No puedo con mi vida e intento dormir, pero no hay manera, así que ajo y agua y esperar a que aterrice el bicho. Etapas 1 a 3, total 16
[align=justify]Por fin, Bangkok. Bajamos del avión y una mano ficticia o real, no lo sé, nos da un bofetón de calor y humedad bochornoso. Y ahora toca enfrentarnos a otra cultura, otro idioma, otra gente, otro todo. Carteles que no entiendes y aunque les pongan a la en inglés tampoco los entiendo. Cogemos el equipaje y cambiamos algo de dinero para el taxi. Según tenía entendido tú les decías a una chica donde ibas y ella te daba un resguardo con los datos del taxista y lo que tenía que cobrarnos, pero más tarde me di cuenta que los taxistas (*Editado por moderacion*) en Tailandia también existen y (*Editado por moderacion*) se quedó el resguardo. Resultado: nos cobró el triple de lo normal. Primer timo. El taxi y el taxista merecen capítulo aparte y así va a ser.
“El taxi y el taxista” El taxi de este señor era el equivalente al taxi-patrio de aquí. En la bandeja trasea lleva unos tissues en una caja de forja dorada con motivos orientales, que no sabías si iba a salir un tissue o una galleta de la suerte. La luna delantera todavía tenía algún hueco por donde ver la carretera ya que entre pegatinas de la ITV, las pegatinas de los monjes budistas y alguna que otra del Rey, el hueco era más bien escaso. A mitad de camino el tío saca una coca-cola con pajita y le echa un trago. Más adelante me doy cuenta de que en el parasol del copiloto en vez de llevar las multas y las facturas de gasolina, este hombre lleva un paquete de pajitas. En el techo lleva algo escrito en tailandés y a mí me recuerda al servicio de los bares que escriben con la llama del mechero. El pomo de la palanca de cambio es de color fucsia, del mismo color que el taxi por fuera. En el retrovisor lleva un megacollar de flores. Yo por el retrovisor iba viendo al principio que se quedaba dormido y en más de una ocasión estuve a punto de darle un toque, hasta que ya llegando al hotel me di cuenta de que tenía los ojos así, muy cerrados. Por último la maleta no la metió en el maletero sino que la subió en el asiento delantero, y viendo como tenía el coche por dentro no quise saber como o qué o quién llevaría en el maletero. Fin de “El taxi y el taxista” La primera impresión que te llevas de Bangkok es calor, tráfico, vallas publicitarias enormes, y el contraste de riqueza y pobreza. Al lado de un hotel enorme de 1000 plantas hay una casa de madera que con un estornudo vuela. Llegamos al hotel con malestar en general. Tras casi un día sin dormir, el vuelo, el calor, etc, estamos con pocas ganas de hacer algo y mucho menos ver nada, pero vamos a estar poco tiempo y hay que aprovechar. Dormimos un par de horas y nos vamos a ver el Palacio Real. Cogemos un barco en el muelle que hay al lado de la estación del Skytrain, Saphan Taksin. Allí nos quieren volver a timar pero todavía no toca. Nos quieren vender por 150 bahts (40 bahts = 1 €), un billete para un día entero, pero nosotros le decimos que solo queremos un viaje, y al final nos sale por 25 bahts. (El baht no es la moneda que usa bahtman como piensan algunos). Nos bajamos en el muelle correspondiente al Palacio Real. De camino a él, pasamos por una acera muy estrecha salpicada por mil pequeños puestos que vendían de todo. Y cuando digo de todo es de todo, y sino preguntar a mi novia por el puesto de dentaduras postizas. El olor de la comida, el calor asfixiante y demás factores hacen que cada vez nos pongamos de más mala leche, es más durante 5 minutos cortamos nuestra relación de la mala leche que teníamos. Por fin llegamos al Palacio Real. Un montón de tejados brillantes en los que predominan los dorados y los rojos, y todo ello salpicado con muchos espejitos. Budas dorados, guerreros, dragones, etc. Todos ellos con formas muy retorcidas excepto los budas que se representan en su habitual posición sentada con las piernas cruzadas. La vestimenta es muy rigurosa y prácticamente no dejan que se vea nada de carne. O sea, tirantes, pantalones cortos, minifaldas y cosas por el estilo nada de nada. Para poder entrar te alquilan las prendas. Yo que iba en bermudas pues me tuvieron que dejar un pantalón con cordones, no eran de Versace pero… que remedio. 