Tras un buen desayuno, como todas las mañanas, nos dirigimos hacia la cascada de Háifoss, por la carretera 26 hacia el norte y luego la 32 a la izquierda. Después se toma la 332 a la derecha hasta llegar a la cascada. El río Fossa descarga su agua desde una altura de 122 metros, siendo esta la segunda cascada más alta de la isla.

Continuamos el viaje hacia la granja de Stong, retrocediendo por la carretera 332 y tomando la 327 hacia la derecha hasta la granja, antes de llegar a la carretera principal 32. Las ruinas de esta típica casa de turba islandesa, de los finales de la Era Vikinga, fue recubierta con ceniza durante una erupción volcánica del Hekla en 1104. Como resultado, ésta se conservó en perfecto estado, con las evidencias de sus estructuras originarias, mucho mejor que otras masías nórdicas de la época. Las ruinas escavadas fueron cercados con una edificación moderna, así se ha podido protegerla de su posible degeneración. Por cierto, la entrada es gratuita.
Cerca de este lugar se encuentra la garganta de Gjain, donde realizamos un pequeño trekking de hora y media donde vimos la cascada de Gjainfoss con su lago. El paseo circular es precioso, llegando a la cascada y bordeando el río hasta llegar otra vez a la granja de Stong. Por el camino encontramos muchas setas, llenamos una bolsa entera enseguida ¡ya teníamos cena!

Para la hora de comer, nos acercamos a la cascada de Hjalparfoss y sus llamativas formaciones de columnas basálticas. Nos tumbamos en la hierba a comer los sándwiches, con aquella preciosa cascada a nuestro lado. El tiempo acompañaba y se estaba la mar de a gusto tumbado al sol, mas de uno se hecho una pequeña siesta.

Tras reponer fuerzas visitamos la reconstrucción de la granja de Stong, por la misma carretera 32. En esta si cobran la entrada, aunque no me acuerdo del precio. La verdad es que la estructuración de las habitaciones de la granja y como vivían es curioso.
Tras la visita y para acabar el día como ya se había convertido en tradición, volvimos a la piscina de Selfoss. Aunque en principio la gente va a relajarse y a charlar con la gente, es como nosotros con los bares, las piscinas tenían unos toboganes geniales y estuvimos tirándonos por ellos como niños. ¡Nos lo pasamos genial! También tengo que comentar que los niños Islandeses son verdaderos profesionales en tirarse por el tobogán, perdimos la competición sin ninguna duda!
Era la última noche que pasaríamos en este refugio junto al Hekla. Hacía un tiempo buenísimo y teníamos esperanzas de poder ver la Aurora Boreal, pero al tener la luna casi llena nuestras esperanzas se desvanecieron. Esa noche hicimos barbacoa, con una ensalada, unos buenos trozos de carne y las setas que recogimos nos pusimos moraos ¡que bueno! Tras el café y el te, decidimos salir a ver las estrellas. Estaba precioso, aunque hacia un frío que pelaba. Pasamos una media hora contemplando el cielo, hasta que decidimos entrar dentro, ya no aguantábamos más el frío. No se como describirlo pero vi una especie de nube que brillaba, al principio pensé que era la estela de un avión, pero de noche… Pregunte ¿Que es eso? Todos se quedaron mirando y alguien dijo ¡es la Aurora! Todos empezamos a reírnos porque no podía ser, hasta que empezó a volverse verde y a abrirse como una sabana ondulante. Los gritos y saltos que empezamos a dar, creo que se oyeron hasta en Reykjavic. Fue precioso, mágico, indescriptible, se nos olvidó el frío de repente, sin ninguna duda una de las cosas mas bonitas que he visto en toda mi vida. Aquella noche pudimos ver cinco auroras boreales, si no llega a estar la luna, el cielo de esa noche hubiera sido todo un espectáculo!