200 bahts por cada prenda. Ahora, a mi novia que iba con tirantes y pantalón corto la pusieron de lo más “sexy”: blusa rosa palido y falda larga de tuvo en color burdeos. Parecía una gitana de las que venden lotería en la Puerta del Sol. Aunque en honor a la verdad, yo con el pantalón verde botella parecía un jardinero del ayuntamiento. Las 3 de la tarde y calor es asfixiante. Nos vamos al hotel. Cogemos por primera vez un tuk-tuk. Después de negociar el precio, 150 bahts, subimos a aquella máquina del infierno. ¡¡Y nosotros nos quejamos del tráfico de Madrid y de cómo conducen!! Ja-ja. Para este hombre la muerte no existía. Ni la muerte ni los semáforos ni la raya continua, nada. Al averiguar que somos de España sonríe: “Oooh, World Champion, Iniesta, David Villa” Luego si quieres nos tomamos un café y charlamos de fútbol, pero ahora mira a la carretera. De repente empieza a caer la del pulpo. 90 litros por centímetro cúbico en un minuto. A el tukutukero se la suda, él sigue a la misma velocidad y no cambia sus hábitos. Yo empiezo a buscar en aquella atracción de feria un par de remos por si acaso. Entramos en la calle de nuestro hotel y pienso que estamos cerca, así que le digo al buen hombre que pare: “Stop here”. Pero ¡ay pobre de mí!, nos queda un buen trozo para llegar y cada vez diluvia con más fuerza y sin pinta de parar, así que andando al hotel y que sea lo que Buda quiera. Y Buda quiso que siguiera lloviendo. Después de colgarnos al sol y secarnos, nos echamos una buena siesta para prepararnos a la noche. Primera noche en Bangkok y vamos a cenar a un restaurante típico thai, Pizza Hat. Una pizza, unas alitas y listo. Esa noche tocaba el mercado de Patpong. Un mercado que, como la mayoría de los mercados en Tailandia, tiene de todo. Es de los más caros de los que hemos visto. Esta situado en una calle en la que a los lados está repleto de bares y de locales de un ambiente “especial”. Acabas un poco de la cabeza porque hay dos tipos de personas que te “atacan”: los dependientes de los puestos, “hello, hello, Lacose, Ralph Lauren, Billabong, Hugo Boss, Lotería de Navidad” y luego los relaciones públicas de los bares, “Ping-pong show, banana show…” ¿Ping-pong show? ¿Tan mal le fue a Don Ping Pong en el Barrio Sesamo? Pobre hombre donde ha acabado. Aquí llegaron nuestros siguientes timos. Pantalón ancho de algodón para mi novia 5 euros, imán de nevera para mí, 2,5 euros. Que un iman de nevera te cueste la mitad que un pantalón no tiene precio. Por hoy ya está bien, Bangkok nos ha castigado con su clima y su caos, y el mercado con su ajetreo y sus timos. Etapas 1 a 3, total 16
Toca madrugar. Todavía estamos con la empanada horaria, pero la predisposición es distinta a la de ayer. A las 8 estamos quitándonos las legañas y subiendo a desayunar. El restaurante está en un 10º piso junto a la piscina. Buffet de comida thai y algo de europea (salchichas, bacon, huevos revueltos). Cogemos de nuevo el Skytrain, nuestro hotel, el I Residence Silom, está al lado de la estación Chong Nonsi, que tailandés significa…bueno cogemos el Skytrain hasta el muelle para allí coger el barco que nos llevará hasta Chinatown. Allí contratamos una lancha de proa larga que nos dará un paseo por los canales. Llegamos a un acuerdo para ver una granja de orquídeas y un templo por unos 1.200 bahts cada uno o sea 30 euros. Pensábamos que por los canales que pasáramos habría algún mercado flotante pero no. El recorrido consistía en ir un trozo por el río Chao Praya y luego nos metíamos por unos canales en donde lo único que vimos fueron casas destartaladas al borde de los canales, mucha mierda en el agua, y algún que otro templo o escuela. Lo único digno de mencionar fue una especie de dragón o lagarto que iba nadando, que tenía pinta de que si te caías al agua te comía hasta los empastes. Tras una hora de ir por los canales, y no ver nada interesante llegamos a la granja de orquídeas. Nos consuela ver que no somos los únicos tontos y que hay seis o siete rubios anglosajones en la misma granja. Debía haber como dos o tres orquídeas en flor y el resto únicamente eran hojas verdes. Pues ala, eso es todo. Nos tomamos dos cokes, 40 bahts, y de vuelta a la lancha. La vuela es lo mismo pero por otro canal y con distinta mierda, con otras casas destartaladas y con casas ya caídas. Al poco de volver al río paramos en un muelle que da acceso al Wat Arun. El conductor nos advierte que tenemos 10 minutos para verlo. ¡Será desgraciado el tío! Nos dio tiempo a darnos una vuelta, hacernos la foto, y comprar agua. No se nos ocurrió entrar porque lo mismo el fulano se larga, nos deja allí y tenemos que soltar otros 30 eurazos para que nos lleven a la otra orilla. Desembarcamos del “maravilloso” crucero de placer en Chinatown. Si Bangkok de por sí es un caos, Chinatown es Madrid, Barcelona, México D.F. y Bangkok metidos en cinco metros cuadrados. Nos metemos en un mercado atestado de gente. La calle no tendría más de cuatro metros de ancho y por allí entraban las motos cargadas con cajas, sacos, etc, como si tal cosa. Andabas listo o te cogían, te echaban a la moto y te vendían a granel. Por mí novia no sacarían mucho al peso pero por mí sacarían para vivir tres generaciones. Nos perdemos. No sabemos salir de aquel infierno todo lleno de ojos rasgados que no hacen más que decirte “hello, hello”, a la vez que te señalan sus productos, bisutería, comida, zapatos, bolsos, camisetas, souvenirs, etc. Tras esquivar a siete motoristas-repartidores-suicidas, damos con la calle principal. Una calle con unas aceras minúsculas, de hecho nos movíamos casi siempre por la calzada. Una calle donde de las fachadas sobresalían carteles a cada cual más grande, todos en letras chinas. Al igual que en toda Tailandia los cableados son alucinantes. Cientos miles de cables colgando de un poste a otro. Me imagino que el día que haya una avería eléctrica llamarán al ejército. Llegamos a una calle en la que predominan las tiendas dedicadas a la compra-venta de oro. Con lo barato que es todo aquí bien un gitano y se vuelve loco, se lleva hasta los pomos de las puertas. Aún llegando a la calle principal seguimos perdidos, así que cogemos un taxi que nos lleve al Wat Pho, en donde se encuentra el famoso Buda reclinado, tumbado o echado. Una estatua de un buda echado la siesta de 46 metros de largo y 15 de alto. Porque si fueran 46 de alto y 15 de largo estaría de pie. Las fotos son imposible que salgan perfectas porque al ser tan largo el final del buda sale oscuro, así que haremos un corta y pega de dos fotos y listo. Una vez llegas a los pies del buda regresamos por la parte de atrás del buda (que mal ha sonado) y venden unos cuencos por 20 bahts con monedas, que se van echando en unos cuencos situados en la pared a lo largo del pasillo. Una moneda por cuenco para que te de suerte y que el buda te ayude en tus quehaceres diarios. Se me olvidaba, antes de entrar se nos acercó un tuktukero. El “buen” hombre nos dijo que a las 13:30 cerraban el templo, pero que él nos podía dar una vuelta y enseñarnos muchas cosas bonitas de Bangkok. Yo le dije que me iba a arriesgar y me iba a acercar a la puerta por si estuviera abierto, total eran 20 metros lo que teníamos que andar. ¡Qué suerte la nuestra! El templo estaba abierto, como me imaginaba. En todos los foros y guías es uno de los timos más frecuentes que cuentan: “Temple is closed” Estábamos hechos polvo y con ganas de terminar el templo del buda espanzurrado para ir a echar una siesta, sobre todo mi novia que estaba cansada, muy cansada, hipercansada, SUPERCANSADA. Pero, ¡oh sorpresa!, una vez en la calle mi novia debió ver u oír un buda que le dijo algo e hizo desaparecer el cansancio en ella. Nos disponíamos a coger un taxi hacia el hotel, ya eran las 15:00, cuando apareció el buda reencarnado en tuktukero. Traudzco: “Os llevo a ver al Buda de la Suerte, luego a una joyería, (zafiros, rubíes, esmeraldas y plásticos), luego a la mejor casa de trajes a medida y para terminar os dejo en el MBK (los grandes almacenes), y todo ello por la increíble cifra de 30 bahts los dos” . Yo convencido de que mi chica diría que no, sigo caminando en busca de un taxi al hotel. Pero no, mi novia dice que ya que estamos en Bangkok, que hay que aprovechar. Evidentemente es mi novia y la quiero un montón, por eso seguimos juntos, porque esto me lo hace un amigo y me voy a esperarle con un mojito a la piscina del hotel. No sé si esto considerarlo un timo o varios timos, el caso es que allá fuimos. Primera parada. Buda de la Suerte, Lucky Buda. Un templo semejante a los muchos que hay por Bangkok. A la puerta se encontraba un monje de los de túnica naranja escribiendo algo o llevando la contabilidad de los donativos. Nos invita a pasar. Según nos estamos descalzando ( a los templos hay que entrar descalzo ), nos aparece el primer actor secundario. “Coño, ¿qué tal?, ¿venís a ver al Buda de la Suerte? ¿De dónde sois?” “Somos dos pringadillos de España” “Hombre, España, Campeones del Mundo. Pues Bangkok es muy bonito, pero si queréis comprar joyas buenas buenas, id a The Oscars, son los mejores. Tienen zafiros, esmeraldas, rubies… (¿Dónde había oído yo eso?), mira, mira, yo me he comprado uno.” Nos enseña un anillo con un rubí más falso que Tita Cervera. Entramos en el templo vacío por completo. Dentro había un buda de plástico que no era ni dorado. Ante tal panorama nos vamos. Antes de salir entra en escena el segundo actor secundario. Vestido más o menos elegante nos saluda: “Hola, ¿de dónde sois?” “De España (si ya lo sabes porque te lo ha dicho el otro, ¿pa qué preguntas?) “¡España!, Campeones del Mundo. Yo soy abogado en Phuket, y estoy de luna de miel y mañana me voy a Australia. Pero si queréis joyas, ir a The Oscars, es lo mejor. Yo me he comprado un rubí que flipa en colores (Nota: la traducción puede no ser literal) , mira, mira” Yo creo que es el mismo anillo que tenía el otro pollo o parecido, “y si quieres trajes a medida iros a esta otra tienda”. Desgraciadamente no recuerdo el nombre de la tienda, lo siento. Volvemos con nuestro amigo tuktukero, que durante el trayecto nos repitió 87 veces: “Vosotros mirad, compréis o no compréis. 15 ó 20 minutos. Gasolina gratis para mí.” Siguiente estación: la famosa The Oscars. Según llegamos a la puerta nos recibe una especie de botones que nos abre la puerta como si fuéramos a gastarnos 1000 euros cada uno. En ese momento me siento cual traficante de armas que va a ver el género. Entramos en la tienda y había como siete u ocho dependientas esperándonos, la tienda vacía. Tras mirar las esmeraldas y zafiros y demás piedras preciosas, y hacer ver que no habíamos visto nada igual en nuestra vida, volvimos al dichoso tuk-tuk. Subimos, y nos vuelve a repetir la misma cantinela: “Mirar, comprar o no comprar…”Que siiiii, pesado. En la tienda de los trajes nos recibe un dependiente que parece estar sacado de una película de Bollywood. Cola de caballo, con tres pelos cayéndole por la cara, barba de tres días, y camisa y vaqueros ajustados. No era el prototipo de dependiente que tenemos en España, más bien de relaciones públicas de una discoteca. Nos sienta en una mesa y empieza a sacarnos catálogos de trajes para chico y para chica. Bueno, trajes, camisas, corbatas, calcetines y tangas. No sé por qué, ni cómo, el caso es que cuando me quiero dar cuenta me encuentro mirando telas para hacerme 3 camisas a medida por 70 euros, y mi novia haciendo lo propio con un vestido que había visto en el catálogo. Salimos del trance y de la tienda tras estar casi media hora mirando catálogos. Hasta las narices de ir de compras con el tuk-tuk, le decimos al tuktukero que no hace falta que vayamos al MBK, que total ya había conseguido su gasolina y nosotros ya estábamos cansados, y le pedimos que nos lleve al hotel. La respuesta es que está muy lejos y que cojamos un taxi. Estuve a punto de volcarle el trasto del demonio. Por 1 euro nos lleva un taxi al hotel. Hotel dulce hotel. Siesta hasta la hora de cenar. Esa noche vamos a cenar a un italiano que nos recomienda la guía el Scoozi. Encontramos el restaurante y nos damos cuenta que tenemos que adelantar horarios. Llegamos a las 22:00 y a las 22:30 cierran, así que cuando llegamos salían las únicas 3 personas que había y jodíamos a los 6 camareros que había. La cena fue de la siguiente manera: carta, pizza, comer, cuenta y adios. Todo en 7 minutos y 22 segundos. Tras la cena-express. Cogemos un taxi que nos lleva al Lebua State Tower, un hotel de 250 metros de altura en donde se encuentra el Sirocco en su azotea, un bar de copas desde el que se ve todo Bangkok o casi todo. En el hotel se encuentran alojados unos amigos de luna de miel, pero no logramos localizarlos. Probamos suerte por si se encuentran en el Sirocco. Al bajar del taxi nos recibe una thai muy elegante que me dice que dónde vamos. “Al Sirocco, hija, a tomarnos unos pelotazos” Nos mira de arriba abajo y me dice: “Don´t chanclas, sorry. Buy shoes y Patpong Market” Ni a mi me gusta tu cara, vete a la mierda. O sea que me hago tropecientos mil kilómetros y vengo con las piernas destrozadas para que me aparezca la primera recepcionista de tres al cuarto y me diga que no le gustan mis chanclas, pues bien bonitas que son, me costaron 24 euros en la Puerta del Sol, 24x40= ¡¡940 bahts!! A falta de copas bueno es un masaje tailandés a 300 bahts la hora. El ritual comienza por el lavado de pies. Menos mal que me había duchado antes de salir que sino el masaje se lo tengo que hacer yo a la chica, pero cardiaco. Me quito las chanclas y la chica no puede reprimir su comentario: “Por buda, ¡que chanclas más bonitas!” “¿A que sí?, pues en un bar no me han dejado entrar con ellas”. El lavado de pies nos produce a los dos cosquillas y nos reímos como niños pequeños. Nos dan unas zapatillas y nos suben a una habitación llena de colchones en el suelo y separados por cortinas de mimbre. Nos ponen en dos colchones pero sin separar por la cortinas y aparecen las dos masajistas que nos mandan tumbar boca arriba (mouth-up). Todo esto bajo una luz muy tenue y una música relajante. A medida que pasa el tiempo las caricias se vuelven golpes, pero golpes fuertes y apretujones en muslos, rodillas, brazos, etc. Mouth-down, boca abajo. Lo mismo que lo anterior pero mirando abajo y mordiendo la almohada. En un momento dado mi masajista se pone de la siguiente manera: rodillas en mis glúteos o nalgas y puños en mis hombros y haciendo presión. Pensé que tenía que hacer el resto del viaje en silla de ruedas. Después de una hora con más golpes que una película de Steven Seagal, salimos como nuevos. Logramos hablar con nuestros amigos y quedamos con ellos a la puerta del hotel para tomar algo en su habitación. ¡Qué alegría!, alguien con quien hablar español y contarles que no hemos pasado más calor en nuestras vidas, que el viaje ha sido matador y que no me han dejado pasar con mis superchanclas al Sirocco. Entramos en el hotel esta vez sin problemas ya que íbamos con clientes. Yo me descalzo y doy palmas con mis chanclas delante de todo miembro del personal con el que me cruzo. Nuestros amigos se encuentran alojados en el piso 53 del hotel. Yo no es que sea un experto viajero, ni tengo mucho mundo, pero habitación como aquella no la había visto en mis 36 años. Algún apartamento si había visto parecido. Y unas vistas desde la terraza espectaculares. Todo Bangkok iluminado delante nuestro y a los pies del hotel el río Chao Praya, que de noche es más bonito porque no se ve la mierda. Mires por donde mires se pierde la vista mirando lucecitas. Nos acompañan a ver la piscina, que aunque esté cerrada se puede ver y es impresionante. La piscina pasa literalmente por debajo del hotel y sobresale de la base unos 4 ó 5 metros. Te estas bañando y encima tuya tienes una torre que impone. De hecho mis amigos nos contaron que a la entrada te hacen firmar un papel que exculpa de cualquier responsabilidad al hotel si te da por asomarte más de lo debido por la barandilla de la terraza, es decir que si intentas tirarte a la piscina desde el piso 53 y el salto no sale como esperabas, el hotel se lava las manos, en la piscina por supuesto. “¿Taxi?” “Sí, al hotel, que mañana partimos al norte, pero 100 bahts, no más” Etapas 1 a 3, total 16
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